Artur González / Heraldo Cubano.- Sin lugar a dudas, Estados Unidos es el mejor refugio para los terroristas del mundo y especialmente los cubanos, que desde 1959 encontraron allá protección segura, a pesar de sus antecedentes criminales.


En días pasados el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba rechazó enérgicamente un nuevo acto de complicidad de Estados Unidos con la violencia terrorista contra Cuba, al decidir sus autoridades judiciales poner en libertad a Alexander Alazo, quien el 30 de abril de 2020 disparó con una ametralladora, 32 proyectiles contra la embajada cubana en Washington D.C. cuando  se encontraban en su interior 7 funcionarios, acto terrorista que no quieren reconocer.

Ese gobierno que sanciona a Cuba porque supuestamente patrocina el terrorismo, es quien más acciones terroristas ha generado contra la Isla desde 1959 y sirve de paraíso legal a decenas de personas que, por órdenes de la CIA, han perpetrado sangrientos actos de ese corte contra ciudadanos e instalaciones cubanas, dentro y fuera del país.

No es la primera vez que las autoridades estadounidenses ponen en libertad a terroristas criminales.

En junio del 2021 recibió una liberación compasiva, el asesino y terrorista connotado Eduardo Arocena, condenado a dos cadenas perpetuas en 1984, por su participación en varios hechos cometidos entre 1975 y 1983, entre ellos haber ejecutado personalmente a Félix García Rodríguez, funcionario de la misión diplomática cubana ante la ONU, en plena avenida de New York.

Cuando fue juzgado en 1984 por el Tribunal Federal de New York, Arocena declaró que encabezaba un grupo, cuya misión era obtener gérmenes patógenos e introducirlos en Cuba. En 1981 fue detectado el virus del Dengue Hemorrágico y en solo semanas murieron 158 personas, de ellos 101 eran menores de edad y se contagiaron 344, 203 cubanos.

En el juicio el abogado del distrito de New York, Rudolph W. Giuliani, declaró que “Arocena estaba acusado además, del intento de asesinato al embajador cubano ante la ONU, Raúl Roa Kouri, en 1980; la voladura de la terminal de la aerolínea Trans Word en el aeropuerto internacional J.F.K; la voladura del Avery Fisher Hall en el Lincoln Center for the Performing Arts en 1978; la voladura de la Misión diplomática soviética ante la ONU en 1979 y 25 delitos más, cuya responsabilidad fueron públicamente declarada por el grupo contrarrevolucionario Omega 7.

El FBI al presentar su acusación expuso que “Arocena estuvo detrás de al menos dos asesinatos y treinta explosiones en New York, New Jersey y Florida”.

Sin embargo, en Miami parte del llamado “exilio cubano” considera a Arocena como un héroe y públicamente en varias ocasiones pidieron una medida de clemencia a su favor, entre ellas al presidente George W. Bush en 2008 y en 2016 al presidente Barack Obama, para que le concediera el perdón por llevar 33 años preso.

Al ser liberado en el 2021 bajo la presidencia de Joe Biden, Pedro Corzo, director del llamado “Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo”, expresó:

“Es una decisión justa y apropiada. Es un hombre que lleva muchos años en prisión y debía haber sido excarcelado hace años”.

De Estados Unidos no se puede esperar otra cosa, porque son los padres del terrorismo mundial y apoyan cuanto genocidio se produce, como el ejecutado por el estado de Israel contra el pueblo palestino, el libanés y el sirio, encabezado por B. Netanyahu calificado como “el carnicero de Gaza”, y alienta al gobierno de Ucrania en sus acciones contra Rusia e incluso le entrega armas prohibidas por las convecciones internacionales.

Los autores intelectuales de la voladura de un avión civil cubano en pleno vuelo, en 1976, Orlando Bosh Ávila y Luis Posada Carriles, recibieron refugio en Miami y murieron sin ser molestados. Bosh era calificado por el FBI y el Procurador General Adjunto de Estados Unidos como terrorista.

Este último impugnó la solicitud de admisión en ese país en 1989 y en su informe argumentó:

“Durante 30 años Bosh ha propugnado de manera resuelta y perseverante los actos de violencia terrorista y llevado a cabo violentos actos terroristas contra numerosos objetivos […] sus actos han sido los de un terrorista que no respeta la ley ni la decencia humana… y los realiza sin consideración alguna de identidad de sus víctimas”.

A pesar de esto, la entonces congresista Ileana Ros-Lehtinen le solicitó al presidente Ronald Reagan, que le permitiera la entrada a Estados Unidos, solicitud concedida sin reparos.

La situación no ha cambiado y por eso el  7 de diciembre  del 2023 Cuba publicó la Resolución 19/2023 aprobada por el Ministerio del Interior cubano, donde consta el Listado Nacional de personas y entidades vinculadas al terrorismo contra Cuba y que desde 1999 planifican, conspiran y ejecutan, actos de extrema violencia en territorio cubano contra instalaciones gubernamentales y turísticas, sabotajes, incursiones ilegales, trata de personas, preparativos de guerra y planes para asesinar a líderes de la Revolución.

Hoy residen plácidamente en los Estados Unidos un grupo de terroristas de origen cubano, entre ellos:

Santiago Álvarez Fernández-Magriñá, Ramón Saúl Sánchez Rizo, Ana Olema Hernández, William Cabrera González, Michel Naranjo Riverón, Eduardo Arias León, Yamila Betancourt García, Alejandro Otaola Casal, Orlando Gutiérrez Boronat y otros como Eliecer Ávila, Liudmila Santiesteban Cruz, Manuel Milanés Pizonero, Alain Lambert Sánchez y Jorge Ramón Batista Calero (alias Ultrack).

Todos han participado en actos de violencia plenamente documentados, y utilizan las redes sociales para reclutar a personas.

Estados Unidos a pesar de ser el organizador y ejecutor de miles de actos terroristas contra el pueblo cubano (todos plenamente documentados en sus propios documentos oficiales), insiste en mantener a Cuba en la lista que confecciona el Departamento de Estado, de “países que patrocinan el terrorismo”, donde solo aparecen aquellos que no se arrodillan ante sus pies, pues forma parte de su criminal guerra económica, comercial y financiera para estrangular sus economías.

Por eso José Martí desde New York, le escribió en 1884 a su amigo mexicano Manuel Mercado:

“De esta tierra no espero nada, ni para ustedes, ni para nosotros, más que males”.

 

 

 

 

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