Rosa Miriam Elizalde - Juventud Rebelde.- Diálogo con el actor norteamericano Danny Glover, quien asistió a las Jornadas Internacionales de Telesur «El derecho ciudadano a informar y estar informado», en Caracas. Caracas.— Casi dos metros de estatura, la figura de un atleta y una lozanía que ni remotamente se aproxima a lo que esperamos encontrar en un hombre que ya cumplió los 60 años. Si lo escuchas hablar, no dudas de que tienes delante a un líder apasionado por los derechos civiles en Estados Unidos y a un acreditado embajador de buena voluntad de la UNICEF, que asistió en misiones contra la pobreza en Egipto, Haití, Malí, Namibia, Senegal y Sudáfrica, pero sus palabras no encajan con el estereotipo de una celebridad de Hollywood.


Te resulta difícil imaginar al policía de Arma letal y al marido abusador de Cellie, la protagonista de El color púrpura, encarnado en el hombre real que de pronto pide la palabra frente a ti, humildemente, desde el público que asiste a las Jornadas Internacionales de Telesur «El derecho ciudadano a informar y a estar informado». Habla poco y claro: «El tema del control de los medios de comunicación y la participación democrática en ellos, no está en la agenda de debate en los Estados Unidos. Mi gobierno siempre trata de aplacar cualquier tipo de resistencia dentro y fuera de mi país y esa postura tiene un impacto directo en los medios de comunicación que promueven la guerra y la desinformación».
Después, lo único que quieres es conocer mejor a este actor y director de cine estadounidense, que no disimula sus simpatías por la Revolución Bolivariana y la Cubana. Con Danny Glover no median formalidades, ni séquitos, ni poses de estrella. Va como podrías ir tú, con jeans y una gorra de pelotero, solo y medio perdido por un pasillo del teatro Teresa Carreño, en Caracas, y simplemente sonríe y dice sí cuando chocas con él y le pides esta entrevista.

LA INFANCIA
—¿Por qué Danny Glover es como es? ¿Cómo fue educado?
—Soy una criatura del movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos, que surgió en este país después de la Segunda Guerra Mundial. Nací con el empuje de la transformación social que significó ese movimiento, similar a otros que emergieron en aquella época, como los de la defensa de la identidad social, la resistencia al colonialismo y la liberación nacional. Soy hijo de esa experiencia.
«De joven trataba de interpretar las circunstancias que me rodeaban: la democratización de la sociedad; la lucha por la justicia para los trabajadores; la llegada de la televisión; el ambiente liberal de San Francisco; la historia reciente del movimiento laboral en esa ciudad, que heredamos...
«Mi vida está marcada por el gran líder del sindicato de los estibadores, Harry Bridges, un trabajador inmigrante australiano que organizó en 1934 una huelga que duró 83 días y paralizó a San Francisco. Él logró, entre otras cosas, la incorporación de los estibadores afroamericanos al trabajo en los muelles. Bridges era socialista. San Francisco tenía un dinamismo social que posteriormente penetró al resto del país.
—Tengo entendido que usted fue uno de los líderes de la huelga estudiantil más larga en la historia de los Estados Unidos. ¿Por qué se fue a la huelga? ¿Logró los propósitos?
—Cierto. Yo fui uno de los líderes del Black Student Union en 1968, la organización que obligó a la Universidad Estatal de San Francisco a constituir una Facultad para los Estudios Étnicos. Fue tan fuerte la huelga que organizamos, que en el verano de 1969 me encausaron por dirigir una supuesta conspiración para levantar motines. Posteriormente, me declararon culpable de cargos más leves, pero me procesaron penalmente.
«Me impactó para siempre la orientación comunitaria que formó parte de la experiencia que creamos en la Universidad Estatal de San Francisco. El Black Panther Party (Partido Panteras Negras) también me impactó, igual que el movimiento de solidaridad internacional. Es la época de la guerra en Vietnam, del Che en el Congo y en Bolivia. No estábamos al margen de lo que ocurría fuera de los Estados Unidos y leía de todo: a Marx, a Mao, a Julius Nyerere, a Nkrumah. Aparte de nuestros estudios, pertenecía a un grupo de estudiantes que sentíamos que teníamos una misión para cambiar a la sociedad. No nos habíamos matriculado para estudiar comercio. Nuestro propósito era utilizar la lucha universitaria para cambiar nuestra comunidad. Éramos negros, latinos, y blancos, miembros o no de las Panteras Negras y del movimiento de los Brown Berets, de los chicanos. Juntos nos declaramos en huelga para incorporar en el currículo de la universidad el centro de estudios étnicos. Exigíamos el estudio de nuestra verdadera historia, es decir las contribuciones de los negros, de los latinos, de los pobres en los Estados Unidos. También nos declaramos en huelga en solidaridad con los estudiantes parisinos de 1968. Tuvimos éxito. Logramos, con el gran apoyo comunitario, que se creara el primer centro de estudios étnicos de los Estados Unidos».
—¿Qué influencia tuvo su familia en la formación de su propia perspectiva política?
—Mi padre, James Glover, era de Kansas City. Mi madre, Carrie Hunley, de la Georgia rural. El fin de la Segunda Guerra Mundial los llevó a San Francisco y formaron parte de esa generación muy politizada por los sindicatos. Eran empleados del Correo Nacional y miembros del sindicato de los trabajadores de los Correos. Fíjese que yo descubrí a la Revolución cubana cuando me enteré de que el sindicato de mis padres la apoyaba. El presidente del sindicato en San Francisco, David Johnson, usaba una gorra como la de Fidel. Le decíamos «Little Fidel» (Pequeño Fidel). Eso me sensibilizó mucho hacia lo que estaba ocurriendo en Cuba.
«Yo tenía solo ocho años cuando el boicoteo de las guaguas de Montgomery, Alabama, el movimiento iniciado por Rosa Parks, la mujer que se negó a aceptar la segregación racista en los ómnibus. Vi por primera vez a negros en la televisión que se convertían en verdaderos instrumentos de cambio. Podría decirte que las experiencias definitorias de mi vida fueron mi infancia en Haight Ashbury, San Francisco, y mis padres, el sindicato, la lucha estudiantil. Sobre ese mundo se construyó mi conciencia social».

EL ALGODÓN
—¿Cómo hizo su familia para enfrentarse a una sociedad profundamente discriminatoria?
—No podemos divorciar la vida particular del pueblo norteamericano de su historia. Ni tampoco a la historia del pueblo. Hay un hecho importantísimo que casi nunca se tiene en cuenta: la máquina para recoger algodón fue inventada en 1944. Hasta entonces, todo el algodón se cosechaba a mano, pero ya en 1965 el ciento por ciento del algodón era extraído por las máquinas. Significó un cambio enorme en las vidas de las personas que cosechaban el algodón a mano.
«Mi abuela tuvo un presentimiento de la importancia de esos cambios e incorporó la palabra “educación” como parte esencial de su vocabulario. Sus hijos fueron a la escuela, caminando diez millas cada día y vestidos con ropa hecha con fundas de almohadas, pero fueron a la escuela. Mi madre siempre me decía que el leitmotiv de su crianza había sido no estar obligada a recoger algodón en septiembre, como todas las mujeres de su familia. Fue nuestra verdadera “Declaración de Emancipación de todos los esclavos”. La había hecho Abraham Lincoln en 1863, pero fue efectiva para los negros estadounidenses cuando apareció la máquina del algodón. Fue el suceso de la vida de mi madre, su imperativo moral. De alguna manera eso la llevó a involucrarse en el Consejo Nacional de Mujeres Negras y en el sindicato de trabajadores del correo».
—¿Qué ha cambiado para un niño negro de ahora con respecto a lo que sucedió con usted entonces?
—Ya no existe el racismo desembozado de ayer. Por lo menos no es tan obvio. La segregación que tanto deshumaniza no es tan abierta. Es indudable que hemos tenido algunas victorias. Sin embargo, el 70 por ciertos de los niños negros aún estudian en escuelas segregadas, aún después del caso de Brown vs. Board of Education, de 1954, que llevó a la Corte Suprema a declarar inconstitucional la segregación en las escuelas.
«Cuando yo era niño, las escuelas públicas de California estaban incluidas en el cinco por ciento de las mejores de la nación. Ahora están entre las peores. En mi niñez había más unidad entre los negros y otras minorías marginadas dentro de nuestra comunidad. Ahora no es tan así».

HOMENAJE A LOS ESPÍRITUS REBELDES
—Hablemos de la película que le dedicará a Toussaint-Louverture, con la colaboración de Venezuela, que ha generado tanta polémica...
—La película narrará la vida del líder que inspiró la revolución de los esclavos en 1791, de la cual surgiría posteriormente Haití. Es una coproducción internacional, que ayudará al cine venezolano. Se utilizarán los ingresos de la película para construir cierta capacidad de producción cinematográfica en Venezuela. Una relación de trabajo que ayudará a generar empleos y a las comunidades.
—¿Es verdad que esta película es también un homenaje a su bisabuela?
—Mi bisabuela nació en plena esclavitud. La película, si es un homenaje a alguien, es a ella y a todos los espíritus que han resistido la opresión a lo largo de la Historia.
—¿Qué relación puede existir entre el Danny Glover de Arma letal y el de Toussaint-Louverture?
—Es el mismo Danny Glover, que siempre trata de hacer filmes con cierto valor social. No invalido ninguna de mis películas. Todas son parte de ese proceso. Arma letal es única y especial, particularmente la segunda parte, que abordó el tema del Apartheid. No es casual que el gobierno racista de Sudáfrica la haya censurado.
—¿Tiene alguna esperanza de que finalmente el gobierno de su país se retire de Iraq? A su juicio, ¿cómo terminará esta historia?
—Siento mucho dolor por los millones de iraquíes, cuyas vidas han sido afectadas por esta guerra innecesaria. También por las más de 3 000 familias estadounidenses quienes han perdido absurdamente a un ser querido. No creo que la intervención militar de Washington en Iraq cese pronto. Honestamente, no percibo un cambio en la política exterior de mi país en el futuro próximo.
—En la Jornada internacional de Telesur usted habló de la manipulación mediática de la administración Bush y citó como ejemplo que no se haya informado sobre la propuesta de Cuba de enviar médicos para atender a los afectados por el huracán Katrina. ¿Por qué ocurrió esto?
—Katrina sentó un precedente muy peligroso en los Estados Unidos. Fíjese en el plan que el gobierno realizó como respuesta a esa tragedia. Nueva Orleáns era una ciudad construida por los pobres y los negros de este país, profundamente marginados por el gobierno y la infraestructura económica de la ciudad. Katrina llegó a una ciudad ya marginada. La respuesta del gobierno es aprovecharse de la desestabilización que ocurre después de Katrina, que es hija de los problemas sociales que ya existían desde antes, agravados lógicamente después del desastre. ¿Qué hace el gobierno? Decide filtrar quién regresa y quién no a Nueva Orleáns e inicia un cambio en la población, que le garantiza a la derecha estadounidense ejercer el control político, cultural y social de una región sumamente conflictiva para ellos. Es terrible.
«El burdo rechazo a los 1 500 médicos cubanos que tenían experiencia en asistencia a la población en situación de catástrofe refleja la falta de verdadero interés para atender las necesidades de los negros y los pobres de esa ciudad. No quieren salvarlos, sino despojarlos y en lo posible, desaparecerlos, como está pasando en Nueva Orleáns. Este es un botón de muestra de lo que lo que está ocurriendo en todas las ciudades de este país».
—¿Como evalúa usted el lugar del Presidente Bush en la historia de los Estados Unidos?
—Ha logrado un milagro. Ya los conservadores tienen la misma opinión de Bush que los liberales. Se han dado cuenta de que quien le da crédito al Presidente y menciona su nombre, no habla de las cosas que verdaderamente valen la pena.
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