Canal Caribe.- El debate presidencial efectuado en la noche de este martes en Estados Unidos fue catalogado por expertos y medios de prensa como ¨caótico y turbulento¨. Faltaron propuestas concretas y sobraron ofensas. Sobre lo que allí se dijo y se dejó de decir, el análisis con la periodista Diana Valido.


Debate presidencial en EEUU, una pelea a gritos que Trump convirtió en un espectáculo (fallido) sobre sí mismo

Tomado de Cubadebate

Un enfrentamiento con Joe Biden se convirtió en una desagradable pelea a gritos que el presidente de Estados Unidos, en su estilo característico, convirtió en un espectáculo sobre sí mismo.

El presidente Donald Trump hizo por el debate del martes lo que ha hecho por la vida política de Estados Unidos en estos cuatro años: aportar tanto volumen desenfrenado, ficción descarada y atentar contra las costumbres como sea necesario para mientras tanto imponer su voluntad.

Se rehusó a condenar el supremacismo blanco y lanzó al aire oscuras conspiraciones sobre el proceso de votación.

Se burló de que Joe Biden lleva mascarilla y de su potencia intelectual y pareció más interesado en competir contra la caricatura de su oponente que contra el hombre mismo. En una ocasión insistió en que Biden apoya la desfinanciación de la policía momentos después de que el nominado demócrata dejó en claro que no era así.

Y con su habitual estilo de interrupción y reclamo bien ensayado, el presidente se quejó incesantemente de la injusticia de todo ello y se aseguró de que la conversación –incluso en un tema tan universal como la pandemia del coronavirus– regresara a sus sentimientos personales casi en cada oportunidad.

“Muchos de tus gobernadores demócratas dijeron que el presidente Trump hizo un trabajo fenomenal”, dijo el mandatario en un intercambio, repartiendo sus habituales elogios en primera persona con un poco de tercera persona.

“El presidente Trump hizo un trabajo fenomenal”, repitió el presidente. “Lo hicimos”.

Recorrió promesas y jactancias que ponían a prueba la credulidad: sobre la rapidez con que estará disponible una vacuna, sobre las vidas que supuestamente salvó, la seguridad de sus mítines y mostró más pasión por el historial académico de Biden que por un virus que durante su mandato ha matado a más de 200 000 estadounidenses.

Biden desplegó una refutación desigual, al recordar las optimistas y soleadas proyecciones del presidente de una Pascua mayormente libre del virus, antes de instalarse en la que sería su tesis de la noche.

“Si creen por un momento lo que está diciendo a la luz de todas las mentiras que les ha dicho sobre todo lo relacionado con la COVID”, dijo Biden, “aún no ha reconocido que sabía que esto estaba sucediendo”.

En cierto nivel, esta ha sido la tensión fundamental al centro de la búsqueda de Trump para mantener su trabajo.

¿Qué estadounidenses indecisos –en la medida en que los haya– pueden dejarse convencer por un presidente cuyo comportamiento personal y credibilidad desgastada ya ha decepcionado a amplios sectores de los votantes que necesita?

Las reelecciones suelen reducirse a esta premisa. El mandatario en funciones es confiable o no lo es. Se ha ganado la deferencia para seguir durante cuatro años más, o no.

Pero para Trump, con índices de aprobación que rondan los 40 y las encuestas que muestran una ventaja sólida para Biden en los estados disputados, la tarea es especialmente crucial.

Después de un primer mandato dedicado a contar falsedades confiadamente y a traficar con teorías de conspiración –incluyendo la persistente minimización de los peligros de la pandemia, en público y en privado– Trump ha vuelto a adoptar un tono familiar.

Trump, un insaciable autoevangelista y negador de las realidades que le desagradan, invitó a los espectadores el martes a abrazar su versión preferida de los eventos de la era Trump: una especie de lugar feliz ejecutivo para los convertidos, donde su reinado ha sido impecable, la victoria es abundante y el virus ha sido efectivamente derrotado.

Sin embargo, el objetivo de Trump no era simplemente deleitar a su base –aunque había mucho de eso– sino persuadir a los no persuadidos y no perder ninguna oportunidad de golpear a su oponente, desilusionando como mínimo a algunos que podrían estar inclinados a ver a Biden como el mal menor.

El presidente ciertamente lo intentó.

Se movió para vincular a Biden a las fuerzas “socialistas” de la izquierda. Dijo que China “te derrotó, Joe”.

Y apuntó furiosamente a la honestidad de Biden, un tema donde el demócrata supera significativamente a Trump en los sondeos.

“Joe”, dijo, “tú eres el mentiroso”.

Durante cuatro años, Trump raramente se ha desviado de los cálidos confines de su propia burbuja informativa. Cualquier exposición al mundo exterior –una conferencia de prensa en la Casa Blanca, una entrevista amistosa con los medios de comunicación, un mitin con simpatizantes que lo adoran– se ha realizado generalmente en sus términos.

Pero el martes, esta era una imagen de una presidencia despojada de sus insignias: un titular impopular desplegando una defensa a menudo inexacta.

De vez en cuando, el espectáculo habitual de un debate presidencial –los comentarios ingeniosos preparados de antemano, los brazos que se agitan, la incredulidad fingida– podría sentirse alejado de la gravedad del momento y de los contrastes políticos sustanciales que marcarán el tono al curso de la vida estadounidense durante los próximos cuatro años: los marcados desacuerdos sobre el acceso a la atención médica, la regulación ambiental, el futuro de la Corte Suprema.

“Ese fue un segmento productivo, ¿no?”, preguntó Biden sarcásticamente en un momento.

Esta ya era una elección de proporciones conocidas: dos hombres en sus setenta, obstinados y orgullosos, cada uno con un perfil público en el último medio siglo, que por lo general han mostrado poco interés en adaptar su comportamiento desde entonces.

El espectáculo del martes jugó a su favor

Trump fue como es: incesante, desvergonzado, nunca tímido de interrumpir.

Y Biden, el hijo de Scranton (y hombre de Washington) a quien incluso sus seguidores admiran más por sus intenciones que por su elocuencia, fue el candidato que los demócratas han aprendido a conocer, para bien o para mal, a lo largo de tres campañas presidenciales y una vicepresidencia salpicada de y-ahora-qué-dijo. Sus anécdotas se desviaban. Sus detalles a veces no eran específicos. Más que emotivo podía parecer que estaba interpretando exasperación, como si estuviera debutando en un fallido show de Broadway titulado ¡Venga, hombre!

“¿Vas a callarte, hombre?”, dijo Biden al cortar una interrupción.

“Sigue ladrando, hombre”, respondió más tarde con tono de falsa invitación.

En una campaña ya bastante alejada de los límites de lo regular –una pandemia, un movimiento de protestas generacional, un presidente en funciones que acusa a su oponente de inyectarse fármacos para mejorar el rendimiento– el simple espectáculo de un compromiso preagendado de la era anterior era, en cierto modo, lo más confuso de todo.

Mucho de lo que Trump dijo en los primeros 45 minutos del debate fue como salido de una nube de frases frecuentes de los segmentos de opinión de Fox News. “¿Por qué no dices las palabras ‘fuerzas de seguridad’?”, exigió Trump en un momento.

En otro momento, Trump dijo que estaba dispuesto a repudiar a los supremacistas blancos y a los grupos de la milicia, antes de pasar a atacar a los “antifa”, una característica recurrente de su programación favorita de la derecha. “Proud Boys, retrocedan y aguarden”, dijo Trump sobre un grupo de extrema derecha notorio por participar en enfrentamientos violentos. “Pero les diré algo”, añadió. “Alguien tiene que hacer algo con la antifa y la izquierda. Porque este no es un problema de la derecha. Es un problema de la izquierda”.

El presidente apareció armado con una lista de casi 20 cosas que Biden había dicho que no eran verdad, como una declaración sobre sus inicios en la Universidad Delaware State. Pero mientras sus asesores habían preparado a Trump para ir a la ofensiva contra Biden e intentar aguijonearlo hasta derribarlo, el presidente no logró modular y simplemente intentó arrollar a Biden.

Algunas florituras parecían evocar los calamitosos informes sobre el coronavirus que Trump ofreció a la prensa en la primavera, cuando el presidente alarmó incluso a sus propios seguidores al responder con gritos a preguntas de rutina sobre la pandemia.

Al mismo tiempo, este era el enfrentamiento que los demócratas imaginaron cuando eligieron a Biden por encima de más de una veintena de competidores en sus elecciones primarias: el agradable compañero del primer presidente negro del país, un veterano de la capital que había sorteado dificultades personales, enfrentado a un oponente entre cuyas hazañas rara vez se mencionaba la empatía, un hombre a menudo abiertamente hostil a las instituciones de la nación.

La porción posterior de dicho contraste es una discusión que durante mucho tiempo Trump ha recibido con agrado. Al presentar a Biden como un político de toda la vida con pocos resultados que mostrar, el presidente se propuso el martes seguir el difícil trabajo de presentarse como el verdadero outsider de la carrera mientras que al mismo tiempo controla las palancas del gobierno.

“Cuarenta y siete años, no hiciste nada”, dijo Trump de su rival en referencia a su larga carrera como senador.

Durante meses, Trump había estado preparando a sus seguidores para poco menos que la abierta humillación de Biden en el escenario del debate al declarar prácticamente (y sin fundamento) que su oponente está asolado por la demencia y al alentar a sus partidarios con gritos de “Sleepy Joe” y compartir segmentos de los tropiezos verbales de Biden editados de manera engañosa a partir de videos de redes sociales.

Por supuesto, tal exceso no contradice el hecho de que Biden es, a veces, un orador inconsistente. Como, a cinco semanas de las elecciones, viene liderando las encuestas nacionales, generalmente con entre cinco y diez puntos, los demócratas habían sugerido públicamente que Biden simplemente necesitaba evitar una catástrofe para considerar la noche del martes como un éxito. Las encuestas indican que la mayoría de los votantes ya están firmes en sus intenciones electorales, lo que lleva a los estrategas de ambos partidos a cuestionar si un solo debate haría mucha diferencia.

Sin embargo, para los liberales que buscaban una confrontación catártica de su nominado luego de cuatro años de Trump –y, de manera más significativa, para el subgrupo de votantes desencantados con la Casa Blanca que tampoco logran entusiasmarse con la alternativa demócrata– Biden sí participó en el debate con la intención de cerrar la venta.

“Tan poco presidencial”, dijo de la conducta de Trump. Pero a menudo, Biden se esforzó por negociar la lluvia de interjecciones y digresiones propias autoinfligidas que rompieron cualquier impulso narrativo.

Antes del debate, Trump le dejó claro a sus asesores que quería hablar con frecuencia sobre el hijo menor de Biden, Hunter, a pesar de que se le advirtió que eso le daría al exvicepresidente pie para hablar abiertamente sobre la hija y el yerno del presidente, que trabajan en la Casa Blanca y del hecho de que se han rehusado a deshacerse de sus negocios.

Al final, Trump asumió el riesgo, ridiculizando los negocios y la historia de Hunter Biden con la adicción a las drogas. (Una investigación sobre los Biden difundida la semana pasada por los republicanos del Senado no encontró delitos ni influencia inapropiada por parte del nominado demócrata aunque acusó al hijo de Biden de haberse “aprovechado” del nombre de su padre en emprendimientos de negocios en el extranjero).

El principal problema, reconocieron en privado algunos de los colaboradores de Trump, era que su suerte dependería en parte de su capacidad para lograr que Biden perdiera los estribos. En cuanto a la pregunta más general que ha dominado la contienda de este año –la reacción fallida de Trump y su Gobierno ante la pandemia–, no hay una respuesta particularmente buena que el presidente pueda ofrecer, admiten algunos republicanos. Así que en general ha elegido no responderla y cambiar de tema, como lo hizo cuando pudo el martes.

Esta siempre ha sido una fortaleza retórica del presidente. Hace cuatro años, Trump no era particularmente sofisticado en los debates pero tuvo éxito en la medida en que probó estar dispuesto a ir a donde ningún candidato presidencial moderno iría.

Hacia el final del martes compartió con los votantes el pronóstico amenazador y sin fundamento que ensombrece cualquier fugaz imagen de disciplina.

Al señalar a Filadelfia, una ciudad de tendencia demócrata, como el escenario infernal que cree que podría costarle la elección, Trump se rehusó a prometer que esperará a que todas las boletas sean escrutadas antes de declarar victoria.

“En Filadelfia pasan cosas malas”, dijo Trump. “Espero que sea una elección justa”.

(Tomado de The New York Times)

 

Primer debate presidencial: Entre el caos, la arrogancia y las teorías de conspiración de Donald Trump

Cubadebate

El presidente Trump dijo que no "estaría de acuerdo" con reconocer la derrota en las elecciones si cree que los resultados han sido "manipulados", y continuó presionando teorías de conspiración infundadas sobre votantes que emiten sus votos por correo.

“¿Instarán a los partidarios a mantener la calma durante este período prolongado para no participar en disturbios civiles y prometer esta noche que no declararán la victoria hasta que las elecciones hayan sido certificadas de forma independiente?”, preguntó el moderador Chris Wallace.

"Insto a los partidarios a que vayan a las urnas y observen con mucho cuidado", dijo Trump esta noche, comenzando a criticar el voto por correo. “Si es una elección justa, estoy 100% a bordo. Pero si veo que se manipulan decenas de miles de boletas electorales, no puedo aceptar eso".

Biden respondió a la pregunta acordando "no declarar la victoria" hasta que las elecciones sea certificadas.

"Se trata de tratar de disuadir a la gente de votar porque está tratando de asustar a la gente para que piense que no va a ser legítimo", dijo Biden. “Preséntate y vota. Tú determinarás el resultado de esta elección".

Trump se negó a condenar a los supremacistas blancos

El presidente Trump se negó a criticar a los supremacistas blancos por incitar a la violencia en las manifestaciones contra la brutalidad policial en todo el país y dijo durante el debate del martes que la violencia no era un problema causado por la derecha.

Cuando el moderador del debate Chris Wallace le preguntó a Trump si estaba dispuesto a condenar a los supremacistas blancos y decir que debían retirarse durante las manifestaciones en curso en todo el país, Trump le dijo a un grupo que "se apartara y se mantuviera al margen". También afirmó que la violencia en las protestas no fue un problema causado por los conservadores.

“Claro, estoy dispuesto a (decirles que se retiren), pero diría que casi todo lo que veo es del ala izquierda, no del ala derecha. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. Quiero ver la paz ”, dijo Trump.

"Dilo. Hazlo. Dilo”, respondió Biden, alentando a Trump a condenar a los grupos.

"¿A quién te gustaría que condene?", Trump le preguntó a Wallace. “Proud Boys, retrocedan y esperen. Pero te diré una cosa. Te diré que. Alguien tiene que hacer algo con antifa y la izquierda porque este no es un problema de derecha (...)"

Los miembros de Proud Boys, un grupo de extrema derecha, han sido vistos con su uniforme de polo negro y amarillo en múltiples mítines de la campaña de Trump 2020.

Trump controló el debate de esta noche, pero eso no significa que ganó

El presidente Trump controló el debate de esta noche, pero eso no significa que lo ganó.

Durante gran parte de la primera hora, Trump dominó la discusión, habló por encima de su rival y aplastó al moderador, a menudo sin ninguna interrupción.

Está claro que el presidente trató de ganar en el momento, mientras que Joe Biden parecía estar jugando un partido más largo. Sin embargo, a veces parecía que se retiraba del escenario. Para aquellos que escucharon el debate –y no lo vieron– pasó largos períodos de tiempo sin hablar, con la intención de morderse la lengua.

Juzgar al ganador puede ser una tarea imposible. Encontrar al perdedor es fácil: los votantes estadounidenses.

Es una pregunta abierta si a los votantes indecisos –lo creas o no, existen– se les dio algo de claridad. Tal vez ese era el objetivo del presidente, enturbiar las aguas y agotar el tiempo.

Pero con más de un millón de votos ya emitidos, es difícil ver cómo el primer debate cambió la trayectoria de la carrera. Y Trump necesitaba eso esta noche.

Trump y Biden describen realidades muy diferentes sobre el coronavirus

El presidente Trump y el exvicepresidente Joe Biden ofrecieron versiones muy diferentes de la respuesta del Gobierno federal a la pandemia del coronavirus.

Cuando se le preguntó a ambos candidatos durante el debate sobre el manejo de la pandemia, Biden señaló el impactante número de estadounidenses que han muerto o contraído coronavirus desde que la pandemia llegó a las costas de Estados Unidos.

"Cuando le presentaron ese número, (Trump) dijo: ‘Es lo que es’. Bueno, es lo que es porque eres quien eres. Es por eso que es. El presidente no tiene ningún plan. No ha presentado nada. Sabía desde febrero lo serio que era esto", dijo Biden, refiriéndose a las entrevistas de Trump con el periodista Bob Woodward, en las que indicó que quería minimizar el coronavirus para no crear pánico a nivel nacional.

"Tú no te asustes. Él entró en pánico", agregó Biden.

Trump respondió diciéndole a Biden: "Nunca podrías haber hecho el trabajo que hicimos". Y citó el manejo de la gripe porcina por parte de la administración Obama.

"Tenemos los trajes. Tenemos las mascarillas. Hicimos los ventiladores. No habrías hecho ventiladores. Y ahora estamos a semanas de una vacuna. Ya estamos haciendo tratamientos. Menos gente está muriendo", dijo Trump, quien culpó a China por el virus y argumentó que la percepción de la falta de éxito de su Gobierno en el manejo de la pandemia es el resultado de la mala prensa.

"Te diré, Joe, nunca podrías haber hecho el trabajo que hicimos. No lo llevas en la sangre. Nunca podrías haberlo hecho, Joe", añadió Trump.

El presidente mencionó el plan del Gobierno para distribuir rápidamente una vacuna contra el coronavirus una vez que esté lista para ser desplegada. Pero Biden respondió, cuestionando por qué los estadounidenses deberían confiar en alguien que miente tan frecuentemente.

"Este es el mismo hombre que te dijo que para Pascua esto se habría ido. Que cuando el clima fuera cálido se habría ido… como un milagro. Y por cierto, tal vez podrías inyectarte un poco de lejía en el brazo", dijo Biden.

Trump afirmó durante el debate que el comentario sobre la lejía que hizo a principios de este año fue sarcástico. CNN ha comprobado esto antes, y simplemente no había ninguna indicación de que no estuviera hablando en serio.

Biden: Trump usa "todo como un silbato de perro para tratar de generar odio racista"

oe Biden dijo que el presidente Trump intenta convertir todo en un "silbido de perro" racial esta noche, argumentando que el presidente "prácticamente no ha hecho nada" por los negros durante su tiempo como presidente.

Durante un segmento prolongado sobre la campaña, los dos se pelearon por quién manejaría los problemas de la raza, culminando con Biden llamando a Trump un racista.

Cuando se le preguntó por qué sería mejor para abordar los problemas raciales, Biden atacó a Trump por equivocarse en el mitin racista de derecha en Charlottesville en 2017 con las protestas en respuesta y el hecho de que los manifestantes fuera de la Casa Blanca fueron movidos por la fuerza a principios de este año, para que el presidente pudiese caminar hasta una iglesia cercana.

“Este es un presidente que usa todo como un silbato de perro para tratar de generar odio racista, división”, dijo Biden. “Este hombre no ha hecho prácticamente nada” por los negros.

Trump respondió al ataque señalando el papel de Biden en la aprobación del proyecto de ley contra el crimen de 1994, una ley que condujo a aumentos significativos en el encarcelamiento de estadounidenses negros.

"Voy a dejar que la gente salga de la cárcel…", dijo Trump, señalando la reforma de la justicia penal que aprobó en su primer mandato. "Has tratado a la comunidad negra tan mal como a cualquiera en este país".

(Con información de CNN en Español)

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