Darío Machado Rodríguez - Rebelión.- Los graves problemas que enfrenta hoy la humanidad dan cuenta de algo que solo la ignorancia puede negar: el sistema capitalista predominante en el mundo es su fuente de generación, a la vez que evidencia su incapacidad para enfrentarlos. Existe entonces una crisis signada hoy por el agravamiento de esos problemas a causa de la pandemia del nuevo coronavirus y por el alejamiento de una solución eficaz a esa crisis por un sistema sobrepasado por el propio mundo que creó.


A contracorriente de de la marea mundial, Cuba ha defendido la orientación socialista de su construcción social y hoy la humanidad está a las puertas de transformaciones, visibles por el atolladero al que apura la pandemia y sobre cuyas características probables se hacen numerosas especulaciones.

La crisis

La realidad siempre cambia y es una verdad de Perogrullo afirmar que mañana no será igual que hoy. Es preciso ser muy cuidadosos en las valoraciones y no presagiar cambios cuya calidad es muy difícil de caracterizar. Hay que evitar el afán de predecir sin suficientes argumentos y la costumbre, no siempre sana -sobre todo si se hace a destiempo- de establecer un antes y un después, buscar comparaciones y adelantar juicios, sobre todo cuando se trata de los complejos problemas sociales, en los que el resultado siempre está mediado por las acciones en uno y otro sentido.

La rápida expansión del nuevo coronavirus aceleró el estado de crisis de la economía mundial y desnudó las grietas del capitalismo, la supuestamente insustituible propiedad privada, las pretendidas virtudes de una incesante búsqueda de la ganancia y las supuestas bondades del crecimiento sin límites.

Se dice que para muestra basta un botón: la inoperatividad de una atención a la salud basada en las reglas del mercado es una de ellas. Al país más rico del mundo, los Estados Unidos de América, se le está muriendo la gente, más allá de la enrevesada y empobrecida retórica de su presidente, mientras carece de los resortes internos necesarios para abordar el único modo eficaz de actuación en estos casos: ver a todos los seres humanos como iguales y eso no se condice con el capitalismo, menos en su versión neoliberal.

Ciertamente, el ocaso del sistema no está ocurriendo como Marx pensó, aunque ello no sustrae de su realidad la profunda contradicción que éste descubrió y describió en su época, que se resume en la relación antagónica capital-trabajo. Cabe preguntarse entonces por qué el incesante desarrollo de las fuerzas productivas no ha provocado ya la esperada crisis en las relaciones sociales de producción que conduzca a la transformación revolucionaria de la sociedad, por qué hasta el presente, crisis tras crisis, el sistema capitalista ha logrado reciclarse, mientras deja a su paso una estela de desastres humanitarios y naturales. La imagen del 1% en la pirámide social viviendo como emperadores y los miles de muertos que provoca la actual pandemia refleja la crisis civilizatoria en curso. Ahora nuevamente cuando se han desplomado los precios del petróleo, ha crecido enormemente el desempleo y está en marcha una gran recesión, parecería que los cambios serán tan profundos que cobrará especial significación la frase “el mundo será distinto”, mientras resurge una pregunta inevitable: ¿Cómo saldrá el sistema capitalista mundial de esta pandemia?

La respuesta a esta interrogante será multifactorial y no es posible adelantarla con seguridad. Para adentrarnos en su complejidad podemos remitirnos a la generalización que hace el reconocido economista egipcio Samir Amin, ya fallecido, sobre lo que definió como los cinco monopolios del actual sistema mundo y que obran a favor de la permanencia y reciclaje del sistema, sin importar los costos humanos y ecológicos: el monopolio tecnológico, el financiero, el acceso monopolista a los recursos naturales del planeta, el monopolio de las armas y el monopolio de los medios de comunicación masiva, estos últimos encargados de cultivar un sentido común funcional a sus intereses. Los cálculos de los poderes nortecéntricos sobre cómo enfrentar la post-pandemia ya deben estar haciéndose y un desmesurado optimismo puede resultar desmovilizador. Es evidente que la pandemia ha exacerbado la crisis y que habrá cambios que no serán sino el modo en el que la contradicción capital-trabajo se expresará en el futuro próximo. Hay lucha para rato, recordemos que aún no ha sido posible en años lograr un nuevo orden económico internacional ni un nuevo orden informativo.

Una importante lección

Ante esta realidad y su muy probable complicación en los próximos meses y años, es muy importante no perder el rumbo y tener presente una cardinal lección que por natural y habitual que nos parezca, vale recordar en esta crisis creada por la pandemia, aunque no conozcamos aún su final. Se trata del extraordinario valor cultural del sistema sociopolítico cubano, capaz de concertar conscientemente las voluntades de las instituciones y de la sociedad en su conjunto, aprovechar al máximo los recursos disponibles y pensar, planificar y ejecutar una estrategia de enfrentamiento que toma en cuenta a todos los ciudadanos y en la cual el principal factor es la participación consciente de todos. No se trata solamente del valor humano que tiene esa perspectiva para la cual Cuba no tiene alternativa, sino también del sentido práctico elemental que tiene: el COVID19 no escoge sus víctimas atendiendo a diferencia alguna y solo con ese enfoque global es posible esperar un resultado efectivo.

Si de algo estamos en Cuba vacunados es contra la demagogia y la politiquería, el chovinismo y el egoísmo, lo que nos pone a salvo de minorías perversas capaces de hundir cualquier sociedad a favor de intereses corporativos insensibles. Mientras, el comportamiento criminal del actual gobierno norteamericano incrementando las medidas del bloqueo nos recuerda con un énfasis incuestionable la importancia de la cohesión de nuestra nación en torno a nuestro sistema social y político.

Hay otras lecciones

Junto con ello hay otras lecciones que son muy importantes, lecciones para la ciudadanía y lecciones para la economía y la política, para el Estado y el Gobierno, para la sociedad en su conjunto. Son muchas, a modo de ejemplo me referiré a algunas.

Este virus no es el único que puede resultar letal, en particular para las personas con factores de riesgo por edad o enfermedades crónicas. Los años pasan y se olvidan experiencias anteriores y lo cierto es que, por ejemplo, proteger especialmente a los sectores vulnerables, lavarse las manos frecuentemente al llegar de la calle, al preparar alimentos, antes de comer, era una práctica por no pocos archivada. La COVID19 nos recuerda lo útil que resulta guardar distancia en las colas, repartir números, informar de qué se dispone para vender. Eso nos ha hecho la vida más llevadera, algo que resulta importante mientras sea necesaria la cola. El empleo del nasobuco para personas con alguna enfermedad respiratoria u otra por la que un contagio eventual puede hacer empeorar su salud puede permanecer como una práctica útil, habitual, cuando sea necesaria. La desinfección de los autobuses del transporte urbano deberían permanecer con la periodicidad necesaria.

El enfrentamiento a la COVID19 ha puesto en un primer plano la realidad de los recursos escasos y cierta permisividad social con quienes especulaban con las necesidades de la población ha cedido terreno a la intolerancia con tales prácticas, tanto por parte de la población como de las autoridades, prácticas antisociales ni ahora ni antes justificables. La sociedad ha recordado el imperativo de reaccionar contra el abuso en los precios y denunciar la estafa. Esta actitud seguirá siendo necesaria.

Hay un nuevo llamado a la necesidad de atender especialmente a las personas de la tercera y cuarta edad. Cuba en eso ha sido ejemplo, sin embargo, se han detectado deficiencias en esa atención y se han encontrado nuevas soluciones que alivian la vida de las personas mayores. La pandemia nos ha recordado la importancia de planificar mejor la vida familiar, su aseguramiento, los cuidados. Incluso es posible hablar de un mejor y más racional aprovechamiento de los alimentos aún dentro de la escasez y precisamente por ella.

Hay lecciones también para el Estado cubano, para el metabolismo socioeconómico del país. Nuestro Gobierno ha demostrado la potencialidad que tiene la integralidad, la sistematicidad y la cohesión en el manejo de la cosa pública, práctica que ha probado su validez y que ahora nos sitúa en posibilidad de adelantar las transformaciones estructurales que la sociedad cubana necesita.

Muchos años llevamos reiterando la necesidad de producir alimentos, de disminuir al máximo su importación, muchos años criticando los problemas en el acopio y las formas inoperantes de estimulación a los productores sin que logremos los cambios necesarios. La pandemia nos ha obligado a pensar con sentido práctico y hay conciencia de la necesidad de eliminar cualquier obstáculo que impida el más amplio despliegue en esta decisiva actividad productiva. Un país sin hacienda no puede avanzar. Tener resultados en la producción agropecuaria es, además de necesario para la salud, el bienestar de la población y para la economía del país, un tema de seguridad nacional.

El enfrentamiento a la pandemia del nuevo coronavirus ha recordado la importancia de la flexibilidad en la planificación y en general en el manejo de la economía. Si un tema estratégico, fundamental, imprescindible es el de producir alimentos, es ahí donde primero hay que concentrar los esfuerzos de la nación, sin descuidar la atención a los demás renglones dentro de una escala de prioridades. Es cierto que la producción agropecuaria no sale de la nada, necesita inversiones y no pocas se han hecho, basten los ejemplos de los embalses, los canales para el trasvase del agua, el riego, la aplicación de la ciencia y la técnica, pero es cierta la existencia de potencialidades aún no explotadas que requieren un mejor empleo de nuestros recursos para la inversión.

Una lección muy importante es la referida al manejo de la información. La práctica de informar integral, exhaustiva y oportunamente sobre la marcha del enfrentamiento a la COVID19 tanto en lo referido a los datos de la pandemia, como a las acciones diarias del Estado y el gobierno, los esfuerzos de los científicos cubanos, del sistema de salud, ha logrado que la ciudadanía sintonice sistemáticamente con los medios públicos de información y se blinde contra la desinformación. Se demuestra que la práctica de no hablar o hablar insuficientemente de los problemas hasta que estén resueltos debe quedar definitivamente atrás.

Fuera de todo sensacionalismo y efectismo inútil, nuestros medios han publicado ahora más información sobre las ilegalidades y su enfrentamiento, además de mantenido una acción proactiva en el desmentido de las informaciones falsas que forman parte de la guerra psicológica contra Cuba.

En este primero de Mayo hemos acudido una vez más al concepto de Revolución que nos legó Fidel, quien más de una vez llamó al pueblo a convertir los reveses en victorias. La crisis provocada por la pandemia del nuevo coronavirus nos deja lecciones que debemos aprovechar. Contamos para ello con un pueblo con experiencia en organizar y participar de grandes eventos y movilizaciones nacionales y con un Estado y un gobierno que responden a esa cultura y se preocupa y ocupa por todos. No tenemos alternativa sino salir adelante.

La pandemia pasará, será derrotada y sus momentos penosos serán un triste recuerdo, pero no deben ser olvidadas las lecciones. El socialismo nos salva de las peores consecuencias de esta pandemia, por ello y frente a las consecuencias mundiales de la crisis nos toca salvar nosotros al socialismo. De esta experiencia debemos salir más socialistas y más productivos. Ella está demostrando una vez más que donde prima la planificación, la justicia social, la ética revolucionaria y la solidaridad, todos salimos ganando, y también que debemos ser más audaces, prácticos y sustantivos en lo económico.

Opinión
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