Mariela Castro Espín.- El imperialismo y su contrarrevolución en Cuba agreden sin piedad y sin tregua. Utilizan diferentes formas de violencia y provocaciones a personalidades e instituciones revolucionarias para presentarse como víctimas en las hostiles campañas mediáticas diseñadas contra Cuba.
Hemos vivido episodios similares y peores por más de 60 años, pero esta vez hay un peculiar contexto de cambio de gobierno en los EEUU que podría ser favorable al reclamo de muchos estadounidenses y naciones que en el mundo exigen que se respete el derecho internacional y se eliminen las violentas medidas unilaterales del norte poderoso contra la pequeña isla antillana. Hablamos del bloqueo más cruel y largo de la historia, de la Helms-Burton y las 242 medidas impuestas por el gobierno de #DonalTrump, que dejó el plato servido con la guinda de situar a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo.
Una bien financiada pandilla de cipayos y oportunistas cree que podrá seguir jugando a “policías y ladrones”, como niños malcriados sin que haya consecuencias penales. No siempre lograrán la sobreprotección de sus padrinos, porque la historia ha demostrado que Roma paga a los traidores, pero también les desprecia. La contrarrevolución cubana ha demostrado muchas veces sus obsolescencias en las jugadas políticas de los poderosos.
La mayoría de edad legal indica, entre otras cosas, que la persona está en capacidad de asumir responsabilidades y de responder por sus actos ante la justicia. El pueblo cubano está clamando la imposición de los límites penales que correspondan a quienes transgredan la Constitución y las leyes, para servir a la potencia imperialista que nos agrede.