Ketty Castillo* - Cubainformación.- En Cuba se les llama gusanos a los contrarevolucionarios. Ese calificativo despectivo que, para la fina pureza democrática de nuestros oídos europeos, resulta cruelmente denigrante, sin embargo, tiene cierta base científica.


`Algún día la sociología estudiará por qué tanta gente viaja a Cuba una y otra vez´: Ketty Castillo, autora de `Me voy pa Cuba´

De todos es sabido que los gusanos se arrastran y eso, precisamente, es lo que hacen la mayoría de los llamados disidentes (salvo honrosas excepciones que confirman la regla) ante el dinero que los financia procedente de grupos terroristas de Miami y de la propia Administración Norteamericana. Lo que en cualquier parte del mundo se denominaría MERCENARIOS.

Entre las definiciones que ofrece el Diccionario de la RAE para la palabra gusano, está la de “persona despreciable” y ya me dirán si hay algo más despreciable que cobrar por  provocar disturbios sociales, en mitad de una pandemia, en un país que desde hace 60 años sufre un criminal bloqueo económico y financiero por parte de su todopoderoso vecino del Norte. Y lo digo con conocimiento de causa porque, aunque los grandes medios de comunicación no se hagan eco de esos cobros, los que vivimos o pasamos largas temporadas en Cuba hemos visto suficiente material audiovisual en el que los propios “disidentes” reclutan adeptos ofreciendo dinero y las tarifas por cada acción.

Entonces, es evidente que los instigadores de las últimas protestas que están ocurriendo en Cuba, no están defendiendo los Derechos Humanos. Si ese fuera su objetivo, como ha dicho el presidente de Mexico, López Obrador, y como cada año hace, por abrumadora mayoría,  la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas, exigirían a Estados Unidos el fin del bloqueo contra Cuba, el más largo de la Historia de este Planeta.

La política de Estados Unidos contra Cuba sigue siendo la misma: asfixiar al pueblo cubano para provocar una revuelta y justificar una posterior intervención militar. Una política que se recrudeció hasta límites insospechados durante la etápa del psicópata Donald Trump al frente de la casa Blanca. Unas trescientas disposiciones firmó para recrudecer el ya cruel e inhumano bloqueo. Y, a fecha de hoy, ni una sola de esas disposiciones ha sido eliminada por su sucesor Biden.

Antes de la pandemia, la situación económica era ya bastante  difícil a consecuencia de esas restricciones. Recordemos algunas de ellas: penalizaciones a entidades financieras que tenían transaciones con Cuba; multas a compañías aéreas o navales que comerciaran o viajaran a Cuba; bloqueo de los barcos que llevaban petroleo a Cuba; eliminación de las remesas económicas que los cubanos residentes en Estados Unidos mandaban a sus familias;  prohibiciones a los viajes de ciudadanos norteamericanos a Cuba... Y un largo etc que se incrementó, con más saña, al comienzo de la pandemia prohibiendo la llegada de material sanitario indispensable para combatir la enfermedad.

Nadie es capaz de imaginar, si no lo ha vivido en persona, el esfuerzo titánico que ha tenido que hacer el Gobierno Cubano para afrontar esta emergencia mundial. Yo doy fe porque he pasado gran parte de la pandemia en Cuba. Imagínense lo que supone para un país pequeño, de escasos recursos y bajo un feroz bloqueo,  perder su principal fuente de financiación: el turismo. Comparen los efectos que ha tenido en España, un país desarrollado que ha contado con el apoyo de Europa. Pero, además, piensen en lo que ha supuesto para ese pequeño país tener que destinar todos sus recursos a crear sus  propias vacunas, cinco en un tiempo record, porque el Gobierno Cubano era muy cosciente de que, si no lo hacía,  nadie se las iba a vender. Volvamos a la comparación: España todavía no tiene su propia vacuna.

Y sigamos comparando: Los indíces de mortandad de Cuba son los más bajos de América Latina y están por debajo de la media mundial. Para lograr salvar tantas vidas de pacientes contagiados, ha tenido que emplear y desarrollar sus propios medicamentos;  ha tenido que fabricar respiradores y otras tecnologías  indispensables para enfrentar la enfermedad; se han creado más de veinte laboratorios en todo el país para procesar las pruebas PCR.  Ha tenido que dedicar los escasos recursos alimentarios a los pacientes y a las personas en aislamiento. 

Todo eso sin abandonar su solidaridad internacional mandando brigadas médicas a más de 70 países para combatir la pandemia.

¿Ha habido errores? Sin duda. Como en cualquier otro país, porque estamos ante una situación inédita.

¿Qué hay insatisfacciones y malestar entre la población? Pués claro, como en todas partes.  Vuelvo a la comparativa: las manifestaciones que se han producido en España y en otros lugares de Europa protestando, con mayor o menor razón, contra las medidas adoptadas por los gobiernos en países donde la situación no es, ni remotamente, la que sufren los cubanos.

Ese es el caldo de cultivo que han aprovechado los gusanos para intentar incendiar las calles.

Por eso es preciso que hoy, más que nunca, nos unamos al clamor que exige el fin del inhumano bloqueo a Cuba.

¡¡Levanten el bloqueo y dejen a Cuba en paz!!

* Ketty Castillo es periodista y escritora andaluza residente en La Habana y Granada, autora de varios libros sobre Cuba, como “La mirada infinita”, novela publicada en 2008, y su libro de viajes “Me voy pa Cuba”.

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