Javier Gómez Sánchez  (Foto: Yusmilys Dubrosky) - Cubadebate.- Pudiera afirmarse que la historia de los movimientos revolucionarios en todos los países está marcada por la desunión y las controversias, por divergencias de métodos, disquisiciones teóricas, identidades grupales, con la unidad eventual bajo circunstancias y un liderazgo momentáneo, pero la dispersión como tendencia permanente y la energía gastada en la discusión como constante. La Revolución cubana surge de la superación a largo plazo de todo eso.


La primera pregunta que deberíamos hacernos los que defendemos la Revolución en esta etapa difícil, es si lo que se necesita en estos momentos son discusiones sobre grupos, dogmas y sectas, en la misma medida en que estas mismas no se necesitan para nada.

El avance de una neocontrarrevolución diseñada, organizada y financiada por los Estados Unidos, con las redes sociales como espacio de expresión pero con una intención de tomar espacios físicos y ejercer presión política, ha ido a su vez dando madurez y activismo a una fuerza revolucionaria joven, fidelista, organizada, con puntos de contacto sólidos, y una identificación en hacerle frente a esa ofensiva imperialista que ensaya en nuestro país métodos ya utilizados en Europa del Este, Venezuela y Nicaragua.

En el último año, en el ciclo 27 de noviembre-11 de julio-15 de noviembre, los Estados Unidos han gastado y perdido una inversión de años de trabajo que lo único que ha hecho es generar la misma identidad contrarrevolucionaria en los que ya eran contrarrevolucionarios, pero una conciencia revolucionaria e identificación entre actores nuevos, junto con la activación de las organizaciones políticas cubanas. Costará mucho más trabajo, paciencia y dólares a los estadounidenses volver a armar su aparato neocontrarrevolucionario. También nosotros debemos saber dar utilidad al aparato de activismo revolucionario surgido en el calor de esa lucha, cuando esta ha llegado a un momento de relajación que no dudemos que será temporal.

El surgimiento de una conciencia política en jóvenes que se expresan en las redes sociales, con la facilidad que brindan estas para producir y emitir contenido, está generando cada cuatro o cinco años –con los ciclos universitarios– microgeneraciones políticas que salen al escenario de la guerra cultural y mediática en que ocurre ese enfrentamiento entre la neocontrarrevolución y las formas nuevas de defender la Revolución.

Si bien el surgimiento de la primera microgeneración de jóvenes revolucionarios en las redes, en tiempos en que los blogs se iniciaban en Cuba, chocó con la desconfianza y falta de conocimiento de las organizaciones políticas, esto fue cambiando, y la segunda microgeneración se ha ido integrando a una relación más cercana con ellas. Nuestra tarea es lograr que la próxima microgeneración de jóvenes revolucionarios tenga nacimiento y se desarrolle ya integrada a esas estructuras políticas de la Revolución. Esto le ahorraría energías y le permitiría directamente orientarse hacia la conciencia y el activismo revolucionarios sin desgastarse en un proceso que transite entre trabas, obstáculos y desconfianzas.

El crecimiento y la consolidación del escenario digital de lucha ideológica, en su combinación con el escenario real, ha ido llevando a una maduración de todos los actores en la defensa de la Revolución, los tradicionales y los surgidos en este tiempo, cuyo éxito se mide por la capacidad de integrarse, asimilarse y funcionar como uno solo. Siempre una constante será el cuestionamiento al inmovilismo y a la burocratización de la militancia, ante una contrarrevolución que constantemente trata de renovar su discurso y a sus actores.

En este tiempo, compulsadas a veces por la acción del enemigo, han surgido iniciativas dinámicas y creativas –en espacios digitales y reales–, que han tenido y seguirán teniendo muchísimo valor. Es necesario desarrollarlas y consolidarlas.

Estas fuerzas nuevas, jóvenes de edad o de espíritu, serán más útiles a la Revolución en la medida en que comprendan que se necesita toda la energía para hacer frente a esta nueva contrarrevolución y al aprovechamiento que esta haga de viejos componentes contrarrevolucionarios en la sociedad y de las condiciones económicas que le sean propicias.

¿A qué nuevas amenazas se enfrenta la Revolución Cubana tan entrado el siglo XXI? A las viejas, como el bloqueo y la agresividad imperialista que lo empeora en el tiempo a la espera de un desenlace caótico, se suman otras: el avance de una mentalidad tecnocrática que corrompa y diluya el socialismo cubano. La corrupción moral de los privilegios y el efecto que eso produzca en la población en medio de dificultades económicas colectivas de una especie de Periodo especial con internet. El enemigo más peligroso para la Revolución y el socialismo es la tecnocracia. Es un enemigo nuevo a conocer.

Ese principal y más agresivo enemigo del pueblo es la gerencia sin identidad ideológica ni conciencia social de los recursos y el acceso a estos. Esta se manifiesta en un aparato empresarial estatal, creado por el modelo de socialismo cubano pero que constituye un reto para este en su manejo, surgido en situaciones anteriores de crisis, y actuante durante varias décadas con una mentalidad de estar por encima de la ley y del control popular, que el escenario actual de emergencia y necesidad de divisas ha venido a exacerbar, haciendo retroceder el avance que en los años recientes la sociedad había logrado en su control. A este se suma el efecto de un sector privado con amplias capacidades especulativas, que, habiendo sido una necesidad dialéctica, no deja por eso de actuar sobre la economía como una carga consumidora y generadora de precios sin límite, capaz de –a cambio si acaso de una cierta generación de empleo y algunos servicios– enriquecer a unos pocos y empobrecer a muchos.

Nos tocará enfrentarnos a los efectos de una guerra cultural mucho más extendida, desarrollada sobre un terreno real, y dirigida no ya hacia las comunidades académicas y elitistas, sino a las masas y capas más amplias de la sociedad cubana, en la medida en que la acumulación simbólica de conceptos y necesidades de bienestar, paradigmas de vida, e identidades, influenciados por el consumo audiovisual y digital tengan su efecto sobre cientos de miles o millones de mentes cubanas bajo el bombardeo de las redes, apremiadas por las escaseces y dificultades cotidianas, sin perspectivas de mejoría inmediata por una crisis igualmente acumulada.

Ese es el escenario en el que en los próximos años se desarrollará la lucha de clases en Cuba, una lucha que, si no es entre ellas, sí es una lucha de clases en diferentes condiciones por la vida. Se volvería entre ellas, si una parte de la más desfavorecida y menos identificada con la Revolución, sin esperar ya nada más de esta y teniendo como paradigma a la más privilegiada y solvente, ve en la capa intermedia profesional, revolucionaria, de alguna forma actuante en el curso del país, pero igualmente golpeada por la crisis, aunque con mejores herramientas sociales para atravesarla, como el supuesto obstáculo para llegar a vivir como la clase más consumidora, y por lo tanto en su enemiga.

Ante eso, está un Gobierno llamado al deber de dirigir el país, mantenerlo funcionando cada día, y al mismo tiempo, continuar una obra social que no renuncie a sacar de las condiciones de pobreza, material y espiritual, a millones de cubanos. Para eso necesita sugerencias prácticas y no disquisiciones

¿En ese escenario deberíamos ponernos a discutir de dogmas, sectas, marxismos, guiones por el medio, leninismos, grupismos?

Estaríamos malgastando la energía que necesitamos para producir la teoría realmente necesaria, para reunirnos y debatir sobre todo lo que necesitamos, para movilizarnos y mantener activas las fuerzas emotivas e intelectuales que pueden y deben defender en tiempos difíciles las ideas del socialismo y de la Revolución. Ni las discusiones bizantinas, ni los “grupismos”, ni los egos individuales y colectivos, ni las identidades artificiales como marcas registradas, nos darán lo que necesitamos. Solo nos quitarán y nos dividirán. Se le estaría haciendo un flaco favor a la Revolución, y dando una placentera satisfacción a la contrarrevolución y a sus patrocinadores siempre observantes.

Ante diferencias intelectuales, lo primero debe ser la comprensión de la diversidad de formas de integrarse a defender la Revolución, en la que todos tienen un papel, por deber y por derecho.

Debemos ser capaces de actuar y pensar unidos, con el marxismo como herramienta teórica, el leninismo como herramienta práctica, el pensamiento martiano como ética, y el fidelismo como factor aglutinador. Preguntarnos: ¿qué es hoy la Revolución? ¿Qué es ser revolucionario en Cuba hoy? Y ser capaces de contestarnos esas preguntas, con la respuesta que la unidad nos haga encontrar entre todos.

(Tomado de Bufa Subversiva)

Opinión
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