Las banderas de Cuba y EEUU en la sala del Palacio de las Convenciones, durante la primera ronda de conversaciones Cuba-EEUU. Foto: Ramón Espinosa/ AP


Rafael Hernández

Cubadebate

La política a menudo camina a empujones. Adopta medidas porque no tiene opción, forzada por las circunstancias. Se parece más a un barco en alta mar, que capea el temporal, y trata de seguir sin soltar lastre, porque le cuesta.

Todas las políticas tienen una premisa conservadora, consistente en seguir el rumbo que traían. Salvo cuando las turbulencias se vienen arriba, y no hay manera de circunnavegarlas, y se  imponen los cambios de rumbo. A veces esos cambios de rumbo precipitan acciones que van más allá, y que empujan al barco por mares inesperados.

Imaginar que detrás de cada nuevo rumbo hay un plan de cambio que se sigue como mapa es ignorar su naturaleza. Incluso cuando hay planes de contingencia, las circunstancias le imponen a la política operar sin todos los elementos a mano, o sea, medio a ciegas, tomando decisiones que se retroalimentan o se niegan, en una continua prueba y error. Pagando los costos, o compensándolos con los beneficios, o afirmando que así se evitan costos mayores. Pero especialmente intentando capear las crisis, que contienen una cuota de lo que en inglés se expresa como hazard:  riesgo, peligro, y por consiguiente, amenaza.

Como todas esas veces anteriores, el gobierno cubano ha maniobrado para propiciar una salida en la mesa de negociaciones. Según se sabe, desde la post-guerra fría para acá, Cuba dejó de estar entre los temas álgidos en su politica exterior global, como sí lo están los asuntos de seguridad nacional. Y la migración descontrolada es uno de esos asuntos para EEUU, porque representa a hazard. No por gusto un poderoso Departamento de Homeland Security la tiene a su cargo.

A pesar de la continua invocación de los derechos humanos, nada en el paquete de medidas de la Casa Blanca hacia Cuba puede explicarse desde esa lógica. Siendo la crisis migratoria una premisa y el centro del interés de EEUU ahora mismo, la cooperación del gobierno de Cuba resulta imperiosa. Para lograrlo, no les queda otro remedio que retroceder en lo más sensible de su acoso durante los últimos 5 años y pico: los obstáculos a los viajes de los cubanos y a las remesas.

Una vez que se ven forzados a abrir la ventana con Cuba, para negociar la reactivación del acuerdo migratorio, se cuelan algunos otros tópicos pendientes: las visitas de norteamericanos bajo licencia general, incluidas las people to people en grupo;  los vuelos directos a provincias; las visas para visitas (B1 y B2) con múltiple entrada (cinco años). Y se le añaden otros, que nunca habían existido, como operaciones bancarias directas a emprendedores privados; y remesas directas a instituciones bancarias cubanas. Esas con los bancos favorecen, en el medio plazo, ampliar relaciones económicas.

¿Qué otros elementos de juicio aportan estas medidas en relación con los factores que gobiernan la política hacia Cuba?

A pesar de la tan mentada talanquera de Miami y del Congreso, este paquete la contradice, una vez más. Aunque desde fines de los 90, comentaristas, medios de prensa, expertos, allá y aquí, suelen repetir que la política hacia Cuba está dictada por el lobby derechista cubanoamericano de Florida, esta tesis repetida ha servido más como perfecta justificación a todas las administraciones que no quieren gastarse el capital politico requerido para soltar un lastre de 60 años.

La prueba al canto es que Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, quien hace unos días era algo así como el Coloso de Rodas, que no dejaba pasar un alfiler a favor de Cuba, ahora se ha vuelto menos que prescindible. El propio Marco Rubio, quien ataca a Biden por dar “los primeros pasos hacia las políticas de Obama sobre Cuba”, se revuelve contra la prioridad que la Casa Blanca le otorga a la búsqueda de una solución negociada al problema migratorio.

Rubio no está solo. Algunos analistas parecen atribuirle las causas de este paso adelante a una especie de obamismo larvado que pervive entre los veteranos de 2009-2016, participantes en esta administración Biden. Habría que preguntarse dónde salen a la luz esos rezagos y qué los puede propiciar. Mirando las muchas cosas de primera magnitud que le llenan las manos solo en política exterior (Rusia-Ucrania, la cuestión de Taiwán con China, el diferendo nuclear con Irán, la agenda global de comercio internacional), ¿es razonable que el cumplimento de sus “promesas de campana” respecto a revertir las medidas de Trump contra Cuba puede ser la palanca de este paquete de nuevas medidas? ¿Es que hay marchas en Hialeah reclamando ese cumplimento? ¿De esos cuabanoamericanos depende realmente una victoria demócrata en las próximas elecciones en Florida?

En cualquier caso, es un hecho que la apertura a los viajes beneficia a los cubanoamericanos y a sus parientes de aquí. Si nos guiamos por las encuestas, esa “mayoría silenciosa” del lado de allá cambia su posición pública respecto al bloqueo o la normalización (lo que se atreve a decir a los encuestadores cuando le preguntan por teléfono), según la administración se mueva a favor o en contra de estos tópicos. Así que podríamos esperar que las encuestas no solo favorecieran viajes y remesas, sino restablecieran su disposición favorable a la normalización y contraria al bloqueo. Lo que sería muy plausible, aunque solo fuera como consecuencia, no causa, de este paquete.

Por último, ¿qué puede significar esta decisión en la perspectiva de la próxima Cumbre de las Américas? ¿En qué medida puede vestirse como una “de arena”, que compense “la de cal” dirigida a excluir a Cuba, Nicaragua, Venezuela?

¿Qué nuevo espacio abre a los países que han hecho depender su participación de que esa exclusión se revierta? ¿Cómo incide en hacer avanzar un marco triangular EEUU-Cuba-ALyC? ¿Qué papel puede tener ese triángulo en seguir empujando la normalización? ¿En qué medida podría prevalecer sobre otros triángulos más sensibles, como los que tienen en sus vértices a China o a Rusia, en una perspectiva estratégica para EEUU? Muy pronto para saberlo, diría yo.

Volviendo a las consecuencias previsibles del paquete de medidas, tal como está ahora mismo, y sin caer en mayores especulaciones, se puede avizorar un horizonte en términos realistas.  Aunque no haya un plan en marcha equivalente al regreso a la política de Obama, los efectos multiplicadores que la implementación de estas medidas puede tener no son despreciables. A pesar de que muchos la sigan viendo solo en números económicos, la reapertura del vaso comunicante que representan los visitantes estadunidenses constituye un puente permanente de lo que Ho Chi Minh llamó la diplomacia pueblo a pueblo, cuyo efecto político en la sociedad de EEUU resulta difícil exagerar.

Vamos a ver.

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