Ernesto Escobar Soto - La Jiribilla


Quiero tratar una cuestión que considero crucial para el futuro de nuestra patria socialista y que, pese a su excepcional importancia, no se valora con la suficiente fuerza. Me refiero al creciente retroceso cultural que se aprecia en la sociedad cubana, el cual está acompañado por el incremento de una palpable marginalidad.

“Las diversas expresiones artísticas y literarias de la cultura cubana se desarrollan y avanzan de manera sólida”.

Debe ser de suma preocupación de todos la creciente regresión que ocurre en la cultura de masas, el pensamiento crítico y los valores ético-morales, que son condiciones sine qua non del socialismo. Si, como señala el marxismo, detrás de cada fenómeno político y social subyace de alguna forma un fenómeno económico, es en esa compleja subjetividad antes señalada donde radica la guía de la conducta a seguir por los seres humanos en la vida real. La labor para alcanzar una poderosa economía socialista debe interactuar vivamente con y para el adelanto de una cultura integral humanista, los valores ético- morales y la conciencia socialista. De esta dialéctica conjunción dependerá la edificación exitosa o no del sistema socialista.

Es evidente que las diversas expresiones artísticas y literarias de la cultura cubana se desarrollan y avanzan de manera sólida. Pero a diferencia de los países capitalistas, donde la sociedad de clases falsea la realidad y no pocas veces deslumbra con una cultura de élite, el socialismo necesita ineludiblemente de una sociedad justa en la que los hombres y mujeres que la forman sean beneficiados al disfrutar de la democracia socialista, la libertad y los derechos humanos, de satisfactorios niveles de vida, de una cultura integral, de una sensible apreciación artística y literaria, un pensamiento racional y una conciencia socialista.

Debido principalmente a la revolución digital, internet y las redes sociales, los adolescentes y jóvenes cubanos leen cada vez menos libros; son pocos los programas de televisión que ellos aprecian; no son asiduos a nuestra prensa diaria, y no les interesa asistir a las maravillosas salas oscuras del cine. A diferencia de unos años atrás, no se ve a nadie con un libro en la mano, y en las viviendas han desaparecido como por arte de magia los libreros. La gran mayoría de nuestros alumnos no estudian por los libros de texto; los han sustituido por las notas de clase o por las falsarias copiaderas de internet.

“Los adolescentes y jóvenes cubanos leen cada vez menos libros”.

Hay quienes aseguran que ahora los adolescentes y jóvenes cubanos (y los del mundo) leen más, pero que lo hacen de manera distinta a través de sus teléfonos inteligentes. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué es lo que leen? Una simple investigación en nuestro entorno nos revelaría que la inmensa mayoría de las informaciones que reciben cada minuto son de carácter simplón y puntual, sin valoraciones, con manifestaciones atractivas, emotivas y embusteras (numerosas), de una cultura ajena, trivial y frívola. En las redes sociales la reacción usa cada vez más las mentiras falsas y los mensajes de odio y violencia para amedrentar a los que no piensan como ellos. La tesis de que los jóvenes cubanos leen más que antes, sin evaluar lo que leen, es insensata y peligrosamente engañosa, y no resiste el menor análisis.

“Los seres humanos poco a poco dejan de socializar e intimar personalmente para sumergirse (a veces adictivamente) en un ignoto y peligroso universo virtual”.

Esto que sucede en Cuba es un fenómeno universal que lo está transformando todo y provocará un impredecible cambio civilizatorio. La revolución digital es indetenible y puede ser una bendición o, por el contrario, la arribada del apocalipsis. Las leyes de Newton son relativizadas por la física cuántica; el universo se entiende ahora de novedosas maneras; el mundo real es sacudido por una creciente virtualidad debido a la inteligencia artificial (IA), los algoritmos y los robots. Los seres humanos poco a poco dejan de socializar e intimar personalmente para sumergirse (a veces adictivamente) en un ignoto y peligroso universo virtual que los separa y enajena de la realidad. En las universidades de las naciones capitalistas desarrolladas, para limitar el desarrollo del pensamiento racional, se abrevian gradualmente los estudios de filosofía y de las humanidades y en su lugar se promueven las carreras con especializaciones administrativas, científicas e ingenieras… Si no se toma conciencia de ello para prevenir sus posibles efectos negativos y ajustamos la ciencia y estas tecnologías a nuestras necesidades, nos llevará al suicidio como especie.

Cómo será ese imaginado mundo futuro capitalista que los propagandistas de los gobiernos imperialistas y neocolonialistas califican ya de paradisiaco, con ciudades, viviendas y transportes inteligentes conducidos por la inteligencia artificial (IA) y novedosas maravillas científicas y tecnológicas, que humanizarán el trabajo y hermosearán la vida de los seres humanos. Tomemos como ejemplo el apresurado aumento de la automatización y robotización en EE.UU. y Europa, y con ello de la centuplicación de la productividad. Se oculta que pese a estos asombrosos avances tecnológicos, unos pocos, les mantienen a los trabajadores contra toda lógica elemental, las mismas horas de labor de hace 100 años (y hasta se las aumentarán); no acrecientan los salarios al ritmo de la inflación; disminuyen el monto de las pensiones (y las someten a los albures de las bolsas financieras); el teletrabajo se convierte en un nuevo medio para aumentar la expoliación, se agranda el trabajo precario y el informal, y usan otras mil triquiñuelas para robar y acaparar incesantemente dividendos y hacer cada vez más ricos a un puñado de multimillonarios. Sin penas ni glorias se agotan el Sueño americano y el Estado de bienestar social europeo. Lo más interesante en este mundo totalmente enloquecido será cómo van a enfrentar en el futuro a los millones de trabajadores que quedarían desempleados por la automatización y las indetenibles y multitudinarias insubordinaciones populares que sobrevendrán en los propios países desarrollados. ¿Y qué van a hacer con los 10 mil millones de habitantes que existirán en unos pocos años y vivirán en ese mismo planeta paradisiaco, muchos de los cuales serán desempleados, pobres y hambrientos y querrán rebelarse y/o migrar masivamente hacia los mentados jardines del hispano J. Borrell.

Las corporaciones científicas capitalistas anuncian con bombo y platillo que se proponen en pocos años colocarle chips a los seres humanos para reduplicar la memoria o la inteligencia (quizás estará entre sus ocultos propósitos el esclavizarnos totalmente). Nos engatusan con la promesa de convertirnos en seres biónicos súper inteligentes y súper fuertes. Me pregunto para qué. No puedo siquiera imaginar una sociedad en la que un ser humano no necesite esforzarse para obtener una vigorizada cultura y firmes conocimientos profesionales o hasta proezas atléticas. Es como trastocar bárbaramente lo que ha sido cualidad esencial en la evolución que nos ha traído hasta aquí. O quizás sea una añagaza para terminar de dominar íntegramente las mentes de todos los despojados del planeta.

“Los gobiernos de los países imperialistas hegemónicos usan cada vez más, y con progresivos resultados, las megaplataformas digitales”.

A causa principalmente del dominante sistema capitalista, junto a la posibilidad latente de una guerra nuclear, del ya afianzado y letal cambio climático-ecológico, de las progresivas, incontroladas y aumentadas crisis económicas, o de la posibilidad de nuevas pandemias (naturales o provocadas) que mantienen en peligro de extinción a la especie humana, los gobiernos de los países imperialistas hegemónicos usan cada vez más, y con progresivos resultados, las megaplataformas digitales que controlan a su antojo la ciencia y la tecnología, para dominar la mente y eliminar el pensamiento racional de los habitantes del planeta, evitar la ya palpable e inevitable decadencia que sufren, mantener a toda costa su poder político-económico-militar mundial, y multiplicar la obtención de beneficios con el sufrimiento de las mayorías explotadas de siempre.

Esa descomunal industria hegemónica de medios digitales intenta con crecientes éxitos idiotizar, embrutecer y amaestrar a los jóvenes del mundo, así como crear seres ignorantes, impasibles a las injusticias y a las rebeldías sociales, adictos al consumismo irracional y al dinero. En el mundo, la cultura y las identidades nacionales están siendo sustituidas rápidamente por la pseudocultura del imperio —homogénea, banal y ramplona— que despolitiza, impide el desarrollo del pensamiento crítico, e invisibiliza a su favor las antagónicas clases sociales y sus continuas insubordinaciones.

Expresión concreta de esto, es que a la par de la gigantesca y cruel guerra económica que le hacen a la Cuba socialista, con el objetivo de despedazar al país y  provocar la miseria de su pueblo para que este se alce en contra de su gobierno, desarrollan una guerra cognitiva. En esta, la de carácter subjetivo, el gobierno de EE.UU., con grandes inversiones económicas y su enorme industria de medios digitales, pretende a través de internet y las redes sociales lograr que los adolescentes y jóvenes cubanos olviden su historia patria, su identidad cultural y pierdan la esperanza.

En ese nuevo y complicado universo de la pasmosa 4ta Revolución industrial, las megacorporaciones ávidas de ganancias desarrollan a su antojo a la inteligencia artificial, la que tendrá cada vez más espacios en todas las esferas de la vida. De seguro la especie desaparecerá si no toma conciencia de ello y pone límites seguros. Poco a poco se introduce en el arte y se advierte en la literatura. No es lo mismo usar la tecnología para enriquecer nuevos modos de expresar el arte, que dejar en manos de la inteligencia artificial el arte y la creación literaria. Preocupado por esto una decena de años atrás, escribí un artículo titulado “¿Quien hará la poesía?”. En él expresaba mi inquietud y mi convicción de que cuando el ser humano no haga poesía, se extinguirá.

Hace una quincena de años le dije —un poco en broma— a mi amigo Rafael de la Osa, exdirector de Cubarte, que me preocupaba que los jóvenes cubanos no hubieran leído —o peor, que no conocieran siquiera de nombre— a Thomas Mann y su obra cumbre, La montaña mágica. Hoy me quema hondamente que existan jóvenes cubanos que quizás no conozcan a los nacionales Alejo Carpentier, Dulce María Loynaz, Nicolás Guillen o Lezama Lima. Y qué decir de las obras de Julio Verne, Emilio Salgari, Jack London, Mark Twain, Charles Dickens y otros grandes escritores que leímos de jóvenes y que contribuyeron a formarnos.

El libro sigue siendo la base de la pirámide de la cultura integral y del pensamiento racional y crítico. Todas las manifestaciones artísticas y profesionales, la cultura política, la económica, la científica, se sustentan en el libro. Es imprescindible que luchemos para que no se pierdan más lectores; que rescatemos a los que han dejado de leer, y, lo más significativo, pues en ellos está el futuro, que convirtamos en lectores a los niños, adolescentes y jóvenes, pues serán ellos quienes decidirán cómo será Cuba.

“Ese asombroso e impenetrable acontecer se está decidiendo en los años que ahora vivimos”.

No podemos perder tiempo. El mundo del futuro será cada vez más complejo. Creo que ese asombroso e impenetrable acontecer se está decidiendo en los años que ahora vivimos. Todos los fenómenos, ya sean económicos, políticos, sociales, culturales y hasta científicos, deben ser analizados profundamente con la ayuda de las ciencias sociales en sus tendencias y sus propias interrelaciones, para que los decisores puedan desarrollar las políticas que sean necesarias. Estos trascendentales fenómenos culturales, sociales y políticos que señalamos antes necesitan ser estudiados urgentemente.

El Presidente cubano es el principal impulsor del desarrollo de la ciencia, la tecnología y las innovaciones, y promueve como elemento determinante para nuestro futuro socialista la informatización en todos sus ámbitos. Esto nos evitaría caer indefectiblemente en el abismo oscurantista que se dilata por segundos (como le acaecerá a la mayor parte de los países subdesarrollados capitalistas), y convertiría a Cuba en un país socialista próspero y sustentable. Lograr estos avances, nos evitaría caer en el abismo oscurantista que se dilata por segundo y el que indefectiblemente engullirá a la mayor parte de los países subdesarrollados capitalistas.

La revolución digital nos abre prodigiosas posibilidades en diversos campos; internet y las redes sociales nos permiten apropiarnos amablemente de la cultura y de las sapiencias creadas y acumuladas a través de la historia del mundo, y nos ofrece la maravillosa oportunidad de intercambiar conocimientos útiles y disímiles, y de socializar con familiares y amigos en cualquier rincón del planeta.

Somos un país pequeño, no tenemos medios transnacionales hegemónicos, o mega plataformas corporativas digitales, o robots, ni las famosas cuentas falsas (no las necesitamos), ni tampoco una fuerte economía, pero nuestro potencialmente poderosísimo sistema social socialista, las enormes capacidades científicas alcanzadas, apoyándonos en el universal y gratuito sistema público docente cubano que tantos triunfos ha obtenido en 60 años (que ahora necesita soltar amarras y transformarse para afrontar ese universo nuevo), y abanderados con la verdad, la ética y la moral, podremos unificar a todas las fuerzas y factores revolucionarios de la sociedad (que no son pocos) para planear y actuar frente a los fenómenos antes señalados.

Cuba, con su proyecto socialista, quizás pueda ser la conciencia de este mundo para alertar sobre los letales peligros que amenazan a la humanidad.

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