Laura González Álvarez (Consejera de Vivienda y Bienestar Social del Gobierno del Principado de Asturias).- Propuesta de Candidatura al Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2007 para el Hospital Pediátrico de Tarará (Cuba), por su "Programa de atención médica integral a niños-as relacionados-as con el accidente de Chernóbil".
El 26 de abril de 1986 se produjo la explosión del reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania), un acontecimiento que se ha definido como la mayor catástrofe tecnológica de la era moderna, hizo y que ha marcado desde entonces la vida de millones de personas.
Los efectos de la radiactividad superaron todas las previsiones y la verdadera magnitud de los daños es todavía imprecisa y controvertida. Las secuelas de la catástrofe perdurarán durante varias generaciones. El año pasado se conmemoró el 20 aniversario del accidente mayor accidente nuclear de la historia. Veinte años después del accidente en la planta nuclear de Chernóbil, millones de personas siguen afectadas y sufren las consecuencias de la exposición a la radioactividad generada tras la explosión del reactor. El aniversario ha servido para recordar a las víctimas y para hacer visible que, tras dos décadas, hay nuevas generaciones que están pagando los platos rotos de Chernóbil. La mejor manera de honrarlas es dar un apoyo generoso a los programas de ayuda, algunos de ellos poco conocidos pero de gran trascendencia para todos los afectados.
El aniversario, también debe aprovecharse para destacar la solidaridad de un país pobre con las víctimas de esa tragedia y, especialmente con la actividad que desarrolla el Hospital Pediátrico de Tarará (Cuba) con los llamados niños de Chernóbil.
El centro funciona desde el mismo año del accidente, cuando comenzó a atender a los niños afectados por el siniestro mediante un programa humanitario diseñado ex profeso. La atención continúa en la medida en que sigue aumentando el número de víctimas, muchas de ellas ni siquiera nacidas en el momento de la catástrofe, pero con secuelas producidas por la radiación en sus progenitores y que adquirieron durante la gestación. El Hospital de Tarará es la esperanza de cientos de niños ucranianos, que cada año se desplazan a la isla para recibir tratamiento contra las enfermedades que heredaron de la tragedia. Desde 1990, el hospital pediátrico de Tarara, en La Habana, desarrolla un programa curativo y/o paliativo para los afectados por el desastre, en el que han participado ya más de 24.000 pacientes.
El programa que atiende a los niños víctimas del desastre de Chernóbil en el Hospital Pediátrico de Tarará desde el 29 de marzo de 1990, y que continua hoy, reúne todos los requisitos para ser una propuesta de candidatura digna del Premio de Cooperación Internacional "Príncipe de Asturias". Este programa, si bien se ha concentrado en la atención a los niños ucranianos, afectados de una u otra forma por la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, que aún hoy cobra víctimas entre la población de la región, también ha recibido pacientes procedentes de Rusia, Bielorrusia, Armenia, Moldavia y Brasil. Los menores, muchos de los cuales ni siquiera habían nacido cuando ocurrió el desastre, llegan a este Hospital cubano con las más variadas dolencias, desde estrés postraumático hasta cáncer, y/o son evaluados y reciben todo tipo de tratamiento, incluido trasplante de médula para quienes padecen de leucemia. Ni el Centro hospitalario, ni el pueblo cubano reclaman un solo centavo por los gastos en los que se incurre.
Tarará, una hermosa playa ubicada a 20 kilómetros de La Habana, alberga en sus bellos chalets a niños, niñas y adolescentes que reciben gratuitamente una atención sanitaria integral, muchas veces de prolongado tratamiento.
Mar, sol, un clima especial libre de contaminación, ayuda psicológica, actividades culturales, deportivas y recreativas, conforman además el modelo de prestación de cuidados de salud de esos jóvenes, muchos de ellos concebidos tras el accidente pero víctimas igualmente de las consecuencias de la prolongada exposición a la radioactividad que sufrieron sus padres.
Muchos han sido los reconocimientos internacionales de la experiencia cubana y su alto contenido humano. Los representantes de la Conferencia de Chernóbil y Salud del Hombre, con motivo del décimo aniversario de la catástrofe, celebrada en Kiev en abril de 1996, consideraron conveniente la introducción en Ucrania (Centro Internacional EUPETORIA), del Sistema Cubano de rehabilitación y tratamiento para los niños afectados por las consecuencias de esta catástrofe nuclear.
El programa, además de su vertiente humanitaria -que sin duda es la principal- ha tenido un extraordinario impacto científico. La contribución de los técnicos, médicos e investigadores cubanos constituye un importante aporte de investigación a toda la comunidad científica. Durante todos estos años el Ministerio de Salud pública de Cuba ha logrado reunir un extenso banco de datos sobre la contaminación interna, externa y en tiroides por el CS-137, la sustancia radiactiva del accidente de Chernóbil.
Los resultados de estos análisis científicos fueron entregados al Organismo Internacional de Energía Atómica (OTEA) y al Comité de la ONU para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR).
Referirse al desastre de Chernóbil y al Hospital de Tarará es hablar también de solidaridad y cooperación internacional. Hoy, a veinte años del accidente de Chernóbil, cientos de niños, niñas y jóvenes encontraron en Cuba la cura o un tratamiento paliativo de sus padecimientos y aflicciones, y conocieron además el verdadero valor de la unidad entre los pueblos.
Trabajo y logros que por su trascendencia constituyen un ejemplo para la Humanidad y que acreditan entre sus méritos el de poseer la máxima ejemplaridad y la demostración fehaciente de la trascendencia internacional de la obra.
Oviedo, 14 de marzo de 2007
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