Olga Lilia Vilató.- Al entrevistar a la doctora angolana Natercia Paulina Simba, en el hospital materno Ana Betancourt, de esta provincia, no pudimos abstraernos a recordar que el 25 de mayo es el Día de África, porque marca el aniversario de la fundación de la Organización de la Unidad Africana (voz de ese continente en el escenario internacional), nacida ese día de 1963, en Addis Abeba, Etiopía. Cuba mantiene una histórica relación con esos pueblos y ha apoyado sus procesos de independencia, sin olvidar los lazos sanguíneos y culturales que nos unen. Son miles los graduados africanos aquí que hoy prestan servicios en sus países, y Natercia y su esposo Fernando Everson Da Conceiaô Almeida forman parte de esa verdad de hermandad y solidaridad sin límites.
Aunque la ya especialista en Ginecología y Obstetricia cursó sus estudios secundarios y preuniversitarios en la Isla de la Juventud, y los relacionados con su carrera en el Instituto Superior de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay, de esta ciudad, conoce la triste realidad de África, donde la pobreza, el hambre, las guerras y las enfermedades constituyen sus principales problemas, en el cual los miles de millones de dólares de la deuda externa y el SIDA son los tópicos de mayor impacto negativo en el desarrollo actual y futuro de ese continente.
Mi entrevistada llegó a La Habana con 15 años, en noviembre de 1990, para estudiar en la Isla de la Juventud, en la ESBEC 41 Saidi Viera, que es el nombre de un héroe de su terruño. Allí aprendió el idioma español y cursó el octavo y noveno grados.
“Después pasé al IPUEC 24 Cristóbal Labra, de la propia Isla de la Juventud, la Isla Pequeña, como la llamábamos, hasta el grado 12 y pasados los exámenes previstos, comencé los estudios universitarios. Amanecíamos estudiando en el docente y en el ‘96 terminamos el Pre; la mayoría obtuvimos la carrera de Medicina.
“En agosto de ese año salí para Camagüey, a cursar mi carrera en el Instituto Superior de Ciencias Médicas. Los primeros años resultaron muy difíciles, sobre todo el primero, el régimen de estudio era tremendo, todo un reto.
“En cuanto a la especialidad, le confieso que no aspiraba a tanto, era una escuela multinacional, con alumnos de Cabo Verde, Guinea Bissau, Sudán y Sahara Occidental, muchos con magníficas calificaciones. Cumplía mis actividades educacionales y recreativas, pasé todas las rotaciones y me incliné a ser Gineco-Obstetra. Venía voluntaria a este hospital. En el 2002 resulté seleccionada como una de las extranjeras integrales, con la posibilidad de pasar la especialidad”.
La doctora Natercia, de 33 abriles, rememoró cómo transcurrieron doce años sin ver a sus familiares ni visitar la tierra que la vio nacer. Fueron etapas difíciles en Angola, en medio de la guerra y sus padres no tenían recursos para costear los pasajes.
“La mayoría no podía ir. Hubiera sido gratificante verlos, pero a veces ni cartas, allá el destino era incierto. Decidí ir a Angola antes de comenzar la especialidad, iba a enfrentar una etapa difícil y lo necesitaba. En menos de un mes regresé. En noviembre del 2002 inicié la especialidad.
“Yo mantenía mi pareja desde el Pre, y salí embarazada, fue riesgoso pues tenía un fibroma. Me hicieron la cirugía aquí, en el Hospital Materno y tuve a mi hijo Fernandito.
“Agradezco infinitamente a Vilma Espín (Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas), recurrí a ella para tener mi hijo en Cuba y lo logré. Debía parirlo en Angola y dejarlo durante tres años, y figúrese, no tenía con quién y hacerlo era arriesgado, allá hay muchas enfermedades.
“Tuve a mi bebé aquí, es cubano, esa es su nacionalidad y ahora viene la tarea de adaptarlo a otra vida cuando regrese en agosto. Mi esposo terminó la Neurocirugía el pasado año y ya está en Luanda.
“Mi examen de especialidad versó acerca de La rotura prematura de membrana pretérmino, una entidad frecuente en el mundo y una de las causas de muerte, sobre todo neonatal, investigué auxiliada por mi tutor, el doctor Ernesto Lafontaine y la doctora Mayra Sánchez, jefa de servicios de Perinatología. Salí muy bien.
“Trabajaré en Luanda por mi esposo, su especialidad requiere de soporte tecnológico y allá estos equipamientos están localizados en la capital.”
--¿En qué sitio de su corazón guarda a Cuba?
--La considero parte de mí. Mi bandera no es sólo la de la rueda dentada…, mi bandera es también la de la estrella solitaria. De hecho no tengo casi recuerdos de mi Angola, pasé aquí los mejores años de mi vida.
--¿Si se hubiera quedado en Angola fuera doctora?
--No, no hubiera podido. No teníamos recursos económicos, el proceso de selección no era justo y no es como aquí, que en cada rincón hay una Universidad, eso ni soñarlo.
--¿Cómo valora la actitud del Gobierno cubano, no sólo con los angolanos, sino con tantos y tantos estudiantes de otros suelos?
--Ojalá pudiéramos tener en la humanidad, no diez, creo sería mucho pedir, me conformo con cinco hombres como Fidel Castro. La suya es una historia peculiar, pues no proviene de una familia pobre, sino que analizó y arriesgó su vida por mejorar la de los demás, algo nada común en el mundo.
“Es tan grande de corazón, de ideas, de voluntad, reitero, quisiera contar con otros como el Comandante en Jefe, si lo que él hace por el mundo lo hicieran otros gobiernos, incluso con mayores posibilidades económicas, no tendríamos tantos problemas.
“Hay sitios en que sus ciudadanos no pueden considerarse seres humanos, no tienen lo básico, y los más ricos hacen oídos sordos. La tecnología ha llegado lejos, casi todo puede predecirse, y al contrario, los poderosos incrementan las guerras en territorios ajenos, mantienen a cinco jóvenes cubanos presos en el Imperio, con las pruebas de su inocencia y no los han soltado, por una minoría todo sigue mal, mientras un asesino probado, confeso, como Posada Carriles, está como si nada, en libertad.
“Cuba es el gran ejemplo de todas mis aspiraciones.
“La Epopeya de Angola transmitida por la televisión cubana me hizo llorar. Cómo una persona iba tan lejos, a morir por quien ni siquiera conoce, perdían parte de sí y preguntaban: ¿puedo incorporarme al puesto de combate? Y yo me decía ¿son seres humanos o de un planeta superior?, es algo por encima de la sensibilidad del humanismo.“Aquí pude entender el humanismo, entendí lo que dice Fidel acerca del concepto de Revolución, ese es el Socialismo de ustedes, es algo grandioso”.
--¿Volverás?
--Sí, claro. Fernandito tiene que venir a su Patria a ver a su abuela, la señora de la casa donde vivimos, ella se llama Nelsa Téllez. Sin dudas quisiera caminar por calles de la Isla de la Juventud, por donde comíamos toronjas y volver por las escuelas y mi Universidad Médica.
El pueblo y el territorio africano componen un espectro de calidez, ritmo y alegría de vivir. Sin embargo, esa explosión de vida y de belleza convive con el sufrimiento provocado por la pobreza, dificultad que personas como Natercia, instruidas en Cuba, con sentido de humanismo y altruismo en una profesión como la Medicina ayudarán a paliar, y hasta eliminarlas, en pos de convertirlos en un futuro mejor, porque Cuba ha demostrado que es posible.
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