Mario Amorós - Rebelión.- El pasado fin de semana escuchamos que el comandante Fidel Castro le dijo al secretario del Comité Central del Partido Comunista de Vietnam que “nunca olvidaremos” la patria de Ho Chi Minh. Sus palabras nos devuelven a la heroica lucha del pueblo vietnamita por su liberación nacional y por el socialismo, primero contra el imperialismo francés y después contra el estadounidense. Contaron entonces con el apoyo soviético y la solidaridad de todos los gobiernos revolucionarios, entre ellos el de Cuba y el de Salvador Allende en Chile.


En los años 60 y 70 Vietnam simbolizó la barbarie del imperialismo, que hoy se reproduce a diario en Irak y Palestina, y la épica de la lucha revolucionaria, con Ho Chi Minh acompañando al Che Guevara en lecturas, consignas y banderas en todos los rincones del planeta. A ello contribuyó una fotografía tomada por el vietnamita Nick Ut en 1972, cuando el ejército estadounidense bombardeó con napalm la aldea vietnamita de Trang Bang. Kim Phuc era una niña de nueve años cuando el fuego, a unos mil grados de temperatura, le causó quemaduras de tercer grado en el 65% por ciento de su cuerpo y estuvo a punto de morir. “Cuando los soldados empezaron a gritarnos para que saliésemos de la pagoda, corrí junto a los otros niños. Entonces, un avión descendió y tiró cuatro bombas. Tras la explosión, estaba completamente rodeada de fuego y mi cuerpo empezaba a arder. Yo seguía huyendo y cuando ya no podía correr más me paré. El dolor era tan terrible que perdí la conciencia”, explicó hace una semana a Canal Solidario (www.canalsolidario.org) durante su estancia en Madrid.

Después de numerosas y dolorosas operaciones aquella niña vietnamita logró sobrevivir, fue dada de alta y retomó su vida: estudió Medicina en La Habana y en 1997 impulsó la Fundación Kim Phuc.

De nuevo el humanismo y el internacionalismo de la Revolución Cubana nos conmueven. Durante décadas Cuba ha sido parte de las luchas de liberación de los pueblos de África y América, ha acogido a varios generaciones de estudiantes saharauis y palestinos, dio asilo a revolucionarios de toda América, respaldó al Congreso Nacional Africano en su lucha contra el régimen del apartheid y sin su resistencia no podría entenderse, ni probablemente se habría producido, el viraje actual de cada vez más países de América Latina hacia el Socialismo del Siglo XXI, tras la estela de la Venezuela Bolivariana. Miles de médicos y maestros cubanos trabajan en decenas de países, mientras el enemigo del Norte exporta crímenes contra la humanidad, tortura y terror.

Si en 1972 el insoportable sufrimiento de la niña Kim Phuc confirmó la increíble crueldad del imperialismo, que arrasó el suelo vietnamita con terribles armas químicas, su sonrisa recobrada es otra razón más, en una relación infinita, para defender la Revolución Cubana.

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