Por eso resulta de un valor inapreciable la tenaz labor de investigación sobre el tema del historiador estadunidense de origen italiano Piero Gleijeses, quien ha recorrido medio mundo buscando testimonios y documentos y se ha sumergido durante años en los archivos de Estados Unidos, la ex URSS y Cuba para argumentar sólidamente sus aseveraciones. Como explica Gleijeses, su tarea es harto más compleja que la de un historiador dócil, que puede sustentar impunemente sus afirmaciones a partir de fuentes de segunda mano o simplemente de la especulación sin temor de recibir cuestionamiento alguno de los intelectuales y periodistas “políticamente correctos”.
Pocos saben de la colaboración militar y humanitaria de Cuba con la guerra de liberación argelina. Ni que en 1963, un contingente de tropas enviado por la isla paralizó la ofensiva montada por Hassan II de Marruecos, con instigación y apoyo estadunidense, contra la joven Argelia independiente para arrancarle la rica zona aledaña a Tinduf, que podría haberle asestado un rudo golpe al naciente Estado. Con unas decenas de médicos nació también allí entonces la solidaridad cubana en salud, que hoy mantiene en distintos países del tercer mundo a cerca de 30 000 galenos.
Una ignorancia semejante existe sobre la asistencia material de La Habana al Movimiento Popular para la liberación de Angola (MPLA) y al Partido Africano para la Independedencia de Guinea e islas de Cabo Verde(PAIGC), cientos de cuyos combatientes y mandos fueron entrenados y asesorados por militares internacionalistas cubanos a partir de 1965 y hasta que esos territorios se emanciparon en 1976 con posterioridad a la llamada revolución “de los claveles” en la metrópoli colonial. Es un hecho reconocido por los protagonistas del movimiento militar progresista y antifascista en Portugal que este se forjó en su traumática experiencia frente a la lucha anticolonial del MPLA, el PAIGC y el Frente de Liberación de Mozambique. Queda por analizar en qué medida influyó el activo internacionalismo cubano en estos acontecimientos, considerando que además de la colaboración militar, Cuba fue uno de los pocos Estados no africanos en mantener una invariable política de solidaridad con las luchas anticoloniales en los foros internacionales.
En este contexto es que cobra cabal sentido la presencia de Che Guevara en el antiguo Congo belga, como la infraestructura montada por la isla en apoyo a su misión allí pero también a otros movimientos de liberación africanos.
La culminación de esta etapa de la solidaridad cubana con Africa vendría años después. Su antecedente más inmediato es la contundente derrota en 1976 del plan de Estados Unidos para frustrar la independencia de Angola. En Cuba siempre se ha seguido el principio de que los internacionalistas, militares o civiles, deben ser voluntarios y en ese momento más de 300 000 ciudadanos se habían inscrito para pelear en Angola. Es con esa fuerza moral que 36 mil cubanos en formaciones de combate atraviesan el Atlántico y derrotan, junto a sus camaradas angolanos, la invasión doble de mercenarios europeos y tropas del sanguinario Mobutu por el norte y de las potentes columnas mecanizadas del régimen racista de Pretoria por el sur, puestas en fuga precipitada.
Once años después un nuevo intento de los fascistas surafricanos de apoderarse de Angola, con una movilización militar sin precedente, es apabullado por la mayor agrupación de tropas y medios cubanos de combate que había salido de la isla. La victoria cubana aseguró no únicamente la independencia de Angola, sino la liberación de Namibia y el fin del apharteid, como lo proclamó en Naciones Unidas el presidente de la nueva Africa del Sur, Nelson Mandela, un desenlace que Washington y sus compinches occidentales pretender hacer ver ahora como caído del cielo.
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