Venezuela celebrará elecciones este domingo, y aunque la presidencia no estará en juego, los comicios son considerados una especie de plebiscito con importantes implicaciones para el futuro de esta nación.

Orlando Oramas León - Granma.- Cerca de 17 millones de venezolanos están convocados a elegir los gobernadores de 22 estados, 328 alcaldías y cientos de legisladores estaduales, tras una larga e intensa campaña que cerró este viernes por disposición del Consejo Nacional Electoral.

La derecha apuesta por cambiar el mapa geopolítico nacional, que de por sí sufrió transformaciones desde el 2004, cuando las fuerzas del chavismo se alzaron con 20 de las 22 gobernaciones disputadas.

Entonces la oposición había ganado los estados de Nueva Esparta y Zulia, este último de valor estratégico por sus recursos petroleros y la condición de frontera con Colombia. Pero en este lapso los gobernadores de Sucre y Aragua se pasaron junto al Partido Podemos, ahora aliado de "adecos", "copeyanos" y otras fuerzas que buscan derrotar al proceso bolivariano.

A diferencia de la elección anterior, ahora los partidos Patria para Todos y el Partido Comunista de Venezuela llevan candidatos propios en varios territorios, en algunos de los cuales apoyan a ex aspirantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que eligió a sus candidatos en elecciones primarias.

El PSUV es el heredero del Movimiento V República, que compitió en las regionales anteriores, pero también de otros revolucionarios provenientes de diversas fuerzas políticas que atendieron el llamado del presidente Chávez de reunir en una sola organización a quienes apuestan por el proceso bolivariano.

En este panorama, es de prever que el PSUV siga gobernando en la mayoría de los estados, pero la porfía se presenta cerrada sobre todo en Carabobo, Zulia, Sucre, Miranda y algunos otros donde finalmente decidirá la movilización partidaria el domingo.

Todo tipo de ataques, propaganda sucia, tergiversación y desinformación han marcado la artillería mediática de la oposición, que pasa desde silenciar la obra revolucionaria hasta difundir campañas de amedrentamiento ciudadano.

Pero más allá de presentarse como la "fuerza del cambio", y de criticar todo lo que huela a gestión gubernamental, los candidatos de la derecha, muchos de ellos ex funcionarios de la IV República, no han podido presentar programas de gobierno.

La opción del pasado aspira a que se repita un escenario como el del fallido referendo constitucional de diciembre último, cuando el triunfalismo desmovilizó a buena parte del electorado que simpatiza con la revolución.

Aquella experiencia ha servido de lección, de ahí la insistencia del líder bolivariano de aceitar la maquinaria movilizativa del PSUV, en particular los patrulleros, que tienen sobre sí la responsabilidad de llevar la gente a los recintos de votación y revertir la tradicional abstención en estos comicios regionales, que en el 2004 fue de 49,3%.

En este empeño, Chávez se ha mostrado incansable encabezando multitudinarias caravanas y actos de campaña en los que enfatiza en sus críticas al capitalismo, así como en el compromiso de los próximos gobernadores y alcaldes revolucionarios y del propio PSUV, de impulsar políticas con rumbo a la construcción socialista.

La mayor cantidad de gobernaciones y alcaldías "rojas rojitas" permitirían articular la relación gobierno central-territorios, y hacer realidad la nueva geometría del poder en la que los consejos comunales están llamados a ser la columna vertebral de las transformaciones.

El triunfo de los candidatos del PSUV constituye la garantía de la continuidad de los programas sociales, en particular las misiones, y sobre todo, hacer realidad el llamado del Presidente de, al cumplirse la primera década del proceso bolivariano, iniciar una nueva etapa que él define como la revolución dentro de la revolución.

Todo parece listo para la batalla electoral de mañana, que estará monitoreada por más de un centenar de testigos internacionales. Para el fin de semana se anuncian fuertes lluvias, que en la noche pasada hicieron colapsar a buena parte de esta capital y causaron afectaciones en varios estados. Pero el mayor conspirador contra el proceso sigue siendo aquel sector que en la oposición podría estar apostando a desconocer los resultados, una variable ensayada antes, pero que aquí han sido tiros salidos por la culata del golpismo.