La escuela Solidaridad con Panamá celebra junto a La Colmenita y Lácteos Clamanta el Día Internacional de la Infancia. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.


Verónica Alemán Cruz, Enrique González Díaz (Enro)

Cubadebate

Bajo el sol radiante de una tarde que parecía hecha a la medida para celebrar, la escuela Solidaridad con Panamá se estremeció, intensamente, con la emoción de los niños.

No era un día cualquiera, no era una celebración más en el calendario: era el Día Internacional de la Infancia, una fecha que, más allá de ser marcada en papel, es un recordatorio de la magia de ser niño, de los sueños sin límites, de la esperanza que palpita en cada mirada luminosa.

Los pequeños, con su entusiasmo desbordante, transformaron el espacio en un universo donde la felicidad era la única regla, donde los juegos tejían lazos invisibles de complicidad y donde cada instante se sentía eterno, porque en la infancia, cada segundo es un mundo por descubrir.

Desde jornadas anteriores, el equipo de Lácteos Clamanta decidió celebrarlo con un gesto que se quedaría en la memoria de todos, tanto de los homenajeados como de los trabajadores de la empresa.

El emprendimiento familiar, acompañados de 36 de sus trabajadores, llegaron a la escuela con su cargamento especial: potes de helado que se convirtieron en pequeños tesoros en las manos de los niños. Pero la sorpresa no terminaba ahí. Como invitados especiales trajeron, también, a la Compañía de Teatro Infantil La Colmenita, con sus abejitas y zánganos del taller del municipio Arroyo Naranjo.

La escuela Solidaridad con Panamá, junto a La Colmenita, celebran este 2025 un hito significativo: 35 años de existencia, de historia tejida con sueños, aprendizajes y risas infantiles que han marcado generaciones. La escuela alcanzó esta emblemática cifra el pasado 31 de diciembre, cerrando el año con la certeza de haber sembrado en miles de niños la semilla del conocimiento y la solidaridad. Por su parte, el grupo infantil, nacido del arte y la imaginación, sopló sus velas el 14 de febrero, recordando que, desde su origen, ha sido un refugio de creatividad, de juegos convertidos en teatro y de infancia vivida con intensidad.

Para conmemorar este aniversario compartido, la celebración no podía ser menos que grandiosa. La premisa fue clara y llena de ilusión: transformar la jornada en un espectáculo de diversión y fantasía, donde cada niño pudiera sentir la magia de pertenecer a una historia que sigue creciendo. Globos, colores llamativos, melodías que invitaban al baile, y sobre todo, la alegría desbordante de los pequeños protagonistas dieron vida a un día que quedará grabado en la memoria, no solo como un festejo, sino como la reafirmación de un compromiso: el de seguir construyendo espacios donde la infancia sea siempre sinónimo de esperanza y felicidad.

Las dos directoras que han marcado el rumbo del centro docente a lo largo de los años, Esther María La O Ochoa “Teté” y Nairys Reyes, tomaron la palabra con la solemne responsabilidad de abrir el acto. Sus voces, llenas de emoción y la sabiduría acumulada tras incontables jornadas dedicadas a la enseñanza, resonaron en el auditorio con una mezcla de nostalgia y determinación.

Recordaron, con frases cuidadosamente hiladas, la esencia de su labor: el delicado tejido de la infancia, moldeado con paciencia y afecto, y la educación como el pilar sobre el cual se erige el futuro de cada pequeño. Evocaron anécdotas, momentos que han dejado huella en pasillos y aulas, el eco de risas infantiles y el fulgor de miradas curiosas, ávidas de descubrir el mundo.

Mientras hablaban, la audiencia—compuesta por docentes y niños expectantes—seguía cada palabra con una mezcla de respeto y gratitud. No era solo un discurso; era la historia misma del centro, entretejida en cada relato, en cada pausa cargada de significado. Al concluir, el aplauso no fue solo un gesto de cortesía, sino un reconocimiento a años de entrega y pasión por el arte de educar.

Cuando La Colmenita salió al escenario, fue que los corazones de estos pioneros con necesidades especiales comenzaron a latir al ritmo del son cubano. “Son de la loma”, entonaron, y los niños no tardaron en sumarse con aplausos y risas. Los trabajadores de Lácteos Clamanta, atrapados por la magia del instante, no pudieron resistirse a la felicidad desbordante que flotaba en el aire. Al ritmo de las canciones, con una espontaneidad que solo nace de la verdadera emoción, se dejaron llevar por la música y se unieron a la algarabía infantil. Sus pasos, primero tímidos, pronto se convirtieron en una danza despreocupada y suelta, reflejo de la felicidad compartida.

Los pequeños, con miradas pícaras y sonrisas cómplices, recibieron a los adultos en su universo de juego y fantasía, como si cada movimiento fuera parte de un espectáculo diseñado para borrar cualquier diferencia de edad. La escuela convirtió a todos en niños, en medio de un escenario de celebración genuina. No había jerarquías, no había títulos: solo corazones latiendo al mismo compás de la música, en una coreografía espontánea de risas y movimiento.

Y entonces sonó El son bombón: “Nunca falta una esperanza cuando nace una canción”… Las voces de los niños resonaban con fuerza y el espíritu de la celebración alcanzó su punto más alto.

Como broche de oro, el presidente de Lácteos Clamanta, Martín Nizarane Araluce, reafirmó su compromiso con la comunidad con otro generoso regalo: 100 tinas de yogurt para el centro escolar. Más que una donación, fue un mensaje claro: el amor y la solidaridad son ingredientes esenciales en la infancia.

Cuando los tambores de la canción de Laritza Bacallao sonaron por última vez, los niños se despidieron con sonrisas y los trabajadores de Lácteos Clamanta regresaron a sus labores. Casi cuatro horas de fiesta, quedó después, en el sentir, la certeza de que aquel día sería recordado.

Una tarde en el que la música, el baile y el helado se convirtieron en puentes de felicidad. Un día en el que la infancia fue celebrada como se merece: con esperanza, alegría y un toque de dulzura.

El mejor modo de decir, es hacer

En entrevista a Cubadebate, Martín Nizarane, artífice principal de esta fiesta mágica, comentó:

¿Qué lo motiva a realizar actividades como esta?

La principal motivación para mí es la cultura que tenemos en Lácteos Clamanta del humanismo entre todos los trabajadores, tanto dentro como fuera de las fronteras de nuestra industria, de nuestro espacio laboral que es la Quinta de los Olivos.

Nosotros tuvimos una primera experiencia con donaciones, que fue la Caravana Liseña, donde vivimos. Y hoy hemos desarrollado un movimiento que se llama Gestos Gustó “Por el bien común”, que es encadenado con el Ministerio de Salud Pública, con el Ministerio de Educación y otras instituciones que se vayan sumando, para entregar donaciones con cultura, con arte, con alegría; para los niños, los ancianos, los hogares maternos.

Hoy, por ejemplo, Lácteos Clamanta organizó esta actividad, pero aquí está el respaldo de Aires de Fiesta, Quisicuaba, Dulcería Santiago Manda, Harry Impresiones y Megafiestas, quienes también dispusieron sus recursos y pusieron su grano de arena con la decoración, la confección de los cakes, la impresión de fotos y lo que hiciera falta para que este día fuera inolvidable para estos niños.

Esa es la idea: tener solidaridad y aportar a la sociedad.

Es un acto de amor que tenemos con nuestro país, con nuestro pueblo, con nuestra nación. Porque lo sentimos, porque la patria ahora más que nunca necesita de la unidad de todos los cubanos con sus diferentes provincias,  religiones, razas, barrios, comunidades campesinas. Unidad es lo que debemos tener para superar las dificultades del día a día que son fuertes, conocidas por todo el mundo.

Lo único que puede salvar el momento de dificultad de la nación es la unidad.

Inspirarnos en José Martí, inspirarnos en nuestro líder Fidel Castro. Inspirarnos en nuestra historia, en nuestras luchas mambisas, esa es la inspiración que tenemos. Por eso decía, cuando hablé para y con los pioneros, que “Haciendo Patria”. Siempre hay que estar haciendo Patria, porque la patria es una y hay que honrarla, amarla, defenderla, cultivarla y llevarla al corazón día a día con gestos, como estamos haciendo nosotros con esta voluntad que es Gestos Gustó.

¿Y para usted, como padre, qué significa que sus hijos, jóvenes universitarios, formen parte de este proyecto?

Mis hijos están, hoy por hoy, Sebastián en la Cujae estudiando Ingeniería Industrial. Claudia estudia Sociología en la Universidad de La Habana. Para ellos mi legado, mi ejemplo, es que vean en este emprendimiento que hicimos poquito a poquito y cada día queremos producir más en el país, demostrar que sí se puede.

Y que la forma de gestión no estatal es un componente más para la armonía de la economía, es un actor más que convive en nuestra sociedad con economía estatal socialista y que ellos se inspiren a continuar. Yo siempre les doy un consejo y les digo: “Lo que no se puede perder es el impulso”. Hay que dar más. Vamos por más y que muchos se sumen: todos los que se puedan y quieran sumar.

Es una entrega de amor, lo que se ha vivido hoy aquí en la escuela, solidaridad con Panamá, con el colectivo de esos trabajadores, con esos niños tan fantásticos. Lo que se ha vivido desde que tú entras aquí es una corriente de humanismo.

Es como decir, “Hay gente que está luchando y que está entregando y que están cuidando a estos niños que tienen sus necesidades específicas y es increíble, es maravilloso”.

Decía Oswaldo Guayasamín en la Capilla del Hombre: “Yo lloraba porque no tenía zapatos, hasta que miré a un lado y vi uno que no tenía pies”. Y esa frase del artista amigo de Cuba, me conmovió: tú llegas aquí y esa frase está presente.

Esto es solidaridad. Hablamos de la solidaridad fuera de nuestras fronteras, que están más que reconocidas a nivel mundial, pero está la solidaridad dentro de nuestra frontera, dentro de nuestro país.

Esto es un manantial de solidaridad y tenemos que cada día multiplicarla más, mucho más con las particularidades que existen en cada persona, pero yo creo que todo el mundo puede aportar un granito de arena.

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