Con una virtual licencia para asesinar, los Estados Unidos eliminan a sus adversarios con total impunidad, sin ser sancionados, condenados o acusados por ningún país de la Unión Europea, la ONU, la OEA, el Vaticano y menos por Organizaciones No Gubernamentales que se dedican a observar con lupa, a los países que asumen posiciones soberanas.


La historia está llena de asesinatos ejecutados por los yanquis e incluso le brindan refugio seguro, a quienes eliminan a opositores en naciones no afines a ellos, sin que sean incluidos en listas espurias.

El pasado 3 de enero 2021 se conmemoró el primer aniversario del vil asesinato del general iraní Qasem Soleimani, junto al jefe de las milicias de Irak, Al Muhandis, cuando ambos se encontraban en el aeropuerto de Bagdad, capital de Irak.

El asesinato se produjo mediante el empleo de un avión no tripulado, que lanzó misiles contra los autos en los que se trasladaban ambos militares.

La acción fue reconocida por el Pentágono y en una declaración oficial afirmaron que “el propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dirigió ese ataque, bajo el pretexto de que el general Soleimani desarrollaba planes para atacar a los diplomáticos estadounidenses en Irak y en toda la región”, algo carente de pruebas y sin justificación para llegar al asesinato de seres humanos, lo que demuestra la carencia de escrúpulos de los yanquis y sus permanentes violaciones a los derechos humanos, con sus actos terroristas. 

Sin embargo, Estados Unidos dice “luchar” contra el terrorismo y el extremismo internacional, pero a la vez utiliza esos actos como una herramienta de su política hegemónica mundial.

Si el gobierno de Venezuela hiciera algo similar contra quienes organizan y ejecutan agresiones financiadas por la CIA, los Estados Unidos de inmediato le declararían la guerra, porque no admiten tales acciones contra ellos, ni a sus aliados, además de contar un coro de voces que rápidamente apoyarían cualquier acto y sanciones contra ese país suramericano, como hacen actualmente el Parlamento Europeo, la OEA y sus más incondicionales lacayos.

Así actúan los auto titulados “paladines de la libertad y de los derechos humanos”, matan, invaden otras naciones y se roban sus recursos naturales, sin que nadie los condene.

Los presidentes estadounidenses de los últimos sesenta años, tienen las manos ensangrentadas de muertos inocentes, abatidos en guerras injustificadas, actos de terrorismo de estado, asesinatos a líderes que no aceptaron someterse a sus órdenes, el empleo de armas biológicas y gérmenes patógenos para causar la muerte y enfermedades a cientos de miles de seres humanos, que como en Japón y Vietnam aun padecen las secuelas que dejaron las bombas nucleares y la guerra biológica desarrollada contra sus pueblos.

Para Estados Unidos no existen acuerdos ni resoluciones internacionales que respetar, cuando están por delante sus intereses imperiales, como prueba de hasta dónde llegan en sus pretensiones por dominar al mundo.

Miles de torturados, ejecuciones ilegalmente y desaparecidos, llenan las listas en países de toda la América Latina, como consecuencia de la política de terrorismo impuesta por Estados Unidos, durante más de un siglo y a pesar de esa sucia historia, pretenden confeccionar listas de países terroristas, cuando ellos tienen escuelas especiales para preparar y entrenar a sus soldados en asesinar a quienes se opongan a sus políticas imperiales.

Asesinos y terroristas son los yanquis, y eso no lo podrán borrar de las mentes de quienes han padecido, durante muchos años, sus políticas criminales. Los pueblos no olvidan a sus muertos y cada presidente que ha pasado por la Casa Blanca en los últimos 80 años, llevará en su conciencia la sangre derramada por tantos inocentes y jamás obtendrán el perdón celestial.

Allá los cómplices que no los condenan y hasta comparten tantas vilezas yanquis.

Enfático fue José Martí cuando sentenció:

“Ver en calma un crimen, es cometerlo”

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