Desde Cabaiguán nos acompaña hoy en la sección una joven escritora con inquietudes que a toda la sociedad nos compete.

Verónica Alemán Cruz - Revista Alma Mater.- Vuelve Asimetrías, una sección donde la diferencia radica en la libertad de la creación. En esta jornada dominical nos acompaña la joven poeta espirituana Ivelisse Teresa Machín Torres. Nacida en 1987, es Doctora en Ciencias Técnicas e ingeniera en Informática graduada por la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI).


Se desempeña como profesora universitaria e investigadora. En el ámbito literario egresó del XVI Curso de Técnicas Narrativas del Centro «Onelio Jorge Cardoso». Ha publicado los libros Amanece en Tierra Santa (Ed. United PC, 2015) y El sol de la tierra arcana (Ed. Círculo Rojo, 2019). Artículos de su autoría han sido publicados en revistas y antologías internacionales. Ha sido merecedora de disímiles reconocimientos en certámenes de poesía, donde destaca la Mención Extraordinaria en el Premio Mundial de Poesía Nósside, Italia, 2012; el Premio en el Certamen Nacional de Glosas Martianas 2013; la Mención particular en el Premio Mundial de Poesía Nósside, Italia, 2014 y 2015. Y en 2018 obtuvo el Primer Premio del Concurso Nacional de Poesía Delia Carrera 2018.

Alarmada ante la cosificación a que son sometidas en muchas ocasiones las mujeres en las circunstancias actuales y en los más insospechados contextos, quiso compartir con nosotros su poema “Acoso diario”, muestra consciente de la necesidad de que esta situación cambie en Cuba y en el mundo entero, donde las féminas han sido tratadas en determinados momentos como meros objetos sexuales, sin importarle al agresor cuánto lacera la identidad de la agredida con su expresión o acto.

Sin más preámbulos:

Acoso diario

En el metro penúltimo de acera

ya con la mente azul, media nublada

y un cruel saco de agujas bien clavadas,

me negué a caminar, planté bandera.

Cansada de moverme hacia otra calle.

La oreja en la tortura de oír lo mismo.

Un halago sacado del abismo.

Una frase vulgar todo detalle.

Con la gente que bulle y que me mira.

Aquel que se divierte cuando habla.

El otro que me grita una mentira.

Por dentro el corazón que ya se endiabla.

La música estridente que conspira.

¡Yo ya no puedo más: no da la tabla!

Si fuera solo un día, se resiste.

Un sacrificio más la piel no achina.

También es el trabajo y la cocina.

Así dicho: no me parece un chiste.

Temprano ya te acechan en la esquina.

Sivan en auto el pito es inminente.

A pie hasta se te pegan, luz de frente,

con una inmediatez casi cansina.

Parece un cerco vil que no desmaya.

Parece que la angustia solo crece.

Es como si anduvieras por la playa,

bikini puesto, sol que no se mece.

Algún mal pensamiento que te ensaya,

ajena posición, total despiece.

Y eso que yo inspecciono la figura

antes de salir ya un millón de veces.

Pero brotan del aire como peces

los ojos esclavos de la cintura.

Escruto el estampado de mi blusa

a ver si se traduce algún secreto.

Es imposible un torso más discreto.

Hasta yo, mente clara, estoy confusa.

Retorno, le pregunto a alguna amiga.

«Tranquila, eso le pasa a todo el mundo».

Y pervive el fantasma que me hostiga

entonces me tropiezo a un chico bello.

Y así, sin más, le suelto un «no» rotundo.

¡Díganme! Es para romperme el cuello.

Después, solo el silencio, aula callada.

Los pasos que se acercan, voz de trueno.

Estoy de pie y no sé si estoy parada.

La fórmula está escrita con veneno.

Y yo que lo sé todo, no sé nada.

El hombre viejo ya, sonríe con roña.

En la macabra piel se le retoña

el gancho de besar con la mirada.

«Que fácil me resuelves esta cota».

Lo dijo sin creerlo. «Sí, mi amor».

Mi frente se hizo un río gota a gota

un río hecho de pánico y sudor.

Pues como dije, «no». Quebró mi nota,

hasta el suelo inminente de dolor.

Aunque camino siempre preocupada

por cómo remendar algún problema.

No sé por qué me salgo del esquema

si casi nunca sirve para nada.

No entiendo que no exista algún lugar

donde yo pueda huir de este atropello.

Para hacer reflexión profunda en ello

me puse ya esta vez a rezongar.

Lo tendré duramente que afrontar,

me dije, y ya surgió ante mi otra treta.

¡No aguanto más! Me saco la chancleta.

Por fin la tierra tiene que rotar.

Este hombre de mí se va a acordar.

Volvió a su santiamén de grosería.

Y ya se me olvidó la mente fría.

Mi corazón, salvaje, se contrajo.

Dejé la ciencia sorda,y ¡pal carajo!

le dije hasta del mal que moriría.

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