José Armando Fernández Salazar - Agencia Cubana de Noticias y Redacción Digital - trabajadores.cu.- Chocamos con ellos todos los días. Para algunos son indescifrables, para otros, causa de malestar. Hablar de precios en Cuba es como hacerlo de pelota: todos tienen su versión del problema y su librito para re­solverlo.


Sin embargo, a juicio de exper­tos, los precios son una manifesta­ción de fenómenos más complejos que gravitan alrededor de la eco­nomía cubana.

Cuba es una nación con una economía abierta, altamente de­pendiente de las importaciones y sujeta al bloqueo económico, co­mercial y financiero de Estados Unidos, señalado como uno de los principales impedimentos para su desarrollo.

Lo anterior no significa cerrar los ojos a problemáticas internas relacionadas con la estructura pro­ductiva del país, entre las que so­bresale la dualidad monetaria y cambiaria, la cual significó en la década de los noventa una respues­ta ante un momento de crisis, pero que en la actualidad resulta insos­tenible.

A lo largo del tiempo varios países (incluida Cuba) han tenido circulando más de una moneda; pero hoy la Mayor de las Antillas incorpora a esta situación la exis­tencia de dos tasas de cambio: un circuito en el que 1 CUP=1 CUC=1 USD y otro en el que 25 CUP=1 CUC=1 USD. Esto provoca distor­siones en disímiles escenarios de la vida económica del país, siendo los precios la manifestación más cer­cana a la población.

Historia

El primer impacto de la dualidad monetaria y cambiaria en el sis­tema de precios del país se per­cibió en los años 90 del pasado siglo a partir de la despenaliza­ción de la tenencia de divisas y la creación de las tiendas recauda­doras de estas.

Los precios en este tipo de mercado se formaban teniendo en cuenta índices (precios) mínimos porque tenían como objetivo ex­traer dinero de la población para lograr un equilibrio monetario. En ese momento también se multiplicó el precio de productos no esenciales como los cigarros y las bebidas, y se eliminaron además algunas gratui­dades.

En el circuito mayorista exis­tían precios formados en dólares y otros en CUP. Se segmentaron los mercados tanto mayoristas como minoristas con impactos en la for­mación de precios.

En el año 2003 se introduce el peso convertible (CUC) que tuvo un efecto en la formación de los precios mayoristas mediante el re­conocimiento del componente im­portado de bienes y servicios en el total de gastos de las empresas.

Dos años después el mundo en­tró en una crisis y la tendencia del mercado internacional fue al incre­mento de los precios, sin embargo, en esa etapa, como medida de pro­tección a la población, se estableció una congelación de los precios mi­noristas en las cadenas de tiendas.

Ese proceso continuó en el 2012 cuando se aprobaron las políticas de precios mayoristas y minoristas del sector agropecuario y las tien­das recaudadoras pasan a regirse por índices (precios) máximos.

Esta tendencia continuó en el 2016 con otro conjunto de medi­das para acrecentar la capacidad de compra del peso cubano. El año pasado el aumento del salario en el sector presupuestado y de las jubi­laciones y algunas pensiones signi­ficó también el establecimiento de límites a los precios.

Distorsiones

Los sucesivos cambios en la políti­ca de precios del país durante estos últimos 30 años respondieron a ne­cesidades de cada contexto, pero a medida que se extendió en el tiem­po la dualidad monetaria y cambia­ria se hizo cada vez más evidente la inviabilidad de esta situación. Con ello coincide Margarita de la Cari­dad Acosta Rodríguez, directora de Política de Precios en el Ministerio de Finanzas y Precios.

Al comentar en exclusiva a la Agencia Cubana de Noticias sobre las distorsiones que se aprecian en el actual esquema, la especialista apunta que la dualidad monetaria y cambiaria es un elemento impor­tante, pero no se pueden soslayar otras irregularidades.

Acosta Rodríguez explicó que conformar un precio en Cuba es muy complejo puesto que conflu­yen varios métodos como el de gas­tos, y además se designan conver­tidores a determinadas familias de productos para que se reflejen los costos de los insumos y materias primas que tienen un componente de importación.

El método de gastos implica la suma aritmética de todos los cos­tos de determinado bien o servicio, pero con ello se traslada al consu­midor el pago de ineficiencias del productor relacionadas con la ob­solescencia tecnológica, el mal uso de la capacidad instalada, entre otras problemáticas.

Aparece aquí un complejo en­tramado institucional en el que participan subsidios asumidos por el presupuesto del Estado o méto­dos indirectos, entre ellos que de­terminadas mercancías incorporen en su precio los subsidios de otros bienes y servicios de primera nece­sidad. De esta forma se van confor­mando distorsiones que general­mente implican un desestímulo a la producción y la exportación.

En ese laberinto, quienes pro­ducen (empresas, trabajadores y campesinos) se ven ante dos fe­nómenos: a veces les resulta más tentador importar que exportar, o cobran su salario que se forma en un ambiente de uno por uno, pero luego deben ir a un mercado de uno por 25 a realizar su consumo.

Ante esa realidad los producto­res no reciben señales del mercado porque los precios minoristas no son continuidad de los mayoristas, y tampoco perciben la mayor parte del precio final, que generalmente beneficia al vendedor minorista.

Según argumentó Acosta Ro­dríguez hay muchos subsidios in­termedios que en ocasiones van dirigidos al productor o para asu­mir la diferencia de precios de cara a la población. Por ejemplo, en el año 2020 la Ley del Presu­puesto destinó más de 21 mil mi­llones de pesos para garantizar la continuidad del proceso pro­ductivo en la empresa estatal y alrededor de 3 mil millones para subsidiar bienes y servicios de la canasta familiar normada.

Esa desconexión también se ex­presa en que los precios mayoristas están algunos en un tipo de cambio del uno por uno para determinados productos (los de la canasta fami­liar normada, por ejemplo), mien­tras que otros se venden a las cade­nas de tiendas, o a otros mercados empleando diferentes convertido­res, lo que significa que implíci­tamente expresan tipos de cambio diferentes superiores a uno.

Por su parte en el circuito mi­norista productos como el arroz, el azúcar y los frijoles se venden a precios extremadamente bajos como parte de la canasta familiar normada, y esos mismos alimentos se comercializan más caros de ma­nera liberada.

Aclara la directiva que estos distintos convertidores se aplican a los precios minoristas de productos liberados en el comercio interior atendiendo a la familia de produc­tos, el comportamiento de la oferta y los programas priorizados de país (por ejemplo el de ahorro de agua y el de la construcción), así como con carácter recaudatorio.

Más allá del efecto de la duali­dad monetaria y cambiaria existen otras dificultades que impactan en la situación actual de los precios en Cuba y están relacionadas con las facultades otorgadas para la apro­bación de estos.

Según Acosta Rodríguez, mien­tras que en el ámbito mayorista han habido importantes avances —aun­que no todos los necesarios—, como la facultad dada a la Organización Superior de Dirección Empresarial para fijar precios; los minoristas todavía se encuentran muy centra­lizados, generalmente a nivel de ministerios.

El precio, por lo general, es un indicador de efecto, aunque tam­bién puede ser generador de causas. Su capacidad de transversalizar varios objetivos económicos de un país puede servir para estimular otras categorías como el salario y la productividad.

En el caso de Cuba el avance en el ordenamiento monetario pone sobre la mesa la posibilidad de encontrar e implementar solucio­nes a problemáticas que ha tenido que enfrentar la economía. Para el sistema de precios ello significará transitar de un enfoque adminis­trativo a otro de carácter finan­ciero que contribuirá a promover encadenamientos productivos, el fomento de exportaciones y el in­cremento de la capacidad de com­pra.

El reto estará en la flexibili­zación, tanto en las facultades de aprobación como en los métodos de formación de precios. El ordena­miento monetario sobre todo debe lograr una corrección de precios relativos, lo que de conjunto con las demás medidas debe contribuir a transformar el sistema de precios del país.

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