Milson Salgado - Rebelión.- Las manifestaciones públicas son, en la jerga hemisférica, la expresión del ejercicio de los derechos burgueses logrados por la Revolución francesa, y consagrados en las constituciones políticas nacionales, y en Convenciones internacionales.


Cuba la consagra en su artículo 56 de su Constitución Política. En nuestro continente americano la protesta es una práctica común del ejercicio ciudadano para expresar a la institucionalidad estatal que está errando sus derroteros. O está socavando los pilares mismos de la democracia. O para apuntalar la reacción violenta contra gobiernos progresistas. Nos hemos acostumbrado a estas revueltas en una o en otra de las perspectivas apuntadas en Venezuela, en Chile, en Colombia, en Honduras, en Nicaragua, en Bolivia, en Estados Unidos, pero cuando sucede en Cuba todo el mundo se sorprende.

La sorpresa es más que lógica puesto que Cuba siendo un Estado socialista, y una república unitaria según el artículo 1 de su carta fundacional, normalmente este Estado ha creado espacios de cohesión social significativos, y los logros de la Revolución cubana como la universalización de la salud, y la educación, inexistentes en las repúblicas incluida Estados Unidos con la imposición del sistema neoliberal, han repercutido en muchas generaciones de la ciudadanía cubana, que han entendido las bonanzas de una revolución, que pese a tanto boicot y embargos, le ha apostado a los pobres y a sus necesidades, y ello ha producido mayúsculos espacios de legitimidad.

Que haya manifestaciones en Cuba en estos momentos de la historia de la humanidad es normal. La crisis sanitaria del Covid-19, ha empobrecido a todos los pueblos del mundo. Los países que están regidos bajo la cosmovisión política del neoliberalismo han creado un ejército de desplazados, y de mendigos permanentes, quienes en las calles se conforman con un mendrugo de pan. Ante esa realidad, los líderes del mundo que le apuestan a los números y dejan en último lugar a las personas, han rescatado con millonarias inyecciones de dólares y euros a empresas y bancos, y han dejado a los pobres en su orfandad. Revitalizar los ideales de las libertades capitalistas en estas instancias de gran deshumanización actual, es una ceguera de dimensiones descomunales, y una tomadura de pelos para los calvos de espíritu.

Cuando las manifestaciones del 11 de julio de 2021 se suscitaron en varias ciudades y pueblos de Cuba, la derecha mundial celebró con campañas mediáticas esos acontecimientos, porque sus agendas neoliberales se enfrentan a una izquierda latinoamericana que ha crecido al amparo de los imaginarios de la Revolución cubana. Pero ni Cuba es el cielo, ni el país vive al margen de las crisis mundiales.

La matriz mediática de los medios mundiales cooptados por la derecha, pretenden crear desesperanza, en quienes hemos creído en esta revolución, y nos muestra en sus discursos la versión de un proyecto socialista que se está desmoronando a pedazos desde sus bases. Sin embargo, hay dos razones esenciales, por no mencionar las múltiples, que concurren, para creer aún más en la Revolución cubana. En primer lugar, El Embargo estadounidense contra Cuba que existe desde octubre de 1960 desde las expropiaciones de empresas estadounidenses, se profundizó aún más con la administración de Donald Trump que revirtió el deshielo de la administración Obama, y ello explica solo un 60% de esta crisis. Esto que pudiera ser una justificación no lo es en sí, porque si se toma un camino diferente a la lógica de los lagartos y de los tiburones de la economía mundial, es normal que te traten de ahogar a como dé lugar, y que te ataquen, y te bombardeen por todos los medios.

Pero que estos lagartos y estos tiburones del neoliberalismo, liderados por Estados Unidos, pretendan vender neveras a los esquimales. O espejitos y baratijas como en la Edad Media a los cubanos en el siglo XXI, y por otro lado, desatienda a su propia ciudadanía, y la mantenga en condiciones infrahumanas, y sin ningún asomo de futuro, es el reflejo del futuro de lo que le espera a las víctimas de esos espejismos, y eso afianza aún, más nuestras convicciones políticas, en torno a que la salida es, y siempre ha sido la revolución, y que Cuba jamás ha errado en su destino.

Porque ¿Cómo es posible que la administración Trump haya puesto más énfasis en ahogar a esta islita de apenas 11 millones de habitantes, y se olvide de sus más 40 millones de estadounidenses los que reciben comida gratis en más de 60.000 bancos de alimentos para indigentes, -según Feeding América- sin tener derecho a una existencia digna? ¿Es concebible que Biden que criticaba a Trump por su comportamiento antidemocrático siga con igual conducta contra Cuba, y soslaye la miseria en ciudades como Richmond en el Estado de Virginia, Birmingham en Alabama, Brownsville en Texas, Augusta en Georgia, Jackson en el Estado de Misisipi, New Orleans en Luisiana, Memphis en Tennesse, Cleveland en Ohio, Atlanta en Georgia, y Detroit en el Estado de Michigan. Esta oferta del “mejor mundo de los mundos” es como ofrecer caviar por bacalao o venderte una liebre que en los platos de la guarnición te mirará con ojos, y orejas de gato.

Estas cifras de oprobio se han disparado con la crisis sanitaria de la pandemia a más del doble. Además de ello, son 51 millones de estadounidenses que se han apuntado en las listas del paro, por lo que uno de cada seis estadounidenses se ha quedado sin trabajo. A ello, tendremos que sumar los 28 millones de personas que no tienen seguro sanitario. Y lo más terrible es que según la consultora Health Management Associates, entre 12 millones y 35 millones de estadounidenses perderán la cobertura sanitaria durante la pandemia, y otros 165 millones tendrán que enfrentar la crisis, huérfanos de protección social.

Si eso pasa en la nación que nos ofrece el cielo y la tierra, y la que entabla embargos, y da golpes de Estados en los países más pobres del continente ¿Qué no va a pasar en los países satélites que sufren la imposición económica de su sistema neoliberal que bajo la panacea de ser la solución de los Estados, crea ejércitos de millones de pobres, y legiones de millones de mendigos? Y si eso ocurre en los países que son bendecidos por la bonanza neoliberal de los que dominan el mundo ¿Qué no va a pasar en un país como Cuba que no se ha arrodillado al sistema neoliberal, y sufre las consecuencias de su rebelión?

Los que vivimos fuera de Cuba no creemos que el sistema socialista cubano sea perfecto, pero su construcción histórica nos ha persuadido que son más los beneficios que las desventajas que reporta frente a nuestras penurias neoliberales que la mayoría de los pueblos esclavizados a sus políticas económicas sufren. Tampoco le restamos credibilidad al genuino clamor de los que se manifiestan, porque quizás el gobierno a lo interno no ha hecho los ajustes necesarios para que la igualdad se riegue para todos, y la oficiosidad, y el despliegue institucional debe de aportar vigor y original entusiasmo a un proyecto humano que como tantos se puede aletargar en el camino por la facilona excusa de lo ya logrado, sin advertir la existencia de nuevas generaciones que tienen que asimilar culturalmente, en carne propia, y hacer suya la gloria de la revolución en marcha. Es apremiante ¡hacer la revolución en la revolución!

De esta revuelta, normal en estas circunstancias históricas, a plantear un cambio político en la isla, solo es concebible por grupos de extrema derecha que siempre han existido en la Isla financiados por la ultra derecha de Miami y por la CÍA, que aprovechan el descontento coyuntural para apuntalar sus agendas por 61 años vencidas. A ella se suman artistas oportunistas que reditúan con sus ambivalencias, y otros cantantes que aletargados en un país que le apuesta al arte y no a la industria musical en serie, pretenden salir de sus anonimatos para ser famosos como los chicos portorriqueños del Reguetón, y ser parte de ese espejismo de farándula que da celebridad a unos cuantos que enajenan con sus bodrios a los pueblos del mundo.

Creemos que el Estado cubano así como ha sido parte de los esfuerzos mundiales para solidarizarse con países europeos sumergidos en grandes problemas sanitarios relacionados con la pandemia e incluso organizó la operación de desembarco, y retorno al Reino Unido de más de 682 personas, la mayoría ancianos, que permanecían desde hace más de una semana en el crucero inglés MS BRAEMAR, sin ser admitidos por varios puertos del Caribe, tras detectarse 5 casos de Coronavirus. El gobierno cubano aceptó recibirlos y retornarlos en cuatro aviones de British Airways fletados por el Gobierno británico. Por esta razón, creemos que de este mismo modo extenderá lazos de solidaridad para cumplir con los requerimientos prescritos en su artículo 44 de su constitución política, y creará políticas públicas, y aprobará leyes para potenciar la inclusión social, y salvaguardar los derechos económicos de las personas que de una u otra forma están sufriendo el peso de la crisis sanitaria, y los problemas económicos que esta ha disparado. Además, de abordar con un enfoque de naturales y populares liderazgos, la adhesión generosa de estas personas a la causa revolucionaria, y no ofrecer como los políticos de derechas soluciones demagógicas para hoy, que al no cumplirlas serán los problemas del mañana, ni postergar el auxilio, y ni siquiera dar pretexto para que se solacen con nuevas crisis, estos lagartos de las transnacionales económicas, políticas, y mediáticas que sueñan con una Cuba presa del paraíso de juegos de azar, cautiva de las apuestas de casinos para millonarios sin corazón, para instaurar el mundo gansteril del hampa, y del asesinato y de la lucha de territorios para redes de crimen organizado, y para crear espacios de paraísos sexuales para pederastas. El país del hedonismo por el placer mismo de casinos, de prostitutas y playas. La isla del tabaco y el ron. La nación con más cines, autos, y televisores de toda América Latina. Un país de mercados abiertos para tragarse la plusvalía de millones de seres humanos a punta de operaciones off shore, para eliminar la universalización de la salud, y solo otorgarla a quien tiene dinero para no morirse, y volver la educación elitista para que ningún campesino tenga la osadía de volver a las universidades, el país de las divisiones sociales y raciales, y para demoler el edificio de este modelo político que le de lejos contradice moral y éticamente esa infructuosa “libertad” que otorga el modelo occidental, en la que te convierten en voyerista de la bonanza de la que solamente gozan un 3% de toda la humanidad. Esa Cuba de antes es la que queremos evitar. Esa Cuba de antes es parte del pasado, y ojalá nunca sus ciudadanos cedan al tentador espejismo del sueño de la ultraderecha, esa Cuba sería de nuevo una vulnerable sardina para esa manada de tiburones especializados en crear ejércitos de miserables sin dignidad, hija de la limosna, y reino de la esclavitud legalizada.

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