Al Mayadeen Español.- A juicio del autor, no es nuevo que Cuba juegue un papel importante en el debate electoral norteamericano. Tradicionalmente asumir una postura crítica y hostil hacia el gobierno en la isla es una de las formas en que los candidatos conservadores aseguraban el voto del exilio cubano radicado en la Florida.


Cuba y las próximas elecciones en Estados Unidos

José Ernesto Nováez Guerrero - Exclusivo para Al Mayadeen Español

Estados Unidos está entrando en un nuevo ciclo electoral y ya comienzan a esbozarse algunos de los principales temas que estructurarán los debates con vistas a las primarias de ambos partidos. 

Los demócratas llegan sumamente erosionados por la gestión de Joe Biden, cuyo gobierno no solo no ha cumplido algunas de sus principales promesas de campaña, sino que ha tenido que cargar con una inflación creciente, altos índices de inseguridad, una política exterior sumamente agresiva y costosa, particularmente en el caso de Ucrania, y el descrédito de la aparatosa retirada en Afganistán. De modo adicional hay un distanciamiento del país con aliados tradicionales, destacando el caso de Arabia Saudita, lo cual atenta no solo contra la influencia política de EEUU, sino también contra la arquitectura financiera del dólar. Biden ha dicho que se postulará nuevamente para 2024, pero la edad del presidente y sus continuas “confusiones”, no parecen generar confianza en el electorado.

Por su parte los republicanos parecen tener mejores opciones con vistas al ciclo electoral. La popularidad de los candidatos a las primarias, entre los que destacan el expresidente Donald Trump, el gobernador de la Florida Ron de Santis y el exvicepresidente Mike Pence, dan muchas opciones a un partido donde la línea dura conservadora parece ser la norma política imperante.

En medio de las declaraciones hechas por los candidatos, por representantes y senadores como parte de una estrategia para ir colocando temas en la agenda mediática, destaca el tema Cuba. 

No es nuevo que Cuba juegue un papel importante en el debate electoral norteamericano. Tradicionalmente asumir una postura crítica y hostil hacia el gobierno en la isla ha sido una de las formas en que los candidatos conservadores aseguraban el voto del exilio cubano radicado en la Florida, al menos de su liderazgo político y económico. En el complejo mapa político estadounidense, la Florida es un estado que aporta numerosos votos electorales y que era considerado hasta hace poco uno de los denominados “estados péndulo”. O sea, estados donde podían ganar por igual demócratas o republicanos, lo cual le daba al estado un peso político decisivo a la hora de definir unas elecciones. Fue el caso por ejemplo de la polémica victoria de Bush hijo sobre Al Gore en el año 2000.

Pero desde hace ya al menos un lustro, la tendencia electoral en la Florida ha ido inclinándose hacia el lado republicano. Se precisaría un análisis sociológico para entender este giro conservador en un estado donde los migrantes o descendientes de migrantes representan un por ciento alto de la población y, sobre todo, el cambio de postura operado en una parte importante de la comunidad cubana en los años de Donald Trump. Sin embargo, se puede entender en el marco de la dinámica general de extrema polarización por la cual atraviesa la sociedad y la política en EE.UU.

Poner de modo agresivo el tema Cuba en la agenda del debate con vista a las primarias republicanas, parece responder entonces, en primer lugar, a la intención de preservar ese voto cubanoamericano y floridano. Para dotar de una razón moral al debate (y se sabe, como argumenta el propio Noam Chomsky, que la conciencia política norteamericana precisa siempre de razones morales que justifiquen su accionar) se apela a una nueva narrativa, edificada a toda carrera, en la cual se acusa a Cuba de acoger bases militares chinas en su territorio.

Como en el caso de los ataques sónicos a los diplomáticos esgrimidos durante la administración Trump, la acusación viene acompañada de más revuelo mediático que pruebas. Y lo cierto es que, en tanto no es una apelación a la razón sino a las narrativas, las pruebas son lo menos importante en este caso. Que se diga que Cuba tiene estas bases ya es elemento suficiente para que, por ejemplo, el representante Matt Gaez, republicano de la Florida, dijera durante una audiencia del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes que Biden debía usar la fuerza militar para sacar activos militares chinos de Cuba. Por su parte Donald Trump declaró en la red social Twitter que cuando él fuera reelecto, le daría a China 48 horas para remover todo su equipo militar de Cuba o de lo contrario él, literalmente, dejaría caer el martillo, signifique lo que signifique.

Todo esto indica que el debate en las primarias republicanas va a tener una de sus líneas en demostrar quién está dispuesto a ir más lejos en sus amenazas para castigar a Cuba. La narrativa, además, tiene la virtud de que une en un mismo relato la odiada isla y su amenaza simbólica y la amenaza mucho más real de la superpotencia china, que es una verdadera fuente de preocupación para la hegemonía política del deep state norteamericano. No asombraría tampoco que, en el proceso, “descubrieran” también alguna base rusa en la isla o iraní o incluso, quien quita, venezolana.

Pero también este agresivo vuelco hacia Cuba pudiera ser la antesala de un vuelco mayor. Es evidente que EE.UU. no ha sabido construir una hegemonía duradera en el Medio Oriente. Lo que se edificó por la vía de las armas desde principios de los 2000, hoy se desmorona, dejándole pocos asideros. Dando un rápido vistazo, es fácil constatar que el eje de la Resistencia con núcleo en Irán y Siria se ha consolidado. Irán ha restablecido relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, su mayor enemigo regional. La mayor potencia sunita y la mayor potencia chiíta se dan la mano por mediación de China y no solo eso, sino que aceptan constituir, junto con otros aliados regionales, una flota conjunta para garantizar la seguridad del Golfo Pérsico. La propia Arabia Saudita, cuyos petrodólares habían sido fundamentales para la estabilidad del dólar como moneda de reserva a nivel internacional, comienza a vender petróleo en otras monedas, particularmente en yuanes. Israel, principal aliado regional, atraviesa por una compleja crisis política y Turquía, a pesar de la sinuosidad de su política exterior, parece estar en mejor entendimiento con Rusia e Irán. En Iraq la situación parece hacerse insostenible para las tropas norteamericanas asentadas, al igual que en Siria. Y para colmo, son fuerzas militares actuando sin una agenda y fines políticos claros.

Todo esto sumado a que, a pesar de las sanciones y los numerosos pactos y articulaciones, EE.UU. parece estar perdiendo la guerra comercial con China. La presencia económica del gigante asiático no hace más que crecer, al punto de disputar y desplazar a los capitales norteamericanos y europeos de espacios tradicionales de su influencia como África o América Latina.

En ese escenario, es probable que veamos un reemerger de la doctrina Monroe adaptada, 200 años después, a los intereses imperiales del presente. Y es probable que este reemerger se evidencie en una política de agresividad y desestabilización creciente en contra de los principales proyectos contrahegemónicos del continente, pero también de cualquier proyecto que no siga férreamente la línea de Washington. Es posible, entonces, que la escalada contra Cuba se mantenga y sea solo parte de una estrategia mayor a escala regional.

Por lo pronto ya comienza nuevamente la charada electoral en EE.UU. y debemos estar atentos a lo que ocurra. En el complejo contexto interno del país y en el escenario de un mundo en plena reconfiguración geopolítica, los resultados de esta contienda pueden tener consecuencias impredecibles.  

 

José Ernesto Nováez Guerrero

Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Coordinador del capítulo cubano de la Red en Defensa de la Humanidad. Rector de la Universidad de las Artes

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