TV Cubana.- Palabras de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de la República de Cuba en Asamblea General sobre desafíos para enfrentar la crisis por la pandemia de la Covid-19.


Intervino Díaz-Canel hoy en Asamblea General de la ONU

Cubadebate - Foto: Estudios Revolución

Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de la República de Cuba, participó este jueves en el XXXI período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), que inició hoy de manera virtual.

El encuentro se extenderá hasta mañana viernes y revisará la respuesta global a la pandemia de la COVID-19. La delegación cubana está integrada, además, por el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla.

Asistieron de manera virtual también el representante permanente de Cuba ante las Naciones Unidas, Pedro Luis Pedroso, y otros funcionarios de la Cancillería.

El mandatario cubano intervino en septiembre último en el debate general del 75 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, convocado igualmente de forma virtual, donde denunció la escalada de agresiones del gobierno de Estados Unidos contra la Mayor de las Antillas en medio de la situación impuesta por la COVID-19.

Según había denunciado, la agresividad de Washington alcanzó un nivel cualitativamente nuevo, que refuerza su condición de impedimento real y determinante para el manejo de la economía y el desarrollo

Asimismo, solicitó entonces el cese de la campaña difamatoria contra la cooperación médica internacional de Cuba, cuyos integrantes contribuyen a salvar vidas y a reducir el impacto del coronavirus en diversas latitudes.

(Con información de Prensa Latina)

 

Emergencia planetaria por la COVID-19: Un nuevo llamado a la conciencia del mundo

Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Señor Secretario General;

Señor Presidente;

Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno;

Jefes de delegaciones:

Quisiera agradecer a la República de Azerbaiyán, que preside el Movimiento de Países No Alineados, por la iniciativa que propició la convocatoria a este período extraordinario de sesiones de la Asamblea General.

Una respuesta coordinada a la COVID-19 y sus consecuencias, en consonancia con los protocolos y buenas prácticas de la Organización Mundial de la Salud, sólo está en capacidad de promoverla a gran escala, este órgano, el más universal y representativo de las Naciones Unidas.

Es un hecho triste pero incontestable que la pandemia ha exacerbado los graves problemas y colosales desafíos que ya enfrentaba la humanidad antes de su aparición.

Hablamos de guerras, incluidas las no convencionales; de uso y amenaza del uso de la fuerza y de la aplicación de medidas coercitivas unilaterales, pero también de la ausencia o precariedad de servicios de salud, educación y seguridad social, bajo las reglas ciegas del mercado y el intercambio desigual que prevalecen en el mundo.

Hoy son dramáticamente visibles los signos de lo que algunos expertos califican como la peor recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial, y nadie duda que el mayor peso de la crisis recaerá sobre los países del Sur, ya afectados por el abuso neoliberal, que ha profundizado los estragos de la pobreza.

La deuda externa de los países en desarrollo, pagada varias veces y acrecentada por la pandemia, cortando de tajo las aspiraciones de bienestar económico y social, es impagable y deber ser condonada.

En las actuales condiciones, urge el establecimiento de un orden internacional justo, democrático y equitativo. Es una condición para la supervivencia de la especie en un mundo cada vez más interconectado y paradójicamente desigual.

La COVID-19 ha puesto al desnudo el costo humano de esa desigualdad y develado la urgente necesidad de fortalecer los sistemas nacionales de salud, propiciar el acceso universal y gratuito a los servicios médicos básicos y garantizar la distribución equitativa de recursos vitales.

El mundo mira con estupor, por ejemplo, cómo Estados Unidos, responsable del 38% del gasto militar global, es incapaz de responder por los más de 11 millones de contagiados y los más de 238 000 fallecidos por COVID-19 en ese país.

Una pregunta surge al observar el duro panorama de contagios, rebrotes y colapsos en los servicios de salud de naciones de envidiable prosperidad: ¿Por qué el enorme presupuesto que hoy se dilapida en la carrera armamentista no se emplea para enfrentar esta y otras pandemias más antiguas como el hambre y la pobreza?

Señor Presidente:

Desde la aparición del SARS-CoV-2 y ante la amenaza de que se convirtiera en pandemia, Cuba elaboró un Plan Nacional para su prevención y control. Su implementación se apoya en las fortalezas de nuestro sistema de salud, de probada calidad y alcance universal y en el desarrollo científico del país.

Con modestia y también con sano orgullo, hoy podemos explicar al mundo cómo fue posible.

En Cuba hemos implementado un sistema de gestión del Gobierno basado en Ciencia e Innovación, que ha fertilizado las interconexiones entre los sectores del conocimiento, productivo, de los servicios y social.

Se trata de un sistema inclusivo, participativo, sistémico, transdisciplinario e intersectorial, que cristaliza y logra su mejor resultado en la robustez de los protocolos aplicados en el enfrentamiento a la COVID-19 y en la responsabilidad demostrada por nuestro pueblo.

Dicho en otras palabras: lo que hacemos es una expresión práctica de cómo opera el sistema social de Cuba, capaz de resolver o enfrentar exitosamente problemas muy complejos, centrando la labor del Gobierno en el ser humano como prioridad.

El papel de la ciencia y su articulación con la gestión gubernamental han sido fundamentales. Los relevantes logros alcanzados en la industria médico-farmacéutica y la biotecnología, nos permiten enfrentar la enfermedad en mejores condiciones. Dos candidatos vacunales cubanos en fase de ensayos clínicos se incluyen entre los 47 registrados por la Organización Mundial de la Salud.

Fieles a nuestra vocación humanista, 53 brigadas médicas han apoyado el combate a la enfermedad en 39 países y territorios, las que se sumaron a las que ya prestaban servicio en 59 naciones.

Ello ha sido posible incluso bajo el pesado fardo del criminal e injusto bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos, de su recrudecimiento sin precedentes y de una cínica campaña de descrédito contra nuestra cooperación médica internacional.

Denunciamos aquí esa conducta agresiva hacia Cuba y otras naciones soberanas y el anunciado intento de reimponer la Doctrina Monroe, quebrantando el Derecho Internacional y la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz.

Nuestro compromiso con los propósitos y principios que originaron esta Organización permanece inalterable. La voluntad de continuar trabajando a favor del multilateralismo, la solidaridad, la dignidad humana y la justicia social, es firme y resuelta.

La emergencia planetaria en que nos ha sumido la COVID-19 suena como un nuevo llamado a la conciencia del mundo. Escuchemos esta vez. Sí se puede. Cuba es la prueba.

Muchas gracias.

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