Lorenzo Gonzalo - Radio Miami.- El tema de la oposición en Cuba, de la manera que los medios internacionales la expone, es burdamente distorsionado. También debemos decir que muchos de los mecanismos políticos cubanos, crean limitaciones para una realización más efectiva de la democracia.

La prensa internacional, interesada únicamente en destacar los valores de las “democracias representativas”, aborda la problemática cubana, sin analizar las contradicciones y enormes limitaciones de ese tipo de democracias. Por esta razón sus informaciones y análisis resultan simplistas para los conocedores sociales.

En Cuba como en Estados Unidos, en una dimensión diferente por tratarse de dos concepciones distintas, no existe ninguna fuerza que desafíe el sistema social al uso y mucho menos que haga vislumbrar un cambio de dirección. La confusión surge por la presencia en Estados Unidos de dos entidades políticas llamadas Partidos, que sólo difieren en el criterio sobre los procedimientos a seguir en la administración del Estado. Cuba tiene un mecanismo similar, aun cuando se encuentra en un estadio muy primitivo, que se realiza dentro de las instancias políticas, estatales y civiles. En cuanto a la civilidad también se producen confusiones porque las entidades civiles surgen a partir de requerimientos sociales y no como instrumentos inventados caprichosamente para escalar a las esferas de dirección.


En ninguno de los dos casos dicho procedimiento, tanto en Estados Unidos como en Cuba, desafía el sistema social, sino que se plantea la manera de perfeccionarlo y garantizar su mejor desarrollo. En Estados Unidos ese proceso prioriza el beneficio individual de los empresarios y corporaciones privadas de negocio, mientras en Cuba se persigue un objetivo social. No entraremos en detalles y en el análisis de los enormes desafíos que, principalmente por razones ideológicas, Cuba deberá superar para hallar las vías adecuadas a este fin, pero es importante colocar en contexto las diferencias esenciales que distinguen el desenvolvimiento de la oposición en uno y otro proceso.

Lo que han tratado de fomentar en Cuba los llamados disidentes, es un movimiento para cambiar el sistema, lo cual nada tiene que ver con los partidos tradicionales al uso. El surgimiento de este tipo de movimientos sociales es típico de situaciones desesperadas, donde las sociedades, perdidas sus esperanzas, comienzan a buscar nuevos rumbos. Casos de esta naturaleza los encontramos en Suramérica y el Caribe, donde fuerzas sociales, compuestas por diversos segmentos de la sociedad, han fundado partidos orientados a transformar sus democracias representativas en procesos donde se logre, junto al perfeccionamiento de la representación, una efectiva participación ciudadana. Estos partidos no son de oposición, sino revolucionarios o transformadores. Las oposiciones en política siempre son complementarias, pero cuando se aboga por la transformación hay choques contradictorios que, en ocasiones son insuperables.

Las razones por las cuales grupos aislados de personas y en ocasiones personas individuales, sin más seguidores que algunos familiares, o un vecino arrastrado por la inercia de la amistad, han alcanzado exposición política internacional, se debe al afán de las fuerzas internacionales, especialmente Estados Unidos, por evitar que en Cuba se desarrolle un sistema que marche a contrapelo del suyo.

Si la prensa estadounidense se hubiese dedicado durante años a entrevistar personas aisladas y a pequeños grupo que plantean la transformación del Estado vigente en los Estados Unidos, a estas alturas el mundo creería que existen movimientos disidentes, o transformadores, o revolucionarios en el país. Pero semejantes reclamos no han llegado a la conciencia del ciudadano estadounidense. En un mundo, acostumbrado a engullir noticias sazonadas y no a buscarlas con denuedo, es fácil convencerlos de todo los contrario.

El caso de los supuestos opositores cubanos es diferente porque se trata de peones de una política diseñada hace cincuenta años en Estados Unidos. De aquí que exista un empeño en presentar algo que constituye una excepción del proceso cubano, como un fenómeno contenido por la represión brutal de un régimen que en la realidad nunca ha existido. La radicalidad de ciertas respuestas cubanas ante agresiones amparadas por una superpotencia como Estados Unidos, pueden haber causado encarcelamientos injustos o condenas excesivas, pero nunca las grandes masacres sucedidas en otros países, algunos amigos y aliados de Estados Unidos.

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