La final del Concurso Mr. Cuba tuvo lugar el 18 de junio en la Fábrica de Arte Cubano (FAC). Foto: Tomada de El Caimán Barbudo.


Con Filo.- El Mister Cuba levantó pasiones y no por lo que se espera que levanten pasiones estos concursos, sino porque pasó de mister a misterio, el misterio de por qué se realiza y promueve un evento de este tipo en nuestro país. Sobre este y otros acontecimientos estaremos hablando hoy.

 

Concursos de belleza: ¿Un reflejo superficial de nuestra sociedad?

Brayan Castillo Freire

Tomado de Cubadebate

La reciente celebración del Concurso Mr. Cuba, cuya final tuvo lugar el 18 de junio en la Fábrica de Arte Cubano (FAC), ha despertado sorpresa en la sociedad cubana. Este tipo de evento, centrado en la apariencia física y en la búsqueda del hombre más “atractivo”, es una novedad en la Cuba de las últimas seis décadas. Desde una perspectiva sociológica, resulta crucial analizar los efectos negativos que este tipo de concursos pueden tener en nuestra sociedad y en la degradación de nuestra cultura.

La realización de concursos de belleza, como Mr. Cuba, plantea interrogantes sobre la dirección que estamos tomando como sociedad. Después de décadas de lucha por la igualdad, la justicia social y la promoción de valores más profundos, resulta preocupante observar cómo nos dejamos seducir por eventos que enfatizan la superficialidad y la objetificación de las personas. Nos encontramos frente a un dilema, ya que estos concursos promueven una visión estrecha de la belleza y pueden socavar los avances alcanzados en la construcción de una sociedad más equitativa.

Uno de los aspectos más inquietantes es la perpetuación de estándares de belleza inalcanzables. Estas competencias, mediante criterios estéticos específicos, establecen una imagen idealizada de la belleza que se aleja de nuestra diversidad cultural y física. La imposición de estos ideales genera una presión social para ajustarnos a un molde irreal, afectando negativamente la autoestima y contribuyendo a la exclusión de aquellos que no se ajustan a estos estándares preestablecidos (Berger y Luckmann, 1998).

Además, los certámenes de belleza fomentan la cosificación de los cuerpos, tratando a las personas como meros objetos de exhibición. Los participantes son juzgados principalmente por su apariencia física, dejando de lado otras cualidades y talentos que podrían tener. Esta cosificación erosiona la dignidad y promueve la valoración superficial de las personas, limitando así nuestra percepción de su valor intrínseco (Fredrickson y Roberts, 1997).

Asimismo, estos caballos de troya tienen una fuerte influencia en la construcción de nuestra identidad como sociedad. Al enfocarnos exclusivamente en la apariencia física, corremos el riesgo de descuidar aspectos más importantes de nuestra identidad, como nuestros logros, habilidades y valores. Esto lleva a una disminución de la autoestima basada en nuestra verdadera esencia como individuos y como colectivo (Mead, 1934).

¿Y qué decir del impacto en la degradación de nuestra cultura? Nuestra rica historia y tradiciones culturales se basan en valores más profundos que trascienden la apariencia física. Al promover y enaltecer la superficialidad, estamos corriendo el riesgo de perder nuestra identidad cultural única y auténtica.

Es necesario reflexionar sobre los valores que queremos promover en nuestra sociedad. Debemos cuestionar la relevancia y el impacto de eventos como el Concurso Mr. Cuba, buscando alternativas que fomenten una visión más inclusiva y diversa de la belleza y que valoren a las personas en su totalidad.

Los concursos de belleza, al igual que los cigarrillos, es poco probable que puedan ser eliminados por completo, ya que cada individuo tiene el derecho de participar o disfrutar de ellos. Sin embargo, al igual que los cigarrillos, es crucial que se les acompañe de una advertencia clara sobre los impactos negativos que pueden tener en nuestra sociedad y en la autoestima de las personas. De esta manera, podremos promover una mayor conciencia sobre los efectos nocivos de estos concursos y fomentar un cambio hacia una sociedad más consciente y equilibrada.

Fuentes:

  • Luckmann, T., Zuleta, S., Berger, P. L. (1998). La construcción social de la realidad. Argentina: Amorrortu.
  • Fredrickson, B. L., y Roberts, T. A. (1997). Teoría de la cosificación: Hacia la comprensión de las experiencias vividas por las mujeres y los riesgos para la salud mental. Psicología de la Mujer Trimestral, 21(2),173–206.
  • Mead, G. H. (1934). Espíritu, persona y sociedad. Paidós.

(Tomado de El Caimán Barbudo)

 
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