“Desde la Revolución, el cine cubano tiene un espíritu crítico”

Cubainformación.- Belkis Vega Belmonte es una de las primeras mujeres cineastas cubanas. También ha sido corresponsal de guerra en el Líbano y Angola y profesora en diferentes centros académicos y culturales de Cuba, así como de varios países de América Latina y Europa. Ha recibido numerosos premios por sus documentales. Uno de sus últimos trabajos, «Viviendo al límite», que recibió el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine Pobre de Gibara (Cuba), cuenta las vivencias de las personas afectadas por el VIH-SIDA en la Isla. Belkis Vega también pasó por el plató de televisión por Internet que Cubainformación instaló en la Muestra del Festival de Cine Pobre de Gibara (Cuba), llevada a cabo en Europa por la ONG vasca Mugarik Gabe.

Texto publicado en Cubainformación en papel nº 7 - Otoño 2008

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- ¿Cómo te planteaste hacer un documental de las características de «Viviendo al límite»? ¿Cómo se trata el tema del VIH–SIDA en Cuba?
- Esta película nació del dolor grande de perder a mi mejor amigo a causa del SIDA. Lo que me propuse fue hacer un filme que ayudara a sensibilizar a las personas que enfrentan la vida con el VIH–SIDA. Sabiendo que la muerte puede ser algo cercano, eso no impide su deseo y derecho de vivir a plenitud la vida que les queda. Quise mezclar el documental con la ficción. Me propuse utilizar un formato teatral que tuviera que ver con la creación colectiva, empleando el psicodrama, que me permitiera mezclar aspectos de su forma de vida anterior a la enfermedad con la actualidad de sus vidas. Fue un proceso de investigación muy extenso.
No quería que todos los protagonistas fuesen de La Habana, quería que fueran de distintas provincias, edades, sexos, tendencias sexuales... Hicimos una preselección de 11 personas y al final quedaron solamente cinco, aunque continué con el tema realizando dos documentales más donde aparecen tres de estos protagonistas, así como una serie de ocho capítulos para televisión como final de proyecto.
- En este proyecto no partes de una visión externa del asunto, desde el punto de vista de una documentalista clásica, sino que tienes una implicación muy fuerte con las personas protagonistas.
- Utilizamos esa manera teatral como una forma de interacción entre los protagonistas, los actores y el equipo fílmico. Todos nos compenetramos mucho y al final teníamos, más que un compromiso creativo, un compromiso emocional. También porque hay temor de tratar el drama en el cine documental, ya que hay personas que temen que eso se transforme en una novela rosa o caer en el melodrama. Creo que desdramatizar tampoco es lo correcto, si uno quiere que los espectadores se impliquen de una forma emocional y se sientan cerca de esas personas. Uno tiene que acercar al público el drama que implica, pero sin pasar la frontera de transformar la vida de las personas afectadas en un espectáculo. Sabemos que todavía hay una falta de comprensión por parte de la sociedad y esto es una de las razones por lo que hice este filme. Hay mucha gente que no es que quieran discriminarlos, sino que tienen temor. Existe miedo.
- ¿Hay muchos prejuicios con el tema?
- Yo pienso que prejuicios hay en todas partes. Esta película la he exhibido en España, en Suiza y en Centroamérica y el efecto de reflexión ha sido muy similar, ya que la gente se ha identificado con las personas protagonistas del documental.
- ¿Cómo acogió la película el público cubano?
- Se estrenó con lleno total en el Cine Chaplin (La Habana), que es un cine de 1.500 butacas. Creo que ha sido el estreno más emotivo de mi vida. Las demostraciones inmediatas de mucha gente que se me acercaba, que me escribieron al correo, a la dirección postal...
Yo quedé muy satisfecha con el resultado. Creo que el objetivo de sensibilizar es un objetivo que la película ha logrado. Después de este estreno se exhibió en las 14 provincias de Cuba y se ha utilizado mucho en trabajos de sensibilización por parte de las personas que trabajan con el VIH–SIDA.
- En esta Muestra de Cine Pobre no se ha visto ninguna película tuya, pero sí hemos podido ver la «Hipocresía del deseo», realizada por alumnado tuyo de un curso que diste en Barcelona. ¿Trabajas también con gente joven en Cuba?
- El trabajo con personas más jóvenes es algo que descubrí cuando comencé a hacer docencia, no lo seleccioné yo. Me retaron y acepté, y descubrí que me realiza mucho el trabajo de formar a otras personas. El taller de Barcelona comenzó en 2005, ahora estamos en la 4ª edición y el documental «Hipocresía del deseo» es de 2006. Es un documental que trata el tema de la prostitución, una industria que produce mucho dinero y donde la única que esta victimizada es la mujer que ejerce en la prostitución, porque el resto del aparato comercial que se mueve detrás no lo está.
Es un enfoque distinto que me resulta interesante para provocar una reflexión. Mi último trabajo ha sido la asesoría de un documental con cinco historias dirigidas por jóvenes cubanos, entre 22 y 28 años, sobre la alfabetización actual con ayuda cubana en América Latina, llamado «La dimensión de las palabras». Se filmó una historia en Guatemala, otra en Honduras, otra en Venezuela, y dos en Bolivia. Lo importante es la manera como ellos asumieron esto, hicieron “cine de guerrilla” total, con el bajísimo presupuesto que propone el “cine pobre”. Hacer cine a toda costa, viviendo con los maestros y médicos cubanos en situaciones complejas, viviendo con los protagonistas y en lugares geográficamente distantes y peligrosos, tratando de defender la historia que ellos querían hacer y llegar a muchos de los olvidados del mundo, dándole voz a aquellos que no la tienen, que es parte de la función que tiene que cumplir el documental. Para mí, asesorar en un proyecto como éste me llena de satisfacción y estoy muy contenta con el resultado.
- ¿Se puede decir que la industria cinematográfica cubana goza de buena salud?
- Lo primero es que se ha democratizado mucho la forma de hacer cine y eso ha posibilitado el acceso a muchas más personas, y que no tengan que depender de la industria institucional para poder realizar, que puedan hacer cosas de manera más independiente. «La dimensión de las palabras» está organizada por el Instituto Cubano de Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC), que asume la producción general, pero con la ayuda de los productores independientes. La producción del filme fue apoyada en los viajes por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, que facilitó que ellos pudieran acercarse a esos lugares, ya que no tenían financiamiento para llegar. Creo que el cine cubano ha encontrado unas vías no dependientes solo del apoyo institucional, sino buscando vías más personales de producir, y además interrelacionar unas con otras, porque no tienen por qué excluirse.
- Tú que has viajado visitando otros países, presentando tus películas o dando cursos, ¿cómo crees que percibe la gente de otros países el cine cubano?
- El cine cubano llega poco al exterior, a no ser dos o tres películas emblemáticas, como «Fresa y chocolate». En cine alternativo o en festivales la presencia es mayor. Aquí hay un criterio muy mal visto de la realidad cubana, que por supuesto es consecuencia de una gran manipulación. La pregunta clave es ¿hay censura en Cuba? Yo creo que igual que en todas partes. No conozco ningún país del mundo donde no se censure. Cada medio informativo establece su política de información y esa política define qué se exhibe y qué no. En Cuba, como en el resto del mundo, se producen cosas al margen de estos medios y tienen un espacio de exhibición. El hecho de que no lleguen a la televisión no quiere decir que estén censuradas, sino que quizás no entran dentro de la política informativa de la televisión cubana.
Creo que en Cuba se critica para ver cuáles son los problemas y tratar de buscar una solución, no creo que eso sea hacer oposición. Es revolucionario hacer crítica y tener una actitud rebelde y transformadora de todo lo que se hace mal y buscarle una solución. Que los jóvenes tengan esa actitud es positivo y en Cuba hay una muestra de ese cine joven que se empieza a exhibir.
- Los cineastas de tu generación tienen una tradición de espíritu crítico en su forma de cine. Ahora hay otra generación, con otra forma de decir las cosas y de ejercer la crítica, pero ésta no es una novedad en el cine de Cuba...
- En el cine de ficción cubano encontramos ese espíritu crítico desde el triunfo de la Revolución hasta nuestros días. Los jóvenes tienen una forma diferente de ver las cosas, cada generación responde a su tiempo y a sus circunstancias, yo no puedo pretender que un joven cubano piense como pienso yo. Están para dar su perspectiva y su manera de ver las cosas, hacerse ver, participar y proponer otra manera de mirar.
- Decía que eras unas de las pocas cineastas que hay en la Isla o, quizá, una de las pocas que se conocen ¿Por qué hay tan pocas? ¿O por qué no se conocen, si hay más?
- La primera fue Sara Gómez que murió en el año 1974 siendo la única en el año del triunfo de la Revolución cubana, 1959. Ahora somos unas cuantas más, pero no demasiadas. En el cine de ficción hecho con soporte celuloide solamente hay dos filmes largometrajes hechos por mujeres, y ahora se está editando el tercero. Es absolutamente contradictorio que una mujer cubana pueda dirigir una telenovela de 130 capítulos, de una hora cada uno, y no pueda dirigir un largometraje de ficción para el cine. Hay que analizar muchísimas cosas sobre lo machista que ha sido la industria cinematográfica en todas partes. Lo cierto es que todavía no tenemos el lugar que debemos tener en la industria del cine.
- El director del ICAIC dice que hay cierta reticencia de los cineastas a considerar que lo que se puede hacer en video es realmente cinematográfico. ¿Qué opinas?
- Yo me ví obligada a pasarme del cine en 35mm al video en la crisis económica de los 90. Directoras y directores de Cuba han estado 7 u 8 años sin hacer absolutamente nada. El cine sigue ofreciendo unas posibilidades en términos estéticos, una sensibilidad, una calidad, que todavía el video, incluso el de alta definición, que es lo que más se acerca al cine, no alcanza.
Hay quien nos acusa a las personas que nos formamos en soporte cine de estar siempre añorándolo. Hay dos cosas. La primera es que cuando dejas de hacer cine y vas a hacer video pierdes un sentido que es el táctil. Con la película tú estableces una relación física, más íntima y afectiva, y con el soporte de video no. Por otra parte, los que tuvimos que comenzar a hacer video, cuando todavía no existía la edición no lineal, sufríamos muchísimo porque la edición cinematográfica es no lineal, y de pronto de editar en cine en una moviola (algo tan artesanal con el romanticismo de pegar, cortar...) a de pronto editar en video, para mí fue traumatizante, durísimo. En estos momentos la gente filma en cine y edita en avid (ordenador).
- En cualquier caso, sí que es verdad que la digitalización del cine ha provocado que muchos cineastas en Cuba dejaran de producir...
- Yo aplaudo todas las posibilidades que el video nos da, sobre todo el hecho de poder filmar con costes muchos más bajos. Creo que es la solución para que los países pobres puedan producir cine de una manera independiente, sin tener que depender de grandes industrias. Creo que para los documentales el video digital es el medio idóneo si lo quieres llevar luego a la pantalla de cine. Pero en las películas habrá que avanzar un poquito más con la exhibición. Para mí la forma idónea de ver una película es una sala oscura, con una pantalla inmensa, donde te interrelacionas tú y esa obra que está ahí, y tú tienes un espacio para estar dentro de esa obra. No tiene nada que ver con la forma de visionar con un equipo de video en tu casa, donde tienes un montón de atracciones alrededor.
- ¿Les ves un futuro interesante a las nuevas generaciones en Cuba?
- Muchísimo. Yo estoy encantada, agradezco a la docencia estar cerca de las nuevas generaciones. Recuerdo cuando terminamos «La dimensión de las palabras». Les dije que estaba muy agradecida de haber trabajado en ese equipo, y ellos me decían que me lo agradecían a mí. La verdad es que disfruté muchísimo de esa relación tan cercana. Cuando estaban filmando en esos países, en Bolivia por ejemplo, tuvieron que desarrollar la imaginación, por ejempo utilizaban como contrapeso para la cámara una mochila para poder filmar dentro de un aula. Filmaron de una manera que a mí me encantó.
- ¿Qué proyectos tienes ahora que nos puedas contar? Además de seguir con tus clases, ya que te has hecho indispensable en muchos sitios...
- No me gusta mucho contar mis proyectos, soy un poco supersticiosa. Pienso que si los cuento no van a realizarse. Pero tengo muchos proyectos. Yo ya hice una versión de «La casa de Bernarda Alba», de Federico García Lorca, y quiero hacer otra. A mí Lorca me fascina, su mirada sigue teniendo una contemporaneidad tremenda, me gusta mucho llevar las obras teatrales a obras audiovisuales. Tengo muchos proyectos documentales también. Por ejemplo, un documental que tiene que ver con mujeres dominicanas emigradas, y también algún que otro proyecto en Cuba, pero aún prefiero no hablar de ello. Y en un futuro quiero hacer un libro de los filmes. Hay gente que me dice: “¿por qué tú no escribes un libro?”. Yo digo que eso es para cuando esté más viejita y ya no pueda hacer más películas. Ahora mi tiempo es para hacer películas y dar clases.


 

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