Ernesto González* - Cubainformación.- Congelación de salario, seguro de menor calidad y encima agradecimiento, porque el mini estado para el cual trabajamos, nos ha permitido seguir sobreviviendo, mientras continuamos con nuestra alegre vida televisiva y nuestra feliz e interesante compradera de útiles (e inútiles).


Como he escrito otras veces, me interesa más estudiar los desastrosos efectos psicológicos de la cultura dominante que su igualmente terrible secuela de desigualdades encubierta bajo los tópicos de “ganadores” y “perdedores”, y estupideces parecidas. Estoy mejor apertrechado de armas psicológicas que de conceptos económicos, será por eso, y además, porque para mí la obligación del individuo debe ser primero descubrir su propia ceguera. Únicamente después podrá cambiar el mundo en que vive.

Pero vayamos al centro de esta nota. Estoy entre los afortunados de tener un seguro médico bastante aceptable, empeorado desde enero. O sea, la compañía, que ya nos congeló los salarios, contrató otro proveedor de salud más barato (para ella, pues no se ha mencionado la menor disminución en la cantidad con la que tenemos que contribuir al mes) y de menor calidad para nosotros. Con todo y lo demás, debemos sentirnos agradecidos (parece ser), puesto que no nos ha dejado en la calle. Este pequeño mini estado (y lo de mini está por verse) para el cual trabajamos, nos ha permitido seguir sobreviviendo, mientras continuamos con nuestra alegre vida televisiva y nuestra interesante compradera de útiles (sobre todo de inútiles).

De nuevo me salgo del punto. En mi consulta médica del sábado (tengo sólo 15 días de vacaciones al año, voy al médico los sábados para no usar tampoco mis 4 días de enfermedad sino sólo en caso de emergencia-gravedad-muerte), al plantearle al médico que el seguro no cubre una investigación más profunda sobre los orígenes de mi sordera, el galeno me respondió muy indignado que iba a escribirle una carta al seguro. Como vi que continuaba escribiendo en una receta, esperé por la no solicitada (aunque bienvenida) misiva de protesta, en tanto seguíamos hablando, ahora, de mi problema estomacal.

Tengo un problema estomacal, como muchos en esta región, empeorado por las carnes llenas de hormonas, la comida rápida, el clima y en general por un estilo de vida que favorece demasiado la comodidad. Mi esófago va camino de un cáncer casi inevitable, y el tratamiento, o sea, todas esas pastillas “de tecnología de puntera” que pueden resolver el asunto, cuestan al seguro casi $200 más $40 que tengo la obligación de pagar. Por supuesto, descuentan de mi salario un total de $80 mensuales como mi contribución al seguro y me cobran $20 por cada consulta. Sin contar, los daños colaterales de toda esa química en cualquier organismo humano (o no).

Vuelvo al asunto. Esta genial pastilla púrpura tan publicitada, a mí me ha resultado inefectiva hasta el momento. Y tampoco existe, hasta dentro de 2 años, una homóloga genérica más barata. De manera que le planteé al médico el asunto con pelos y señales (económicas y resultantes). El galeno en cuestión se levantó muy orondo, y regresó a los pocos minutos con un cupón para usar por 7 días GRATIS, la mágica pastilla.

Para terminar la sesión médica de una vez, sin dudas algo atormentado por mis preguntas y reclamos, me tendió el cupón con una receta. Agarré el cupón y descubrí que la receta, en vez de ser una alternativa química más económicamente asequible a mis problemas estomacales, constituía en sí misma la susodicha protesta a la “aseguradora” médica. Protesta que debería enviar yo y, de más está decirlo, encargarme responsablemente de “invertir en mi futuro” y comprar el dispositivo para sordos que tampoco cubre el seguro, y que casi cuesta $2,000.

Abandoné el recinto casi con alegría: me había hecho de un cupón GRATIS y había recibido una lección sobre responsabilidad, además de la posible aceptación de que me investigaran un poco más esa tendencia a la sordera que he padecido desde que nací, que me ha buscado unos cuantos problemas y a la vez me ha obligado a ver las cosas que me rodean con menos recomendaciones y consejos. La sordera también tiene sus aspectos positivos, después de todo.


* Ernesto González, escritor cubano residente en Chicago, publica artículos en revistas locales y electrónicas, ha enseñado español en la East-West University y en la escuela Cultural Exchange. Fue asesor de la prueba nacional de español de Riverside Publishing. Sus novelas “Habana Soterrada”, “Memorias de una Bodega Habanera”, “Descargue cuando Acabe” y ‘Bajo las Olas” están disponibles en amazon.com (EEUU) y lulu.com (Europa y Latinoamérica). 

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