Michel Hernández - Prensa Latina.- Pocas horas antes de partir hacia México para participar la próxima semana en el festival Celebremos América, Wynton Marsalis acaba de demostrar en Cuba que es un músico único en su especie.


Cuando parecía que ya lo había dicho todo, el legendario trompetista estadounidense, respaldado por la Lincoln Center Jazz Orchestra (JLCO), escribió la brillante página final de su histórica visita a la isla que, a juicio de varios expertos, podría marcar un antes y después en el contexto del jazz nacional.

Fue con un concierto en el habanero teatro Mella, en el que dio una lección de magisterio al poner de relieve el virtuosismo de jóvenes promesas locales, con quienes compartió escenario durante casi dos horas.

Como si el paso de los días solo los hiciera mejores y sus cuerpos no sirvieran de presa al cansancio, este grupo de estrellas de la música internacional volvió a dejarse ver en la noche habanera, después de casi una semana en la que no tuvieron tiempo ni de respirar.

En la distancia que fue desde su primera presentación hasta la última, el público cubano pudo apreciar, en todo su esplendor, las diferentes rutas creativas por las que desanda Marsalis y los instrumentistas de la JCLO.

Una agrupación que hizo justicia a la multitud de referencias culturales compartidas entre Cuba y Nueva Orleáns, y revalidó en la isla su título como una de las mejores big bands del mundo.

La filosofía del "marsalismo" le sirvió de apoyo a los músicos estadounidenses para concebir, cada vez, algo diferente sobre el escenario, cuando en realidad estaban haciendo lo mismo: revitalizando y lanzando hacia el futuro, con un renovada carnadura artística, las formas jazzísticas más auténticas, esas que llegan de lo profundo del estilo nacido en el desembocadura del Missipippi y que descansa en la "triste y delirante historia de América", como escribió en su día el poeta Allen Ginsberg.

El concierto que anunció el "the end" de la semana grande de Wynton Marsalis y la JLCO en Cuba estuvo íntimamente ligado a la forma en que el trompetista estadounidense entiende el arte de hacer música.

En la "gran final" cobró vida su idea de apertura de los códigos jazzísticos hacia las nuevas generaciones, y de mantener vivo el espíritu más genuino del estilo, a partir del conocimiento de toda la esplendorosa riqueza rítmica y cultural que descansa en sus raíces.

Con este objetivo reclutó para su "ejército" a jóvenes músicos cubanos que captaron su atención en el recorrido que realizó por escuelas de arte de la capital.

Entre las presencias artísticas de la isla que dieron cuenta de los más novedosos horizontes del jazz insular aparecieron el trompetista Calib Rodríguez, el saxofonista Joaquín Martínez Sosa, el pianista Jorge Luis Pacheco (Pachequito), Rey Fernández Ernesto Camilo Vega y Lester Chapotón, nieto del legendario trompetista cubano Felix Chapotón.

Los instrumentistas locales confirmaron que Marsalis heredó de su padre, el pianista Ellis Marsalis, el ojo de tigre de los grandes jazzistas. Lo hicieron a partir de las originales y dinámicas interpretaciones de obras de Theloniusk Monk, Lou Donaldson y Lee Morgan.

El concierto dio otra nueva vuelta de cuerda cuando los trompetistas estadounidenses y la JCLO apelaron a temas que demostraron su apego por el mestizaje de ritmos y su vocación por defender, como si fueran propias, las tradiciones de otras músicas.

La variedad en las instrumentaciones, la imaginación en los solos, y el caudal de ritmos imbricados en su plano sonoro, irradiaron la potencia y la mística de un tema que se mantiene tan vivo como el primer día, un tema que ha sido una de las cartas de presentaciones de la cultura cubana ante cualquiera que haga música sobre la Tierra.

El Manisero, de Moisés Simmons con sorprendentes arreglos de Duke Ellington, encabezó la lista de una serie de títulos en los que confirmaron su talento los jóvenes artistas Julio Raigal (trompeta), Guillermo del Toro (congas) y Dayron Rodríguez (bongó), respaldados por el maestro del chequeré Pancho Terry.

Le siguió la balada Blue and sentimental, de Ike Québec, que preparó el terreno para que Marsalis volviera a demostrar que sigue siendo Marsalis.

El concierto vivió varios momentos más que reseñables, pero no se puede dejar de mencionar los enérgicos y vitales solos del "trompetista del jazz", que causó nuevamente en el público el efecto de uno de esos libros que provocan que uno le robe minutos a todo para poder seguir leyendo.

El hecho es que cada vez que Wynton se desgaja de la orquesta para pasar al frente y anotarse una buena jugada individual, rubrica, desde el plano jazzístico, el lema fundamental del minimalismo: Menos es más.

Como un Philip Glass de la trompeta, el instrumentista se las arregla para sacarle lustre a su interpretación a partir de una admirable economía de recursos, uno de los componentes fundamentales de su filosofía artística.

Para Wynton no se trata de brillar sin ton ni son. Lo suyo es manejar la libertad de improvisación del género y su maestría creativa para tributar a la expansión de su orquesta y a la impecable factura de sus shows en directo.

Justamente esa es otra de las reglas de oro que comparte con los 15 integrantes de la JLCO.

Se trata de músicos de alto calibre que, sin dejar de brillar cada uno detrás de su instrumento, no aprovechan las presentaciones en vivo para dar lecciones de magisterio individual, sino que se acoplan justamente como las piezas de un rompecabezas, una actitud que les permite insuflarle chispas de creatividad al formato orquestal y mantener un equilibrio entre todas las secciones del ensamble.

Desde el inicio hasta el último tramo del espectáculo, Wynton cumplió el propósito de echar un pulso musical con jóvenes músicos cubanos que tuvieron la oportunidad de revisitar las premisas rítmicas del jazz y sus tópicos fundacionales, de la mano de una de sus figuras cumbres en la actualidad.

Y el final no fue menos. La JCLO, acompañada del saxofonista Michel Herrera, y Pachequito reservó un tributo a tres músicos que integran el olimpo del Jazz.

Así llegaron interesantes nuevas versiones de clásicos como Dizzy Gillespie, Duke Ellington, y Herbie Hancock, en las que la JCLO le dejó listo el camino a los músicos locales para que demostraran de qué son capaces en escena. Claro, y lo hicieron como si estuvieran etregándolo todo. La agrupación se despidió de su visita a Cuba "con la promesa de volver el próximo año", para seguir manteniendo los lazos de unión entre las diferentes generaciones de jazzistas cubanos y estadounidenses.

Una cualidad de intercambio y confraternización que estuvo todo el tiempo en las bases de la histórica visita a Cuba de Wynton Marsalis y la JCLO.

Como dijo el fundador de la adelantada banda cubana Irakere, el maestro Chucho Valdés, quien este sábado celebró sus 69 años: "Marsalis y su banda no vinieron sólo a ofrecer un espectáculo, sino, sobre todo, a interactuar, y a algo todavía más importante: a enseñar a los más jóvenes a dar continuidad a la tradición”.

Y vaya si lo consiguieron!

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