Marta Gómez Ferrals - Prensa Latina.- Esfuerzos de gobiernos progresistas, enfrascados en programas sociales de largo aliento con el respaldo de economías en auge, han hecho retroceder la desigualdad en América Latina y el Caribe, pero todavía resta mucho por hacer.


En mayo de 2011, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) reafirmó que la región seguía siendo la más desigual del planeta, una realidad insostenible, injusta y comprometedora del desarrollo que desafía hoy a políticos y pobladores. Cuando se divulgó el nuevo veredicto, se anunció que el índice Gini de América Latina era de 0,52, en una escala de 0 a 1, en la que el último número significa la máxima inequidad.

Países como Estados Unidos y Canadá reportaban un índice de 0,34 y África subsahariana de 0,42, a pesar de su pobreza predominante. Sin embargo, un informe del Centro de Desarrollo Global publicado en junio de este año reconoce un decrecimiento de la inequidad en América Latina, que atribuye el logro a intervenciones gubernamentales como la expansión de la educación básica en varios países, reductora de la prima salarial en relación con la educación superior.

Además, el documento apunta al establecimiento de programas de transferencia de recursos a los más pobres y otras estimulaciones para disminuir la desigualdad. Pero el texto, a juicio de expertos, se distancia de la realidad al comparar los resultados de aquellos que utilizan los modelos neoliberales más puros y los que preconizan mayor papel del Estado y programas de inclusión social. Avances alentadores aparte, la brecha entre ricos y pobres en América Latina sigue siendo la mayor del planeta (ahora se dice que un 0,50), y esta inequidad golpea con mayor fuerza a los sectores en pobreza extrema, desempleados, mujeres, indígenas y afrodescendientes.

Hay algo esperanzador, pues mientras el mundo enfila hacia la recta final de 2011 con amenazas de una hecatombe económica, los innegables avances y fortalezas de la región demuestran la importancia de la voluntad política de los gobernantes y del proceso integrador de sus países. Decir que en América Latina y el Caribe el avance en la lucha contra la pobreza y la desigualdad es homogéneo no sería la verdad. Pero se nota. Problemas sociales como la pobreza y la inequidad, que niegan medios de vida y empleo, así como el acceso al agua potable, la salud y la educación a millones de personas, golpean a casi todas las sociedades y amenazan la estabilidad, pero en muchos lugares se ejecutan planes para cambiar esta realidad.

Sin embargo, países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Brasil, este último considerado una economía emergente en el nivel planetario, van a la cabeza en la implementación de políticas efectivas, las cuales promueven el empleo, la transferencia de recursos a los más pobres y extienden el acceso a salud, educación y vivienda. Los enemigos jurados de los gobiernos populares critican y demonizan el gasto público para tales fines y predicen atascamientos e ineficiencias de la economía. No obstante, la CEPAL y expertos sin filiación alguna con la izquierda, todo lo contrario, aseguran que no basta el incremento del Producto Interno Bruto per cápita para hacer valoraciones del bienestar humano, pues hay que buscar las coordenadas antes mencionadas.También la propia CEPAL vaticinó que América Latina tendrá un crecimiento de 4,4 por ciento, algo menor al esperado a comienzos de año, pero igualmente muy favorable, teniendo en cuenta la situación internacional, más crítica en los últimos tiempos.

El caso de Venezuela salta a la vista. En marzo último, el organismo dependiente de la ONU reconoció que esa nación era la de menor desigualdad en la distribución de los ingresos en la región, y subrayó que los ingresos que reciben actualmente los más pobres en ese país crecieron el 4,7 por ciento, el aumento más alto de 1999 a 2008. Lo sigue el de Brasil con un aumento de tres puntos porcentuales. Para nadie es un secreto que las políticas dirigidas por el gabinete presidido por Hugo Chávez preconizan la inclusión social, al tiempo que combaten la inflación, el desempleo y la pobreza.

Mientras, en Colombia, República Dominicana, Costa Rica, Guatemala y Honduras y México, el nivel de los ingresos de los pobres cayó. Particularmente México, una nación con tradicional estabilidad económica en el área, reporta notorios incrementos de pobreza e inequidad. Respecto al auge de los PIB que responden a políticas privatizadoras y de corte neoliberal, la opinión generalizada de los expertos -al margen de credos políticos- es que puede hablarse de un modelo en total descrédito y a mediano y largo plazo, inviable.

El caso de Chile, por estos días, es el más representativo. Calificada repetidamente como la economía más sólida de América Latina, con incrementos notables de sus flujos productivos en los últimos años, el pueblo chileno no puede estar satisfecho con tal éxito. Quienes han seguido de cerca en los últimos meses el acontecer de la sociedad chilena y visto las masivas y persistentes movilizaciones estudiantiles, de trabajadores e indígenas mapuches, puede sacar sus conclusiones al respecto. El desarrollo no se ha traducido en reducción de la pobreza y la desigualdad. Los abismos entre ricos y pobres son escandalosos en la nación suramericana, y sectores como la educación pública y la salud están entre los más afectados.

La Organización de Cooperación de Desarrollo Económico, que agrupa a una treintena de economías desarrolladas del planeta, sitúa a Chile en el último informe de este año como el país con mayor desigualdad. Un estudio publicado en septiembre señala que los ricos chilenos reciben ingresos 78 veces superiores a los más pobres, que representan el 19 por ciento de la población, en tanto que el desempleo entre los jóvenes llega alcanzar en ocasiones hasta el 20 por ciento.

En medio de este panorama complejo, varios especialistas declararon que la región latinoamericana y caribeña, a pesar de los pesares, está mejor parada en los planos económico y social que antes de la crisis global.Y esos mismos expertos reconocen la eficacia y el empeño de los gobiernos progresistas y también elogian los cambios estructurales, sin marcha atrás, que matizan las realidades en algunas naciones del área. Cada vez crecen las voces que llaman a intensificar el comercio dentro de la región y a fomentar la colaboración, procesos que ya están en marcha con firmeza.

 

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