Julián Ruesga Bono - Cubainformación.- Nunca está de más volver al jazz cubano. La calidad y número de sus músicos hace que siempre haya algo nuevo que decir o anunciar sobre su música, o sobre el sugestivo espacio cultural que ésta genera.
Por ejemplo, la UNESCO designó a la ciudad de La Habana como anfitriona y sede del Día Internacional del Jazz de 2017. Durante todos los días de la semana previos al domingo 30 de abril, y en diferentes espacios de la capital cubana, se realizaron conciertos, clases magistrales, presentaciones de libros y discos, conferencias, etc. Como cierre de la celebración tuvo lugar un macroconcierto en el Gran Teatro de La Habana, encabezado por los pianistas Herbie Hancock y Chucho Valdés. El concierto fue retransmitido en directo por varios canales internacionales de televisión y contó con la participación de más de cincuenta músicos de diferentes países. Estuvieron presentes los cubanos Gonzalo Rubalcaba, Orlando Valle, Pancho Amat, Yasek Manzano, Harold López-Nussa, Adel González, Eduardo Sandoval, Alexander Abreu, Julito Padrón, Carlos Millares, Roberto Fonseca, Bobby Carcassés, William Roblejo, Yaroldy Abreu y Héctor Quintana; mientras la parte internacional la integraron entre muchos otros, Quincy Jones, Cassandra Wilson, Esperanza Spalding, Regina Carter (EUA), Melissa Aldana (Chile), Antonio Sánchez (México), Marc Antoine (Francia), Ivan Lins (Brasil), Till Bronner (Alemania), Richard Bona (Camerún), Takuya Kuroda (Japón), Igor Butman (Rusia) y A Bu (China).
Jazz cubano
Esta designación no fue casual, más bien fue un merecido homenaje y reconocimiento al jazz cubano. La vinculación de los músicos cubanos con el jazz viene de antiguo, su historia está ligada, inevitablemente, a la conflictiva y desigual relación de vencidad entre Cuba y EUA a lo largo de todo el siglo XX. Una historia que se remonta a los últimos años del siglo XIX, cuando el jazz primigenio comenzaba a sonar en Nueva Orleans y Cuba luchaba por su independencia como nación. Aunque no sería hasta la década de 1940, en Nueva York, cuando los ritmos de baile cubanos se mezclaron con el swing y el bop, dando como resultado algo original y distinto –que es lo que sucede cuando las gentes y sus culturas convergen en lugares nuevos. Los músicos cubanos impregnaron al jazz de una musicalidad tan característica que hoy es posible decir que forma parte de las señas de identidad del país, y de casi todo el Caribe.
Fue con el tema “Tanga”, en 1943, una composición del cubano Mario Bauzá interpretada por su grupo, Machito & His Afro-Cubans, cuando la integración sonora entre el swing y las sensibilidades rítmicas afro-caribeñas tomó consistencia y sentido en los clubes de baile de Nueva York. Pocos años después, en 1947, la colaboración, también en Nueva York, de Dizzy Gillespie y el adrenalínico conguero cubano Chano Pozo, daría paso al cubop, con “Manteca”, “Tin Tin Deo”, “Cubana be, Cubana bop”, “Algo Bueno”, y otros temas que facilitarían el posterior desarrollo estilístico y popularidad de lo que empezó a llamarse de forma más genérica latinjazz. Estas grabaciones se encuentran recogidas en el doble álbum: Dizzy Gillespie: The Complete RCA Victor Recording (RCA Bluebird, 2010). Al poco, entre diciembre de 1948 y enero de 1949, Charlie Parker colaborará con la banda de Machito y Bauzá en la grabación de algunos temas. Pueden escucharse en otro álbum recopilatorio, Charlie Parker & Machito & His Orchestra: The Latin Bird (High Definition Jazz, 2000). Las grabaciones de Machito y sus Afro-Cubanos están recogidas en Machito And His Afro-Cubans: Ritmo Caliente (Proper Records, 2005)
El jazz latino afrocaribeño, o afrocubano, el latinjazz, cristalizó en un momento histórico en que el jazz redefinía sus raíces, y su razón de ser, a través de un proceso de experimentación que se producía fundamentalmente en Harlem, de la mano de los músicos del bop. Un momento en el que también se consolidaban las señas de identidad de la latinidad neoyorkina, igualmente en Harlem, en el llamado Harlem Hispano, con la música como una de sus expresiones identitarias más notables. El latinjazz le debe tanto a la intuición creativa de Gillespie y Bauzá como a la comunidad puertorriqueña y cubana instalada en Nueva York que lo hizo suyo.
Inmediatamente después entraría en escena Arturo Chico O’Farrill, trompetista, compositor y arreglista. De formación musical clásica, formó el primer grupo de bop de Cuba. Llegó a Nueva York en 1948 y trabajó con importantes músicos de jazz como arreglista: Benny Goodman, Machito, Stan Kenton o Count Basie. El productor Norman Granz le encargó la primera pieza extensa de jazz afrocubano, permitiéndole escribir “lo que quisiera” y en 1950, O’Farrill, graba su Afro Cuban Jazz Suite, con la orquesta de Machito y la participación de Charlie Parker, Flip Phillips y Buddy Rich como solistas. Como arreglista O’Farrill transformó el sonido de la música latina orquestal. En 1952, con su propia banda, realiza Second Afro-Cuban Jazz Suite, a la que le siguen otros trabajos para diversos músicos: Suite Manteca (1954) y Oro, incienso y mirra (1975) para Dizzy Gillespie; Suite Azteca (1959) para Art Farmer; Three Afro Cuban Jazz Moods (1970) para Clark Terry; Suite Tanga (1992) para Mario Bauzá, y Trumpet Fantasy (1995) para Wynton Marsalis.
En poco tiempo aparecen en escena músicos como Mongo Santamaría, Candido Camero, Patato Valdéz, Armando Peraza, Israel Cachao, Bebo Valdés, Frank Emilio Flynn, y muchos otros músicos que habían permanecido en la Isla tocando en las bandas de casinos y salas de fiestas para los turistas norteamericanos que visitaban Cuba; también organizando las famosas “descargas”, las jamsessions cubanas, donde el jazz y la música cubana volvían a encontrarse, sin prejuicios ni limitaciones, y a generar una nueva sonoridad. Las primeras grabaciones fonográficas de jazz realizadas en La Habana, con Bebo Valdés al piano para el sello Mercury de Norman Granz, se publicaron en 1952, bajo el título de Cubano. En CD pueden encontrarse en varios álbumes recopilatorios, uno de ellos, Bebo Valdés and his Havana All Stars: Descarga Caliente (Caney Records Spain, 2004). Entre los años 1956 y 1958 se grabaron las “descargas” de Israel López “Cachao”, las famosas Cuban Jam Sessions, que se pueden escuchar en el álbum: Israel López “Cachao”: Fron Havana to New York (Caney Records Spain, 2004). Varias de estas grabaciones realizadas en Cuba se publicaron en discos más tarde y en los Estados Unidos, ya que las compañías discográficas que las registraron, como Panart, Maype o Gema, abandonaron la Isla en el año 1959 ante el triunfo de la revolución cubana. A partir de 1962 se multiplicaron los discos de “descargas” grabados en Nueva York, con músicos cubanos y puertorriqueños emigrados a la ciudad.
Después del triunfo de la Revolución, en 1959, hay que destacar en Cuba al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica), entre 1969 y 1978. Dirigidos por el guitarrista y compositor Leo Brouwer, entre sus integrantes estaban nombres tan conocidos como Silvio Rodríguez, Leonardo Acosta, Sergio Vitier, Pablo Milanés, o Emiliano Salvador. En medio de muchas dificultades burocráticas, el GESI, desarrolló su actividad musical experimentando con sonidos y ritmos cubanos bajo el paradigma de la llamada “música moderna” que llegaba a la Isla procedente de los Estados Unidos, Inglaterra o Brasil. Su objetivo fundacional era innovar y actualizar la música popular cubana situándola en un nivel similar al alcanzado en estos países por Frank Zappa, The Beatles o el movimiento tropicalista. Una experiencia cultural y sonora propia del momento político y social que Cuba atravesaba; pueden escucharse los resultados en varios álbumes, el primero de ellos, Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Areito, 1974).
Pero sería la aparición del grupo Irakere, en 1974, lo que daría un vuelco copernicano al jazz cubano, y al llamado latinjazz en general, al integrar elementos de jazz, funk, rock electrónico y música académica con la música y la polirritmia afrocubana, consiguiendo una potentísima sonoridad. Muy recomendables sus álbumes, Misa Negra (Messidor, 1987) e Irakere publicado en 1979 (Sony Music, 2016), este último grabado en directo en los festivales de jazz de Newport y Montreux en 1978. El grupo estaba dirigido por el pianista Chucho Valdés, y contaba con la presencia del trompetista Arturo Sandoval y el saxofonista Paquito D´Rivera junto a otros, entonces jóvenes, músicos cubanos. En 2016, Chucho Valdés publicó en formatos CD y DVD un concierto en directo revisando el repertorio más significativo del grupo con una formación de músicos cubanos de diferentes generaciones, Chucho Valdés: Tribute to Irakere (Jazz Village, 2016).
El recorrido de Irakere en el tiempo y la música es largo y profuso, por sus filas han pasado muchos excelentes músicos cubanos que han sido la base de otras formaciones posteriores o que también han destacado en su trabajo en solitario; además, su música ha servido de cimiento para un singular y diferente desarrollo del jazz en la Isla. Señalar algunos nombres: Otra Visión, liderado por el flautista Orlando “Maraca” Valle; Proyecto, con Gonzalo Rubalcaba y Felipe Cabrera; Afro-Cuba del pianista Ernán Lopez Nussa; Grupo Perspectiva, con Hilario Durán; Afrojazz, de Bobby Carcassés; N. G. La Banda, y, Top Secret, de José Miguel Crego “El Greco”; Diákara, con Oscar Valdés; Pasaje Abierto, del saxofonista Orlando Valle y el pianista Alexis Boch; …, en fin, sería una larguísima lista de grupos y músicos de una calidad incuestionable con la ciudad de la Habana como centro.
La actual escena habanera
A lo largo de la década de 1980 se gestó en La Habana una importante escena jazzística que ha ido transformándose hasta el día de hoy, integrando a músicos de diferentes generaciones. Uno de sus agentes dinamizadores ha sido el Festival Internacional Jazz Plaza que desde Febrero de 1980 viene celebrándose en la capital cubana y hoy es un referente internacional. Desde su creación, el Jazz Plaza, funciona como un importante catalizador de la escena jazzística habanera al facilitar el encuentro e intercambio entre los músicos de la Isla y jazzistas de otros países. En paralelo a los conciertos se llevan a cabo clases maestras, conferencias, presentaciones de libros, debates y otras actividades culturales vinculadas al jazz. Otro elemento dinamizador es el festival-concurso para músicos jóvenes, JóJazz, que se realiza en La Habana anualmente desde el año 1998. Los músicos participantes provienen en su mayoría del Instituto Superior de las Artes, las escuelas nacionales de arte y conservatorios donde se han formado –hervidero de nuevas ideas y cantera musical del país, además de ser otro pilar básico de la actual escena cubana. JóJazz sirve como plataforma de presentación pública a los músicos más jóvenes, desde 2004 los ganadores del concurso tienen la posibilidad de grabar un álbum para la discográfica Colobrí, integrada en el Instituto Cubano de la Música. Además, están los clubes donde se toca y oye jazz, día a día, durante todo el año: La Zorra y el Cuervo, el Café Miramar, el Jazz Café, el Valdés Jazz Club, la Fábrica de Arte Cubano, y el Bule-Bar 66.
En lo relativo a los medios de comunicación –al entramado informativo-mediático fundamental en la interconexión y formación informal de músicos y aficionados-, destacar la revista digital D´CubaJazz, que desarrolla una importante labor desde 2012 en Internet, y el programa de radio La Esquina del Jazz, que se emite de lunes a sábado en CMBF, Radio Musical Nacional, en antena desde 1969. Ambos desarrollan una importante función comunicativa informando tanto de la actualidad del jazz cubano como del jazz internacional. En televisión, en el Canal Educativo 2, se emite el programa semanal A todo Jazz, todos los viernes a las 10 de la noche, con entrevista a jazzistas, conciertos, presentación de discos, etc., –puede verse en Cubavision Internacional todos los domingos, a las 13 hs en España.
El actual jazz cubano emerge de una efervescente escena jazzística, se hace y suena cargado de nuevas y diferentes connotaciones, que ya no son las que referenciaba el latinjazz de los años cuarenta a sesenta del siglo XX. En términos generales, se puede decir que posee una musicalidad mucho más heterogénea y variada, pero que no ha perdido dos de sus principales características distintivas, su continua interacción con la cultura y la música popular y el interés de los músicos en trabajar con la tradición afrocubana, y desde ahí activar respuestas creativas e innovadoras en su reinterpretación contemporánea del jazz.
El jazz actual ha desarrollado un espacio conceptual y sonoro que se alimenta de muchas fuentes, provenientes de diferentes campos. El jazz otorga identidad musical y una extensa memoria de referencias desde las que crear y pensar la música. Los músicos, al igual que los aficionados, se nutren de músicas provenientes de todo el mundo, y eso se refleja en su trabajo. El repertorio de músicas que conforman la experiencia y memoria musical de cada uno de nosotros, y el discernimiento que las organiza, se ha formado en la cultura de los medios de comunicación y en el desplazamiento –ya sea como escuchas radiofónicos, televidentes, internautas, lectores, migrantes, turistas, o como curiosos e inquietos coleccionistas y escuchas de música en cualquiera de sus soportes. Esto hace que el jazz actual sea diferente, una antena parabólica de ángulo abierto de gran alcance receptivo y creativo.
En España
El rostro del jazz cubano actual en España, o del jazz hecho por músicos cubanos ahora, es el pianista Chucho Valdés, que junto a otro pianista, Gonzalo Rubalcaba, y al saxofonista Paquito de Rivera, son los jazzistas cubanos más conocidos en nuestro país. Con frecuencia ofrecen conciertos, participan en festivales y sus grabaciones circulan entre nosotros desde hace años. Además hay que destacar la numerosa presencia de jazzistas cubanos que viven en nuestro país. El alto nivel de cualificación musical que ofrecen los conservatorios cubanos a sus estudiantes, sobre todo la Facultad de Música del ISA, Instituto Superior de las Artes, hace que los músicos cubanos de jazz, además, sean unos excelentes y demandados profesionales de la música. En España han sabido integrarse en la escena jazzística nacional, muchos de ellos trabajando como sidemen entre el jazz y el flamenco. Entre muchos otros cabe señalar a Rafael Garcés, saxo y piano; Reiner “Negrón” Elizarde, contrabajo; Pepe Rivero, piano; Manuel Machado, trompeta; Ariel Bringuez, saxo; Alain Pérez, bajo; Iván “Melón” Lewis, piano; Román Feliú, saxo; Igmar Alderete, violín; Jorge Vistel, trompeta; Javier Massó “Caramelo”, piano; Maikel Vistel, saxo; Julio Montalvo, trombón; Michel Oliver, batería; Arturo Mena, piano; Jorge Reyes, contrabajo; Segundo Mijares, saxofón; Yelsy Heredia, contrabajo; Pedro Pablo Rodríguez, percusión; Georvis Pico, batería; Carlos Sarduy, trompeta; Lukmil Pérez, batería; Eduardo Coma, violín; Santiago Reyther Duvergel, percusiones; …, .
Jazz cubano en el siglo XXI:
Lo descrito hasta aquí se puede escuchar en esta mínima selección discográfica que proponemos –y que esperamos sirva de orientación a quién desee acercarse al jazz cubano de este siglo. Aunque, ya saben que, toda selección discográfica, tiene sus restricciones: subjetividad, gusto y límites de información de quien la hace.
Tony Martínez & The Cuban Power: Maferefun (Blue Jackel, 2000). Martínez (saxo alto y tenor, piano y percusiones), canta, compone y realiza los arreglos de su grupo, The Cuban Power. Con ingenio y fuerza desarrolla un sonido sólido y robusto en temas intensos y de alto voltaje. Le acompañan, entre otros, Gonzalo Rubalcaba en los teclados, Julio Padrón en la trompeta, Angá Díaz en las percusiones y Julio Barreto en la batería.
Ernán López-Nussa Lekszycki: From Havana To Rio (Velas, 2001). Junto al potente y elegante piano de López-Nussa, las congas de Tata Güines y el contrabajo de Jorge Alexander “Sagua” conjugan una música que sobrevuela dos de los principales focos de las culturas afroamericanas, Cuba y Brasil. Uno de los álbumes más logrados del pianista.
Varios: Frank Emilio. Amor & Piano (Bis Music, 2004). Álbum homenaje al fallecido pianista y compositor cubano Frank Emilio Flynn, en el que participan tres generaciones de pianistas y músicos del jazz cubano actual. Una pequeña muestra del jazz de la Isla al inicio del siglo XXI, con Aldo López Gavilán, Orlando López "Cachaito", Changuito, Tata Güines, Ernán López Nussa, Roberto Carcassés y Alexis Bosch, entre otros.
Omar Sosa: Mulatos (Otá Records, 2004). Uno de los pianistas cubanos con un sonido más personal. Músico inventivo e innovador, en este álbum, Sosa, combina elementos de la música de Oriente Medio, Norte de África e India. Dhafer Youssef aparece en el oud (laúd árabe), Philippe Foch en la tabla (percusiones hindúes), y Paquito de Rivera en el clarinete.
Germán Velasco & Jorge Reyes: Latin Jazz Live! From Cuba (Pimienta Records, 2005). Una grabación en directo de dos veteranos y sólidos músicos (saxo y contrabajo), curtidos en el grupo Irakere. Una síntesis del espíritu y la sonoridad del jazz cubano actual. Destacar el trabajo en el álbum de Emilio Morales al piano.
Roberto Fonseca: Zamazu (Enja-Resistencia, 2007). Un álbum producto de muchas confluencias y gran belleza, también de numerosas colaboraciones: Carlinhos Brown, Orlando «Cachaíto» López, Omara Portuondo o Vicente Amigo, que aporta su guitarra en el tema “Congo árabe”. Un variado álbum del pianista con claro registro afrocubano.
Bebo Valdéz & Javier Colina: Live at the Village Vanguard (Sony BMG, 2008). A estas alturas ni Valdés ni Colina necesitan presentación, tampoco el álbum. Evocador y mágico, Bebo da muestras de su maestría, tenía 86 años cuando grabó el álbum, abordando una colección de temas clásicos, propios, cubanos, latinoamericanos y "Waltz For Debby" de Bill Evans.
Pepe Rivero: Friday Night In Spanish Harlem (Gateway Music, 2008). Notable álbum del pianista, con momentos especialmente brillantes como “Lisa's dream” donde participa Román Filiú en el saxo alto, o “Meet the Bop” una vibrante descarga en la que sobresalen el contrabajo de Yelsy Heredia y la trompeta de Manuel Machado. Destacar también la presencia en el álbum de Gerardo Núñez a la guitarra y el saxo alto de Perico Sambeat.
Rember Duharte: Cimarrón (Colibrí, 2009). Como la mayoría de los jazzistas cubanos más jóvenes, Duharte (piano y trompeta), no pierde la conexión afrocaribeña pero su sonoridad y referentes musicales son mucho más abiertos y expansivos. Todos los temas del álbum son de su autoría, igual que la dirección musical y los arreglos.
Rafael Zaldivar: Drawing (Effendi Records, 2012). Segunda grabación en solitario de Zaldivar (piano), con un grupo de acompañamiento excepcional en el que destaca el saxo de Greg Osby. Música intensa y de gran belleza desarrollada en composiciones propias y relecturas de clásicos del jazz y la música cubana. Un álbum ambicioso conceptualmente y muy logrado.
The Aruán Ortiz & Michael Janisch Quintet: Banned in London (Whirlwind, 2012). Grabado en directo en el London Jazz Festival de 2011. Temas de Monk, Fats Waller, Ortíz y Janisch, a momentos delicado y en otros intenso y disonante. Unas veces jazz cercano a la música contemporánea y otras música contemporánea cercana al jazz. El quinteto lo completan el catalán Raynald Colom (trompeta), Greg Osby (saxo alto) y Rudy Royston (batería).
Chucho Valdés & The Afro-Cuban Messengers: Sin fronteras (Jazz Village, 2013). Valdés está considerado como uno de los mejores pianistas del mundo y es la figura jazzística más importante de Cuba, este álbum muestra porque es quién es. Como todos los álbumes que ha grabado en lo que va de siglo, éste es de escucha indispensable. Más que recomendable. Siempre reinventándose y yendo un poco más lejos, con inteligencia y saber hacer. Un álbum entrañable y vibrante, grabado entre La Habana y Málaga.
Paquito D’Rivera: Jazz meets the classics (Sunnyside Records/Karonte, 2014). D'Rivera tampoco necesita presentación, músico de reconocido prestigio en los ámbitos del jazz y la música latina de todo el mundo. En éste álbum reinterpreta a clásicos de la música europea, Chopin, Beethoven y Mozart, y de la latinoamericana, el cubano Ernesto Lecuona y el paraguayo Pío Barrios. Grabado en vivo, en el Dizzy's Club Coca-Cola de Nueva York, en formación de sexteto, con el pianista Pepe Rivero como invitado estelar que aporta arreglos de piezas de Chopin y un tema propio escrito para el álbum.
Arturo Sandoval: Live At Yoshi's (Alfi Records, 2015). Otro histórico del jazz cubano, antiguo miembro de Irakere. Con la formación de una banda eléctrica, tipo fusión 70-80, repasa a músicos que han iluminado su carrera desde el jazz de Nueva Orleans a Miles Davis, sin olvidar a Dizzy Gillespie, Clifford Brown, Clark Terry o Moisés Simón. Jazz latino eléctrico y electrizante.
Iván “Melón” Lewis: Ayer y Hoy (Cezanne Producciones, 2015). Lewis reside en España desde 1998, es pianista, compositor y arreglista y éste es el segundo álbum con su firma. Rumba, son montuno, danzón y cha cha cha fundidos con el jazz. Le acompañan lo más selecto del actual jazz cubano residente en la península.
Felipe Cabrera & Leonardo Montana: Night Poems (Absilone/Clementine Hug, 2015). Música nocturna, contrabajo y piano; rumba, jazz y música clásica fundidas en un álbum de gran belleza y largo recorrido. Todos los temas son brillantes composiciones de Cabrera, salvo dos de Montana.
Ramón Valle: Take Off (In+Out Records 2015). Magnífico álbum del pianista Ramón Valle. Música fluida, radical y refinada, veloz y melódica. Alterna composiciones propias y estándares. La versión de “Aleluya”, de Leonard Cohen, es antológica. Formato de trío con Omar Rodrigues Calvo (bajo) y Ernesto Simpson (batería).
Gonzalo Rubalcaba: Charlie (5 Passion, 2015). Un bello homenaje del pianista a la música de Charlie Haden. Todos los temas son composiciones del desaparecido contrabajista. Música nocturna, ejecutada con elegancia, emoción, buen gusto y virtuosismo; junto a los miembros de su habitual trío, Matt Brewer (contrabajo) y Marcus Gilmore (batería), figuran como invitados, Adam Rogers en guitarras y Will Vinson en saxofones.
Ariel Brínguez: Nostalgia Cubana (Cezanne Producciones, 2016). Otro cubano en España. Un virtuoso del saxo en un álbum intimista y evocador donde versiona una selección del cancionero cubano de toda la vida. Acompañamiento magistral de Pepe Rivero al piano, Javier Colina en el contrabajo y Michael Olivera, batería.
Francisco Mela: Fe (Producción propia, 2016). Un depurado e intenso álbum lleno de calor y energía. Las composiciones de Mela beben del jazz norteamericano y la música contemporánea. Su trabajo en la batería es sobresaliente, y el de sus acompañantes: Leo Genovese al piano y Gerald Cannon al bajo, no desmerecen en nada al del líder.
Rafael Garcés: Next Station (Quadrant Records, 2016). Garcés (saxo y piano) es un bricoleur sonoro, toma elementos y materiales de diferentes espacios musicales para construir algo nuevo y propio: Coltrane, Gillespie, Parker, Cuba, Andalucía, … De lo más destacable del jazz español con acento cubano.
Harold López-Nussa: El viaje (Mack Avenue Records, 2016). Formación de trío, en el que intervienen, Ruy Adrián López-Nussa (batería y percusión) y el senegalés Alune Wade (contrabajo y voz). Una colección de temas muy variados, con ritmo y melodías de sabor afrocaribeño, que elevan el ánimo y planean por espacios imprevistos. Como siempre, López-Nussa, brillante al piano.
Lissy Álvarez: Pianíssimo (Legacy Recordings, 2016). Nueva edición remasterizada de un álbum grabado en 2009. Latinjazz “vintage”, refinado y actualizado pero sin perder fuerza y nervio, melodías evocadoras y ritmos bailables donde sobresale el violín de Enrique Reyes. Clásicos latinos reformulados, desde “Pa’ Gozar” de Tata Güines hasta “La comparsa” de Lecuona pasando por “Son de la Loma”. Potente la versión de “Elegguá”, de Joaquín Betancourt.
Yosvany Terry & Baptiste Trotignon: Ancestral Memories (Okeh, 2017). Ritmos, cadencias y melodías del Caribe francófono. Formación de cuarteto, al saxo de Terry y al piano de Trotignon se suman el bajista Yunior Terry y el baterista Jeff "Tain" Watts.
Marialy Pacheco: Duets (Neuklang, 2017). Marialy Pacheco a dúo con músicos de diferentes nacionalidades, el puertorriqueño Miguel Zenón, el cubano Omar Sosa, el marroquí Rhani Krija, el brasileño Hamilton De Holanda y los alemanes Joo Kraus y Max Mutzke. Un ensamblaje dinámico y cosmopolita que también deja espacio para que la pianista toque en solitario dos temas.
Surcode: Juegos de Astros (Rock-CD Records, 2018). El violinista cubano Igmar Alderete Acosta y el pianista andaluz Ángel Andrés Muñoz dirigen este cuarteto completado por Nacho Megina a la batería y Javier Delgado al contrabajo en un sobresaliente álbum lleno de intensidad y sorpresas. Música vigorosa y potente que transita y mezcla diferentes géneros y sonoridades.
Documentación del jazz cubano
El jazz cubano posiblemente sea el jazz más conocido de Latinoamérica y uno de los más y mejor documentados. El primer artículo, o uno de los primeros, escrito en español sobre el jazz cubano fue el del etnomusicólogo cubano Fernando Ortiz, «Saba, samba y pop», publicado en el Mensuario de Arte, Literatura, Historia y Cultura en la Habana en 1950. La visita a La Habana del musicólogo norteamericano Marshall W. Stearns —cuando investigaba para su libro Historia del Jazz— y las conversaciones mantenidas con él, le sirven al autor de pretexto para reflexionar sobre la música cubana y su difusión e influencia fuera del país, en especial su relación con el bop neoyorkino. Este artículo se reeditó años después formando parte de una recopilación de artículos cortos de Fernando Ortiz, el libro Etnia y Sociedad (La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1993), con un nuevo título, «La influencia afrocubana en el jazz norteamericano». Aunque este texto es el único del libro dedicado al jazz, la recopilación de artículos —además de una excelente introducción al trabajo teórico de Fernando Ortiz— reúne una colección de textos que tratan diversos aspectos del desarrollo de la cultura afrocubana y la multiplicidad de cruces que la han conformado: diversidad cultural y étnica de los esclavos africanos, fiestas, cultura cotidiana, instrumentos musicales, sonoridades, rituales, vida social, religiosidad, transculturalción y mulataje, etc., una especie de arqueología de los basamentos socio-culturales de la música popular cubana. Por su parte, Marshall W. Stearns, publicó su Historia del jazz en Estados Unidos en 1956 y dedicó un capítulo a la música afrocubana y su influencia sobre el jazz. Existe traducción al castellano publicada en 1965 por Ediciones Ave de Barcelona y otra de la Editorial Nacional de Cuba en La Habana de 1966.
En 1998, se publicó el libro Cuando salí de la Habana, 1898-1997: Cien años de música cubana por el mundo (San Juan: Fundación Musicalia, 1998), escrito por Cristóbal Díaz Ayala. El libro muestra el desplazamiento de los músicos cubanos fuera de Cuba. El quinto capítulo, «El jazz afrocubano, o cuando se encuentran dos primos hermanos», se centra en la relación de los músicos cubanos con el jazz norteamericano desde inicios del siglo xx, prestando especial atención a la diáspora de músicos cubanos, su llegada a Estados Unidos y su presencia e influencia en el jazz norteamericano.
Una excelente presentación e introducción a la importante aportación cubana en la gestación y desarrollo del latinjazz como género y su relación con el mainstream norteamericano es, Latin Jazz: La Combinación Perfecta (Smithsonian Folkways, 2002). El libro es bilingüe, inglés/español, editado en EUA, y escrito por el cubano Raúl Fernández, profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de California en Irvine. El volumen forma parte de un proyecto de la Smithsonian Institution destinado a presentar y divulgar el jazz latino en EUA. Además del libro, el proyecto incorporó la edición de un cd que recopila grabaciones emblemáticas del jazz latino, una exposición que estuvo itinerante por 15 ciudades de Estados Unidos (de octubre de 2002 a mayo de 2006) y la creación en internet de una página web informativa con material didáctico e información complementaria que no aparecía en el libro: unas extensas cronología y discografía y una corta bibliografía.
Por un lado, Latin Jazz: La Combinación Perfecta, es una magnífica y amena introducción al jazz latino caribeño en EUA a través de su historia, los músicos, los lugares donde se ha desarrollado y la interrelación de instrumentos, estilos y sonoridades que lo conforman. Por otro, su cuidada edición —resultado de ser la traducción gráfica de la exposición que acompañaba— lo convierte en una guía visual de apreciable valor estético, tanto por su diseño gráfico como por las 125 imágenes que lo ilustran. El libro está dividido en cuatro capítulos. El primero, «Raíces y rutas», revisa la interrelación a mediados del siglo xix entre los músicos cubanos y la música de Nueva Orleans, en el periodo formativo del jazz, y se extiende hasta las décadas iniciales del siglo xx y los contactos de músicos caribeños con el jazz y la música afronorteamericana tanto en Nueva York como en La Habana. El segundo, «El alma del pueblo», cuenta la interacción entre los músicos del bebop y los músicos caribeños y la aparición del mambo y el filin en Cuba. «El ritmo latino», tercer capítulo, se centra en los combos y la importancia de los percusionistas y sus instrumentos en el jazz latino. El cuarto capítulo, «Tradición e innovación», repasa las últimas tendencias, la interrelación con el jazz-rock y otras sonoridades y repasa los músicos más relevantes de las últimas generaciones.
El libro, Un siglo de jazz en Cuba (La Habana: Ediciones Museo de la Música, 2012), es el que aporta la información más completa del jazz cubano. Está escrito por Leonardo Acosta: músico, periodista y ensayista cubano. Es una publicación fundamental para conocer el desarrollo y vida pública del jazz cubano del siglo XX. A la edición cubana de 2012 la precedieron varias ediciones, una de ellas en Colombia, Raíces del Jazz Latino, un siglo de jazz en Cuba (Barranquilla: La Iguana Ciega, 2001), otra anterior en Cuba, en dos volúmenes separados, Descarga cubana: el jazz en Cuba 1900-1950 y Descarga número dos: El jazz en Cuba. 1950-2000 (La Habana: Ediciones Unión, 2000 y 2002) y otra en los Estados Unidos, en inglés, bajo el título, Cubano Be, Cubano Bop: One Hundred Years of Jazz in Cuba (Smithsonian Inst Pr, 2003). Controvertido y crítico, como toda la obra de Acosta, el libro comienza con los primeros contactos entre la música cubana y la música estadounidense y, a lo largo de nueve capítulos, va desgranando la historia del jazz cubano. Subraya la importancia de músicos como Machito, Mario Bauzá y Chano Pozo en la constitución del latin jazz, da cuenta del cubop neoyorquino y el cubibop habanero, pasa por La Habana de los años 50, llega a Irakere y finaliza con el despegue del jazz cubano actual. En los últimos capítulos Acosta muestra los cambios en el mundo del jazz de La Habana en los años 50 —a través de la vida cultural y nocturna de la ciudad, las descargas y los conciertos— y da cuenta de la aparición del filin, la experimentación musical del GESI en las bandas sonoras del cine cubano, así como de los visitantes y anfitriones de los festivales Jazz Plaza de La Habana. Un siglo de jazz en Cuba, es un documentado recorrido por diferentes hechos históricos que facilitaron la cristalización y desarrollo del jazz en Cuba, posibilitando un proceso local característico y particular. La narración está armada a partir de entrevistas y conversaciones, recortes de prensa y recuerdos del autor, incisivo testigo de primera mano de casi todo lo que se cuenta; esto hace del libro el documento más importante y singular de la historia del jazz en cuba.
El trabajo de Leonardo Acosta es el cuerpo documental más valioso al que acudir para conocer el jazz cubano del siglo XX. Sus artículos fueron apareciendo en numerosas publicaciones periódicas, desde la segunda mitad de los años 70, y ha servido de base a varios libros que los han recopilado y ordenado. Elige tú, que canto yo (La Habana: Letras Cubanas, 1993; Ediciones Unión, 2014), fue el primer volumen dedicado al jazz que Leonardo Acosta publicó. El libro recoge artículos aparecidos, a lo largo de los años 70 y 80, en las revistas Revolución y Cultura y Bohemia, presentando el perfil biográfico de músicos cubanos pertenecientes a tres generaciones diferentes. En la primera sección del libro sus artículos presentan el trabajo de Dámaso Pérez Prado y el auge del mambo, evoca la figura de Benny Moré y su «banda gigante», reivindica la importancia de Frank Grillo «Machito» en la conformación del latin jazz en Nueva York, y pone en valor la figura de Armando Romeu como pionero del jazz en Cuba desde los años 20 del pasado siglo. En la segunda parte traza el perfil de diferentes músicos de la Isla, destacando sus aportaciones al jazz cubano: entre otros aparecen Felipe Dulzaides, Frank Emilio Fynn, José María Vitier, Chucho Valdés y Pedro Jústiz «Peruchín».
Otra visión de la música popular cubana (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2004; Museo de la Música, 2014) es otro libro de Leonardo Acosta donde reflexiona en torno a diferentes aspectos del jazz cubano. Compuesto por diferentes artículos y conferencias, aborda la cultura y la música cubana desde una mirada panorámica que abarca tanto las interrelaciones e influencias de los distintos géneros musicales en Cuba, a lo largo del siglo XX, como sus conexiones con otras músicas del Caribe y EUA. Un texto controvertido que con agudeza rompe con muchos tópicos y estereotipos forjados y repetidos en torno a las diferentes músicas cubanas. En la primera parte del libro Acosta aborda la música popular cubana del siglo XX y enfatiza en la mezcla de géneros y estilos que la caracterizan, así como sus conexiones históricas con otras músicas caribeñas. Es en la segunda parte donde se aborda el jazz de forma directa. La enumeración de los diferentes epígrafes de esta segunda sección da una idea del ámbito de sus reflexiones: «La diáspora musical cubana en los Estados Unidos», «Interinfluencias y confluencias entre las músicas de Cuba y los Estados Unidos», «El impacto de 1898 en la música del Caribe: Cuba y Puerto Rico» y «Jazz afrocubano y afrolatino: etapas y procedimientos estilísticos».
Por último, a los volúmenes ya mencionados, podemos añadir otras dos publicaciones más recientes de Leonardo Acosta: Móviles y otras músicas (La Habana, Ediciones Unión, 2010) y Entre claves y notas…, Rutas para el pensamiento musical cubano (La Habana, CIDMUC, 2014), que recogen varios artículos donde vuelve a abordar el jazz cubano y sus músicos. Entre claves y notas…, está compuesto por una colección de artículos publicados en la revista musical cubana, Clave, entre 1999 y 2009, y varias notas escritas por Acosta para acompañar la edición de diferentes discos grabados por músicos cubanos. Móviles y otras músicas, es una selección de ensayos sobre música, músicos y musicólogos, que también estaban dispersos en varias publicaciones. Un libro que muy bien puede servir de presentación de su prolífica obra.
Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, mito y realidad (La Habana, Editorial Lertras Cubanas, 2005), del periodista cubano Jaime Sarusky, es otro libro de interés a sumar a la bibliografía que nos informa del jazz en Cuba. Aborda un periodo de tiempo muy interesante y controvertido del desarrollo del mundo cultural en Cuba y constituye un valioso documento que permite conocer y valorar el alcance estético y humano que tuvo el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GESI), –entre 1969 y 1975, una época de grandes transformaciones sociales y políticas en Cuba. El libro está articulado en torno a una entrevista que el autor realizó a varios miembros del GESI en 1971, Silvio Rodríguez, Leo Brouwer, Leonardo Acosta, Sergio Vitier, Pablo Menéndez, Noel Nicola, Eduardo Ramos, Sara González y Emiliano Salvador. A esta entrevista inicial le siguen otras entrevistas realizadas treinta años después por el autor a algunos de los mismos integrantes del grupo. A través de las entrevistas el lector accede a los objetivos, motivaciones, contextos y debates en los que el GESI desarrolló su actividad musical, experimentando con sonidos y ritmos cubanos bajo la influencia de la «música moderna» que llegaba de los Estados Unidos, Inglaterra y Brasil.
El libro, Música Cubana, los últimos 50 años (Madrid: Alianza Editorial, 2003), de Tony Évora, también aporta información de interés sobre el jazz cubano. Sin ser el eje central del volumen, le dedica un considerable espacio y atención. Muestra al jazz y sus músicos en interrelación con las diferentes manifestaciones de la música popular cubana. Dedica el capítulo cuarto al jazz afrocubano y varios apartados, en otros capítulos, a diferentes momentos del desarrollo del jazz en la isla. También, los volúmenes, Músicas Cubanas, de Maya Roy (Madrid: Akal, 2003) y Cuban Fire. La música popular cubana y sus estilos, de Isabelle Leymarie (Madrid: Akal, 2005), aportan información de mucho interés sobre el jazz y sus músicos en Cuba durante el siglo XX. Especialmente el volumen de Isabelle Leymarie, que también se ocupa del desarrollo del jazz latino en Puerto Rico y EUA.
El jazz cubano de la década de 2000 se puede conocer en la versión digital de La Jiribilla, revista de cultura cubana. Su número 347, correspondiente a diciembre de 2007, agrupa bajo el título genérico de Jazz cubano en el siglo xxi, varios artículos temáticos y entrevistas que nos acercan al jazz que se está haciendo ahora en Cuba. En otros números de la revista se han publicados artículos sobre el jazz cubano y los festivales Jazz Plaza de la Habana. El número 347 puede descargarse en la siguiente dirección: (última consulta agosto de 2016).
A los anteriores volúmenes hay que sumar el libro Jam Session. La nueva generación (cidmuc, 2012), una recopilación de textos que giran en torno a diferentes aspectos del actual jazz cubano y sus músicos. Es un libro colectivo, la selección de textos corre a cargo de Carmen Souto Anido, que realiza un magnífico trabajo al reunir diferentes estudios de jóvenes investigadores cubanos. Cada uno de los capítulos aborda una dimensión diferente del jazz actual en Cuba y el conjunto ofrece una visión general bastante completa de lo que hoy, y ahora, es el jazz en la Isla.
El libro se inicia con una breve introducción de Carmen Souto Anido a la que sigue el capítulo «Jazz contemporáneo en Cuba». En este primer capítulo Claudia Fallero esboza las coordenadas estilísticas del jazz contemporáneo en Cuba. Este texto ya fue publicado en un número monográfico dedicado al jazz de la revista cubana de música Clave, en 2004. Le sigue el capítulo más interesante del libro por los temas que aborda: «Trayecto de una cubanidad en movimiento: Migración de jóvenes jazzistas a España», escrito por Camila Cortina. La autora caracteriza al jazz como parte de la cultura musical cubana y a los jazzistas cubanos como portadores de los valores musicales de la Isla. Escribe sobre el proceso de formación académica de los músicos de jazz cubanos y muestra cómo la percepción y formación jazzística de los músicos se obtienen en la calle, en la relación personal de los músicos más jóvenes con los jazzistas de generaciones precedentes, al no formar parte, la música de jazz, del programa curricular de la enseñanza musical académica. También revisa la gestación de los festivales de jazz en Cuba, otro factor importante en la formación de los jóvenes jazzistas y del desarrollo del jazz actual cubano. A este capítulo le sigue «Procesos de síntesis en la interpretación pianística: Rolando Luna y Harold López Nussa», donde Pedro Sureda analiza los estilos interpretativos de estos dos pianistas de jazz, Luna y López Nussa, revisando sus periodos formativos en la Escuela de Arte y sus relaciones con la música fuera de la academia. Un capítulo también muy interesante que, a través del caso de estos dos jóvenes pianistas, profundiza en la forma en que lo académico se mezcla con lo popular, una mezcla que bien podría aplicarse no solo al jazz que se hace en la isla, sino al jazz contemporáneo internacional, aunque en Cuba tenga sus características particulares. Finalmente, «Descargas sincopadas… Usos sociales del jazz en la Habana» de Reinier Aldazabal Manzano, revisa la puesta en la escena pública del jazz, su representación social, a través de los conciertos en La Habana, reparando en la diversidad de su audiencia, integrada por personas de diferentes edades y orígenes sociales. El libro finaliza con un listado discográfico: «Bonus track. Discografía de jóvenes jazzistas cubanos (1998-2012)» elaborado por Carmen Souto Anido y Tamara Sevila Salas.
El jazz cubano también aparece en diferentes filmes documentales dirigidos por realizadores cubanos. El más reciente se estrenó en 2015, Playing Lecuona, dirigido por Pavel Giroud y Juan Manuel Villar Betancort, un homenaje al pianista y compositor cubano Ernesto Lecuona. El documental recorre tres de las ciudades donde el músico vivió, acompañado por su música que es interpretada por los pianistas Chucho Valdés, La Habana; Michel Camilo, Nueva York; y Gonzalo Rubalcaba, Sevilla. También dirigido por Pavel en 2009, Manteca, mondongo y bacalao con pan, una mirada al jazz cubano. El film presenta el transcurrir del jazz afrocubano desde los testimonios de algunos músicos de tres generaciones diferentes: Frank Emilio, Emiliano Salvador, Bobby Carcassés, Leonardo Acosta, Gonzalo Rubalcaba, Orlando Valle «Maraca» y otros músicos, están presentes en el documental. Anteriormente, en 1986, Bernabé Hernández, grabó en uno de los Festivales Jazz Plaza, el corto documental de 30 minutos, ¿Latin Jazz o Música Cubana?, donde también músicos de diferentes generaciones, como Armando Romeu, Gonzalo Rubalcaba y Oriente López entre otros, responden a la pregunta que da título al documental. Un film importante que muestra parte de la escena jazzística cubana de la segunda mitad de los años 80, con la presencia de Ernán López-Nussa, Fernand «Teo» Calveiro, Pablo Menéndez, Lucía Huergo y Oscar Valdés. Es obligado citar también el documental de 1995, Yo soy del Son a la Salsa, (en ) del director cubano Rigoberto López y guión del mismo director y Leopoldo Padura. Absolutamente recomendable la visualización de este documental, de una hora y media de duración, para quién esté interesado en la formación del jazz latino en Nueva York.
Hay varios documentales dedicados monográficamente a músicos y formaciones de jazz cubanos. En 1987, la directora Rebeca Chávez, realizó el documental Buscando a Chano Pozo, (en ), una biografía del mítico músico cubano Luciano «Chano» Pozo. El film, en blanco y negro, es una investigación audiovisual que trata de conocer y mostrar tanto el lado humano como el musical del percusionista cubano. En 1987 aún vivían muchos coetáneos suyos, cuyos testimonios constituyen un inestimable material documental para conocer de cerca la vida de Chano Pozo y entrever el contexto fundante del jazz latino. Entre los músicos que aparecen están Niño Rivera y Tata Güines, dos mitos en la historia del jazz cubano. También la directora Ileana Rodriguez Pelegrin realizó en 2005 un documental dedicado a la vida y obra de «Chano» Pozo, El legado de Chano Pozo, (en ) un documental en torno a su vida, obra y leyenda: desde su infancia en los solares de La Habana vieja hasta sus últimos días en Nueva York. Una hora de nuevas y antiguas grabaciones musicales, fotos, vídeos y entrevistas con músicos, parientes y amigos que incluye una entrevista de archivo con Dizzy Gillespie en la que habla de su relación con el percusionista cubano. El documentalista José Limeres, pionero de los cortos musicales en el cine cubano, realizó en 1967 el corto Orquesta Cubana de Música Moderna en el que se puede ver tocar juntos a músicos cubanos de diferentes generaciones. Aparecen Guillermo Barreto, Armando Romeu, Leonardo Timor, Pucho Escalante, Manuel «Guajiro» Mirabal, Paquito D’Rivera, Oscar Valdés, Enrique Pla, Cachaíto López, Juan Pablo Torres y Chucho Valdés. Esteban Insausti dedicó en 2002 el documental Las manos y el ángel a otro ícono del jazz cubano: Emiliano Salvador. Un recorrido fílmico por la vida, obra y legado del pianista. Pavel Giroud, en 2005, realizó el documental Amor y piano. Homenaje a Frank Emilio, dedicado al pianista cubano Frank Emilio Flynn. Candido-Manos de Fuego, es un documental de 68 minutos, dirigido por Iván Acosta en 2006, que a través de conversaciones, presentaciones y diferentes testimonios muestra la contribución del percusionista Candido Camero al mundo de la música cubana, al jazz norteamericano y al jazz latino (en ). Por su parte, el realizador cubano-americano Carlos Carcas, dedicó a la vida y obra de Bebo Valdés el logradísimo y muy recomendable documental Old Man Bebo (en ).