Susana Méndez Muñoz - Periódico Cubarte


El Periódico Cubarte desde el pasado mes de noviembre ha publicado semanalmente, a modo de homenaje, entrevistas a propósito del aniversario 50 de la fundación del Movimiento de la Nueva Trova cubana, cuyas canciones han sido a lo largo de este tiempo himnos de amor, del amor grande, el amor a todo, y muchas conservan, a pesar del paso del tiempo, esa cualidad.

Hemos tenido la suerte de contar con las evocaciones y apreciaciones de notables trovadores cubanos de diferentes generaciones, entre ellos, Augusto Blanca, Gerardo Alfonso, Frank Delgado, Karel García, Angelito Quintero, Marta Campos, Heydi Igualada, Inti Santana, Adrián Berazaín, Erick Sánchez, Roberto Novo, Lázara Ribadavia, Liuba María Hevia, Enid Rosales, Rochy Ameneiro, Rita del Prado, o líderes e integrantes de formaciones pertenecientes al movimiento como Luis Llaguno, del Grupo Nuestra América, Adolfo Costales, de Mayohuacán, y Tomás Rivero de Moncada.

Igualmente han accedido a participar en este proyecto, periodistas, críticos y escritores como Norberto Codina, Pedro de la Hoz, Frank Padrón, Arturo Arango; la reconocida artista de la plástica Diana Balboa, el destacado productor musical Enrique Carballea, la musicóloga y también productora Élsida González y la admirada doctora Mildred de la Torre Molina.

Desde el inicio de esta serie, hemos tenido en el punto de mira a Fidel Díaz Castro, una persona muy ligada a la Nueva Trova, trovador él mismo, y un promotor consuetudinario de este movimiento estético, no solo como organizador de muchas peñas en varios tiempos diferentes.

Pero Fidelito, como lo llaman todos, es un multidisciplinario;  cuando terminó de cumplir el Servicio Militar Obligatorio, en 1982 y con 21 años, llegó a Radio Cadena Habana, por una plaza de custodio; luego empezó a escribir guiones, dirigir espacios y hasta conducir algunos, y aunque estuvo unos años alejado de esta emisora por responsabilidades ( dirigir la Asociación Hermanos Saíz, en La Habana y luego a nivel nacional), que no le dejaban tiempo para esta, regresó y hasta hoy sigue aportando su talento allí y en la televisión, pues fue creador, junto al recientemente fallecido Iroel Sánchez, del espacio televisivo La pupila sombrada.

También dirigió por un tiempo, desde 1998, la Revista Somos Jóvenes,; del trabajo en esta publicación le surge la idea de sus dos libros El Diablo ilustrado, cuyos textos vieron la luz en abril de 1998 en dicha revista, de la Casa Editora Abril.  Fidel los firmó  como «El Diablo Ilustrado», en franco homenaje a José Martí Pérez. Esta idea incluyó también dos discos.

Pero sin dudas, lo que más identifica a Fidelito, son sus 20 años  como director de la revista El Caimán Barbudo, que comenzó a liderar en 2000;   hay  una frase de él que ilustra su manera de dirigir : «Llegué a la revista con el espíritu de congeniar y hacer las cosas entre todos».

Al parecer, y por suerte, ese espíritu lo acompaña siempre, incluso en esta entrevista.

Su primer recuerdo de la Nueva Trova ¿llega junto a qué figura?

No puedo precisar, tengo imágenes borrosas porque el nacimiento de la Nueva Trova viene con mi infancia; nací en 1961 y mi casa era privilegiada, había radio, televisor y un gran tocadiscos, y todo el tiempo había alguno emitiendo músicas. Soy el menor de cuatro hermanos y cada cual compraba sus discos.

Las primeras, primeras que me sacudieron, fueron «Por la vida, juntos», de Noel Nicola y «Yo vi la sangre de un niño brotar», de Pablo Milanés, yo tendría unos 7 u 8 años.

En mi casa se discutía mucho de política, y la guerra en Vietnam, la caída del Che en Bolivia, causaban gran impacto en mí. Ubico más o menos la fecha porque recuerdo perfectamente la carátula de los dos primeros discos de la Nueva Trova, editados por Casa de las Américas, uno titulado Canción Protesta de 1968 y el otro 26 de julio: los nuevos héroes, que se grabó también en 1968 y salió en 69, por el décimo aniversario del triunfo de la Revolución. Claro que, estudios a posteriori me regresaron a esos discos y de ahí que sepa más o menos por dónde le entra esa agua a mi coco.

Para ese tiempo mis padres medio que me regalaron un segundo tocadiscos en casa, que era como una pequeña maletica alemana - democrática, supongo- que la tapa era la bocina, y se me hizo hábito colocarla junto a mi cama y a dormir con música se ha dicho. 

Recuerdo la carátula de aquel primer disquito, negra con una mano tocando guitarra en trazos blancos, que sería el primero de la NT.

Cinco canciones de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola: La era está pariendo un corazón y Fusil contra fusil de Silvio, ambas dedicadas al Che; Por qué (conocida como Yo vi la sangre de un niño brotar) y Su nombre puede ponerse en verso, de Pablito, esta última, es un poema de Félix Pita Rodríguez dedicado a Ho Chi Min, y Por la vida juntos, de Noel, una canción que expresa el sentimiento de solidaridad y compromiso con la humanidad.

El segundo, con una especie de pirámide negra con fondo amarillo y la bandera cubana, es con los mismos tres trovadores, y ahora que lo veo, aparece Pablo, como Pablito Milanés, el diminutivo, y es que eran muy jóvenes, aunque Pablo era el mayor, tenía en 1968, 25 años, Silvio y Noel, 22.

Este segundo disco contiene de Silvio, Canción del elegido, inspirada en Abel Santamaría y Todo el mundo tiene su Moncada, de Noel, las canciones 26 y Qué hay, y de Pablo, Moncada.        

¿Cuál fue su relación inicial con el MNT?

Sacando cuentas sería 1974 o 75 a todo reventar; ya conocía bastante de aquellas primeras canciones, pero nunca las había gozado en vivo, y era mi segunda escuela al campo, por San Antonio de los Baños (la tierra de Silvio, pero la cosa no viene por ahí), en el Campamento La Felicia, y apareció Roly Ambros, animando todas las tardes con su guitarra. Por supuesto que era el ídolo de las muchachitas, y yo no sé de dónde Roly se sabía canciones de Silvio y Pablo, que aún no estaban en discos.

Yo digo que las estrellas, Playa Girón, En el claro de la luna... canciones que están en el primer disco de Silvio Días y flores, de 1975. Ni Roly mismo ha sabido explicarme bien, es cierto que había un piquete del Edison (nuestra escuela secundaria de La Víbora) que iba a las presentaciones de los trovadores, pero de ahí a sabérselas y tocarlas en la guitarra va un tramo, sin haber estudiado música, además.

El caso es que Roly me enganchó con la trovada. Y a propósito, un mediodía llegó a mi casa y me dijo «Fide, vamos para La Habana, que sacaron un disco de Silvio». Fuimos primero a la bodega, compramos una caja de cerveza que costaba 14.40 pesos- éramos dos chamas de 15 años, sería a lo sumo año 1976-, la pusimos a enfriar y cogimos la ruta 15. Retornamos a casa y la maletica alemana le sacó chispas a ese Días y flores que escuchamos como 30 veces. Lo que se dice una culta embriaguez.      

¿Con cuáles trovadores ha tenido mayor coincidencia conceptual y estética?

Silvio es el Ayalota Rodríguez, como le diría Santiaguito; el mismo Santi es otro con el que me siento muy identificado, y de esa misma generación de Los topos, como los bautizó el periodista e investigador Joaquín Borges Triana, Frank Delgado y de señalar Gerardo Alfonso, con obra copiosa, rica, diversa, por divulgar.

Con estos trovadores, sumando a Carlos Varela, hicimos un libro, cancionero, Bladimir Zamora y yo, Trovadores de la herejía lo cual nos permitió acercarnos a esos cuatro más visibles de esa generación que aflora a finales de los 70 y que incluye muchos otros nombres como Donato Poveda, Alberto Tosca y Xiomara Laugart, Marta Campos, Juan Carlos Pérez (que no le gusta que lo enmarquen en generaciones), Ireno García, entre otros. 

Vicente Feliú es como el trovador en toda su expresión, ética, sencillez, ser de pueblo, creador que se mostraba sin glamour, de carne y hueso, y poesía, y sueños, y patria.

Y de esos fundadores también del movimiento, Augusto Blanca, Lázaro García, cada cual con su obra peculiar y vasos comunicantes lógicamente que permiten adentrarnos no solo en una época, sino en las esencias humanas. Y no se pueden quedar, ese todo terreno que es Pedro Luis Ferrer, poeta, decimista, tresero, guitarrista, gran compositor, voz, gracia.... en fin el gran Pedro, y esa alma cubana expresada en el canto, que es Sara González, campechana y profunda, hereje, que canta y dice lo que siente, coherencia, coraje, Revolución, pueblo.

¿Y en estos momentos?

Son muchos, y han seguido ampliándose las poéticas en su diversidad. Leonardo García, es un trovador pleno, poesía del más hondo calado; Roly Berrío es una especie de Matamoros de hoy; Ariel Barreiros es la ternura, el pensador, que encuentra los más pequeños y cardinales detalles humanos, martianos, ser-cantor entrañable.

Tendría que mencionar a muchos con quienes interactúo en peñas, como Raúl Torres, con un torrente de canciones, inagotable, un cronista de su vida y la nuestra. Hasta más jóvenes como Gape (Yunier Pérez), muy peculiar y ocurrente, Heidi Igualada, o muy jóvenes como Mario Mora, estudioso, que teje sus caminos musicales a la par de la ciencia. 

¿Usted cree que los fundadores del MNT «enseñaron a pensar» a los jóvenes cubanos?

A los jóvenes cubanos, como a todo el pueblo, los enseñó a pensar la Revolución cubana de enero del 59, que es quien nos entrega el proceso histórico, cultural, y lo expande entre todos. Da  la posibilidad de adentrarnos en el pensamiento y obra de José Martí como condensador de la cultura que le precede y tejedor de la futura, de este país, y ser humano ideal que está expresado en su obra, y que fue él mismo.

Todo ese cosmos martiano Fidel lo pone en manos del pueblo concretando un proyecto de país con una estructura en diversas vías que, teniendo como principio la Campaña de Alfabetización de 1961, genera un sinfín de posibilidades para desarrollar las potencialidades del pueblo cubano en todas las ramas del saber. Escuelas de arte, universidades en todo el país, medios masivos en función del saber (como concepto aunque nos quedemos cortos en la praxis) centros de investigación, científicos,   instituciones culturales, Ferias del libro, sedes de la UNEAC y la AHS en cada provincia del país, la profundidad y horizontalidad de la cultura en las más diversas ramas del saber. 

La nueva trova es hija de ese proceso.  A los nuevos trovadores los enseñó a pensar esa Revolución, y lo que hacen es expresar poéticamente esa convulsión, ese estremecimiento, ese «virar esta tierra de una vez», como parte de ese pueblo que se empina.

¿Qué recuerdos tiene asociados a Pablo Milanés?

Mi primera entrevista, que nunca llegó a salir al aire. Yo empezaba en Radio Cadena Habana, sería año 84 más o menos. Ya cazaba los conciertos de los trovadores y Sara y Pablo, que acababan de regresar de una gira por España, darían un pequeño concierto.

Al terminar acerqué la grabadorita de casete de la emisora y le hice un par de preguntas a cada uno. Recuerdo a Pablo, sedoso, risueño, cuando le pregunté por la guitarra que Silvio le había regalado, la emblemática. Me habló de la importancia de su hermano trovador y de ese gesto.

De Sara recuerdo que me quedé boquiabierto, yo, con mis 23 o 24 años, haciendo no sé qué pregunta, algo formalito, y ella, para mí una gran figura, tratándome de «ecobio», algo así como una vieja amiga del barrio que te tira el brazo por encima. Recuerdo que me dijo, yo en verdad fui a España como bateadora emergente, porque Silvio no pudo ir.

Otro momento inolvidable con Pablo fue el espacio La Utopía, una peña que hacía los sábados en el piano bar Tun tun de la Casa de la Música de Miramar; me acompañaba el trovador Ihosvany Bernal, y ese día  estábamos de ensueño, porque teníamos en concierto a dos grandes de la música argentina Liliana Herrero y Raly Barrionuevo. Cuando estaban cerrando su concierto se aparecieron Raúl Torres con Pablo Milanés y cantaron once temas.       

¿Cuál considera es el aporte fundamental del MNT a la historia de la música cubana?

Más que-o como parte-de la música, la Nueva Trova, es una pieza en el proceso de la canción poética cubana, que viene desde mediados del siglo XIX, y que marca la espiritualidad de esta nación, es ingrediente de la formación de la nacionalidad. Ha sobrevivido a los tiempos, las modas, las limitadas promoción y divulgación, en muchos de esos momentos, y sigue y crece, abriendo el abanico de sus estéticas más diversas.

Hoy confluyen trovadores de varias generaciones, interactúan naturalmente, no solo con los músicos y cantores cubanos, sino de América y cualquier otro rincón del mundo, con libertad y naturalidad, porque la trova no es más que la asimilación de ese entorno, social, cultural, humano, y devolverla con la hondura que caracteriza a ese acto poético sin otra ambición que decir lo que se siente, lo que duele, lo que se goza, lo que se sueña, con la mayor belleza posible.

La Nueva trova es parte de ese halo enriquecedor del espíritu y merece -más por el pueblo, que por los propios trovadores- que se expanda por los medio ambientes sonoros, éticos y estéticos no poco contaminados.

Cierro, con José Martí, que nos dijo:

«A mi vuelta sabré si me has querido, por la música que hayas aprendido para entonces. Música que exprese y sienta, no hueca y aparatosa. Música en que se vea a un pueblo o todo un hombre, y hombre nuevo superior».

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