Karla Flores - AM/PM


Desde mucho antes de la hora pactada, comenzó a llegar el público que abarrotaría la sala Che Guevara de la Casa de las Américas. El salón lleno y seguían sacando sillas. Personas en el piso, de pie y al fondo, por los laterales. Todos esperaban ansiosamente la salida del músico que había anunciado la celebración de sus 45 años haciendo trova. Sobre el escenario lo mínimo y lo de siempre: la emblemática escultura El árbol de la vida, una guitarra, un tres y un ukelele. Tres micrófonos.

La gente esperaba y las conversaciones hacían un colchón sonoro sobre el que, cerca de las 6:00 p.m., sobresalieron los primeros acordes de la velada. Frank entró al escenario guitarra en mano y cantando “A veces cuando estoy perdido, como un marino en lontananza, veo tu rosa de los vientos y vuelvo a respirar confianza”. Una ovación recibió al artista y un coro se alzó para cantar con él: “Te has convertido en mi mapa”. No faltaron las sonrisas de quienes recordaban sus años de juventud o de los jóvenes que han encontrado en la nueva trova de Frank, su voz.

Luego de romper el hielo, lo que lo hace auténtico: el habla; los chistes que no pueden faltar, porque quien haya ido a un concierto de Frank sabe que son quince minutos de conversación y tres de música. Pero el artista no se extendió como de costumbre. Había una vida musical que recorrer y más de una veintena de temas que cantar. Así que con la broma de “Las pilas tienen que morir en combate” —haciendo alusión a los desperfectos técnicos que podían ocurrir durante el concierto, que estaba siendo grabado— cantó, a guitarra sola, El adivino.

Foto por: Abel Carmenate.

En Frank se reúnen años de música latinoamericana. Perteneciente al movimiento de la Nueva Trova junto a Santiago Feliú, Carlos Varela y Gerardo Alfonso, es un digno exponente de esa mezcla de la trova tradicional, el filin y la canción protesta. Se reconoce en él la voz de más de una generación. Temas como En Cuba los trovadores, La rueda de la fortuna y La amistad —esta última junto al cantante Vicente Trigo—, sirvieron de preámbulo para la guaracha que vendría después.

Ya entrados en el calor que brinda la Casa vinieron a levantarnos masivamente de las sillas temas como Cubañolito, Hipibano, Casanova, Cecilia Valdés y la Bella Durmiente, Melesio tenía razón y La isla puta. Acompañado por el guitarrista y tresero Leodan Brito, en una misma canción se podían disfrutar varios géneros a la vez: trova tradicional; trova contemporánea con algunos arreglos menos conservadores —guitarrísticamente hablando—; influencias del jazz, del blues y el son en todas sus variantes; changüí; sucu-sucu; son con trova y son montuno.

“Si Sabina no se acuerda de mí, su problema, pero compartimos escenario…”, sentenció Frank mientras hacía la historia de cuando, en un concierto de Silvio Rodríguez, se subió al escenario para cantar Cuba va y luego se unieron a él Santiago Feliú y Joaquín Sabina. Con él en el medio y abrazando a ambos, quedó la foto para la historia. “Si no se acuerda es por la vida, imagínate, pero sí cantamos juntos”, ríe haciendo el cuento. Con esa introducción ya sabíamos qué tema vendría acto seguido: Con Sabina en el Vedado, del disco Ustedes los trovadores no saben na´ de la vida. Cantamos, una vez más, y luego nos dimos cuenta de las parejas que en ese tema quedaron atrapadas para la historia, porque “si Pablo es de su casa, Silvio está con Niurka, Santiago con Ofelia y Pedro Luis se fue. Carlitos está con Greta, Gerardo en la luna y Polito me dijo que iba a ver…”. 

Foto por: Abel Carmenate.

Y como la trova tradicional es una especie de madre para el movimiento, en el escenario no faltó Santa Cecilia. Ya Silvio y Pablo lo habían hecho, y Frank y Carlos Lage lo hicieron, como lo harán otros jóvenes en el futuro. El público conocedor coreaba a voces desde sus asientos. Heidi Igualada y Marta Campos se unieron desde el otro lado del escenario para hacer del momento un culto a la historia y las raíces.

Troski´s Cha cha cha, Si el Che viviera y Soy un hombre que sufre, esta última interpretada junto a Erick Sánchez, sirvieron para “…brillar en un escenario donde ha tocado todo lo que vale y brilla de la nueva canción latinoamericana”, como afirmara el músico en exclusiva para Prensa Latina, donde señaló además que “Este era el lugar para realizarlo, como una peregrinación que hay que hacer de vez en cuando”.

Foto por: Abel Carmenate.

Después de 19 temas, una pila murió en combate como él había anunciado que ocurriría. “Si yo fuese un músico joven entraría en pánico, pero ya hago de esto un show”, comentó al finalizar uno de los temas acompañado del guitarrista, porque su guitarra se quedó muda. Ya con el instrumento listo nuevamente y después de dos horas de concierto en el que el público no se cansó de cantar y aplaudirlo, como se hace a la gente que le ha llenado el corazón a uno, vinieron temas como El vergel y Serenata.

No tuvo que decir “Cuando se vaya la luz, mi negra, nos vamos a desnudar” para que la audiencia se levantara al escuchar los primeros rasgados del tema. Al compás de un rock and roll con blues, los pies de jóvenes y no tan jóvenes no se pudieron contener. A esas alturas, las sillas que no alcanzaron en un momento inicial sobraban y en el piso no quedaba nadie. Adrián Berazaín se subió al escenario y con la armónica empastó un tema legendario dentro del repertorio de Frank, uno del disco preferido del compositor y de muchos: Trovatur, que lo llevó a ser difundido y escuchado en África, Europa y América Latina.

Después de este, todos sabíamos que se acercaba el final. La ley del talión, Al alcance de un diez, La caldosa, Rapunzel y Carajo Miguel sirvieron para ir despidiendo el concierto. La pegajosa música cubana, el rock and roll, las influencia brasileras dentro de su música y un discurso profundo, sin apartar su evidente simpatía para conectar con la gente, hacen de Frank y sus conciertos una experiencia única en la que no vas solo a escuchar música. Risas, conocimientos musicales e historias “de cuando la época” enriquecieron un encuentro que ya es, musicalmente hablando, más que trova, más que “trovear”.

No hizo falta decir que el tema era el último, el público intuitivamente lo sabía: “La vida es como un segundo de un gran acontecimiento y debes tener bien claro sus fundamentos”. La gente, los amigos que habían ido en grupo, los que se reencontraron en la Casa, los que desde la distancia hacían video-llamadas, los que grababan en audios de WhatsApp, todos cantamos junto a Frank y Leodan Brito el final de un concierto para el que se escogieron 27 canciones de entre más de 300. Un amplio recorrido por la discografía de una voz que conquistó generaciones pasadas, presentes y seguramente lo hará con las futuras.

Frank Delgado arribará a sus 45 años de vida artística siendo lo que siempre quiso ser: un trovador. La Casa de las Américas lo acogió con antelación a la fecha, que se celebrará este venidero 29 de julio, por el que realizará otro concierto en el Parque Almendares, sitio que, como la Casa, recibió su música desde los inicios.

Cuando Frank subió al escenario, ya el público estaba ahí. Un público que ha sabido cultivar durante años, que siempre estará, que se sabe todas las canciones, hasta las menos cantadas en conciertos. Y el trovador, como sus pilas, listo pa´morir en combate.

Foto por: Abel Carmenate.

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