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Reconocen a destacadas personalidades de la cultura en Cuba

La Habana, 27 abr (Prensa Latina) En un acto que homenajeó el aniversario 65 de Casa de las Américas, el 28 de abril, fueron reconocidas hoy aquí destacadas personalidades con una notable obra vinculada a la institución cultural habanera.

En la ceremonia, encabezada por el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, recibieron la Medalla Haydeé Santamaría la artista de la plástica Lesbia Vent Dumois, el escritor guatemalteco Arturo Arias, el poeta y cineasta Víctor Casaus, y los músicos Guido López-Gavilán, Alberto Faya y Amaury Pérez.

Fue un encuentro para que otras figuras y trabajadores de Casa de las Américas merecieran la Medalla Alejo Carpentier y la Distinción por la Cultura Nacional.

En representación de los condecorados, el director del Centro de Investigaciones Literarias de la entidad, Jorge Fornet, destacó la trayectoria y obra de la institución, a la que calificó como una enorme antena para comunicarse con el mundo.

Se cumplen mañana 65 años de la fundación de Casa de las Américas, cifra inimaginable para quienes llegaron aquí en 1959 y a la que hoy aludimos como si se tratara de lo más normal del mundo, opinó.

Escritores, artistas, pensadores y activistas de todos los sitios siguen viniendo a ella, habitándola y reconociéndola como propia. Son los hechos cotidianos que hacen de la institución lo que es, añadió.

Mucho menos cotidiano y sí más excepcional es lo que está ocurriendo esta mañana. Deseo reiterar el agradecimiento de quienes hemos sido condecorados hoy, expresó.

Precisó que “a todas y todos nos une el profundo vínculo con este sitio; el motivo que nos convoca permite reconocernos como miembros de la enorme familia de quienes, a partir de 1959, han sido tocados de un modo u otro por Casa de las Américas, desde su inolvidable fundadora (Haydeé Santamaría), hasta los hijos y nietos de aquellos guajiros que una vez, hace casi 65 años, inundaron esta sala”.

Sobre el discurso pronunciado por Jorge Fornet, el mandatario cubano expresó: magnifico, justo y bello ensayo sobre Casa de las Américas.

Al acto asistió además el miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central del PCC (CC PCC), Roberto Morales, el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, así como otros dirigentes del Partido y el Gobierno y personalidades de la cultura.

El Coro de Cámara Entrevoces, dirigido por la maestra Digna Guerra, colocó el broche dorado al encuentro, esta vez con las piezas Unicornio, de Silvio Rodríguez, y Alma Llanera, de Pedro Elías Gutiérrez.

Congratula primer ministro de Cuba a Casa de las Américas

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Habana, 28 abr (Prensa Latina) El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, felicitó hoy Casa de las Américas, institución que promueve la integración latinoamericana y caribeña, por su aniversario 65.

El jefe de Gobierno expresó por medio de la red social X su reconocimiento al presidente del centro, Abel Prieto y a todo su colectivo, a quienes describió como fieles seguidores del legado de la heroína cubana Haydeé Santamaría y del ensayista Roberto Fernández Retamar.

La víspera, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, resaltó que la obra de Casa de las Américas, desde su nacimiento, ha sido promover las artes y la literatura de la región, trabajar para la integración latinoamericana y caribeña en el campo de la cultura, y combatir las visiones coloniales que se imponen sobre los pueblos.

Durante una gala por los 65 años de la institución, el jefe de Estado señaló que esa labor orientada hacia la emancipación cultural y a la unidad fue decisiva, en particular, cuando los gobiernos de América Latina, excepto México, rompieron con la Revolución.

El mandatario extendió un abrazo a todos y cada uno de los trabajadores de la entidad, y les pidió que “mantengan la mística terrenal de Haydeé, de Roberto y de los fundadores, que es la mística propia de la Revolución cubana”.

Casa de las Américas, fundada en 1959, es una institución de integración sociocultural con América Latina, el Caribe y el resto del mundo, para el diálogo de distintas perspectivas en un clima de ideas renovadoras.

El centro difunde el material artístico y literario de la región por medio de actividades de promoción, conciertos, concursos, exhibiciones, festivales y seminarios.

Díaz-Canel: La obra de Casa de las Américas es política y cultural

La Habana, 27 abr (Prensa Latina) El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, enalteció hoy la digna labor de Casa de las Américas, al intervenir en la celebración por los 65 años de fundada dicha institución cultural un 28 de abril.

En el encuentro, celebrado en la Sala Che Guevara de la entidad, el mandatario cubano expresó: «la obra de Casa de las Américas, desde su nacimiento, ha sido promover las artes y la literatura de nuestra región, trabajar para la integración latinoamericana y caribeña en el campo de la cultura, y combatir las visiones coloniales que se imponen sobre los pueblos.»

Nada más político y a la vez cultural, eso es Casa de las Américas y eso es la Revolución cubana, significó.

Recordó además que en 2019, “en cálido mensaje de felicitación a Roberto Fernández Retamar y a su equipo, el General de Ejército Raúl Castro destacó el valioso aporte de la institución a la creación de lazos y vías de intercambio cultural para los pueblos de América Latina y el Caribe, y al fomento de una visión martiana y anticolonial entre los creadores de nuestra región”.

Fue precisamente el querido e inolvidable Retamar quien en sus palabras por los 30 años de la institución se refirió al espíritu de servicio con que Haydeé marcó a Casa de las Américas, considerando determinante el hechizo personal de la heroína y su manera inolvidable de vincular la política radical y la sensibilidad humanística, apuntó.

De igual forma, rememoró que varios intelectuales perseguidos en sus países fueron acogidos en esta institución, “donde iniciaron líneas de trabajo que aún perduran, como Manuel Galich y el también vilmente asesinado Roque Dalton”.

A su vez, resaltó el trabajo del Fondo Editorial del centro, que publicó a autores esenciales del pensamiento anticolonial como Paulo Freire, Pablo González Casanova, Adolfo Sánchez Vázquez, o el propio Fernández Retamar, entre otros.

Tampoco es casual que la institución haya inaugurado su Colección Pensamiento de Nuestra América con dos importantes tomos de textos del Comandante Ernesto Che Guevara, destacó.

A su juicio, Casa de las Américas nos acercó a Rubén Darío, Machado de Assis, César Vallejo, Pablo Neruda, Eduardo Galeano, y a otros escritores y artistas de Nuestra América.

El jefe de Estado resaltó además el apoyo personal de Haydeé Santamaría en el impulso de la Nueva Trova, y el respaldo brindado por la institución y por su actual presidente Abel Prieto y parte de su equipo en la permanente y aguda crítica a la profunda crisis cultural que vive el mundo.

“No es posible olvidar que cuando aquí celebramos aquel gran hecho cultural que fue el nacimiento de nuestra Casa, Israel ultraja la memoria de su propio pueblo, masacrando a los palestinos que sobreviven entre los escombros de Gaza, y Estados Unidos, tras sucesivos vetos, se abstiene de votar un alto al fuego en el ya inútil Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”, expresó.

Casi al finalizar, el presidente cubano dedicó un saludo agradecido al jurado del Premio Literario Casa de las Américas.

Abrazo también a los compañeros de distintas generaciones que han sido condecorados hoy y ya forman parte de la historia de esta institución que ha nutrido la cultura cubana, latinoamericana y caribeña, consideró.

En sus palabras también extendió un abrazo a todos y cada uno de los trabajadores de la entidad, y les pidió que “mantengan la mística terrenal de Haydeé, de Roberto y de los fundadores, que es la mística propia de la Revolución cubana”.

Sigan enfrentando la mentira y las manipulaciones del imperio y sus mercenarios y del nuevo fascismo con la verdad, la justicia y la belleza, concluyó el presidente en su intervención.

Casa de las Américas: una enorme antena para comunicarse con el mundo

La Habana, 27 abr (Prensa Latina) El director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, Jorge Fornet, calificó hoy a esa institución como una enorme antena para comunicarse con el mundo.

Presidente de Cuba asiste a acto por 65 años de Casa de las Américas (+Post +Fotos)

Prensa Latina reproduce a continuación las palabras textuales del destacado escritor e intelectual pronunciadas este sábado, en vísperas de los 65 años de Casa de las Américas.

Por Jorge Fornet

Se cumplen mañana 65 años de la fundación de la Casa de las Américas, cifra inimaginable para quienes llegaron aquí en 1959 y a la que hoy aludimos como si se tratara de lo más normal del mundo.

Y aunque también nos parezca natural, no deja de resultar sorprendente que entre las primeras medidas tomadas por el Gobierno revolucionario, o mejor dicho, que entre las primeras medidas revolucionarias tomadas por el nuevo Gobierno, estuviera la creación de la Casa, precedida por la del Icaic y la Imprenta Nacional.

Todavía la Revolución no era plenamente la Revolución, todavía Urrutia era presidente de la República y no se había promulgado la Primera Ley de Reforma Agraria, y ya la cultura comenzaba a levantarse sobre nuevas bases.

En lo que respecta a la Casa, además, hay una particularidad adicional. La fundación del Icaic y de la Imprenta Nacional eran, por decirlo así, previsibles; de hecho, suponía la consumación de viejos anhelos, y ambos nacían como instrumentos para fomentar producciones concretas, ya fuera de películas o de libros destinados al nuevo público que apenas comenzaba a gestarse.

La creación de la Casa, más abstracta en sus objetivos, implicaba un acto de imaginación mayor, remitía a nociones como integración, independencia, intercambio, comunidad, etcétera.

Pronto se demostraría que tales abstracciones arrojarían resultados tangibles.

A la entrada de este edificio, al pie de la majestuosa escalera que nos conduce hasta aquí, se lee: “Esta es la Casa de Haydee Santamaría”.

No estaba escrito en ninguna parte que el destino de aquella mujer excepcional, de escasos estudios formales y vinculada desde la primera hora a la lucha revolucionaria (hermanada con Fidel antes, incluso, de que fuera Fidel), pudiera estar asociado a cualquier idea de lo que sería este lugar.

Eso que, en gran medida gracias a ella, estaba a punto de ocurrir en este sitio de misión incierta, nadie podía haberlo imaginado.

Sin embargo, muy pronto se fue dibujando el perfil de la institución, al que la historia –o, más precisamente, la casi inmediata hostilidad de los gobiernos de la región– obligó a pasar a la ofensiva.

Lo cierto es que aunque el protagonismo de Haydee no ha sido disputado por nadie y que ella sigue ocupando el lugar preminente que le corresponde, es justo reconocer que esta es también la Casa de Mariano.

De Roberto, así como de los centenares y centenares de trabajadores que –en un arco que va de figuras como Ezequiel Martínez Estrada y Manuel Galich a los compañeros y compañeras de más modesta responsabilidad– han contribuido a hacer de ella lo que es.

Esta es además, como le gustaba repetir a la propia Haydee, la Casa de todos los intelectuales y amigos que, desde cualquier punto del planeta, han tomado parte de un modo u otro en este empeño, así como la de quienes durante décadas han recibido los mensajes de la institución o se mantienen al tanto de su quehacer.

Muchísimo antes de que el universo digital nos permitiera multiplicar el número de destinatarios, ya las publicaciones y la voz de Cuba llegaban, gracias al trabajo de divulgación de la Casa, a miles de personas en noventa países de los cinco continentes, las cuales no conocían de nuestra Isla más que una dirección postal: Tercera y G, El Vedado.

Y desde luego, es también la Casa de quienes asisten a las actividades que aquí se realizan, así como de los estudiantes que han crecido entre las revistas y libros de nuestra biblioteca.

Por cierto, ahora mismo se exhibe en la Galería Latinoamericana, como parte de una peculiar exposición, el carnet de usuario de Roque Dalton.

No deja de ser, incluso, la Casa de los turistas que cada día se toman fotos a la entrada, ante el nombre fundido en letras de bronce, simplemente para dar fe de que pasaron por este lugar legendario.

Haber consolidado un proyecto y un equipo capaz de llevarlo adelante, mucho más allá de su propia desaparición física, es uno de los tantos méritos de Haydee.

Las vidas de quienes hoy hemos sido galardonados están atravesadas en mayor o menor medida por su presencia y su pasión.

Entre nosotros hay quienes tuvieron el privilegio de trabajar durante años a su lado; otros pudieron conocerla y llevar adelante encargos que la involucraban.

Sin embargo, la mayoría de los presentes, incluso entre los condecorados, nunca la vieron en persona.

No importa: a unos y otras los une la fidelidad a eso que Mariano solía llamar el espíritu de la Casa, esa vocación propia de quienes trabajan aquí, debida no a un feliz azar, sino a un compromiso heredado de generación en generación.

Me permito la libertad y la osadía de hablar como parte de quienes reciben hoy las medallas Haydee Santamaría y Alejo Carpentier, y la Distinción por la Cultura Nacional, simplemente para expresar el agradecimiento de todas y todos.

Porue sé que estar hoy ante este Árbol de la vida que nos acompaña y simboliza desde hace medio siglo, es un orgullo compartido.

Cuando la medalla que lleva el nombre de nuestra fundadora fue entregada por primera vez en 1989 (mañana se cumplirán exactamente 35 años), Mario Benedetti tuvo a su cargo las palabras de agradecimiento en representación de aquel grupo extraordinario.

Años después evocaría a Haydee, al decir que ella “enriqueció mi vida cuando trabajábamos juntos”, y que “[e]n las conversaciones con que matizábamos el trabajo […] habrían de madurar (al amparo de Martí, a quien ambos admirábamos) mis opiniones sobre el papel del escritor y el artista latinoamericanos ante su pueblo y ante sí mismos.

Ella lo tenía bien claro, e irradiaba esa claridad”. Al influjo de esa misma claridad hemos crecido.

Aunque la Casa nació oficialmente el 28 de abril, su primera actividad pública –como es sabido– tuvo lugar poco más de dos meses después, el 4 de julio, con un concierto de dos músicos estadunidenses.

Ese gesto parecería coherente con el espíritu panamericanista de las instituciones que habían coexistido hasta poco antes en este edificio y con el propio nombre de la recién nacida.

Pero para entender el proceso que estaba teniendo lugar tanto en el país como dentro de estas paredes, ese hecho debe ser contrastado con lo ocurrido apenas veinte días después, cuando la Casa fue inundada por un nuevo y protagónico sujeto.

Un mes antes de que ello ocurriera, desde Caracas, Alejo Carpentier había publicado en su sección Letra y solfa, de El Nacional, un artículo en el que adelantaba:

“Pronto, cincuenta mil guajiros a caballo, con sus sombreros de guano, sus guayaberas, zapatos de vaqueta, mochilas y machetes, desfilarán –¡oh, manes del Cucalambé!– por las calles de esta jubilosa Habana de 1959, ciudad que no asistió a parecido espectáculo desde la entrada del chino Máximo Gómez, en los albores de la República”.

Centenares de aquellos guajiros descritos por Carpentier pasaron por aquí. Una fotografía mucho menos célebre que El Quijote de la farola, de Korda, pero no menos evocadora, los muestra comiendo en esta misma sala; en otra, mezclada con ellos, aparece Haydee.

No se entiende la tarea que la Casa estaba comenzando a asumir, si se pasa por alto que parte de su sentido fue integrarse de manera orgánica a la convulsión revolucionaria, y expandir el alcance de sus destinatarios.

Coincidiendo, por cierto, con la llegada de los guajiros a La Habana anunciada en sus palabras, Carpentier regresó definitivamente a Cuba justo a tiempo para ser testigo de la primera celebración popular del 26 de julio.

De inmediato se involucró en la vida cultural del país y entre las primeras tareas que asumió estuvo su decisivo aporte en la concepción y organización de nuestro Premio Literario.

Y fue tal la eficacia del concurso, que apenas un año después de iniciado, en el discurso que pronunciara en la Conferencia de Punta del Este en 1961, el Che lo mencionaría como prueba y ejemplo del modo en que Cuba propiciaba la “exaltación del patrimonio cultural de nuestra América Latina”.

Desde entonces y hasta su muerte, Carpentier permanecería vinculado a la Casa. De manera que, para algunos de nosotros, recibir aquí la medalla que lleva su nombre entraña un inmenso honor.

Si bien la Casa de las Américas adquirió muy pronto vida y personalidad propias, ella expresó, en el plano de la cultura, preocupaciones y miradas afines al proyecto político de la Revolución cubana.

Roberto Fernández Retamar resumió en cierta ocasión su logro mayor:

Si alguna cualidad positiva tiene la Casa que Haydee hizo, la Casa de las Américas, es la de ofrecerse como sitio de encuentro de dos líneas poderosas que atraviesan la gran nación aún despedazada que somos:

La línea que reclama nuestra plena independencia y nuestra integración (es la línea de Bolívar, Sandino, Fidel o el Che), y la que, con pareja energía, anda en busca de nuestra expresión, para usar términos clásicos de Pedro Henríquez Ureña: una expresión que ya empezó a ser nuestra en viejas piezas y músicas, en el Inca Garcilaso, en Sor Juana, en el Aleijadinho.

Allí donde ambas líneas se fusionan, arden obras mayores, a la cabeza de las cuales se encuentra la de José Martí.

Años antes, un crítico como Emir Rodríguez Monegal –a quien no es fácil acusar de simpatizante de la Revolución ni de la Casa–, reconocía el papel de ambas en el desarrollo del llamado boom de la narrativa latinoamericana:

“A veces se olvida […] que el triunfo de la Revolución Cubana es uno de los factores determinantes del boom”, expresaba, para añadir luego que las circunstancias políticas proyectaron al centro del ruedo internacional a la Isla y, con ella, a todo el continente.

Además de afirmar que el gobierno cubano “asume una posición cultural decisiva y que tendrá incalculables beneficios para toda América Latina”, Monegal reconocía que la Casa de las Américas, “por algunos años se convertirá en el centro revolucionario de la cultura latinoamericana”, gracias a su revista, su Premio y sus libros.

Abro un pequeño paréntesis para recordar que desde sus inicios la Casa desbordó su misión cultural y nuestra área geográfica para volcarse, además, en compromisos políticos como el apoyo a Vietnam y a la descolonización de África en los años sesenta y setenta, o a Palestina ahora mismo.

También ha sido notable su respaldo a causas humanitarias. Tenemos un temprano y curioso testimonio de esta solidaridad (cierto que un testimonio algo irritado), gracias a una carta del crítico Manuel Pedro González dirigida a Portuondo, entonces embajador en México.

Escrita desde el Hotel Presidente, según presumo, está fechada el 26 de mayo de 1960, cuatro días después de que un devastador terremoto asolara Chile. Aunque la carta se extiende por varios párrafos, comienza así:

«Querido José Antonio: // Dudo que pueda terminar estas líneas. A dos cuadras, en la Casa de las Américas, frente a mi ventana, han instalado un alto –altísimo– parlante demandando ayuda para las víctimas de Chile y es difícil concentrarse. Trataré de hacerlo”.

Si bien no solemos asociar a la Casa con el bullicio urbano, del que más bien es víctima, la anécdota da fe de cierta temprana ruptura del orden cuando la ocasión lo ameritaba.

Pero volviendo a nuestro tema esencial, para que esta institución llegara a ser lo que es, contó desde sus inicios con la participación entusiasta y la colaboración generosa de escritores, artistas y, más adelante, de instituciones de esta y de otras regiones.

Unos y otras contribuyeron de manera decisiva al alto grado de excelencia y la repercusión internacional de este dinámico centro, tanto como a cimentar un patrimonio artístico, documental, sonoro, bibliográfico y editorial de enorme valor.

A tal punto la Casa ha desarrollado una intensa labor en el campo de la literatura, la música, el teatro y las artes plásticas, por la que es reconocida internacionalmente, que a veces se olvida que ha sido también un punto de referencia para el pensamiento latinoamericano y caribeño.

E incluso el producido en sitios lejanos y en otras lenguas, como el que durante décadas encontró un centro irradiador, desde la Casa, en la revista Criterios, realizada por Desiderio Navarro.

Y ha sido, al mismo tiempo, un puente y lugar de encuentro en el que se han tejido, a lo largo de estas décadas, importantes redes intelectuales y profundos afectos.

El propio Benedetti, al volver de Cuba después de su primer viaje a la Isla en 1966, le escribió a Retamar una primera carta en la que confesaba:

“Ustedes tienen un modo muy particular de invadirle a uno el corazón y hacer que uno sienta, a los pocos días de haber llegado, la confianza y la alegría de una amistad sólidamente cimentada”; y añadía: “desde ahora todo ese mundo es también un poco el mío”.

Intentaré evitar, sin embargo, sucumbir a la embriaguez de la nostalgia, dado que es fácil en un caso como este echar mano a una historia y unos colaboradores excepcionales que justificarían por sí mismos la labor de la institución, cuando lo importante es ver un proceso, entender sus claves y evaluar su pertinencia en el mundo de hoy.

Aun así, no puedo desentenderme del hecho de que por estas salas y pasillos han andado millares de los hombres y mujeres más notables de la literatura, las artes y la reflexión en la América Latina y el Caribe, y también de otros continentes, incluidos premios Nobel que todavía no lo eran como Asturias, Neruda, García Márquez, Soyinka, Cela, Dario Fo, Saramago y Vargas Llosa.

De la relación con esos miles queda un aluvión de cartas que rebasan su enorme valor como manuscritos para dar fe de una época llena de pasión y de contradicciones.

Por eso nos pareció involuntariamente gracioso que el año pasado, con motivo del centenario del escritor italiano Italo Calvino, alguien sugiriera colocar en algún lugar visible de este singular edificio una de esas placas en las que se lee: “Aquí estuvo…” o “Por aquí pasó…”, para señalar que la Casa fue uno de esos sitios importantes vinculados con el escritor.

Aquella era una petición irrealizable porque antes hubiéramos tenido que tapizar las paredes del edificio, de arriba a abajo, con miles de placas similares.

Junto a ellos, por supuesto, también han recorrido estos espacios Martín Fierro y Blas Cubas, Doña Bárbara y Pedro Páramo, Ti Noel y Caliban, José Cemí y el Macho Camacho, Juanito Laguna y Ramona Montiel, Santa Juana de América y el Pagador de promesas, la Maga y Aureliano Buendía, Amanda y Manuel, Mafalda y Anansi, Beatriz Viterbo y Arturo Belano, así como tantísimos personajes más que nos siguen acompañando.

Otros visitantes han encontrado en la Casa un lugar de referencia a la hora de generar proyectos similares.

En 1988 el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro llegó a Cuba como parte del propósito que lo llevó a otros países latinoamericanos: establecer o afianzar contactos y conseguir colecciones de arte popular, libros, discos y películas para el acervo del naciente Memorial de América Latina, que pronto se fundaría en São Paulo.

En esa ocasión, acompañado de Eliseo Diego, visitó la Casa para formalizar la relación entre ella y el Memorial. La carta que le escribió a Retamar a su regreso a Río de Janeiro, no tiene desperdicio.

Comienza con una humorada no muy adecuada a la sensibilidad de hoy, que alude a las muchas y eficientes mujeres que trabajaban en la Casa (a las que el pintor chileno Roberto Matta llamaba «las Casadas de las Américas»); no obstante la repetiré, porque está escrita desde el cariño, y porque varias de las aludidas se encuentran entre las galardonadas:

«Fueron lindos mis días en Cuba. Les agradezco mucho a ti y a tu extraordinario equipo. ¿No quieres prestarme a tus muchachas? Con ellas aquí, el Memorial de América Latina podría incluso funcionar”.

El propio Matta había llegado a La Habana un cuarto de siglo antes, en febrero de 1963, invitado por la Casa.

En aquel productivo viaje de varias semanas, realizó Cuba es la capital, el mural que desde entonces se encuentra a la entrada de este edificio.

Al reseñar la visita, Edmundo Desnoes recordaría que cuando Matta llegó apenas habían transcurrido “cinco meses del bloqueo naval con el que Estados Unidos pretendió asfixiarnos”, lo que provocó escasez de materiales para los artistas, de modo que el pintor decidió emplear cal y “la propia tierra cubana” extraída del jardín.

Contaría entonces Matta que Eusebio, el trabajador de la Casa que le llevaba los cubos llenos de tierra, le dijo que eso nunca se había visto en Cuba:

“Sentí que yo [añadiría Matta] estaba abriendo una visión a otro hombre, quitándole prejuicios, mostrándole posibilidades”.

Por esas mismas fechas se encontraba entre nosotros, como jurado del Premio Literario, Julio Cortázar. Aquel viaje, confesaría después, cambió su vida y le permitió cobrar conciencia de su condición latinoamericana. En la única carta escrita desde La Habana esa vez, dirigida a su amigo Eduardo Jonquières y fechada el 22 de enero, le cuenta:

“No te escribo largo porque la Casa de las Américas no me deja” por los compromisos y las “montañas de libros y revistas” que le entregaba.

Promete hablarle más adelante sobre la Revolución, pero comenta el frenesí de los intelectuales cubanos “trabajando como locos, alfabetizando y dirigiendo teatro y saliendo al campo a conocer los problemas… Huelga decirte que me siento viejo, reseco, francés al lado de ellos”.

Cortázar, que no tiene un pelo de ingenuo, añade: “no cierro los ojos a las contrapartidas, pero no son nada frente a la hermosura de este son entero de verdad”.

Y da fe, entonces, del difícil momento que le correspondió ver: “Qué tipos, che, qué pueblo increíble. El bloqueo es mostruoso.

No hay remedios, ni siquiera unas pastillas para la garganta. Se hacen prodigios para combinar el arroz con los boniatos y los boniatos con el arroz”.

Al recordar esos otros momentos escarpados, no puedo pasar por alto que vivimos tiempos particularmente difíciles, en los que no solo nos asedian carencias materiales de todo tipo y que el bloqueo (aquel mismo bloqueo) sigue en pie, sino también la fatiga propia de la batalla que se alarga.

Por si fuera poco, el horizonte latinoamericano, para no hablar del mundial, vive días turbulentos.

Es grato y es cómodo el trabajo de la Casa con el viento a favor, cuando –por ejemplo– la mayor parte de los gobiernos de la región sintonizan con la aspiración de la unidad, y se facilita el intercambio de ideas.

En tiempos de crisis y de gobiernos que explícitamente intentan dinamitar la noción misma de unidad latinoamericana y caribeña, ese trabajo es más difícil pero también más necesario.

El ya citado Carpentier comentó que todo escritor y todo artista se ha preguntado alguna vez qué sentido tiene su trabajo creativo.

En un mundo en el que existe tal cantidad de obras extraordinarias que no alcanza la vida de una persona para abarcarlas, ¿qué razón tiene perseverar en la tarea?.

Seguramente a buena parte de nosotros –en tanto representantes de una institución– nos ha asaltado una pregunta similar.

Pero entonces se hace inevitable pensar que aún somos necesarios porque el arte y la literatura llevan en sí la curiosa paradoja de que nos sustraen del mundo para permitirnos entenderlo y entendernos mejor; porque el pensamiento puede angustiarnos a la vez que nos hace más libres, y porque la Casa debe seguir siendo una alternativa a lo que parece ser el sentido común de nuestro tiempo.

Hay, a la vez, llamados de los que no podemos apartarnos, como el hecho –pongamos por caso– de que se cumplirá en diciembre el bicentenario de la batalla de Ayacucho, que selló la independencia hispanoamericana en territorio continental, y nos corresponde conmemorarlo, puesto que se trata de un hito (también cultural) en la larga historia que nos ha traído hasta aquí.

Y en medio de la incertidumbre uno recuerda las ocasiones en que, por falta de recursos, en lugar de detener el trabajo, otros han echado mano a la tierra que nos rodea, tanto en el sentido concreto que supieron otorgarle Matta y Eusebio, como en el metafórico que le daban nuestros mambises al decir que también la tierra pelea.

Más de una vez he pensado que el principal defecto de la Casa de las Américas es quizá su mayor virtud: la ambición permanente, su irrefrenable vocación de ir siempre más allá y desbordar fronteras.

No me refiero a esa recurrente inclinación a enlazar opuestos, como transitar sin tropiezos –para atenernos a un ilustrativo ejemplo de 1967– entre dos momentos excepcionales y diversos de la creación poética:

De la celebración del Encuentro con Rubén Darío, homenaje a uno de los mayores poetas de la lengua, a la realización del Encuentro de la Canción Protesta, al cual debemos, por un lado, la imagen de la rosa y de la espina diseñada por Rotsgaard (quizás el más reproducido de los carteles culturales cubanos), y, por otro, el nacimiento pocos años más tarde del Movimiento de la Nueva Trova. Pero no me refiero a eso, repito, sino a algo más programático.

Ayer mismo clausuramos un Premio concebido originalmente para escritores hispanoamericanos en los géneros literarios tradicionales.

Era fácil acomodarse a ello y sostener el interés de los concursantes sin arriesgar nada.

Pero pronto la Casa quiso más: incluir a los autores de Brasil, adoptar el género testimonio (decisión que provocó estas palabras de Rodolfo Walsh: “creo un gran acierto de la Casa de las Américas haber incorporado el género testimonio al concurso anual.

Es la primera legitimación de un medio de gran eficacia para la comunicación popular”), convocar la literatura para niños y jóvenes, asimilar a los autores caribeños no solo en las lenguas de las metrópolis sino también en los creoles de la región, aceptar como propios a los latinos residentes en los Estados Unidos, poner el foco en mujeres, negros, pueblos originarios.

Y así sucesivamente, en una lógica que se repite en cada área de la Casa, en sus eventos y publicaciones.

¿Qué sentido tiene tanta locura? Pues esa locura forma parte de la capacidad de la Casa para fundar y reinventarse sin dejar de ser fiel a sí misma, y de su afán de redefinir y extender el concepto mismo de nuestra América, y de quienes hacen su cultura y su historia, más allá de los excluyentes límites que han pretendido imponérsele.

Hace exactamente 30 años, es decir, en 1994, se produjo en la Casa un inusitado recambio generacional.

Por acuerdo colectivo, cuatro compañeras y un compañero que ocupaban cargos de dirección tuvieron la visión y la generosidad de dar un paso al lado y emprender nuevas tareas dentro de la Casa; cuatro de ellos, por cierto, están siendo distinguidos esta mañana.

En su lugar, cinco jóvenes nacidos, y sobre todo nacidas, en los años sesenta, y que por lo tanto son más jóvenes que la Casa misma, pasaron a ocupar las direcciones de Artes Plásticas, Biblioteca, Administración, Prensa y el Centro de Investigaciones Literarias.

Esa apelación a los jóvenes no era nueva. Protagonista del entusiasmo generado por la Revolución, era lógico que la Casa lograra nuclear a la mayor parte de las figuras que, en los años sesenta, estaban realizando lo mejor de la cultura del momento.

Un desafío mayor significaba mantener el contacto y la capacidad de convocatoria entre quienes entonces apenas comenzaban a dar sus primeros pasos en el ámbito cultural. Co

Consecuencia de tal desafío fue la celebración del Encuentro de Jóvenes Artistas Latinoamericanos y del Caribe celebrado en 1983, que convocó a escritores, artistas y científicos sociales, y que, visto en perspectiva, fue el antecedente más obvio del espacio Casa Tomada.

Cinco años después de aquella renovación generacional, al pronunciar las palabras inaugurales del Premio Literario de 1999, Retamar formulaba preguntas que, naturalmente, iban mucho más allá de preocupaciones sobre el concurso mismo:

¿Qué van a hacer los jóvenes con el Premio Casa de las Américas? ¿Quedará como está? ¿Desaparecerá, entendiéndose que su misión ha sido cumplida? ¿Encontrará maneras creadoras de seguir prestando servicios? […]

Hago estas preguntas en un momento de madurez de nuestro Premio y de nuestra Casa. Y, como he dicho, no anticipo contestaciones.

Es más: quiero dejar las preguntas en el aire, con la certidumbre de que serán bien respondidas.

Si hemos sabido ser los mismos y otros, si hemos vivido y sobrevivido a través de pruebas a menudo bien complejas, tropezando y volviendo a encontrar el paso, tenemos derecho a la confianza. Tenemos más: el derecho, y probablemente el deber, de volver a empezar.

Ha transcurrido un cuarto de siglo desde entonces. El hecho de que estemos hoy aquí significa que aquellas preguntas fueron bien respondidas y las preocupaciones encontraron adecuado cauce.

Pero unas y otras se renuevan permanentemente, de manera que siguen en pie y toca a los jóvenes de hoy no olvidarlas. Como no debe olvidarse que la historia de la Casa puede ser contada como un relato de sucesos felices (más aún porque la ocasión celebratoria lo propicia), pero que también ha sido un campo de batalla erizado de pasiones y tensiones de todo tipo, donde estallaban polémicas y colisionaban puntos de vista, como inevitable corolario de su permanente toma de posición.

Premios, coloquios, exposiciones, conciertos, lecturas, debates, ediciones y espectáculos teatrales continúan con su perseverancia habitual.

Escritores, artistas, pensadores y activistas de todos los sitios siguen viniendo a ella, habitándola y reconociéndola como propia. Son los hechos cotidianos que hacen de la Casa de las Américas lo que es.

Mucho menos cotidiano y sí más excepcional es lo que está ocurriendo esta mañana. Deseo reiterar el agradecimiento de quienes hemos sido condecorados hoy.

A todas y todos nos une el profundo vínculo con este sitio; el motivo que nos convoca permite reconocernos como miembros de la enorme familia de quienes, a partir de 1959, han sido tocados de un modo u otro por la Casa de las Américas, desde su inolvidable fundadora, hasta los hijos y nietos de aquellos guajiros que una vez, hace casi 65 años, inundaron esta sala.

Quiero concluir recordando que fue aquí mismo, en este sitio de la ciudad en que se erige el edificio que desde 1959 ocupa nuestra institución, donde se levantó la antena de 57 metros de altura que, a principios de 1905 y por primera vez en la historia de la humanidad, permitió realizar una conexión inalámbrica entre dos países, al enlazar a La Habana con Cayo Hueso, como preámbulo de sucesivas conexiones con estaciones de México, Puerto Rico y Panamá.

Es difícil no sentirse tentado a leer el azaroso acontecimiento como una señal del destino porque la Casa de las Américas ha sido precisamente eso, una enorme antena para comunicarse con el mundo.

Es un fortuito acto de justicia, entonces, que aquí donde nació una nueva forma universal de conectarse, creciera también una institución que hizo de ese propósito parte del sentido de su existencia.

 

Premio Literario Casa de las Américas: Conozca las obras ganadoras

Cuba en Resumen

Por Inés María Castro Machado.

La obra Buenos Aires, fin de otoño, de Guillermo Adrián Paniaga (Argentina), resultó ganadora en la categoría Novela, en el Premio literario Casa de las Américas, cuyos resultados se conocieron este viernes.

El jurado, integrado por Fabrizio Mejía Madrid (México); Hernán Ronsino (Argentina), y Lourdes de Armas (Cuba), argumentó que se trata de “una narración coral que trabaja con destreza la diversidad de puntos de vista, modela así un universo de rumores, de versiones y de miradas bien distintas. Un notable entramado narrativo en donde resuena en la vida de cada personaje la complejidad de una época y de la vida política”.

En el género merecieron menciones los libros Las noches de Cantalao, de Nieves Cárdenas López (Cuba), y Ninjas de piñata, de José Llambías (Argentina).

La obra La piel de la tierra, de Marina Jurberg (Argentina) triunfó en la categoría Teatro. Sobre la misma, el jurado integrado por Carlos Arroyo (Venezuela); Carlos Satizábal (Colombia), y Fernando Hechavarría (Cuba), expresó “sus personajes nos presentan en sus momentos y sus situaciones las posibilidades vitales y necesarias de su montaje escénico, de traerlas de su palabra poética dramatúrgica a la vida poética del teatro, aunque deseche las didascalias y las convenciones de la tradición de la literatura teatral”.

Recibieron menciones las obras Danzón, de Ulises Rodríguez Febles (Cuba), e Hilados y tejidos, de Marcelo Romero Hernández (México).

En Literatura para niños y jóvenes el lauro fue para El latido de los días, de Mario Carrasco Teja (México). Según el jurado, conformado por Ricardo Fernandes (Brasil); Geraldine de Santis (República Dominicana) y Liuba María Hevia (Cuba), se trata de una “obra que reivindica la fuerza de la brevedad tanto en la organización de las ideas como en la bien lograda cohesión entre trama, maestría literaria, valores universales a través de lo regional y una voz única para relatar historias que encienden la chispa de la inteligencia y la curiosidad en sus lectores”.

Como menciones fueron reconocidas las obras ¡Aquí dentro de la manzana!, de María Victoria Ramos (Argentina) y El niño del faro, de Jorge Accame y Julio Accame (Argentina).

Por último, el premio para Ensayo de tema artístico-literario fue para Hace tiempo que caminas. El testimonio andino de la violencia política en el Perú, de Betina Sandra Campuzano (Argentina).

Sobre el texto, el jurado integrado por Arturo Arias (Guatemala); Liliana Bellone (Argentina), y Leonardo Sarría (Cuba), comunicó que “es un repaso de las matrices críticas del género testimonio, del archivo y del repertorio icónico, de impresionante solidez teórica. Se trata de un análisis crítico de las culturas tradicional y popular, tanto en su vertiente textual como gráfica”.

Las menciones recayeron sobre Utopías coloniales. Polémicas de los cronistas Las Casas y Fernández de Oviedo por el Nuevo Mundo, de Vanina María Teglia (Argentina); No por no ver no veo. Poéticas del ojo en la literatura hispánica del siglo XXI escrita por mujeres, de Marta Pascua Canelo (España) y La Muerte Blanqueada. Breve Atlas Mnemosyne sobre las formas de domesticar y ocultar la muerte en Colombia (1730-1937), de Nicolás Martínez Bejarano (Colombia).

Tomado de Cubadebate / Foto: Inés María Castro Machado.

 

Díaz-Canel: «Nada más político y a la vez cultural. Eso es Casa de las Américas»

Palabras pronunciadas por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en el acto por el Aniversario 65 de Casa de las Américas, en La Habana, el 27 de abril de 2024, «Año 66 de la Revolución»

Granma

(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)

Saludos a las compañeras y compañeros que habitan Casa de las Américas (Aplausos);

Admirados y queridos condecorados hoy;

Distinguidos invitados;

Amigas y amigos:

Saludo y felicito, en primer lugar, a los condecorados esta mañana, y agradezco especialmente a Jorge Fornet su emocionada evaluación del significado de la obra de 65 años que celebramos hoy, magnífico, justo y bello ensayo sobre Casa de las Américas (Aplausos).

Mientras Jorge hablaba me han asaltado imágenes de un tiempo entrañable, cuando siendo adolescente aún y de visita en La Habana, de vacaciones –venía a casa de mis tíos–, pasaba siempre por aquí con la ilusión de ver salir a Haydée Santamaría junto a cualquiera de los grandes nombres latinoamericanos de la literatura, las artes plásticas o la música, que yo llegué a pensar que vivían aquí de tanto verlos en los noticieros ICAIC de Santiago Álvarez.

En mi opinión, uno de los mayores méritos y aportes de Casa es haber atesorado obras y memorias de extraordinario valor para nuestras culturas, incluyendo los detalles del singular origen de este hogar del alma americana, tal como lo contó Haydée a un grupo de trabajadores cubanos en junio de 1974.  (Y cito sus reveladoras palabras:)

Decía Haydée en sus reveladoras palabras:

«[...] Yo no entendía bien por qué tenía que ir allí. Yo no estaba entre las personalidades llamadas del arte y la literatura, ni siquiera tenía cultura...»

«...Era un pedazo de casa que parecía una iglesia, y la gente que estaba allí entonces. Ahí estuve dos o tres meses y le cambiamos el nombre. ¡¿Qué cosa era aquello de Sociedad Colombista Panamericana?!, pues vamos a cambiarle el nombre.  Entonces me proponen varios nombres y entre los propuestos había nombres muy pomposos, y me quedé con el de Casa de las Américas. 

«...Quienes estábamos cerca de los compañeros que en este país saben lo que puede suceder, sobre todo Fidel, estábamos al tanto de que se avecinaban rupturas de relaciones con la América Latina, de que tendríamos grandes conflictos, todo eso ya sabíamos que vendría. Entonces yo empiezo a pensar que cuando nos aíslen de nuestro continente, era importante no aislarse de la cultura latinoamericana.

«...Para mí, en el orden personal, era angustioso pensar que nos separaran de la cultura de nuestro continente. Pensaba, y sigo pensando, que la cultura de nuestro continente es en lo fundamental la misma. Y entonces decido quedarme en la Casa de las Américas.  No podía aceptar que por el aislamiento que íbamos a padecer, un día nuestro pueblo no supiera cuáles eran nuestros antepasados indígenas, quiénes eran los escritores y los artistas de nuestro Continente que habían sabido expresarlo en formas literarias y artísticas. Me preocupaba que un día, en este país, nuestros trabajadores, por haber quedado aislados de nuestro continente, no supieran quién había sido Ricardo Palma, del Perú, o el Martín Fierro argentino. Pues, aunque las culturas puedan llamarse internacionalistas, no cabe la menor duda de que hay raíces, y por aislamiento pudiéramos no conocer las raíces de nuestra maravillosa cultura, tan profundas y tan hermosas.  (...) No podemos aislarnos de nuestra cultura, porque nos aislamos de nuestra política, nos aislamos de Bolívar, nos aislamos de San Martín, nos aislamos de Martí.  Y si nos aislamos de ellos, nos aislamos de nuestra cultura, porque ellos son parte esencial de nuestra cultura también». 

He comenzado con esta larga cita, porque la historia que sigue a esos inicios es tan tremenda, que incluso quienes tenemos más años, más relación y por tanto más responsabilidad en defender e impulsar sin reposo la obra de Casa, olvidamos e incluso desconocemos muchos de aquellos detalles conmovedores y esenciales de su nacimiento, hasta que una conmemoración como esta, de aniversario, nos da un buen pretexto para traer a Haydée de vuelta a Casa, como ha hecho antes Fornet.

¿Cómo fue que una mujer que se definió duramente a sí misma como alguien sin cultura, llegó a ser respetada, querida y honrada, aun después de la muerte, por algunos de los más prominentes y deslumbrantes autores de nuestra lengua, tal como atestigua esa magnífica colección de cartas recogidas en el libro Destino: Haydée Santamaría?

Hay que preguntarse si a caso la sensibilidad, el humanismo, la pasión y el compromiso revolucionario no son raíces suficientes para alimentar y hacer nacer y florecer la cultura.

Creo que la respuesta está en esa frase suya: “No podemos aislarnos de nuestra cultura, porque nos aislamos de nuestra política”.  Y está en que ese criterio lo expresara una de las heroínas de la Revolución Cubana no ante un auditorio de artistas e intelectuales nucleados en torno a la Casa, sino precisamente ante un grupo de trabajadores, en la CTC, (un) su suceso natural solo en el contexto de una Revolución auténtica, tal y como ocurrió y lo recordaba Jorge, cuando en estos espacios fueron acogidos, como parte de la familia, los campesinos que vinieron al primer 26 de Julio en La Habana.

O cuando el 11 de septiembre de ese año fundacional vino a la Casa un joven jefe guerrillero de solo 28 años, vestido con su uniforme de campaña, el Comandante Raúl Castro Ruz, para intervenir en un ciclo de conferencias organizado por la Biblioteca José Antonio Echeverría.  Llegó Raúl a esta misma sala, que después se llamaría Che Guevara, y desde aquí lanzó su trascendente “Mensaje de la Revolución Cubana”, afirmando:

«Somos un país pequeño con una gran responsabilidad.  Estamos explorando los caminos de la historia de la nueva independencia latinoamericana.  Nuestra Revolución, como un faro de esperanza, proyecta su luz sobre nuestros países hermanos.  La Revolución Cubana -la Revolución de nuestro pequeño país-, ha sacudido a doscientos millones de latinoamericanos, les ha dado una nueva conciencia de sus fuerzas y de su destino, ha elevado el sentimiento de solidaridad y de cooperación latinoamericana en pro de los altos ideales de liberación, de progreso y de libertad, ha puesto en movimiento nuevas fuerzas, ha mostrado nuevas experiencias y descubierto nuevas posibilidades.

«América Latina encontrará los medios de juntarse y cooperar para acelerar su desarrollo y garantizar su libertad».

«Cuba está en la vanguardia de ese empeño.  No dejaremos que la luz de la Revolución Cubana se apague para los pueblos hermanos de nuestra América».

Párrafos antes, en ese largo y profundo “Mensaje de la Revolución”, que Raúl dio a conocer en la Casa, se resalta la raíz martiana del trascendental proceso abierto por el triunfo revolucionario en su proyección latinoamericanista:

«Cuando Martí hablaba de Nuestra América, cuando no limitaba su patria a nuestras queridas islas, sino que se consideraba como hijo y servidor de toda Nuestra América, tenía presente, seguramente, esta similitud de los males que nos azotan, de los enemigos que nos atacan, de los peligros que nos amenazan.

«Nuestro es Martí, como nuestros son el cura Hidalgo, y el indio Juárez, Bolívar y San Martín, Artigas y O'Higgins, Betances y Eloy Alfaro.

«Sufrimos por nuestros males y por los males de todos los pueblos hermanos de América Latina».

La obra de la Casa, desde su nacimiento, ha sido promover las artes y la literatura de nuestra región, trabajar para la integración latinoamericana y caribeña en el campo de la cultura y combatir las visiones coloniales que se imponen sobre los pueblos y subsisten y se renuevan desde hace más de cinco siglos.  Nada más político y a la vez cultural.  Eso es Casa de las Américas. Y eso es la Revolución Cubana.

La labor orientada hacia la emancipación cultural y hacia la unidad que soñaron Bolívar y Martí, fue decisiva, en particular, cuando los gobiernos de América Latina, con excepción de México, rompieron —bajo la presión del imperialismo— con la Cuba revolucionaria.   

Mucho después, en 2019, en cálido mensaje de felicitación a Roberto Fernández Retamar y a su equipo, el General de Ejército Raúl Castro Ruz destacaba, nuevamente, el valioso aporte de la institución a la creación de «lazos y vías de intercambio cultural (para) entre los pueblos de América Latina y el Caribe» y al fomento de «una visión martiana y anticolonial entre los creadores de nuestra región».

Fue precisamente el querido e inolvidable Roberto Fernández Retamar, quien en sus palabras por los treinta años de la institución, se refirió al «espíritu de servicio con que Haydée marcó a la Casa», considerando determinante el hechizo personal de la heroína y “su manera inolvidable de vincular la política radical y la sensibilidad humanista», así como «su convicción de que tan trabajadores de la Casa son los que laboran en sus locales como los que lo hacen en otros lugares y países, su necesidad orgánica de justicia y de belleza».

Entre esos «trabajadores de la Casa» que sostuvieron muchos de sus proyectos desde otros países del continente, hay creadores que fueron asesinados de manera brutal por las dictaduras fascistas patrocinadas por el imperialismo para acallarlos y destruir la fuerza moral de sus ideas, como Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti o Víctor Jara.  

Varios intelectuales perseguidos en sus países fueron acogidos en esta Casa, donde iniciaron líneas de trabajo que aún perduran, como Manuel Galich y el también vilmente asesinado Roque Dalton.  Una figura entrañable de la Casa, exiliada en Cuba tras el golpe fascista, fue Miria Contreras (Payita), cercana colaboradora del presidente Salvador Allende.

Correspondió igualmente a la Casa de las Américas proteger las conmovedoras arpilleras de una creadora como Violeta Parra, tan amada por los sectores populares como odiada por la ultraderecha.    

El Fondo Editorial de la Casa publicó a autores esenciales del pensamiento anticolonial, como Paulo Freire, Darcy Ribeiro, Pablo González Casanova, Adolfo Sánchez Vázquez, George Lamming o el propio Roberto, autor de ensayos ineludibles, como «Caliban». Tampoco es casual que la Casa haya inaugurado su colección «Pensamiento de Nuestra América» con dos importantes tomos de textos del Comandante Ernesto Che Guevara.

La Casa de las Américas nos acercó a Rubén Darío, Machado de Assis, César Vallejo, Pablo Neruda, Alí Primera, Eduardo Galeano, Santiago García, León Ferrari, Osvaldo Dragún, Ernesto Cardenal, Roberto Matta, Augusto Roa Bastos y a otros escritores y artistas de Nuestra América.

Si el uruguayo Mario Benedetti creó el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa y el guatemalteco Manuel Galich la revista Conjunto, de teatro latinoamericano, hay que recordar la labor fundadora de intelectuales y artistas cubanos, como Mariano Rodríguez, que fue presidente de la Casa; Alejo Carpentier, que escribió las bases del Premio literario; José Lezama Lima, Pablo Armando Fernández, Harold Gramatges, Argeliers León, Umberto Peña, Eduardo Heras León y muchos otros.

La Nueva Trova tuvo en la Casa de las Américas su primer hogar, con el apoyo personal de Haydée. Aquí, en esta sala, tocaron juntos por primera vez Silvio, Pablo y Noel Nicola, a quienes se sumaron Vicente, Eduardo Ramos y Martín Rojas.  Aquella expresión originalísima de nuestra cultura se conectó con otros muchos cantautores convocados por la Casa, a instancias de la cineasta estadounidense y cubana Estela Bravo, para participar en aquellos Encuentros de la Canción Protesta.  

Inolvidable entre las acciones trascendentes de Casa, el Primer Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América de 1981. En la Declaración Final del evento los participantes se comprometieron a enfrentar la maquinaria imperial de mentiras y manipulaciones defendiendo «la verdad, la justicia y la belleza, y no de un modo abstracto, sino con la decisión y la lucidez con que lo exige y lo merece la personalidad original de nuestras naciones».  

Parecen palabras escritas para hoy, cuando los fantasmas del fascismo corriente emergen como peligrosas caricaturas de un pasado, demasiado doloroso y cercano todavía para desestimar su vileza y su vocación de sometimiento a los mandatos imperiales.

Hoy he citado autores esenciales cuyas vidas y obras merecen un mayor espacio en la difusión del pensamiento anticolonial.  Mucho debo en el reconocimiento de esas obras a los importantes apoyos de la Casa y de su actual presidente, nuestro querido Abel Prieto y parte de su equipo, en la permanente y aguda crítica a la profunda crisis cultural que vive el mundo, conducido por el capitalismo salvaje a la temible barbarie anunciada por Rosa Luxemburgo.

No es posible olvidar que mientras aquí celebramos aquel gran hecho cultural que fue el nacimiento de nuestra Casa de las Américas, Israel ultraja la memoria de su propio pueblo, masacrando a los palestinos que sobreviven entre los escombros de Gaza.  Y Estados Unidos, tras sucesivos vetos, se abstiene de votar un alto al fuego en el ya inútil Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero aprueba sumas mil millonarias para alimentar guerras, mientras reprime brutalmente a los estudiantes que protestan por el cinismo de sus gobernantes y acusa a otros de su ya inocultable irrespeto a los derechos humanos.

No hay mejor homenaje a todos los intelectuales y artistas que entregaron sus vidas junto con sus obras a la lucha antifascista y antimperialista promovida por la Casa, que hacer causa común con los que hoy batallan por los mismos ideales de justicia social, paz y auténtica libertad.

No quiero terminar sin dedicar un saludo agradecido al Jurado del Premio Casa, que este año celebran los 65 junto a nosotros.  Sentimos profundo orgullo por hospedar a quienes trabajan intensamente para que siga siendo este Premio «anticolonial, martiano, calibánico, expresión de apego innegociable a la cultura», como hace unos años lo definió brillantemente Abel Prieto.

Abrazo también a los compañeros de distintas generaciones que han sido condecorados hoy y que ya forman parte de la rica historia de esta institución, que ha nutrido la cultura cubana, latinoamericana y caribeña.

Los felicito y los abrazo en este día de tanta significación.  Abrazo a todos y cada uno de los trabajadores de la Casa y les pido que mantengan la mística que heredaron de Haydée, de Roberto y de los fundadores, que es la mística propia de la Revolución Cubana.

¡Sigan enfrentando la mentira y las manipulaciones del imperio y sus mercenarios, y del nuevo fascismo, con la verdad, la justicia y la belleza!

Muchas gracias (Aplausos).

 

La mística de una Casa que se sigue rehaciendo

Alina Perera Robbio

Presidencia Cuba

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De la verdad, la justicia y la belleza habló en la mañana de este sábado, desde la emblemática Casa de las Américas, el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Lo hizo en ocasión de que fueran reconocidos un grupo de creadores a quienes el compromiso cotidiano y entrañable les ha unido en largo tiempo a una institución tan valiosa para Nuestra América y para el mundo.

Fue hermoso el homenaje que se rindió en la jornada a una cubana excepcional como Haydée Santamaría, o a un pintor de la Isla como Mariano Rodríguez, o al poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar -figuras cardinales del alma de la Mayor de las Antillas, quienes dejaron una huella de sumo valor a la Casa-.

Entre otros dirigentes de la Revolución, entre artífices de la cultura, entre trabajadores y colaboradores de la Casa de las Américas, transcurrió la mañana de reconocimientos, donde también estaban presentes los integrantes del jurado de la edición 64 del Premio Literario que dio a conocer, este viernes, los títulos ganadores de la convocatoria más reciente de Casa, en la cual confluyeron 1 300 obras procedentes de 28 naciones.

Porque como decía Martí honrar honra, fue entregada la Medalla Haydée Santamaría a creadores y promotores vinculados con el quehacer de Casa de las Américas: La recibieron el narrador y ensayista guatemalteco Arturo Arias; la artista de la plástica y curadora Lesbia Vent Dumois; el escritor y cineasta Víctor Casaus Sánchez; el trovador y escritor Amaury Pérez Vidal; el músico y promotor Enio Alberto Faya Montano; y el compositor y director de orquesta Guido López Gavilán.

Igualmente fue otorgada la Medalla Alejo Carpentier a dos fundadoras de la Casa de las Américas -Silvia Gil López, y María Luisa Salsamendi Miranda-; al tiempo de que por la entrega excepcional al frente de sus áreas de trabajo, fueron distinguidos el sociólogo Aurelio Alonso Tejada; el ensayista Jorge Fornet Gil; la musicóloga María Elena Vinueza González; la teatróloga Vivian Martínez Tabares; y el diseñador gráfico José A. Menéndez Sigarroa.

El momento también resultó propicio para dar la Distinción por la Cultura Nacional a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a los méritos alcanzados y a todo lo hecho en el enriquecimiento de la cultura.

Al hablar en nombre de los condecorados, el investigador Jorge Fornet reparó en que ya son 65 los años que cumple la institución. Es una cifra inimaginable, dijo, aunque parezca natural, pues no deja de resultar sorprendente que entre las primeras medidas revolucionarias haya estado crear la Casa de las Américas, un 28 de abril de 1959.

Las vidas de quienes fueron galardonados en la jornada de este sábado, expresó Fornet, son vidas atravesadas por la pasión de una mujer como Haydée Santamaría. A todos -resaltó el intelectual- los une la fidelidad al espíritu de la Casa, una casa que ha sido puente y lugar de encuentros, relato de sucesos felices y también campo de batallas, universo para premios, coloquios, exposiciones, lecturas, y pensamiento.

La Casa de las Américas, dijo el ensayista, ha sido una suerte de antena para comunicarse con el mundo.

Palabras dedicadas a una Patria de creación

En el aniversario 65 de Casa de las Américas, el Presidente Díaz-Canel hizo en la mañana de este sábado una remembranza de «imágenes de un tiempo entrañable, cuando siendo adolescente aún y de visita en La Habana, de vacaciones -venía a casa de mis tíos- pasaba por aquí (por Casa de las Américas) con la ilusión de ver salir a Haydée Santamaría junto a cualquiera de los grandes nombres latinoamericanos de la literatura, las artes plásticas ¡O la Música¡ que yo llegué a pensar que vivían aquí de tanto verlos en los noticieros ICAIC de Santiago Álvarez».

En opinión del mandatario, «uno de los mayores méritos y aportes de Casa, es haber atesorado obras y memorias de extraordinario valor para nuestras culturas, incluyendo los detalles del singular origen de este hogar del alma americana, tal como lo contó Haydée a un grupo de trabajadores cubanos en junio de 1974. Y cito sus reveladoras palabras:

“(…) Yo no entendía bien por qué tenía que ir allí. Yo no estaba entre las llamadas personalidades del arte y la literatura, ni siquiera tenía cultura (…)”.

“(…) Era un pedazo de casa que parecía una iglesia, y la gente que estaba allí entonces. Ahí estuve dos o tres meses y le cambiamos el nombre. ¡¿Qué cosa era aquello de Sociedad Colombista Panamericana?!, pues vamos a cambiarle el nombre. Entonces me proponen varios y entre los propuestos había nombres muy pomposos, y me quedé con el de Casa de las Américas”.

“(…) Quienes estábamos cerca de los compañeros que en este país saben lo que puede suceder, sobre todo Fidel, estábamos al tanto de que se avecinaban rupturas de relaciones con la América Latina, de que tendríamos grandes conflictos, todo eso ya sabíamos que vendría. Entonces yo empiezo a pensar que cuando nos aíslen de nuestro Continente, era importante no aislarse de la cultura latinoamericana”.

“(…) Para mí, en el orden personal, era angustioso pensar que nos separaran de la cultura de nuestro continente. Pensaba, y sigo pensando, que la cultura de nuestro Continente es en lo fundamental la misma. Y entonces decido quedarme en la Casa de las Américas. No podía aceptar que por el aislamiento que íbamos a padecer, un día nuestro pueblo no supiera cuáles eran nuestros antepasados indígenas, quiénes eran los escritores y los artistas de nuestro Continente que habían sabido expresarlo en formas literarias y artísticas. Me preocupaba que un día, en este país, nuestros trabajadores, por haber quedado aislados de nuestro Continente, no supieran quién había sido Ricardo Palma, del Perú, o el Martín Fierro argentino. Pues, aunque las culturas puedan llamarse internacionalistas, no cabe la menor duda de que hay raíces, y por aislamiento pudiéramos no conocer las raíces de nuestra maravillosa cultura, tan profundas y tan hermosas. (…) No podemos aislarnos de nuestra cultura, porque nos aislamos de nuestra política, nos aislamos de Bolívar, nos aislamos de San Martín, nos aislamos de Martí. Y si nos aislamos de ellos, nos aislamos de nuestra cultura, porque ellos son parte esencial de nuestra cultura también”.»

Foto: Estudios Revolución

El dignatario expresó haber comenzado su intervención por esa larga cita, «porque la historia que sigue a esos inicios es tan tremenda, que incluso quienes tenemos más años, más relación y por tanto más responsabilidad en defender e impulsar sin reposo la obra de Casa, olvidamos e incluso desconocemos mucho de aquellos detalles conmovedores y esenciales de su nacimiento».

A propósito de una mujer como Haydée, el Jefe de Estado preguntó en la Sala Ernesto Che Guevara: «¿Cómo fue que una mujer que se definió duramente a sí misma como alguien sin cultura, llegó a ser respetada, querida y honrada, aún después de la muerte, por algunos de los más prominentes y deslumbrantes autores de nuestra lengua, tal como atestigua esa magnífica colección de cartas recogidas en el libro “Destino: Haydee Santamaría”?».

«Hay que preguntarse, dijo el mandatario, si acaso la sensibilidad, el humanismo, la pasión y el compromiso revolucionario no son raíces suficientes para alimentar y hacer nacer y florecer la cultura».

El Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba afirmó que la respuesta a esa interrogante está en una frase de la excepcional revolucionaria: «No podemos aislarnos de nuestra cultura -había dicho ella-, porque nos aislamos de nuestra política». Y en ese punto de sus palabras Díaz-Canel destacó el hecho de que una de las heroínas de la Revolución cubana hubiese compartido su certeza, «no ante un auditorio de artistas e intelectuales nucleados en torno a la Casa, sino precisamente, ante un grupo de trabajadores, en la CTC (Central de Trabajadores de Cuba), un suceso natural solo en el contexto de una Revolución auténtica».

El dignatario recordó que en los recintos de Casa de las Américas «fueron acogidos, como parte de la familia, los campesinos que vinieron al primer 26 de julio en La Habana. O cuando el 11 de septiembre de ese año fundacional, vino a la Casa un joven jefe guerrillero de solo 28 años, vestido con su uniforme de campaña, el Comandante Raúl Castro Ruz, para intervenir en un ciclo de conferencias organizado por la Biblioteca José Antonio Echeverría».

Díaz-Canel trajo a colación que Raúl llegó «a esta misma sala que después se llamaría Che Guevara, y desde aquí lanzó su trascendente “Mensaje de la Revolución Cubana”». Al recordar palabras pronunciadas por el joven rebelde, el Presidente cubano citó:

«Somos un país pequeño con una gran responsabilidad. Estamos explorando los caminos de la historia de la nueva independencia latinoamericana. Nuestra Revolución, como un faro de esperanza, proyecta su luz sobre nuestros países hermanos. La Revolución Cubana (la Revolución de nuestro pequeño país) ha sacudido a doscientos millones de latinoamericanos, les ha dado una nueva conciencia de sus fuerzas y de su destino, ha elevado el sentimiento de solidaridad y de cooperación latinoamericana en pro de los altos ideales de la liberación, de progreso y de libertad, ha puesto en movimiento nuevas fuerzas, ha mostrado nuevas experiencias y descubierto nuevas posibilidades».

Otras ideas de Raúl, pronunciadas en aquella ocasión del ciclo de conferencias, destacó el mandatario: Que América Latina encontrará los medios de juntarse y cooperar para acelerar su desarrollo y garantizar su libertad; que Cuba está en la vanguardia de ese empeño; y que no dejaremos que la luz de la Revolución Cubana se apague para los pueblos hermanos de nuestra América.

En otro momento de su intervención el Jefe de Estado valoró que «la obra de la Casa, desde su nacimiento, ha sido promover las artes y la literatura de nuestra región, trabajar para la integración latinoamericana y caribeña en el campo de la cultura y combatir las visiones coloniales que se imponen sobre los pueblos y subsisten y se renuevan desde hace más de cinco siglos».

«Nada más político y a la vez cultural. Eso es Casa de las Américas. Y eso es la Revolución cubana», resaltó el dignatario; quien seguidamente afirmó que «la labor orientada hacia la emancipación cultural y hacia la unidad que soñaron Bolívar y Martí fue decisiva, en particular, cuando los gobiernos de América Latina, con excepción de México, rompieron —bajo la presión del imperialismo— con la Cuba revolucionaria».

Díaz-Canel expresó que mucho después, en 2019, «en cálido mensaje de felicitación a Roberto Fernández Retamar y a su equipo, el General de Ejército Raúl Castro Ruz destacaba, nuevamente, el valioso aporte de la institución a la creación de “lazos y vías de intercambio cultural para los pueblos de América Latina y el Caribe” y al fomento de “una visión martiana y anticolonial entre los creadores de nuestra región”».

«Fue precisamente el querido e inolvidable Roberto Fernández Retamar, quien en sus palabras por los treinta años de la institución, se refirió al “espíritu de servicio con que Haydée marcó a la Casa”, considerando determinante el hechizo personal de la heroína y su manera inolvidable de vincular la política radical y la sensibilidad humanista, así como “su convicción de que tan trabajadores de la Casa son los que laboran en sus locales como los que lo hacen en otros lugares y países, su necesidad orgánica de justicia y de belleza”».

El Presidente cubano enfatizó que «entre esos “trabajadores de la Casa” que sostuvieron muchos de sus proyectos desde otros países del continente, hay creadores que fueron asesinados de manera brutal por las dictaduras fascistas patrocinadas por el imperialismo para acallarlos y destruir la fuerza moral de sus ideas, como Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti o Víctor Jara».

«Varios intelectuales perseguidos en sus países fueron acogidos en Casa, donde iniciaron líneas de trabajo que aún perduran, como Manuel Galich y el también vilmente asesinado Roque Dalton. Una figura entrañable de la Casa, exiliada en Cuba tras el golpe fascista, fue Miria Contreras (Payita), cercana colaboradora del presidente Salvador Allende».

«Correspondió igualmente a la Casa de las Américas proteger las conmovedoras arpilleras de una creadora como Violeta Parra, tan amada por los sectores populares como odiada por la ultraderecha».

La intensidad de una Casa

Díaz-Canel Bermúdez valoró que «el Fondo Editorial de la Casa publicó a autores esenciales del pensamiento anticolonial, como Paulo Freire, Darcy Ribeiro, Pablo González Casanova, Adolfo Sánchez Vázquez, George Lamming o el propio Roberto, autor de ensayos ineludibles, como Caliban. Tampoco es casual que la Casa haya inaugurado su colección “Pensamiento de Nuestra América” con dos importantes tomos de textos del Comandante Ernesto Che Guevara».

«La Casa de las Américas, dijo, nos acercó a Rubén Darío, Machado de Assis, César Vallejo, Pablo Neruda, Alí Primera, Eduardo Galeano, Santiago García, León Ferrari, Osvaldo Dragún, Ernesto Cardenal, Roberto Matta, Augusto Roa Bastos y a otros escritores y artistas de Nuestra América».

«Si el uruguayo Mario Benedetti creó el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa y el guatemalteco Manuel Galich la revista Conjunto del teatro latinoamericano, hay que recordar la labor fundadora de intelectuales y artistas cubanos, como Mariano Rodríguez, que fue presidente de la Casa, Alejo Carpentier, que escribió las bases del Premio literario, José Lezama Lima, Pablo Armando Fernández, Harold Gramatges, Argeliers León, Umberto Peña, Eduardo Heras León y muchos otros».

Díaz-Canel resaltó que «la Nueva Trova tuvo en la Casa de las Américas su primer hogar, con el apoyo personal de Haydée. Aquí, en esta sala, tocaron juntos por primera vez Silvio, Pablo y Noel Nicola, a quienes se sumaron Vicente, Eduardo Ramos y Martín Rojas. Aquella expresión originalísima de nuestra cultura se conectó con otros muchos cantautores convocados por la Casa, a instancias de la cineasta estadounidense y cubana Estela Bravo, para participar en aquellos Encuentros de la Canción Protesta».

«Inolvidable entre las acciones trascendentes de Casa, el Primer Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América de 1981. En la Declaración Final del evento, los participantes se comprometieron a enfrentar la maquinaria imperial de mentiras y manipulaciones defendiendo “la verdad, la justicia y la belleza, y no de un modo abstracto, sino con la decisión y la lucidez con que lo exige y lo merece la personalidad original de nuestras naciones”».

«Parecen palabras escritas para hoy, cuando los fantasmas del fascismo corriente, emergen como peligrosas caricaturas de un pasado, demasiado doloroso y cercano todavía para desestimar su vileza y su vocación de sometimiento a los mandatos imperiales».

«Hoy he citado autores esenciales cuyas vidas y obras merecen un mayor espacio en la difusión del pensamiento anticolonial. Mucho debo en el reconocimiento de esas obras a los importantes apoyos de la Casa y de su actual presidente, nuestro querido Abel Prieto y parte de su equipo, en la permanente y aguda crítica a la profunda crisis cultural que vive el mundo, conducido por el capitalismo salvaje a la temible barbarie anunciada por Rosa Luxemburgo».

Cultura contra fascismo

«No es posible olvidar que mientras aquí celebramos aquel gran hecho cultural que fue el nacimiento de nuestra Casa de las Américas, Israel ultraja la memoria de su propio pueblo, masacrando a los palestinos que sobreviven entre los escombros de Gaza», dijo el Presidente cubano, quien denunció que «Estados Unidos, tras sucesivos vetos, se abstiene de votar un alto al fuego en el ya inútil Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero aprueba sumas mil millonarias para alimentar guerras, mientras reprime brutalmente a los estudiantes que protestan por el cinismo de sus gobernantes y acusa a otros de su ya inocultable irrespeto a los derechos humanos».

Hacia el final de sus palabras, Díaz-Canel Bermúdez expresó: «No quiero terminar sin dedicar un saludo agradecido al Jurado del Premio Casa, que este año celebra los 65 junto a nosotros. Sentimos profundo orgullo por hospedar a quienes trabajan intensamente para que siga siendo este Premio “anticolonial, martiano, calibánico, expresión de apego innegociable a la cultura”, como hace unos años lo definió brillantemente Abel Prieto».

«Abrazo también a los compañeros de distintas generaciones que han sido condecorados hoy y que ya forman parte de la rica historia de esta institución, que ha nutrido la cultura cubana, latinoamericana y caribeña».

«Los felicito y los abrazo en este día de tanta significación. Abrazos a todos y cada uno de los trabajadores de la Casa y les pido que mantengan la mística que heredaron de Haydée, de Roberto y de los fundadores, que es la mística propia de la Revolución Cubana».

«Sigan enfrentando la mentira y las manipulaciones del Imperio y sus mercenarios, y del nuevo fascismo, con la verdad, la justicia y la belleza».

Angélica Paredes López

 

Casa de las Américas, conexión con el mundo

Al entrar, se lee el letrero a relieve que dicta: «Esta es la Casa de Haydee Santamaría», sin embargo, una vez más queda claro, como diría la propia fundadora, que esta es la casa de todos los intelectuales y amigos que, desde cualquier punto del planeta, han tomado parte en el quehacer diario por el desarrollo cultural de América Latina

Laura Ortega Gámez

Granma

Como al cumpleaños de una madre llegaron todos sus hijos, desde los más disímiles rincones del continente. Al entrar, se lee el letrero a relieve que dicta: «Esta es la Casa de Haydee Santamaría», sin embargo, una vez más queda claro, como diría la propia fundadora, que esta es la casa de todos los intelectuales y amigos que, desde cualquier punto del planeta, han tomado parte en el quehacer diario por el desarrollo cultural de América Latina.

Sesenta y cinco años han pasado desde que el gobierno naciente de 1959 decidiera crear la institución como una de las primeras medidas revolucionarias del país.

Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias, señaló que «la creación de la Casa implicaba un acto de imaginación mayor, pues remitía a nociones como integración, independencia, intercambio y comunidad».

En una intervención especial, el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez contó que pensar en Casa de las Américas lo traslada a un tiempo entrañable, cuando siendo un adolescente visitaba a sus tíos en La Habana y cuenta que «pasaba siempre por aquí con la ilusión de ver salir a Haydee junto a cualquiera de los grandes nombres latinoamericanos de la literatura, la plástica o la música».

El encuentro, que reunió a la más alta dirección del país, tanto cultural como político, sirvió de excusa perfecta para hacer entrega de condecoraciones y medallas a varios artistas y trabajadores que han dedicado años de su vida a mantener vigente el valor histórico del lugar por donde ha transitado gran parte de la intelectualidad latinoamericana del último medio siglo.

El propio Presidente colocó la medalla Haydee Santamaría, que entrega la institución, sobre el pecho de los artistas Lesbia Vent Dumois, Víctor Casaus Sánchez, Amaury Pérez Vidal, Enio Alberto Faya Montano, Guido López Gavilán y el guatemalteco Arturo Arias, por su compromiso con la difusión de lo más auténtico de la cultura latinoamericana y caribeña y su vínculo cercano con la Casa.

La medalla Alejo Carpentier, que se entrega por la destacada labor en la creación e interpretación, promoción y organización artística cultural, fue recibida por siete personalidades que resaltan en su trabajo dentro de la institución, entre ellos están Silvia Gil López y María Luisa Salsamendi, fundadoras y miembros de aquella primera generación que habitó la casa en 1959. También recibieron la medalla otros trabajadores cuya labor ha resaltado en la institución como son: Aurelio Alonso Tejada, Jorge Fornet Gil, María Elena Vinueza, Vivian Martínez Tabares y José Menéndez Sigarroa.

Otros 27 trabajadores de la institución, en aras de la imprescindible labor que realizan dentro de esta, garantizando así su funcionamiento, y por ende, el de la cultura latinoamericana, fueron condecorados con la Distinción por la Cultura Nacional, que es el más alto estímulo otorgado por el Ministerio de Cultura del país.

Las voces melódicas del Coro Nacional de Cuba, bajo la dirección de la maestra Digna Guerra, llenaron la sala de canciones emblemáticas de la trova cubana y latinoamericana, nacida en gran medida bajo la sombra del árbol de la vida que alberga la institución.

Silvio Rodríguez y Mercedes Sosa llegaban a oídos de todos los presentes, algunos, por su edad, quizás rememoraban las veces que habían escuchado a estos artistas cantar en aquella misma sala; en tanto otros más jóvenes oían y veían ante sus ojos los recuerdos de una historia que se sigue escribiendo, buscando entender del todo cómo cabe tanta memoria en solo 65 años.

 

La Casa ha estado siempre en el centro de todos los debates de la intelectualidad

Ningún cubano de bien debe desconocer lo que significa, para la espiritualidad de Latinoamérica, esta institución, erigida en su Patria, a cuatro meses de haber triunfado la Revolución Cubana, y dada a unir, visibilizar y promocionar la cultura de la región

Madeleine Sautié

Granma

Entrar a la Casa de las Américas es mucho más que traspasar sus umbrales. Junto a su brillante historia, que llega este 28 de abril a sus 65 años, desfilan en la memoria de quienes la conocen hechos trascendentes, personalidades extraordinarias, fundaciones definitivas.

Ni adjetivos festinados ni exageraciones. Basta acercarse a sus dominios para percibirlo. Ningún cubano de bien debe desconocer lo que significa, para la espiritualidad de Latinoamérica, esta Casa, erigida en su Patria, a cuatro meses de haber triunfado la Revolución Cubana, y dada a unir, visibilizar y promocionar la cultura de la región, incluyendo la de los pueblos originarios.

El intelectual Abel Prieto Jiménez es el actual presidente de la institución. Allí nos espera para conversar con Granma. Sesenta y cinco años se dicen rápidamente, pero es apretada la agenda defendida, día a día, por un proyecto ambiciosamente humano, por el que se sienten tan agradecidos muchísimos escritores y artistas de la Patria grande. 

«En estos días he estado leyendo mucho», dice Abel, para encabezar sus argumentos cuando se le pregunta por la primera imagen que viene a su memoria cuando piensa en Casa de las Américas. Tiene en sus manos el libro Hay que defender la vida, Haydee Santamaría, una valiosa compilación, con sello del Fondo Editorial Casa de las Américas, a cargo de Jaime Gómez Triana y Ana Niria Albo Díaz.

«Ha sido verdaderamente muy importante tener este libro para esta fecha, porque es una oportunidad para que la gente se acerque a la fundadora de la Casa, más allá de la gran revolucionaria que fue, más allá de la heroína del Moncada. Ahí está una Haydee humana, que convive con los héroes y mártires que quiso mucho, admiró y perdió. Es un libro fundamental para acercarse a ella, que es en quien primero pienso».

La evocación regresa todo el tiempo a la conversación. Abel habla de la sensibilidad tan particular de Haydee por la memoria, de ese «increíble instinto, esa delicadeza, al responder cada carta que se le escribía, tanto a un gran intelectual, como a alguien de la población».

–Hay un sello suyo en la Casa…

–Haydee le dio a la Casa una mística muy particular. Roberto Fernández Retamar le llama sentido de servicio, una generosidad, es la idea de que tú estás aquí para servir, y eso es muy martiano. La convirtió en un lugar con una imantación particular para alguien que le interesara la literatura y el arte.

–De Retamar, que también fue presidente de Casa de las Américas, siempre habrá que hablar…

–Roberto fue el presidente desde 1986 hasta que falleció. Dirigió la institución después del pintor Mariano Rodríguez, que lo hizo desde 1980 hasta 1986. Yo tuve la fortuna extraordinaria de que Retamar fuera mi profesor en la Escuela de Letras, junto a otros profesores increíbles. Era una fiesta escucharlo en sus clases.

«Tenía un carisma muy particular,  era brillante, con una cultura excepcional, un martiano con un exquisito sentido del humor. A pesar de la diferencia generacional, nos acercamos mucho y terminamos siendo amigos, para mi orgullo. Roberto también marcó esta institución. Era un interlocutor de Haydee, un apoyo tremendo, yo creo que hay una huella de Haydee, en primerísimo lugar, y también de Mariano, y de Roberto.

«Roberto decía que él no podía usar la palabra “sustituir” con respecto a Haydee. Decía que eso era impensable, que lo que procuraba era tratar de seguir su huella. ¿Qué puedo decir yo, que me correspondió dirigir el Ministerio de Cultura después de Armando Hart, y más tarde, la Casa que presidió, antes de mí, Roberto? Sustituir no es la palabra, sustituir no sirve de nada. En esos casos es intentar, por todos los medios posibles, ser dignos de esa misión que gente tan excepcional ha cumplido, de manera tan deslumbrante».

–La Casa tiene siempre una respuesta ante los ataques imperialistas contra Cuba y el continente…

–Esta institución ha estado, a lo largo de estos 65 años, en el centro de todos los debates de la intelectualidad de este continente y del mundo, todo el tiempo. La Casa ha levantado su voz contra todas las tormentas, contra todas las manipulaciones, contra todas las trampas que se han diseñado para impedir la integración cultural de nuestra América, para tratar de halar, hacia la derecha, a los intelectuales y los artistas del Caribe y de la región. A todo eso, los yanquis han dedicado mucho dinero».

Abel recuerda cómo el premio literario Rómulo Gallegos, que se creó en la época de Raúl Leoni, en Venezuela, se funda para contraponerse al premio Casa de las Américas. Y recuerda que la revista Mundo Nuevo «fue diseñada, construida y lanzada como contrapeso de nuestra revista Casa de las Américas. Eso Roberto lo vio muy claro, y lo denunció.

«En el centro de todas esas polémicas estaba la disputa por esa zona tan importante que es el ámbito intelectual, por ver si los artistas y los intelectuales van a ser servidores de su vecino del Norte, o si van a pensar con cabeza propia, si van a defender

la verdad, la justicia social, la igualdad… y esta institución ha estado todo el tiempo en el centro de esos huracanes.

–¿Podemos decir que Casa de las Américas es la institución que más ha hecho por la cultura regional?

–Yo percibo que es la que más ha hecho por la integración de la cultura latinoamericana y caribeña. Esta es la plataforma de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez, después en el campo de la cultura. La Casa ha trabajado duramente, durante 65 años, para crear una plataforma de comunicación. Darcy Ribeiro, el gran antropólogo brasileño, decía que Brasil se había reconocido latinoamericano gracias a la Casa de las Américas. Roberto me decía que era el mejor elogio que él había escuchado de la Casa de las Américas, que Brasil, que es casi un continente, se reconociera latinoamericano por una institución cubana.  Y es verdad que se ha venido creando y tejiendo un pensamiento bolivariano, en términos artísticos, en términos literarios, en términos estéticos…

«Benedetti –que fundó aquí el Centro de Investigaciones Literarias–, en un texto  dice  que  el  imperialismo  nos quiere  fragmentados,  y es verdad que uno de los instrumentos más importantes que tiene esa hegemonía cultural de los americanos tiene que ver con que nos fragmentemos. Benedetti usaba una palabra más fuerte, “desmembrados”, y la Casa de las Américas se opone a ese desmembramiento con la integración, con la voluntad de unidad».

Muchos son los nombres que menciona Abel cuando recuerda a personalidades relevantes que han dejado su estampa en la Casa.  Manuel Galich, Ezequiel Martínez Estrada, Augusto Roa Bastos, Gabriel García Márquez, Roque Dalton, Julio Cortázar, Eduardo Galeano… Pensativo, interrumpe la lista porque realmente sería interminable. «Mucha gente dice que el llamado boom latinoamericano, sobre todo en la novela, tiene que ver con la Revolución Cubana, en primer lugar, y en segundo lugar, con la labor de la Casa de las Américas», comenta, y se le nota el orgullo. De ahí salta a un texto de Galeano, autor de Las venas abiertas de América Latina.

«Recordemos lo que dice Galeano, en su Fe de erratas. “Donde dice: 12 de octubre de 1492, debe decir: 28 de abril de 1959. En ese día de abril, fue fundada en Cuba la Casa que más nos ha ayudado a descubrir América y las muchas Américas que América contiene”. Él dice que el descubrimiento de América es la creación de esta institución, y eso es algo hermosísimo».

–La Casa ha asumido hermosas misiones a lo largo de los años. ¿Cuál es la que debe cumplir en estos tiempos?

–Tenemos grandes desafíos… Es innegable que la ofensiva colonizadora global le hace daño a la misión esencial de esta institución, y la clave está en saber cómo nos defendemos, cómo lograrlo. En Cuba tenemos mejores condiciones que en ninguna otra parte, porque tenemos toda la población infantil escolarizada, tenemos los maestros, instructores de arte, los medios masivos de comunicación, tenemos gente en las redes que pudiera ayudar muchísimo. Pero no somos siempre coherentes, tenemos que ser más coherentes, tenemos que articular a la fuerza revolucionaria de la cultura.

«Tenemos que defender la historia del país, la identidad nacional. Es horrible la cantidad de locuras, llenas de mentiras, que se dicen en torno a la historia de la Cuba prerrevolucionaria, y de la Cuba de la Revolución. Pero mucha gente se las cree, y es por desconocimiento.

«Combatir la manipulación fue siempre una obsesión de Fidel, que insistía en que no podía perderse la capacidad de pensar. En su discurso, el 17 de noviembre de 2005, en la Universidad, dice que la desinformación te dificulta entender tu entorno y el mundo. Pero los reflejos condicionados te quitan la capacidad de pensar. ¿Y qué son las redes sociales? Ese pasaje del discurso de Fidel es un análisis brillante del tipo de reacción que provocan las redes, que no te invitan a analizar, te invitan a reaccionar instintivamente.

«Creo que es esencial crear un pensamiento crítico, crear un instinto, que es lo que quería Fidel, que la gente instintivamente sepa que la están manipulando, que detecte dónde está la trampa, dónde está la emboscada que le están tendiendo para conducirla de un lado a otro. Hay que evitar ser manipulado, por eso Fidel insistía, parafraseando a Martí, que sin cultura no hay libertad posible. La cultura, el conocimiento, el razonamiento implica la posibilidad de ser libre».

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