Revista Mujeres.- ¿Cómo presentar a Nani Mosquera? Tendríamos que decir que su nombre va acompañado de Magola, personaje que creó hace 15 años y que desde hace un tiempo se ha convertido en la tira colombiana más internacional. Cada día periódicos de España, Colombia, México, Estados Unidos y Argentina llevan a sus ediciones los dibujitos acerca de una mujer que se ha erigido en símbolo de varias campañas por la equidad de género.


A solo un año de graduada de Biología se vincula de manera profesional a la prensa, en el año 1992 y en el diario colombiano El Espectador, donde se ha mantenido publicando con regularidad. También colaboró con El Tiempo y se fue a Europa. Entonces Nani y sus dibujos ilustraron las revistas Interviú, AR, Dones y Mad en su versión española. En el país ibérico dibujó para los diarios La Razón y el Metro, y desde allí colaboró con periódicos estadounidenses: Latino USA, Hoy en las Américas, Reportero latino, entre otros.

Es imprescindible señalar que en 1995 publicó su primer libro: Te estoy queriendo más que nunca, y desde esa fecha suman ya diez, entre los que destacan: Así es Magola, Sobreviviendo en pareja (1 y 2), Hasta que la realidad nos separe, y el más reciente: Magola: 15 años sin pelos en la lengua.

Su creatividad se vuelca asimismo en el arte del buen vestir, pues desde hace una década trabaja como ilustradora y diseñadora de modas para diferentes empresas españolas: Neck and Neck, Alcampo, Bacci, Hipercor, Losan…

A finales de marzo Nani vino a Cuba como jurado de la Bienal Internacional de San Antonio de los Baños. Allí, en las afueras de una antigua casona, sentada en un quicio, accedió a conversar con JR. El diálogo transcurrió entre risas, una sonora risa que embellece a esta mujer que no lleva apenas accesorios ni maquillaje y aparenta menos edad de la que tiene.

Tras un rato de diálogo es fácil advertir que Nani siente orgullo de ser colombiana. No ha perdido su identidad latina pese a que hace 14 años vive en España junto a su esposo Turcios, un maestro del humor gráfico internacional.

Cuenta que un año después de haber estado como invitada en ese país por la Universidad de Alcalá de Henares —donde es Profesora honorífica del humor desde 1997— se quedó en Madrid acompañada de su esposo y su pequeño hijo.

«Por suerte, nos ha ido bien, hemos podido dedicarnos a lo que nos gusta. Conozco caricaturistas que están de camareros, porque la necesidad los obliga. Fui dichosa, Magola funcionó en España».

A propósito, ¿a quién se parece Magola?

Mira (sonríe), las cubanas son curvilíneas, tienen mucho trasero, en Colombia no somos tan así. Los hombres allí tienen una obsesión por ese tipo de mujer, de modo que los historietistas dibujan mujeres imposibles. Cuando comencé a trabajar como caricaturista, en la Feria del Libro de Bogotá nos pidieron que decoráramos una pared. Cuando llegué, encontré en el muro cantidad de mujeres hiperperfectas, y pensé: «¿y ahora qué hago? No voy a dibujar a un hombre perfecto. Voy a hacer una vieja bien fea pa’ que se “frieguen”. Así, en el medio del mural, hice a Magola, con las piernas peludas, superrecta, con una bata ancha que se usa en Colombia en los sectores más intelectuales. El pelo oscuro y la nariz grande, porque allá todas se tiñen y se operan la nariz. Poco pecho, ojona y en un primer momento usaba gafas. Resultó que la gente se moría de la risa al ver ese dibujo. El personaje me gustó y lo guardé, después vino la tira».

¿Por qué el tema de género?

Cuando logré entrar en el mundo profesional me sorprendió que no hubiera mujeres caricaturistas; muchos de los trabajos del periódico que pensaba eran de mujeres, resultaron casi todos de hombres con seudónimos. Entonces decidí darle la vuelta a los chistes machistas tan de moda en esa época, como: «¡Qué suerte Adán que no tuvo suegra!», y yo decía: «Eva también tuvo suerte». Mi visión ante esas bobadas sexistas fue una gran novedad, gustó mucho, hasta me hicieron entrevistas. Como tampoco había mujeres haciendo tiras cómicas, me mantuve hasta hoy porque lo que a mí me gusta es contar historias.

Magola es una mujer inteligente…

Intento, es muy difícil tener algo nuevo que decir todos los días. Publico en varios medios, y la gente espera que Magola les dé alguna señal, una pequeña huella, algo que les haga reír y pensar. A veces opto por que solo rían, otras por que piensen.

¿Cómo ves la evolución de Magola en estos 15 años?

Al principio mis trazos eran infantiles. Magola era muy cabezona, mi letra era fea, y los textos muy agresivos. Quería comerme el mundo y arreglar el planeta. El tratamiento del color era diferente, entonces no usaba la computadora, y echaba acuarela. Sin darme cuenta he ido evolucionando. Cuando terminé el libro Magola: 15 años sin pelos en la lengua y comparé el primer dibujo con el último, descubrí que son completamente diferentes. Se mantienen las mismas características, pero ahora está más proporcionada. Su pensamiento es diferente; empezó como una mujer ultrafeminista, de hecho yo era una feminista radical y ya no. Actualmente pienso que el concepto que tiene la mayoría de la gente del feminismo es bastante equivocado: se hiere a los hombres, pero no se construye nada, ni se ahonda en las diferencias. Por eso prefiero trabajar por la equidad de género.

Sueles anotar mucho para tu trabajo, ¿qué apuntes te llevas de Cuba?

No te imaginas la de chistes de género que me llevo. En la sociedad latinoamericana en general, los hombres siguen siendo muy posesivos, están en una posición de gallitos: muy de aquí estoy, te miro, te valoro a ver si me gustas o no. Eso es algo que en España y en Europa en general no sucede, esta muy mal visto voltearse para ver a las mujeres pasar. También anoté muchos piropos.

«Otra cosa, en Europa se piensa primero en la comodidad y luego en la estética, y me ha aportado ver cómo las cubanas van muy arregladas, muy conjuntadas, muy provocativas…

Somos presumidas…

Muchísimo, además son muy bonitas y les luce lo que se ponen. Aquí se aprecia un paisaje completamente diferente. Son hombres que están al ataque, mujeres que están felices de serlo y al mismo tiempo es una sociedad machista en el sentido en que se organiza. Seguimos siendo dependientes del macho cabrío y la mujer bonita. También me llevo muchos apuntes del coloquio celebrado como parte de la Bienal donde se expusieron temas que me hicieron reflexionar. Los hombres plantearon: «si no podemos hacer chistes sexistas, ¿cómo reflejamos a las mujeres en la caricatura?». Eso me causó curiosidad, pensé: «a lo mejor mis chistes sobre hombres son sexistas también».

Magola no siempre está en tus tiras...

Tengo más personajes. Magola y Alberto son la pareja central. Él, además de ser su marido, es un personaje secundario, entra cuando necesito que diga un comodín o alguna frase que se espera venga de los hombres. Tiene un hijo que se llama David; es un bebé que ya tiene 15 años y representa la conciencia ecológica. De vez en cuando meto a muchas amigas de Magola o también puede salir solo Alberto con sus amigos, o David.

¿Turcios y Nani cómo funcionan?

No existe competencia entre nosotros, cada uno tiene su campo, él trabaja sobre todo la fisonomía humana o el humor sin palabras, y yo las tiras cómicas porque me encanta hablar. Nos entendemos, nos gusta trabajar, los dos somos noctámbulos, nos acompañamos muchísimo y los fines de semana, cuando nos aburrimos de estar sobre la mesa dibujando o en el computador, nos vamos a exposiciones.

«Lo curioso es que, cuando nos conocimos, mi mamá dijo: “con tanto biólogo e ingeniero que conoció en la Universidad, se va a morir de hambre casándose con un caricaturista”. También en Colombia se comentaba: “Turcios la va a enseñar a dibujar”. No podría imitarlo porque es un maestro, así que intento hacer lo mío».

¿Hay otro caricaturista en casa?

Nuestro David, se llama igual que el hijo de Magola, tiene 17 años, y aunque de pequeño dibujaba muy bien, hace un tiempo lo ha dejado. Toca el piano y la guitarra. Empezó a hacer fotos y hasta ha ganado algunos concursos. Tenemos otro artista en la familia con apartado propio.

¿Es Nani una mujer feliz?

Sí, y mucho, porque he podido dedicarme a lo que me gusta, mi trabajo me permite viajar por el mundo, conocer gente, aprender de la cultura de otros países. No pido más.

Fuente: Juventud Rebelde

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