en relación con el acceso a la salud reproductiva y justamente, este es el tema central que acaparó en el 2012 las celebraciones del 11 de Julio, Día Mundial de la Población, en todo el mundo.
No por gusto. Según el mensaje por la fecha, enviado por el doctor Babatunde Osotimehin, director ejecutivo del UNFPA, aunque tener bebés suele ser un momento pleno de alegría, ese proceso “se cobra las vidas de numerosas mujeres en todo el mundo”.
Cada día, asevera, mueren en el embarazo o el parto 800 mujeres a causa de complicaciones que en muchos casos pueden prevenirse. Y por cada mujer que muere, hay otras 20 más que sufren lesiones debilitantes en el parto.
En América Latina y el Caribe, a pesar de la disminución de los niveles de fecundidad y el aumento del uso de anticonceptivos, la población aún enfrenta desafíos en este sentido como necesidades de planificación familiar no cubiertas, altas tasas de embarazos no planificados en adolescentes y considerables cifras de aborto no seguros.
“Como resultado, nuestros países experimentan una lenta disminución de la mortalidad y morbilidad materna, que afecta especialmente a las mujeres pobres y de bajo nivel de escolaridad”, apuntó el pasado 11 de julio el Coordinador Internacional de Programa del UNFPA en Cuba, Jesús Robles, durante la jornada científica por la fecha que tuvo por sede a la Escuela Nacional de Salud Pública (ENSAP).
Pero Robles también señaló que en Cuba la situación, identificada como prioritaria para el mundo por la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD), celebrada en El Cairo en 1994, al darse en otro contexto, tiene otras características.
“La buena noticia es que en Cuba esos desafíos tienen otro carácter”, afirmó el funcionario del UNFPA.
Efectivamente, el Estado cubano adoptó hace poco más de medio siglo programas sociales muy avanzados, que unidos a una evidente y sostenida voluntad política, han permitido al país alcanzar indicadores sociodemográficos similares a los de países desarrollados. A diferencia de la gran mayoría de los países de América Latina, y de muchos en el resto del mundo- en Cuba existe alto nivel de cobertura para el uso de anticonceptivos, aun cuando el tipo de anticonceptivos que más se emplea no sea el ideal, y hace años el aborto se realiza de manera legal, segura y gratuita. Además, se dedican muchos esfuerzos a la educación sexual, tema que incluso cuenta con un Programa Nacional coordinado desde el CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual).
¿Dónde está, entonces, el reto cubano?
Señala Robles, y coinciden especialistas de signo diverso en el patio, se trata de potenciar esos derechos alcanzados y aprender a ejercerlos con responsabilidad.
Brechas
Las infecciones de transmisión sexual, una alta recurrencia al aborto hasta llegar incluso a usarlo prácticamente como un anticonceptivo más, tasas de embarazo significativas y crecientes en edades tempranas, y una mortalidad materna que aunque baja aún no es consistente con las potencialidades cubanas en materia de salud pública, pueden identificarse como brechas esenciales tras un procesamiento atento a las intervenciones de quienes se sumaron a los paneles convocados por la ENSAP el pasado Día Mundial de la Población.
A pesar de que investigaciones diversas en la Isla confirman un avance significativo en el camino de la educación de la sexualidad, revelan también una controversia maldita: existe una distancia profunda entre los conocimientos que tienen adolescentes y jóvenes acerca de estos temas y la manera en que llevan esas informaciones a su práctica cotidiana.
Muchachas y muchachos saben de qué se habla cuando se mencionan temas como anticonceptivos, embarazo temprano o, incluso, infecciones de transmisión sexual. Sin embargo, muestran una gran incapacidad a la hora de actuar consecuentemente con ese nivel de información.
El doctor Carlos Ortiz Lee, también especialista en ginecología y obstetricia, en conversación con esta reportera hace ya algunos años, confirmó la fisura existente entre el saber y el hacer, en ese sector de la población cubana.
“El nivel de información es amplio por los medios de difusión, por los programas, que incluyen el de educación sexual en las escuelas, los del CENESEX, y otros que vienen por diferentes vías. El asunto no es que les llegue o no esa información, sino lo que incorporan finalmente de ella, que no es mucho. No logran darle un uso útil a ese conocimiento”.
Otro elemento calienta la polémica. Según la experta demógrafa Luisa Álvarez, las y los adolescentes padecen una falta total de comunicación con los padres y la mayoría aprenden de sexualidad sobre la marcha, en la práctica. No suele explicárseles cómo debe ser eso, qué límites existen, qué hacer y qué no hacer con la pareja.
“Si las relaciones sexuales empiezan más temprano, más claro hay que explicarle las cosas a los muchachos para evitar todas las malas consecuencias que llegan después”, precisó la también doctora en Ciencias el pasado enero, durante uno de los paneles del Congreso de Educación Sexual.
Por otra parte, la herencia machista de la sociedad cubana, también transmitida de padres a hijos, arrastra consigo tabúes y prejuicios que tampoco ayudan a asumir conductas responsables.
En Cuba predomina la opinión, por sólo citar un ejemplo, de que protegerse y ocuparse de usar anticonceptivos es un problema sólo de las mujeres. Lo peor es que tal criterio es compartido incluso por los más jóvenes.
Los datos ilustran también la ausencia de razones de peso entre los adolescentes para adoptar determinaciones coherentes sobre su salud reproductiva.
Educar no es cosa de coser y cantar. Mucho menos en la que muchos especialistas del mundo han llamado como “la edad terrible”, la de los cambios bruscos y las conductas difíciles. Quienes se ocupan de la orientación sexual en esta zona del planeta, bajo el sol caliente y seductor del trópico, lo comprenden.
