Dra. Yuliuva Hernández García. Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa- Red Semlac.- La violencia contra las mujeres constituye un problema social complejo de larga data, ligada al patriarcado como el sistema de relaciones de dominación más antiguo del hombre sobre la mujer y con un sistema de poder.


Es un fenómeno social que llega a implicar la muerte de miles de mujeres en todo el mundo, cada año, por el solo hecho de ser mujer, lo que se conoce como feminicidio, y legitimado por un patriarcado que se renueva de manera constante en formas y contenidos. En nuestra época tiene expresiones muy visibles, en particular en la pareja.

No es exclusiva de ningún sistema político o económico y se produce en todas las sociedades conocidas, sin distinción de clase, raza o cultura. De tal forma, se asevera que la violencia contra las mujeres es un problema de proporciones pandémicas, según los informes de 2013 de la Organización de Naciones Unidas, los cuales indican que el porcentaje de mujeres víctimas varía del seis por ciento en Japón al 59 por ciento en Etiopía1. Abarca desde sutiles maltratos psicológicos hasta lesiones físicas muy crueles; y, en determinadas sociedades, implica prácticas culturales ancestrales como la ablación sexual femenina, el emparedamiento de la mujer adúltera, el matrimonio infantil, el incesto y otras.

En Latinoamérica, de acuerdo con lo reportado en 2013 por el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG), perteneciente a la CEPAL, son varios los países que registran los primeros puestos en feminicidio. En el primer lugar se identifica a la República Dominicana y en segundo a Colombia; el tercer puesto recae sobre Perú y el cuarto en Chile2. En el caso de la violencia contra las mujeres por sus parejas, se asegura que es la forma más común y se produce en relaciones de uniones matrimoniales o libres. Sin embargo, a pesar de estas estadísticas públicas, existen gobiernos que no ofrecen datos sobre las magnitudes del problema; y otros datos no son ni siquiera confiables respecto a la realidad del fenómeno estudiado, sino que constituyen solo una aproximación relativa.

Cuba no escapa al problema de este tipo de violencia. Aunque el fenómeno no se produce con las magnitudes de feminicidio y existe un subregistro de la realidad del problema en todo el país, porque no siempre se denuncian los hechos o se retiran las denuncias que se hacen, se constatan estadísticas que muestran que, pese a los logros de la Revolución –que han ubicado a las mujeres en posiciones ventajosas con respecto a otros países-, la vida cotidiana de muchas cubanas está marcada aún por relaciones desiguales con los hombres y se convierten en víctimas de violencia. Sucede que las estadísticas que se dan a conocer, y no todas, realmente no reflejan lo que ocurre.

En Cuba se han realizado aportes a la investigación del problema de la violencia. Tras más de 20 años de su estudio en la academia, existen universidades e instituciones que se destacan por sus resultados investigativos. Pero este problema presenta también otras aristas. A lo largo de la nación, las realidades de violencia contra las mujeres son diversas. Lo que se torna más ilegítimo en determinados contextos sociales cubanos, en otros constituye una constante de la vida cotidiana de las mujeres y los actores sociales en las comunidades. Lo anterior se halla relacionado con una cuestión fundamental: la cultura, en específico la cultura patriarcal con sus símbolos, códigos, discursos y narrativas. Estos elementos dificultan que se produzcan cambios en la vida cotidiana de las personas, que son esperados desde niveles macrosociales. En este escenario se coloca el municipio de Moa.

Espacios geográficos como el de Moa ofrecen una multiplicidad de realidades que no han sido suficientemente indagadas aún por los más reconocidos investigadores del tema de la violencia en Cuba. Cuando las realidades de las cubanas de hoy se alejan de discriminaciones otrora comunes, y las mujeres han logrado el ascenso de un alto porcentaje a cargos de dirección en casi todos los niveles jerárquicos, el acceso total a la educación, al empleo, la cultura, la política, a pesar de los sesgos internos de esos indicadores macrosociales descritos en estudios sobre mujeres y ciencias; mujeres y empleos; mujeres y política, en el escenario de Moa persisten manifestaciones de desigualdad e inequidad de género -entre las cuales se encuentra la violencia por parte de sus parejas, como una de las de mayor incremento cotidiano.

Este fenómeno expresa la necesidad de su estudio en tanto problema social ostensible, así como la indagación profunda de cuestiones como la cultura patriarcal que lo hace posible de manera diferenciada con respecto al resto del país3. Por ello, desde el punto de vista

La discriminación territorial se hace visible en tanto en la estructura de la comunidad científica a las mujeres se les relega a las áreas marcadas por el sexo, lo cual se traduce en que determinas carreras y profesiones sean más “femeninas” que otras, y en que determinados trabajos “feminizados” adquieran menos valor desdesu representación social, clasificándolos inclusive como “rutinarios” o “poco teóricos”.La discriminación jerárquica refiere al fenómeno de que mujeres muy capacitadas sean mantenidas en los niveles inferiores de la escala de la comunidad científica o se encuentren con el techo de cristal que les impide avanzar en su profesión. En este contexto se ha reconocido que las mujeres están excluidas de facto de las redes informales de comunicación, de gran importancia para el desarrollo de las ideas.

Lo anterior resulta muy gráfico, sobre todo en la ausencia de mujeres en carreras de ingenierías, y dentro de estas, su ascensión a para comprender un espacio geográfico signado por fenómenos de discriminación y violencia contra las mujeres en constante crecimiento, marcados por procesos de legitimación y prácticas de violencia específicos, los cuales tipifican el problema.

En Moa, he realizado investigaciones desde 2006 que arrojan estadísticas elevadas sobre la violencia contra las mujeres, con un promedio de 150 denuncias por año en la Policía Nacional Revolucionaria4, sobre todo cuando se les compara con otros espacios geográficos cubanos. Esta violencia contiene altos grados de crueldad y legitimidad –como ocurría con los castigos infligidos en la Edad Media -, que no resultan fácilmente comprensibles en la sociedad cubana actual, si no se tiene en cuenta la articulación de una cultura patriarcal que persiste –a pesar de los cambios macrosociales en el país- en espacios geográficos particulares.

Lo anterior alude a razones que han fundamentado y justificado la necesidad de esta investigación; así como han validado el uso de los conceptos trabajados en el estudio, en una línea de análisis que ha ido desde la realidad social concreta la elaboración epistemológica, para indagar qué relación existe entre la cultura patriarcal y el espacio geográfico en el ejercicio de la violencia contra las mujeres en la relación de pareja en Moa; con el objetivo de fundamentar, desde la perspectiva sociológica interdisciplinar, la influencia de la cultura patriarcal y el espacio geográfico en el ejercicio de la violencia contra las mujeres en la relación de pareja en esa localidad.

La realización del estudio, como resultado de una investigación doctoral, ha permitido plantear que la Sociología Cultural abre un campo de reconceptualizaciones teóricas y metodológicas para el estudio de los objetos de investigación. El uso de su propuesta permite la redefinición de la violencia contra las mujeres en la relación de pareja como texto y práctica de la cultura patriarcal, mediada por varias instancias de la realidad, cargada de códigos y narrativas de dominación masculina que informan, regulan y conforman un tipo de relacionamiento entre el hombre y la mujer en la sociedad patriarcal actual, saturado de significados relativos al poder, las jerarquías, las dominaciones, los pactos y los elementos emotivos presentes en ese texto y la sociedad como conjunto, posibles de leer desde la investigación mediante la interpretación hermenéutica reflexiva.

Permite también el replanteamiento del concepto cultura patriarcal, identificado como un sistema semiótico de dominación masculina vigente en la mayor parte de las sociedades, que contiene un conjunto de signos culturales que han sido transmitidos históricamente de una generación a otra, transfiriendo en el tiempo información relativa a las condiciones femenina y masculina para conformar y regular el funcionamiento social. Esa información ha transmitido códigos de superioridad y dominio masculino, así como el uso de la violencia, en sus distintas variantes, como práctica sistemática para orientar el comportamiento y controlar la anomia que puede producir la transgresión de esos códigos por cualquiera de los actores sociales: individuos o colectividades.

Desde esta perspectiva, la cultura patriarcal construye narrativas de legitimidad de la violencia contra las mujeres, de las que participan activamente actores sociales en posiciones formal-institucionales, victimario y público; así como también construye narrativas del miedo, el desamparo, la ira y la resistencia por parte de las mujeres, ambas relacionadas con prácticas de violencia como el castigo físico a las mujeres por sus parejas o ex–parejas.

En estas dinámicas socioculturales, el castigo físico emerge como un código-texto saturado de simbolismo, cuya función es disciplinar y sancionar –desde el cuerpo de las mujeres- a aquellas que transgreden y a las potenciales transgresoras, de las normas que construyen las narrativas de legitimidad de la violencia; así como preparar a los hombres para su ejercicio. Para su develación, las categorías de análisis de Foucault5 en Vigilar y castigar, resultan referente de valor que permiten realizar interpretaciones profundas sobre la violencia contra las mujeres, en su manifestación física y simbólica.

La realidad estudiada en el espacio geográfico de Moa, donde se analizan y comparan tres espacios (rural, suburbano y urbano más residencial), informa sobre la necesidad de comprender la violencia contra las mujeres en la relación de pareja como un fenómeno complejo, dinámico e histórico, que se ajusta y re-actualiza en la especificidad de los subespacios geográficos, complementándose con prácticas culturales que dotan de singularidades culturales al fenómeno.

De esta forma, los espacios geográficos y sus características socio-estructurales y culturales, en relaciones dialécticas con la cultura patriarcal específica, devienen mediaciones del problema de la violencia contra las mujeres. La luminosidad u opacidad de los espacios juegan un rol de reforzamiento a las dificultades de ruptura de las relaciones violentas; así como también un rol de visibilidad u ocultamiento de las proporciones cuantitativas de esa violencia a escala macrosocial. En este contexto, la mayor parte de las mujeres –por el desamparo en que viven- experimentan una circunstancia de doble opacidad (externa e interna). Por eso se considera que la violencia contra las mujeres, en tanto violencia de género, es también una violencia situada que demanda de análisis contextualizados.

La investigación, realizada a través de una complementación teórico- metodológica de la Sociología Cultural, la Teoría de Género y las diferentes formas de triangulación de la metodología de investigación social, muestra su efectividad para contribuir al diálogo científico de la Sociología como ciencia, sobre todo en nuestro país, a partir del enriquecimiento epistemológico de los estudios existentes, así como de las estrategias metodológicas para la investigación del tema.

Notas

1 Ver: periódico Granma, 15 de febrero de 2013, el artículo “Cuando ser mujer es un infierno”. Artículo también disponible en http://www.Mujereshoy.com Extraído el 15 de febrero de 2013.

2 Ver: Berbeo, L. (2013). “Judith López Guevara: Un nuevo Código Penal con enfoque de género sería un logro para las mujeres”. Disponible en el sitio web: http://www.cubainformacion.tv Extraído el 31 de marzo de 2014.

3 En Moa, se mantiene una marcada discriminación territorial y jerárquica en las ciencias que se producen en el territorio, tanto en el acceso a carreras de ingenierías como en la posterior superación posgraduada en esta área, que desplaza a las profesoras universitarias del Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa y otras investigadoras a las áreas consideradas menos prestigiosas de las ciencias mineras, geológicas y metalúrgicas, o la Pedagogía. La cantidad de mujeres en cargos de dirección políticos y administrativos, en los más diversos sectores (como Salud, Educación, Gobierno), no es ostensible; y reproduce la misma lógica de la discriminación territorial y jerárquica en la ciencia. Ver Tesis de Maestría: “Desigualdades de Género en la ciencia minera cubana. Realidades en el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa”. Cátedra de la Mujer. Universidad de La Habana. 2007.puestos elevados dentro de las comunidades científicas masculinizadas. Este fenómeno se observa en todo tipo de sistema socioeconómico y se plantea que es “más agudo cuanto más desarrollado científica y tecnológicamente sea el país en cuestión y más prestigio tenga el área de conocimiento”. Sobre este tema puede leerse: Paloma Alcalá Cortijo: “A ras del suelo. Situación de las mujeres en las instituciones científicas”. Pág. 96. En “Ciencia, Tecnología y Género en Iberoamérica. Monografías 29”. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, España, 2006.Así también, puede leerse: Silvia Kochen, Ana Franchi, Diana Mafia y Jorge Atrio: “La situación de las mujeres en el sector científico-tecnológico en América Latina. Principales indicadores de género”. En “Las mujeres en el sistema de Ciencia y Tecnología. Estudios de casos”. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura. 2001. Madrid, España. Pág. 37.

4 Hernández García, Y. (2013). Estudio de la violencia contra las mujeres en la relación de pareja. Resultados de investigaciones sociales en Moa. En M. A. Arias Guevara, A. Pupo Vega & A. Torralbas Fernández (compiladoras), Rompiendo Silencios. Lecturas sobre Mujeres, Géneros y Desarrollo Humano, (pp.89-103). La Habana: Editorial de la Mujer
5Foucault, M. (1995). Discipline & Punish. The birth of the prison. New York: Vintage Books. A division of Random House, Inc.

Otra bibliografía consultada

Alexander, J. C. (2000). Sociología cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas. Barcelona: Editorial Anthropos.
Facio, A. (2008). El patriarcado y sus instituciones. En Federación de Mujeres Cubanas, Género. Teoría, (pp. 7-13). La Habana: Editorial de La Mujer.
Lagarde, M. (1996). Género y feminismo. Madrid: Editorial Horas y Horas.
Lan, D. (2010). El circuito espacial de la violencia doméstica: análisis de casos en Argentina. Revista Latino-americana de Geografía e Gênero, Ponta Grossa, Vol.1, No. 1, 70-77.
Madoo Lengermann, P. &Niebrugge-Brantley, Jill (2008). Teoría feminista contemporánea.En R.George, Teoría Sociológica Contemporánea, (pp. 353-410). La Habana: Editorial Félix Varela.
Proveyer Cervantes, C. (2011). La naturalización de la violencia de género en mujeres cubanas. Algunos apuntes para una campaña permanente. En N. Vasallo (compiladora), Desde otra perspectiva, (pp. 19-31). La Habana: Editorial de La Mujer.

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