"Los árboles son seres vivos, y por eso reaccionamos frente a ellos de muy diversas maneras. Muchas veces nos encariñamos con un árbol porque nos da alimento y forraje y leña para nuestros hogares. Cuando plantamos un árbol y lo vemos crecer, algo nos sucede... Vemos la relación entre una persona y el medio ambiente. ¡Es maravilloso observar esa transformación, y eso es lo que sostiene al movimiento!".

Wangari Maathai


Lissy Villar Muñoz - Revista Mujeres.- El Ecofeminismo como “nuevo” campo de estudio viene a suplir una necesidad o nicho teórico indagando en las interrogantes ¿A qué mundo aspiramos? ¿Qué efectos tiene nuestra forma de vida actual en las personas y en concreto en las mujeres? ¿Influye por igual el deterioro ambiental en todas las personas y en todos los territorios? ¿Son las personas responsables por igual del deterioro ambiental? ¿Genera nuestra forma de vida “occidental” unos discursos y unas prácticas de desarrollo insostenibles con el medio ambiente, las cuales (re)producen miseria y desigualdad en otras partes del mundo? ¿Cómo actúan las poblaciones ante los impactos del deterioro ambiental y por qué? ¿Cómo cuentan los cuidados de las personas en el mantenimiento de la vida? ¿Es posible la vida buena?

La comprensión de la cultura como superación de la naturaleza justifica ideológicamente, en opinión de los investigadores Marta Pascual Rodríguez y Yayo Herrero López, su dominio y explotación. Se establece una relación jerárquica y opuesta. Esta dicotomía tiene raíces comunes con el par femenino/masculino, y es precisamente la cultura quien ha abierto la brecha entre ellos.

Abordar las cuestiones de género y medio ambiente representa un reto teórico (y una acción práctica), que lleva a la necesidad de examinar con detalle, aspectos relacionados con la redistribución y el desarrollo. Estos ya no pueden ser vistos bajo una supuesta neutralidad de la ciencia, ya que como proceso dinámico y complejo se requiere de una pluralidad de perspectivas —no admisibles dentro de la teoría neoclásica, ya que no hay lugar a la multidisciplina, y los problemas ambientales se reducen a externalidades, fallas de mercado, definición de derecho de propiedad y valoración de la naturaleza. El ecofeminismo, no obstante que se le ha criticado de esencialista —en el entendido que estas críticas han girado principalmente en torno a aquellas corrientes que atribuyen una relación directa entre las mujeres y la naturaleza a lo biológico—, es una referencia obligada para analizar propuestas que tienen que ver con la relación entre el medio ambiente y el género.

La contribución que hace Bina Agarwal con su propuesta alternativa de ambientalismo feminista es importante en la medida en que toma en cuenta para su análisis las diferencias de sexo/género, así como clase/casta/raza, organización de la producción, reproducción y distribución de ingreso, ignoradas en algunas corrientes ecofeministas. Estas posturas convergen con la economía ecológica (EE) al desarrollar nuevos paradigmas que integran procesos económicos, ecológicos y culturales. Asimismo la EE da cabida a los planteamientos teóricos que integran a los diversos actores que participan en el proceso transformador de la sociedad.

Las primeras conexiones entre el feminismo y la ecología que dieron origen al ecofeminismo se encuentran en las utopías literarias de las feministas de la década de 1970. El término "ecofeminismo" se refiere a una pluralidad de posiciones que han girado en torno a los movimientos de finales de la década de 1970 hasta principios de la de 1980: el movimiento feminista occidental (radical, liberal y socialista) y el movimiento pacifista.

Una primera voz fue la de Rachel Carson (1962), quien alertó al público e incitó a la gente a reaccionar en contra del abuso de los pesticidas químicos. Fue hasta 1974 que Françoise d'Eaubonne adoptó por primera vez el término de ecofeminismo. Lo hizo para representar el potencial que tenían las mujeres para encabezar una revolución ecológica que conllevara nuevas relaciones de género entre hombres y mujeres y una relación distinta entre los seres humanos y la naturaleza (Mellor, 2000).

Por otra parte, Agarwal sugiere un marco alternativo el cual llama ambientalismo feminista. En este marco se entiende la relación de las mujeres y de los hombres con la naturaleza enraizada en su realidad material y en sus formas específicas de interacción con el medio ambiente. Para esta autora el razonamiento feminista con el que está construido el ecofeminismo resulta problemático ya que:

1) Postula a la mujer como una categoría unitaria y no diferencia a las mujeres según su clase, raza, etnicidad, entre otros factores; 2) ubica la dominación de las mujeres y de la naturaleza casi exclusivamente en el campo de la ideología, ignorando las fuentes materiales de esta dominación; 3) aún en el campo de las creaciones ideológicas, dice poco sobre las estructuras sociales, económicas y políticas dentro de las cuales se producen y transforman estas creaciones; 4) el razonamiento feminista no toma en cuenta la relación que viven las mujeres con la naturaleza en oposición a la relación que puedan concebir los demás o ellas mismas; 5) se puede considerar que las corrientes del ecofeminismo que atribuyen la conexión entre las mujeres y la naturaleza a lo biológico están adheridas a una forma de esencialismo. Esta formulación desaparece frente a la evidencia amplia de que los conceptos de naturaleza, cultura, género, etcétera, se han ido construyendo histórica y socialmente y varían entre una cultura y otra, en el interior de una misma cultura y de una época a otra.

Considera que el vínculo entre las mujeres y el medio ambiente está determinado por una estructura que comprende diversos aspectos, incluyendo género, clase (casta/raza), organización de la producción, reproducción y distribución de ingreso. Al mismo tiempo, resalta que los procesos de degradación ambiental y de apropiación de los recursos naturales por unos cuantos tienen implicaciones específicas de clase, género y ubicación geográfica; "son las mujeres provenientes de áreas rurales y familias pobres las que resultan afectadas de manera más negativa y las que han participado más activamente en los movimientos.

Como aspectos básicos se deben cuestionar y transformar las nociones respecto al género, además de luchar en contra de la actual división sexual del trabajo; por su parte, las ambientalistas también deberían cuestionar y transformar las representaciones de la relación entre la naturaleza y la gente, además de los actuales métodos de apropiación de los recursos naturales para el beneficio de unos cuantos.

En términos de acción, esta perspectiva llamaría a luchar por los recursos y los significados. Implicaría lidiar con los grupos dominantes que tienen la propiedad, el poder y el privilegio de controlar los recursos, y estos u otros grupos que controlan lo que se piensa sobre ellos a través de los medios de comunicación e instituciones educativas, religiosas y legales.

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