Lirians Gordillo Piña - Revista Mujeres.- Durante una visita, mi hijo mayor—que entonces tendría poco más de dos años—se identificó mucho con una amiga. Se puso algo inquieto y hasta se sonrojó cuando ella lo cargó. Ante la afirmación de algunas personas adultas de que a mi niño “le gustaba” mi amiga, yo agregué como otra posibilidad ¡quizá quiera ser como ella!
Has pensado qué le responderás cuando pregunte: ¿Los varones se pueden enamorar unos de otros? ¿Las niñas también? ¿Un niño puede ser niña y viceversa? ¿Por qué mi amiguito tiene dos mamás? ¿Papá tú tienes novio?
Aceptar la diversidad sexual implica vivir con y en ella. ¿Cuánto sufrimiento nos ahorraríamos como sociedad si en el momento preciso nuestros hijos e hijas recibieran las respuestas correctas? Esas que no conciben realidades, sentimientos, modos de expresión, de ser, estar, vivir, amar y gozar subalternos, inferiores, ni perversos.
En lo personal, me opongo a todo esencialismo relacionado con la maternidad y la paternidad. Tener descendencia no nos hace mejores y sublimes seres humanos. Arrastramos con nuestros propios prejuicios, temores y deudas. En el mejor de los casos, ser madres y padres nos lleva a superarlos por nuestros hijos e hijas, aunque ellos también superarán nuestros errores e incomprensiones.
Claro que no es fácil. Entre el dicho y el hecho…no solo estamos nosotras, está el contexto, está la familia, la escuela, las tiendas estandarizadas, el círculo que sigue dividiendo juegos según sexo, la princesita Sofía y los transformers.
Ni por mucho yo me acerco al paradigma de una educación fuera de esos cercos aunque mi pequeña de dos años y mi pequeño de cuatro esperan con ansias ir a la playa con sus tíos, mi hermano y su pareja. Otras son mis guerras cotidianas.Es desgastante y costoso—a nivel simbólico y monetario—romper con las normas.
Pero pienso que asumir como principio algo que me enseñó una amiga hace poco “el silencio nunca será una opción” nos pone en el camino indicado: la búsqueda de información, el diálogo con otras personas y especialistas.
La psicóloga infantil Ana María Cano afirma que “los adultos estamos acostumbrados a ver la sexualidad de nuestros hijos como nuestras propias sexualidades y esto es grave porque ellos la viven de manera diferente. Aprenden a descubrirse, a tener experiencias de autoplacer, aprender a diferencia un sexo del otro, tienen juegos sexuales. Esas realidades tenemos que aceptarlas y respetarlas. Cuando los adultos vemos estas cosas lo que hacemos es prohibir, sancionar, censurar y eso realmente no facilita una adecuada educación de la sexualidad, al contrario, la entorpece”.
Sonreí, porque vi muchos de mis “reflejos condicionados” en sus criterios. Y pensé en lo importante de prever esas preguntas inesperadas que vendrán. Los tiempos de nuestros infantes marcarán la cita, pero dependerá de nosotras y nosotros estar a la altura de sus necesidades.
Si fuera así, defenderíamos por igual su derecho a una educación de calidad, a un parque, a alimentarse, a casarse con quien le venga en gana si fuera el caso, a ser Claudia Elena o Rafael no importa sus genitales. Porque SON SUS DERECHOS. Y cada uno necesita una respuesta.