Revista Mujeres.- La preocupación por el cuidado y la conservación de la salud es tan antigua como el propio surgimiento de la humanidad. Sin embargo, la manera en la que hombres y mujeres cuidan de la misma ha estado muy ligada a la forma en que construyen su identidad de género.


El género ha sido definido de diversas maneras en cada ciencia, pero todas lo refieren como una construcción socio-cultural. De acuerdo con dichos postulados la masculinidad y la feminidad no son naturalmente creadas, sino el producto de representaciones simbólicas de características asignadas al sexo.

Dentro de estas perspectivas teóricas, el género ha sido considerado también un determinante social de la salud y entre sus aristas de análisis figura el estudio de las inequidades y cómo ellas influyen en el proceso salud-enfermedad tanto de los varones como de las mujeres.

Desde esta mirada los estudios de género advierten que las mujeres son educadas para cuidar de otros, y en ese proceso de adiestramiento también aprenden a cuidar de sí mismas. Por el contrario, los hombres no son educados, comúnmente, para cuidar ni de sí, ni de otros.

Y es que los varones se manifiestan en correspondencia con determinados mandatos socio-culturales a la hora de vivir la salud y la enfermedad. Sus capacidades para mostrar padecimientos, miedos, dolores o emociones se les inhiben para entregar al espacio público individuos que muestran valentía, intrepidez y fortaleza.

Según plantea el antropólogo mexicano Benno de Keijzer (1998) en los hombres está especialmente presente la noción de invulnerabilidad, en su imaginario predomina la creencia de que “a los varones nunca les pasa nada”; y en consecuencia, la búsqueda de riesgo constituye un valor fundamental de su cultura y prácticas.

Para el investigador, lo anterior se ve fortalecido en las dificultades que tienen los varones de verbalizar sus necesidades de salud. A su juicio, los hombres no hablan de sus problemas de salud porque constituiría una demostración de debilidad frente a los otros y otras, lo que denota una feminización de la noción de cuidado de la salud.

En este sentido, diversas investigaciones colocan la causa principal de los problemas de salud de los hombres en la cultura machista y sus maneras de vivir la masculinidad supeditada a los mandatos de su variante hegemónica.

A pesar de los privilegios que otorga a los hombres la construcción social de la masculinidad hegemónica, las prácticas sociales en las que se materializa devienen en factores de riesgo que cada año dejan huellas en sus cuerpos y también cobran vidas.

En Cuba desde hace décadas persiste un predominio de la sobremortalidad masculina por accidentes de tránsito, suicidios, consumo de drogas, lesiones autoinflingidas y otras causas externas.

Asimismo, desde 1958 los tumores malignos constituyen la segunda causa de muerte en el país, y específicamente en el caso de la población masculina persiste la sobremortalidad por esta causa con respecto a la población femenina.

Según datos del Anuario Estadístico de Salud 2016, las tasas más elevadas de incidencia de cáncer en hombres en Cuba corresponden al cáncer de piel en primer lugar, en segundo al cáncer de próstata, mientras la mortalidad masculina por cáncer la encabezan los tumores malignos de tráquea y pulmón, secundados también por el cáncer de próstata.

Cifras del Registro Nacional del Cáncer del 2013, ubican casi 4 000 nuevos casos al año de cáncer de próstata y de acuerdo con las estadísticas el número de defunciones por esta causa en 2016 ascendió a 3023.

La encuesta global Speak Up, realizada en 10 países por la Coalición Internacional del Cáncer de Próstata (IPCC, por su sigla en inglés) a 867 hombres con cáncer de próstata en estado avanzado y a 360 profesionales de la salud encargados de cuidarlos, reportó que el miedo, la vergüenza, la desinformación y los diversos mitos en torno a la masculinidad han sido factores para que nueve de cada 10 enfermos desarrollen metástasis óseas y su calidad de vida sea mala.

Los especialistas aseguran que la carrera contra esta enfermedad se gana en la medida en que más temprano sea diagnosticada, sin embargo, sondeos realizados por la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (Riam) en su trabajo de activismo con diferentes grupos de hombres en Cuba, revela como muchos varones prefieren ocultar este padecimiento y guardar silencio sobre los diversos síntomas para "evitar sentirse menos hombres".

Los varones harían casi cualquier cosa con tal de responder a las expectativas que la sociedad deposita en su masculinidad. No importa si el costo de no cuestionar el estereotipo es su salud o la de otros, reconoce el investigador mexicano Juan Guillermo Figueroa Perea en su texto El derecho a la salud en la experiencia de los varones: ¿un concepto ambivalente en los modelos de masculinidad vigentes?

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