Alessandra Valera Padilla, estudiante de 4to año de periodismo - Revista Muchacha.- A veces me pregunto por qué es tan difícil comprender, en pleno siglo XXI, el concepto de amor. Deberían enseñar a amar en las escuelas o, por lo menos, que todos/as los/as profesores/as, predicaran con el ejemplo: educando con amor. Como dice la Dra. Rosa Campoalegre siempre que imparte sus clases: «los semilleros tienen que ser cuidados con ternura y cariño para que florezcan, de fuertes árboles, frutos dulces».


El amor es el sentimiento de estima y cariño que florece en todos los seres humanos, lo que los hace más completos y felices, de esa sensación no escapa nadie. El amor es amor, no tiene género.

Pese a que, en los últimos años, en Cuba se ha intentado promover una educación integral de la sexualidad sobre la base del respeto a las diversidades, son muchos los sesgos que aún persisten en la sociedad, como consecuencia del machismo que heredamos de tantas generaciones. Sin embargo, es necesario combatir estas manifestaciones de discriminación que incluyen desde la violencia simbólica, hasta el maltrato físico.

En este caso son tres las historias de vida que te presentamos en Muchacha. Estas tres muchachas representan el dolor de otras muchas, que se encuentran en una situación similar y lo que es más importante aún, en desventaja social, por lo cual figura de inmensa importancia la visibilidad de estos problemas y con ellos la solución para ellos.

La Dra. Mirian Gonzales Ojeda, profesora de la facultad de comunicación de la Universidad de La Habana y miembro del Centro Nacional de Educación (CENESEX) explica que «pese al fuerte apoyo a los temas de género, respaldado por la campaña Evoluciona, los talleres desarrollados por los proyectos de desarrollo local, y el CENESEX, queda falta mucho trabajo por delante, pues esto solo representa un espectro de las medidas para erradicar la discriminación contra la comunidad LGTBIQ+.

«La sociedad cubana se enfrenta actualmente a uno de los problemas sociales másgrave: (independientemente de la crisis económica) la falta de valores y esa actitud propensa a la discriminación tienen que ser resuelta desde la educación, con elrespaldo de las leyes que cada vez son más explícitas al respeto», agregó.

Ana frente a la hostilidad

Ana es una adolescente lesbiana afrodescendiente de 14 años que ha sufrido, a su corta edad, la amargura que conlleva amar desde el silencio y la abstinencia de su propia libertad.

En la Secundaria Básica «Arístides Viera», del capitalino municipio de Diez de Octubre, Ana sufrió maltrato físico y sicológico por parte de sus compañeros y compañeras como respuesta a su decisión de “salir del armario”. La abuchearon e incluso la golpearon, cuando decidió declararse a su compañera de clase «me sentía como una pelota que se pasaban de mano en mano».

El acto bochornoso no viene solo de la hostilidad de sus compañeros/as, sino de la admisión, por parte de la dirección de la escuela, ante este tipo de comportamiento. Y más vergonzoso aún fue culparla a ella de las consecuencias: por alborotadora e invertida.

Ante el criterio de Mireya Puentes Guerrido, especialista en psicología en pediatría, este tipo de episodios pueden crear un trauma significativo en la conducta de la víctima. «En estos casos pueden llegar a tener serios problemas de autoestima, trastornos de la personalidad, depresión, ansiedad e incluso llegar a autolesionarse. La adolescencia, es una etapa muy compleja donde el individuo comienza a explorarse y es crucial el trato con ello, porque puede generar problemas mentales severos y más, si se trata de violencia física», explica la doctora.

La historia de Miriam

Miriam, perteneciente al Tecnológico «Raúl Cepero Bonilla» del municipio Diez de Octubre ha sufrido acoso escolar por parte de sus compañeros/as, por el hecho de ser lesbiana, por jugar al baloncesto y hasta por su cabello afro corto.

«Ya no puedo jugar básquet, cuando bajo a la cancha empiezan con sus burlas insoportables, me llaman marimacha y me quitan la pelota. En una ocasión me defendí, dije que me dejaran tranquila y amenazaron con golpearme. Dice que, si yo me creía hombre, me iban a dar como a un hombre».

Amanda Gamboa Hurtado, psicóloga y profesora de esta especialidad, comenta que en el caso de las mujeres deportistas, es más común encontrar acoso, y si se trata de deportes que requieren de fuerza, musculatura y altura es más notorio y grave.

«Realmente es muy absurdo catalogar la orientación sexual de un individuo por el deporte que práctica o el que le gusta. En la adolescencia es mucho más complejo, es una etapa esencial para centrar el carácter, la personalidad y el temperamento, por eso resulta tan importante el diálogo, como solución de los problemas, y no la violencia física».

«El rechazo de la homosexualidad en la etapa juvenil o adolescente, puede detonar en dos formas aparentemente resolutivos: aumento del cortisol y por tanto sensación de: miedo, vergüenza, autolesiones físicas, trastornos mentales, pensamientos neuróticos (catastrofista), o rechazo a su cuerpo, incluso aislamiento total. Por otra parte, puede generar, aumento de la agresividad, hiperactividad, actitudes rebeldes, irritabilidad e incluso violencia extrema lo que detona en un estado de alerta permanente y tolerancia cero al diálogo», concluye.

Amanda, la de las ciencias

Amanda tiene 16 años, es mestiza y estudia onceno grado en la vocacional habanera «Vladimir Ilich Lenin», a quien el resto de sus compañeras la excluyen y desprecian por su orientación sexual.

En la vocacional, como en todas las becas, las mujeres y los hombres están separados por albergues, que a su vez se conforman por cubículos (cuartos) donde duermen de seis a 10 personas.

Desde que entró en la vocacional tenía clara su sexualidad, incluso en el momento en que ingresó en la beca tenía pareja. Cuando sus compañeras se enteraron de esto comenzaron a impedirle pasar al cubículo mientras alguna de ellas estuviera cambiándose de ropa, le prohibían desvestirse en el cuarto frente a ellas (como lo hacían las demás) y pasó mucho trabajo para hacer amigas.

«Creo que lo que más me afectó fue ver mi cara en memes y stickers, con mensajes bastante desagradables, que se pasaban mis compañeros de aula. A ellos les parecía muy divertido, pero a mí me avergonzaba bastante, incluso los profesores tenían los stickers y lo veían como algo completamente normal».

«Nunca me sentí diferente por mis gustos, mis padres asumieron con tanta naturalidad mi decisión, yo creo que ellos lo sabían incluso antes de que se lo dijera, jamás sufrí ninguna discriminación por esto… hasta ahora, que soy la comidilla de la escuela, en décimo grado me faltó muy poco para pedir la baja».

Tras la modificación del Código Penal, se aprobó un nuevo delito contra el Honor — que a diferencia del anterior — incluye la injuria, la calumnia y la difamación. Usted podría acusar ante la justicia el hecho, por la rama del derecho civil, una acción de ofensa o calumnia.

La jurista Ailyn Pérez Duharte comentó en un panel realizado en la Facultad de Comunicación que «con la anterior ley existía un vacío legal entorno a las redes sociales, lo que usted escribía o publicará en sus redes sociales que podía perjudicar a otra persona, no tenía respaldo legal, ya eso cambió. El legislador fabricó un delito llamado “Actos contra la intimidad personal y familiar”, la propia imagen y la voz de otra persona y de sus datos, por lo tanto, la divulgación de datos, información o imágenes- de otra persona- sin su consentimiento, y con el interés de deteriorar el honor de esa persona o su familia es delito. Lo cual le da una solución por el marco de lo legal, a las víctimas a denunciar al agresor».

Los comportamientos discriminatorios vienen de un profundo desconocimiento que nacen de la falta de educación, así como de la reproducción generacional de rechazo a lo que es diferente.

Ana, Miriam y Amanda representan a muchas mujeres, adolescentes y niñas que aún sufren discriminación en Cuba. Es válido aclarar que no solamente se trata de un rechazo hacia su orientación sexual, sino también a su raza, siendo adolescentes lesbianas y afrodescendientes sufren una doble discriminación, que es necesario eliminarla. Si bien es cierto que normalizar la homosexualidad está siendo todo un reto para el país, también lo es el sesgo racial, por lo cual es necesario dar voz a estas realidades, como constancia del apoyo a ellas y a todas las que viven una situación similar.

Las consecuencias de la violencia simbólica, psicológica y física pueden ser realmente graves para el desarrollo de la conducta y el carácter de las víctimas que la sufren. Es necesario un cambio de pensamiento y de mentalidad en la sociedad, no solo basta con la gestión de leyes, el respaldo penal y civil que facilitan los derechos humanos en Cuba, sino también es necesaria la comprensión, la tolerancia y el cambio de pensamiento por parte de la sociedad. Desmontar las estructuras discriminatorias heredadas de mano con la tolerancia, la aceptación y el respeto es trabajo de todos para construir un mejor futuro para las jóvenes y los jóvenes cubanos.

*Como intento de contextualización aquí aparecen los resultados levantados en una encuesta a 92 adolescentes entre 14 y 18 años de edad, en la capital cubana, que reflejan la normalización, por parte de los jóvenes cubanos, de la burla y la violencia simbólica.

Esta encuesta la realizó la autora de este reportaje, como parte de una de las estrategias de recolección de información.

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