Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Radio Miami.-  Sergei Ryabakov, viceministro de Exteriores de Rusia: Cada momento del día tiene sus sorpresas, especialmente en políticas de estado.


Durante las conversaciones de los países de Europa y Estados Unidos con Rusia, nos sorprendió una declaración del viceministro primero de Relaciones Exteriores ruso, indicando que, si las demandas de su país no son aceptadas, ellos podrían utilizar a Cuba y Venezuela como aliados defensivos contra las amenazas “occidentales”.

Es curioso cómo un país, cuyo crecimiento depende aún del petróleo, con un desarrollo macroeconómico asimétrico, que básicamente, sustenta su presencia mundial en un supuesto poderío militar, obligado a concentrar excesivos recursos en áreas improductivas que debilitan otras de interés colectivo en aras de alcanzar ese objetivo, insista en una política de desafío internacional, apoyándose en amenazas nucleares.

Rusia ha sido así desde hace siglos, llegando a ser un imperio poderoso en algunas oportunidades, con altas y bajas, aun en tiempos de la URSS, durante la cual, debido a su inmensa área de influencia entre los países circundantes y los Partidos Comunistas alrededor del mundo, tenía que ser escuchada. Pero no es menos cierto que su capacidad de competencia industrial y tecnológica y la desaparición de aliados, esencialmente forzados por las circunstancias de la posguerra, comenzó a disminuir drásticamente un par de décadas antes del colapso soviético. En esos años tuvo su oportunidad, pero no la supo aprovechar, pudiendo haber encaminado el proceso por rumbos acordes con las realidades económicas surgidas con el avance científico y técnico. No comprendieron que, en los últimos veinte años del siglo XX, había nacido una nueva criatura que crecería a ritmos nunca vistos anteriormente por la humanidad. El dogmatismo de catequesis les había obliterado el pensamiento. Los chinos, en su sabiduría confuciana, entendieron a tiempo la llegada del nuevo desafío, se desligaron del camino soviético y comenzaron el experimento de cambiar su sistema político, restableciendo la economía en su forma natural y administrándola acorde, por la vía de otros mecanismos.

El planteamiento del viceprimer ministro de Relaciones Exteriores rusos mueve a risa si no fuese por el peligro que representa para otros que se debaten en una lucha sin cuartel por sacudirse las intromisiones de Estados Unidos en sus asuntos internos. Sobre todo, si consideramos que en su momento y justificado por los tiempos y las concepciones del momento, Rusia tuvo en Cuba una base de espionaje que conservó desde 1964 hasta el año 2002.

El presidente Putin, lleva dirigiendo su país desde 1999. Visitó Cuba en el año 2000 y sin más acá ni más allá, le planteó al entonces primer mandatario cubano Fidel Castro, que retiraría aquella base.

Eran los tiempos en que Rusia buscaba atraerse la simpatía de Estados Unidos. No hacía mucho tiempo, en el año 1997, en un gesto inesperado y como manera de engatusar al Oso estepario, el país había sido aceptado en el famoso grupo de los siente. El llamado G-7. Rusia se convirtió entonces, sin tener las credenciales económicas, en miembro de la distinguida sociedad de países desarrollados e híper desarrollados. Regalo que cuatro años más tarde Putin pagó a Washington, cuando decidió desmontar la base de Lourdes en Cuba.

Fidel Castro, hombre sagaz, conocedor de la política estadounidense como pocos presidentes de ese país entienden, intentó convencer a Putin para que no se llevase la base. Con esa parsimonia y paciencia del líder caribeño, quiso hacerle ver que, un buen día, Washington le daría una patada por el trasero, excepto que este aceptara entregárselo al águila imperial en paños menores. Sería cuestión de unos pocos años porque mientras más concediera, más le pediría Washington. Pero la ignorancia pudo más y Putin se llevó la base. en el año 2002.

Aquel hecho tenía una gran connotación y me atrevería a afirmar que, por aquel tiempo, la presencia de la base en Cuba hubiera servido aún como una pequeña sombrilla dentro de la cual cobijarse del fuego del Norte. No era mucho, pero suficiente para ese propósito e incluso para avalar a Rusia, aunque fuese pobremente, país al cual Fidel Castro también conocía a la perfección.

En esos años Putin hacía gestiones para ingresar en la OTAN, el mismo organismo al cual prohíbe que Ucrania pertenezca, convirtiendo este asunto en parte de las discrepancias que dificultan un acuerdo de no agresión entre las partes. Interpreto que las actuales conversaciones no buscan otra cosa que ganar tiempo, lo único viable en estos momentos para ambas partes. Sobre todo, para Rusia que no tiene a nadie de aliado pues los chinos no quieren hablar del asunto y posiblemente desconfíen del vecino, con quien tienen una larga experiencia fronteriza.

Ahora, con palabras que parecen sacadas del sombrero del mago, el flamante viceministro amenaza a los aliados de Estados Unidos con “usar a Cuba y Venezuela” de trampolín. Algo que probablemente traería como consecuencia una nueva crisis, como aquella que puso al mundo al borde de una guerra nuclear cuando los soviéticos colocaron ojivas nucleares en Cuba en 1962.

Me pareció poco ética la declaración, sobre todo porque en regímenes como el ruso, ningún ministro dice algo que el primer mandatario no haya autorizado. Eso puede ocurrir en Estados Unidos en muy raras ocasiones, pero no en Rusia. Obviamente, la sugerente amenaza debió provenir del Kremlin y quien sabe, si el periodista que hizo la pregunta no haya sido instruido por “alguien”, facilitando así el malsano pronunciamiento.

Rusia no es la Unión Soviética y hoy ha devenido en algo inferior que semeja el pataleo del niño que quiere su caramelo, pero carece de condiciones para su reclamación.

No está bien que coloque a un país como Cuba en una situación difícil, luego de abandonarla cuando tuvo la oportunidad de continuar con presencia en la región. Lo planteado por el viceministro ruso es una invitación para que Cuba profundice la crisis que sufre como consecuencia de la política injerencista de Estados Unidos.

Cuba se debate aún por ser reconocida por Estados Unidos como país independiente, libre de injerencias y sólo quiere ser respetada, para proseguir su camino.

Cuba no necesita armas nucleares ni cohetería para defenderse de Estados Unidos y mucho menos hacer el papel del diablo para satisfacer intereses hegemónicos de otra nación. Cuba necesita que la dejen en paz y organizarse por sí sola, con la gente que allí vive, sufre y se divierte.

 

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

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