Lola Calviño se empeña —y consigue— que la existencia de Julio García Espinosa[i] , el célebre cineasta cubano, no quede sumergida en los estantes de archivos cinematográficos o en publicaciones olvidadas en esquinas polvorientas de bibliotecas o librerías. Concerniente a la vida de su esposo, ella da cuerpo a todo cuanto puede convertir en un nuevo suceso intelectual que lo recuerde.