Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Radio Miami.- El título del artículo puede referirse a una época tan remota como 1992 durante la presidencia de George H.W. Bush u 8 años después durante la presidencia de Bill Clinton.


Fotos Cortesía de  #Puentes de Amor

Recientemente un número de cubanoamericanos y estadounidenses se reunieron con el Departamento de Estado en Washington DC pidiendo el fin del bloqueo y otras formas de hostilidad hacia Cuba. Este tipo de reuniones vuelve a ratificar la necesidad de dialogar y escuchar como el mejor modo de convivir y hacer política. No es la primera vez que suceden esos tipos de encuentros, pero es prometedor que se repitan en la actualidad.

La historia del bloqueo (embargo para USA) a Cuba ha sido larga y complicada.

La primera etapa de la Revolución Cubana estuvo caracterizada por la confrontación armada irregular donde la contrarrevolución, planeada y organizada por Estados Unidos, profundizó rencores, surgiendo justificadas confusiones dentro de los diversos protagonistas del momento. El 10% de la población abandonó el país de modo irreconciliable.

No obstante, antes de la desintegración de la URSS, hubo contactos, por primera vez, a fines de la década de 1970 entre emigrados y funcionarios del gobierno cubano, a instancias de algunos sectores del exilio cubano de aquel entonces y Fidel Castro, quien presidía el gobierno. También importantes pesos pesados de la diáspora cubana sostuvieron conversaciones con el gobierno estadounidense.

A partir de entonces fue bajando la intensidad de los enfrentamientos armados, los sabotajes y actos catalogados de terroristas, y otros que eran de naturaleza francamente terroristas como la voladura de un avión civil de Cubana de Aviación en pleno vuelo cuando se dirigía de Barbados a Cuba.

Llegados los años noventa, una gran cantidad de personas quisimos renunciar al carácter de exiliados y asumimos la condición de emigrados, aun cuando todavía Cuba no estaba en disposición y tampoco en condiciones, de aceptar el regreso a nuestro país de origen, de quienes así lo quisiéramos.

Una enfebrecida labor de emigrados tuvo lugar en Washington en la década del noventa y en la primera del 2000, proveniente especialmente de Miami donde se concentran la mayoría de los emigrados.

En el año 1992, luego de unas palabras del presidente George H.W. Busch, diciendo que estaba dispuesto a escuchar todas las voces que tuviesen algo que decir respecto a Cuba, al margen de posiciones y deseos, los más activos y con mejor representatividad en el ambiente cubano, por no tener vínculo de simpatía o compromisos con el gobierno de Cuba (algunos con historias contrarrevolucionarias como quien escribe), decidimos acometer la tarea de visitar Washington.

Francisco González Aruca, ex preso político y a la sazón dueño de la más importante línea de vuelos a Cuba en esos años, comenzó a cabildear en Washington pagando el servicio de instituciones radicadas en la capital dedicadas a esos menesteres.

En mi caso, siendo activo participante en los programas radiales de opinión de Miami, el Sr. James (Jim) Mullins, miembro del Centro de Política Internacional en Washington, me invitó a participar junto a Max Castro profesor y articulista del Nuevo Herald y a Gisela Hidalgo quien representaba en Miami una organización de derechos humanos para cabildear en Washington. Fue así como visitamos en dos ocasiones el Departamento de Estado y fuimos recibidos en The Office of Cuban Affairs, donde planteamos los grandes daños que el bloqueo significaba para el pueblo cubano y el mayor daño que ocasionarían leyes como la propuesta entonces y aprobada poco después, por el representante federal Robert Torricelli y el senador de Florida Bob Graham.

En aquel recorrido que duró cinco días, hablamos con el senador Claiborne Pell quien ocupaba el cargo de Chairman of the Senate Foreign Relations Committee, quien nos dedicó una hora de su apretada agenda y nos expresó que sería poco lo que podría hacerse para evitar la aprobación de aquella propuesta de ley, pero que él se oponía y haría todo cuanto estuviese a su alcance para evitar su aprobación..

Hablamos también por más de una hora con el senador Dante Fascell quien nos dijo con mucha hipocresía que para poder triunfar en cualquier gestión respecto a Cuba debíamos seguir el ejemplo de la Fundación Cubano Americana y repartir dinero entre los políticos de Washington. Manifestó que podíamos comenzar por contribuir con su campaña.

Solicitamos hablar con Jame Pavitt, Asistente Especial del presidente por el National Security Council, y luego de tres días de espera para obtener el clearance o autorización para ingresar al edificio, nos atendió uno de sus asistentes en una oficina privada y conversamos por hora y media.

Gestión parecida se repitió en otra oportunidad y posiblemente fue de las primeras de su tipo que tuvo lugar con esa intensidad en Washington. Pero de similar envergadura fueron otras tantas que se hicieron por esos años.

Recuerdo que cuando se realizaron los Seminarios de Democracia Participativa en Cuba, patrocinados por la organización conservadora alemana Heins Zeidel, y organizados en Miami por Nicolás Ríos, hubo interés de parte de las autoridades estadounidenses en conocer qué labores hacíamos en Cuba el nutrido grupo de cubanos emigrados que nos reuníamos a conversar en la Isla con altos funcionarios cubanos de las distintas esferas, durante largas horas y durante tres días seguidos en cada encuentro de las decenas que tuvieron lugar.

En una visita que Nicolás Ríos realizó a Washington junto con Orlando Lastre, un excelente cubano radicado en esa ciudad, para conversar con Vicky Huddleston, a la sazón Coordinadora de la Oficina de Asuntos Cubanos en el Departamento de Estado, de la cual años después fue Coordinadora, le fue transmitido que la Central de Inteligencia deseaba que pudiese visitar una de sus oficinas en Langley, Virginia, para dar una charla sobre aquella labor que tanto interés despertaba en las autoridades estadounidenses.

Nos da mucha alegría que, en menor escala, hayan vuelto a renacer labores como esas con el gobierno de Washington, donde esta vez participó la Coalición Alianza Martiana que actúa como sombrilla de varias organizaciones, así como un nuevo aliento aparecido en el horizonte de la diáspora cubana llamado Pazamor. También estuvieron presentes la organización Pink Code y otras de origen estadounidense, que llevan años laborando por mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Es necesario continuar llevando a Washington el mensaje del diálogo y el entendimiento porque Cuba no es enemiga de Estados Unidos ni jamás lo ha sido a pesar de las persistentes agresiones de Washington y el inmoral bloqueo. Todo lo contrario, Cuba puede ser el mejor aliado de Estados Unidos en muchos aspectos relacionados con la seguridad hemisférica y el Caribe. Ojalá estas gestiones continúen y las voces sean escuchadas en ambas orillas porque para bailar tango se necesitan dos.

 

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

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