Desde hace ya casi un mes, el pueblo palestino está sintiendo brutalmente recrudecido el genocidio que padece desde hace bastantes años, provocado por el Estado asesino de Israel. Pero sobre esto ya he escrito algo días atrás; ahora, sin dejar de expresar mi solidaridad para con Palestina, me referiré a otro genocidio que no, por silencioso, deja de ser igualmente inhumano.


Este lo sufre desde hace casi 62 años el pueblo cubano (más del 80% de la población no conoce la vida sin bloqueo, y el otro 20%, además, sufrió la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista).

Firmada la orden presidencial el 3 de febrero de 1962, fue cuatro días más tarde, el 7, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy (del partido demócrata; para que luego nos digan que son mejores que los republicanos), declaró el bloqueo unilateral del gobierno imperialista contra Cuba.

El motivo de su puesta en marcha no fue otro que el de intentar causar hambre y desesperación a la población revolucionaria y, de esa cruel manera, enfrentarla a su dirección con el ánimo perverso de derrocarla para retomar el control de la Isla

Y esto no es una suposición mía, sino que documentos desclasificados en 1991 así lo certifican: “No existe una oposición política efectiva en Cuba; por tanto, el único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución, es a través del desencanto y el desaliento, basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministro a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Estas palabras fueron expresadas el 6 de abril de 1960 por el entonces secretario de Estado Adjunto para los Asuntos Interamericanos, Lester Dewitt Mallory, durante una reunión dirigida por el presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower.

El mencionado presidente imperialista siguió al pie de la letra las citadas recomendaciones. El 6 de julio de 1960 redujo la cuota de importación de azúcar cubano. El 30 de octubre del mismo año prohibió todas las exportaciones a Cuba, excepto comestibles y medicinas. Y, finalmente, el 16 de diciembre, también de 1960, redujo a cero la importación de azúcar cubano. Mientras tanto, asesorado por la CIA, en su cabeza se desarrollaban los planes de la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón. El presidente que le hubo reemplazado, John F. Kennedy, se encargó de continuar con los planes de su predecesor, materializando (aunque sin éxito, ya que sufrieron una aplastante derrota) la citada invasión el 17 de abril de 1961, y ordenando el bloqueo económico total de la Isla, como ya ha quedado dicho, el 3 de febrero de 1962.

En 1992, con un George H. Bush ya decadente en la Casa Blanca, se aprobó la Ley Torricelly (oficialmente Ley para la Democracia Cubana). William Clinton llegó a afirmar que el bloqueo es “un tonto y fallido acto de proxenetismo”, pero en pleno Período Especial, ya sin la existencia de la URRS (en 1996), puso en marcha la Hemls-Burton (Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana), con efectos extraterritoriales. No importó que Lawrence Wilkerson, Jefe de Despacho (2002-2005) del ex Secretario de Estado, Colin Powell, expresara que “el embargo es un fracaso total a un gran costo para el pueblo de Cuba y el pueblo de Estados Unidos”.

El 30 de junio de 2004, George W. Bush aplicó nuevas medidas restrictivas para la Isla irredenta. Con Barack Obama, a pesar de lo que se dice, tampoco fue tan diferente. En 2004, siendo Senador Estatal por Illinois opinó que se debía “terminar el embargo contra Cuba”, pero, en su condición de inquilino de la Casa Blanca y con todo el mundo demandando el fin del bloqueo, el guerrerista y Nobel de la Paz continuó generando sufrimiento a la población cubana.

Llegó Donald Trump y apretó aún más la tuerca con 243 nuevas medidas. En el colmo de la desfachatez, también se volvió a incluir a Cuba en la infame lista de países patrocinadores del terrorismo. Un país que lo ha sufrido en sus propias carnes y con lo que supone a nivel económico la inclusión.

Y apareció en escena, como presidente, porque vicepresidente ya había sido, Joe Biden. A este individuo, los progres de América Latina y Europa lo ensalzaron de manera injustificada y hasta ridícula. El paso de los años ha demostrado que ejerce como lo que es: un agente del gran capital y jefe del imperialismo decadente mundial. Y con respecto al trato para con Cuba más de lo mismo.

Ayer, por 31 años consecutivos, el mundo ha dicho NO al bloqueo. De 193 países que conforman la ONU, 187 han votado en su Asamblea General a favor de la eliminación del mismo; dos lo han hecho en contra (el verdugo, Estados Unidos, y quien en estos días está provocando el genocidio del pueblo palestino de manera absolutamente impune: Israel. El gobierno neonazi de Ucrania se ha abstenido.

Pero, a pesar de la contundente victoria de Cuba revolucionaria, que fue la que presentó la resolución para pedir el fin del bloqueo, este continuará vigente. Esto es así porque la ONU es una organización que carece de democracia y está en manos del gobierno de los Estados Unidos, es decir, de los perversos intereses del gran capital.

A Cuba ahora no le caen bombas, como al pueblo de Palestina. El genocidio que sufre es mucho más silencioso, pero no por eso deja de ser ensordecedor.

(Baraguá / @maceobaragua)

 

 

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