Por Hernando Calvo Ospina*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Al cruzar la calle luchaba hasta con la mediana brisa, que en las ardientes tardes bajaba de la montaña, para que no lo tirara al piso y lo arrastrara. La búsqueda de desperdicios en el basurero que se amontonaba en una esquina, dos cuadras abajo, la realizaba en la mañana. Nunca se le vio pelear un hueso con otro perro o rata. Iba y regresaba con su caminadito típico: como que de medio lado, como que arrastrando las patas, cabizbajo, las orejas caídas y como sin apuros. Ni lo recuperado en el basurero, ni las sobras que le daban en su casa eran suficientes para engordarlo, pues el costillar le resaltaba por encima de sus pelos grisáceos. Mudo, discreto o falto de fuerzas, lo cierto es que no recuerdo haberlo escuchado ladrar. Nadie sabía su edad y menos quienes eran sus padres.