Daniela Ferrández - O Salto Galiza.- Hace muchos, muchos años, las cubanas se contagiaron con un virus barbudo cuyo foco se originó en Sierra Maestra, extendiéndose pronto por toda la isla. Un patógeno humano que se creía controlado desde hacía mucho y que era muy temido debido a su rápida transmisión, ya que no eran posibles distancias de seguridad para algo que saltaba de ser en ser solo con la mirada empática de reconocerse en la otra. Y es que su fluido favorito era algo tan abstracto como el brillo de los ojos, ese que provocan las miradas de rabia, de soledad, de miedo y de hambre, pero también de esperanza y lucha, y a fin de cuentas de futuro y de libertad.