Jean Guy Allard - Granma.- Para entrenar a Percy Alvarado, el Agente Frayle de la Seguridad del Estado cubana, el terrorista liberado por Bush introdujo en un lujoso hotel de la capital de Guatemala 450 gramos de C-4, un explosivo plástico de alto poder de destrucción, que destinaban al cabaret habanero Tropicana ? Alvarado explica las circunstancias precisas de su encuentro con el colaborador de la CIA, cuyo socio, Santiago Alvarez, financia ahora a los vendepatrias de la Isla con la ayuda de diplomáticos norteamericanos


Los ocupantes de las 271 habitaciones del Hotel Camino Real, situado en pleno centro de la capital guatemalteca, el 23 de noviembre de 1994, nunca se enteraron de que el terrorista Luis Posada Carriles enseñó allí mismo a fabricar bombas con grandes cantidades de explosivo militar C-4, capaces de pulverizar en un segundo esa lujosa instalación.

 Pocas personas pueden o quieren ofrecer acerca de Posada un testimonio tan elocuente como el guatemalteco Percy Alvarado Godoy, el agente Frayle de la Seguridad del Estado cubana, a quien el terrorista enseñó a fabricar bombas, a solicitud de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), la organización de Miami creada por la CIA que durante años orientó sus acciones y le proveyó financiamiento.

 Para que no quede duda sobre el nivel de peligrosidad de Posada y su participación activa en crímenes orientados desde el propio territorio norteamericano, Alvarado Godoy aceptó contestar a algunas preguntas sobre las circunstancias precisas de sus encuentros con el colaborador de la CIA, cuyo socio Santiago Alvarez financia ahora a vendepatrias de la Isla con la ayuda de diplomáticos norteamericanos en La Habana.

 Parece increíble, ¿tenían explosivos en el propio hotel?

Responder a tu pregunta permite esclarecer los planes criminales de Posada y Gaspar Jiménez Escobedo, así como de sus jefes de la FNCA. Nunca se me dijo que colocaría una bomba con explosivos de alto poder. Simplemente, según ellos, las bombas se usarían para hacer ruido, causar algarabía y pánico, y no para provocar daños a personas.

 La explicación de mis dos instructores era que los pomos entregados y sellados contenían solo una inofensiva pólvora líquida de bajo poder explosivo. Sin embargo, en realidad, cada uno contenía 450 gramos de C-4, un explosivo plástico de alto poder.

 La colocación de una bomba de este tipo y poder en el lugar seleccionado, el Salón Bajo las Estrellas del Cabaret Tropicana, en La Habana, donde se juntan casi mil personas entre espectadores, bailarines, músicos y gastronómicos, habría provocado la muerte de casi 200 personas y heridas a un número superior. Constituyó, sin lugar a dudas, el más ambicioso plan terrorista contra Cuba en la década de los 90.

 Explícame en qué circunstancias la FNCA, en Miami, se convence de que eres el hombre indicado para realizar una operación terrorista en La Habana.

 Durante varios meses, desde noviembre de 1993, había sido captado por uno de los terroristas de la FNCA, Luis Zúñiga Rey, con la misión de realizar acciones violentas dentro de Cuba. En los meses subsiguientes, fui atendido igualmente por Alfredo Domingo Otero, Horacio Salvador García Cordero y Francisco José Hernández Calvo, directivos de la Fundación, quienes me asignaron diferentes tareas, las que fueron cumplidas según sus ambiciones, aunque, a qué negarlo, todas fueron monitoreadas por la contrainteligencia cubana.

 Estas tareas consistieron en la búsqueda de información sensible sobre la economía cubana, sobre los principales dirigentes de la Revolución, el abastecimiento a varios mercenarios dentro de la Isla, la introducción de medios para realizar un abastecimiento por mar de explosivos, propaganda y armas.

 Con el seudónimo de "Agente 44",  les ofrecí una favorable impresión  y desperté en ellos la expectativa de ser el instrumento ideal para sus futuras acciones terroristas contra hoteles, termoeléctricas y refinerías, así como la posible mano asesina para ejecutar atentados contra Fidel.

 ¿Cómo te ponen en contacto con Posada y Gaspar Jiménez?

 Pepe Hernández, el presidente de la FNCA, había elaborado, desde julio de 1994, el plan terrorista consistente en la voladura del Cabaret Tropicana. Inicialmente yo recibiría el entrenamiento para el manejo de explosivos en Miami, donde me entregarían las bombas, bien camufladas, las que trasladaría por avión hacia La Habana.

  Posteriormente, se cambiaron los planes y se determinó que fuera entrenado en Guatemala, donde se me abastecería con los explosivos que yo haría detonar en Tropicana y en un hotel de La Habana o Varadero.

 Al arribar a ese país y hospedarme en el Hotel Camino Real, situado en la zona 10 de la capital guatemalteca, contacté por teléfono a Alfredo Domingo Otero, quien desde Miami me orientó que al día siguiente, 23 de noviembre de 1994, sería visitado en mi habitación por mis instructores en explosivos, quienes me adiestrarían en su empleo, me entregarían dinero y las dos bombas debidamente enmascaradas para transportarlas hacia Cuba.

  El propio día 23 visitaron mi habitación dos individuos, los que posteriormente fueron identificados como Luis Posada Carriles y Gaspar Jiménez Escobedo.

 En ese encuentro y otro realizado el día 24, en la propia habitación, recibí el entrenamiento prometido según se había acordado en Miami con Pepe Hernández. En el segundo contacto se me entregaron las dos bombas, enmascaradas en pomos respectivos de shampoo y acondicionador marca Silkene.

 Además me entregaron los detonadores metálicos calibre 6, enmascarados dentro de dos plumones de un juego de seis. Adjuntaron dos relojes analógicos de color negro, debidamente preparados para ese propósito, y las baterías respectivas.

  ¿Recuerdas detalles concretos del hotel? ¿Posada y Jiménez se hospedan también allí?

 Si mal no recuerdo, luego de chequear en la carpeta, situada luego de un largo pasillo que se inicia en la entrada y en uno de cuyos laterales estaba situado un pequeño cabaret, se me asignó la habitación 619. En ella se realizaron todos nuestros contactos, aunque pude determinar que Gaspar Jiménez Escobedo al parecer se alojó en el mismo hotel, pues coincidí con el él a la hora de la cena en una ocasión.

 A Luis Posada Carriles le vi en dos ocasiones, una en el lobby y otra en el restaurante, acompañado de un individuo alto, trigueño, de amplio bigote, de origen cubano.

 Como se debe suponer, sabiéndome controlado por los terroristas, no tenía indicaciones de dedicarme a seguirlos o espiarlos, pues podría arriesgar mi objetivo. Con total discreción, salvo estos encuentros fortuitos y un último en el aeropuerto La Aurora de Ciudad Guatemala, donde vi a Jiménez Escobedo cuando se dirigía a tomar un avión hacia Miami el día 25 en horas de la mañana, recibí mi entrenamiento y los explosivos.

 Es indudable que ellos no querían verse en público conmigo.

 ¿Puedes describir su apariencia física?

 El primero en entrar a mi habitación fue Gaspar Jiménez Escobedo. Vestía con desenfado un pantalón color marrón y un pullover. Obeso, extravertido, jaranero, de pelo desordenado y ensortijado, se me presentó como Pumarejo.

 ."¿Pumarejo, como el de la televisión cubana?", inquirí yo.

"Gaspar, como él", me respondió.

  El otro, alto y de cerca de 1.80 metros de estatura, encorvado;  canoso y con una enorme cicatriz en la parte derecha del rostro; de hablar gangoso y lento, entró sin presentarse luego de Jiménez Escobedo.

 ¿Dónde vive Posada en este período? ¿Se ven públicamente o solo en una habitación?

 Es el período centroamericano de Posada, en el que se mueve indistintamente por varios países de la región, sobre todo en Honduras, El Salvador y Guatemala. Parece ser que en esos momentos radicaba en Honduras o El Salvador, aunque visita frecuentemente Guatemala, tal como lo hizo en esa oportunidad y posteriormente en abril de 1998, cuando preparó en el hotel Hyatt Regency de esa ciudad, junto a Enrique Bassas y otros, el atentado contra Fidel en Santo Domingo en ocasión de la Cumbre de Jefes de Estado del Caribe.

 Las dos veces que lo vi en el hotel, fuera del marco secreto de nuestros encuentros celebrados en mi habitación, se movía con total desenfado y sin preocupación, rodeado de personas de origen cubano.

 ¿Comieron juntos? ¿Tomaron juntos?

  Nunca confraternizamos en público y siempre fueron recelosos por mantener en secreto de nuestros contactos. Solo en una oportunidad, a instancias de Gaspar Jiménez Escobedo, bebimos unos tragos de Havana Club Añejo, porque él dijo ser fan a este tipo de bebida. Obviamente les regalé una botella de este ron y Jiménez Escobedo me pidió que le hiciera llegar otras mediante Alfredo Domingo Otero, cuando yo visitara Miami nuevamente.

 Paradójicamente, frente a la efusividad de Escobedo, Posada Carriles se mantuvo hermético y acechante en los dos encuentros que celebramos. Apenas conversó y, si lo hizo, fue solo al indicarme cuestiones relacionadas con la operación de los explosivos.

¿El plan preveía viajar en avión con los explosivos?

 Recuerdo que, al despedirnos en la tarde del 24 de noviembre, Posada me expresó con seguridad: "No se preocupe por los explosivos, que no explotarán en el avión o el trayecto. La gente de Miami y nosotros queremos que así sea. Esas bombas deben explotar sólo en Tropicana como todos esperamos".

  ¿Así que para la fabricación de la bomba, disponen del material en el propio lugar?

 En el primer encuentro de la mañana del 23 de noviembre de 1994,  en mi habitación,  nos dedicamos a estudiar los circuitos y la forma de armar las bombas.  En una mesa circular ubicada frente a las ventanas, nos sentamos Jiménez Escobedo y yo. Posada observó con detenimiento las instrucciones que me dio Escobedo mediante un diagrama que dibujó en una hoja de papel. Solo intervino, como ya señalé, en una o dos oportunidades para comprobar si yo estaba claro sobre cómo proceder en la Habana en el momento de armar las bombas.

 ¿Qué material se usa para la bomba? ¿Se parece a las colocadas en La Habana en el 97?

 El día 24, en horas de la tarde llegan con unas bolsas plásticas que contenían un pomo plástico de shampoo y otro con acondicionador, ambos de la marca Silkene, como ya lo señalé; dos relojes analógicos de color negro de mediano tamaño, los que ya habían sido preparados con el puenteo adecuado para garantizar la iniciación del explosivo; un juego de seis plumones colocados en un estuche plástico transparente y en cuyos plumones rojo y negro se habían enmascarado las dos cápsulas detonadoras metálicas; un juego de seis baterías AA.

 Desde el punto de vista de confección, estas bombas tenían el mismo principio: una masa explosiva a la que se adosaba la cápsula detonante conectada  a un medio que regulaba el momento de la explosión (calculadora, reloj, etc.) y que por sus características me ofrecía un margen de tiempo para escapar antes de la explosión. Yo contaba con un margen de 15 minutos para escapar de Tropicana luego de que colocara y activara la bomba.

 ¿Qué indicaba que tenían experiencia en la materia?

  Aunque yo no soy un especialista en explosivos y demolición, puedo asegurarte que fueron muy profesionales en sus explicaciones, al extremo de que bastaron unos pocos minutos para que yo entendiera sus explicaciones. El uso de diagramas, el lenguaje empleado, la búsqueda de retroalimentación y el cuidadoso uso de recomendaciones para manipular los explosivos, revelaban un alto nivel de profesionalidad.

 ¿Cómo se comportaba Posada en relación con Jiménez?

  La parte principal de las conversaciones se efectuaron entre Jiménez y yo, Posada se relegó al papel de observador. Sin embargo, interrumpió a Gaspar en ocasiones para expresar sus orientaciones y éste mostró respeto hacia él en esas situaciones.

 ¿Cómo se despidieron de ti?

 Ambos me desearon suerte. Posada me recordó que los amigos de Miami confiaban en que mi misión sería un éxito. Entre ambos me dieron un fuerte apretón de manos. Gaspar, más efusivo, me abrazó y deseó que volviéramos a vernos en el futuro para volver a tomar ese ron cubano una vez que las bombas explotaran en La Habana.

  ¿Quién te explicó tu misión? ¿Cómo te precisaron lo del Tropicana?

  El plan contra Tropicana fue organizado, urdido y financiado desde Miami por los altos directivos de la FNCA, particularmente Pepe Hernández, su presidente.

  Estaba acordado que dicha bomba se colocaría específicamente en el Salón Bajo las Estrellas, entre el primero y segundo show, es decir, cerca de las 12 de la noche del 29 de noviembre de 1994. Ese momento escogido es precisamente cuando más personas se encuentran en el lugar: unos marchándose, otros bailando.

 Posada y Gaspar cumplieron la misión de entrenarme y abastecerme con los explosivos, aunque siempre demostraron tener pleno conocimiento del atentado.

 ¿Contaste estos acontecimientos a un Fiscal federal norteamericano que vino a La Habana en el marco del juicio de los Cinco? ¿Cómo fue utilizado tu testimonio, de lo que supiste?

 Tanto el tribunal de Miami, como la jueza Lenard, así como la fiscalía, conocieron de la participación de la FNCA y Posada Carriles en estos hechos.

 En otros  momentos y ante otros representantes de la autoridad norteamericana fue dado a conocer mi testimonio. Sin embargo, dolorosamente, nada se ha hecho para enjuiciar a la FNCA, a Posada Carriles y a Gaspar Jiménez Escobedo por su participación en hechos terroristas contra Cuba.

  Han pasado diez años. ¿Qué reflexiones te inspiran en este momento?

  Para la FNCA y Posada Carriles sigo siendo un peligroso testigo al que se debe callar o, al menos, denigrar. Sin embargo, la verdad, la que yo cuento, triunfará alguna vez. •

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