Ramón Barreras Ferrán - Cuba Trabajadores.- La casa europea y la estadounidense están bien sucias, con lo hecho a través de la historia y con lo que hacen hoy.


Todo parece indicar que los señores del Parlamento Europeo, los mismos que acaban de condenar a Cuba, padecen de amnesia o son olvidadizos adrede.

Su injusta e inadecuada decisión demuestra una vez más que siguen sintiéndose gendarmes de Latinoamérica, dueños del Sur, y sienten tener aún los derechos que se atribuyeron “a golpes, palos, ahorcamientos y disparos”, cuando la famosa conquista o descubrimiento del Nuevo Mundo.

Se entrometen en lo que no les corresponde, sin conocer detalles ni razones, porque cualquier hoja caída de un árbol les sirve para levantar la hojarasca acusatoria al país pequeño, pero digno, que no admite presiones ni chantajes, ni de grandes naciones ni de personajillos formados en la escuela de mercenarios, quienes buscan protagonismo internacional y una inusitada materialización de pretensiones dictadas desde Miami.

Los europeos no recuerdan o desconocen, porque la historia que imparten en sus colegios no lo recoge, evidentemente, que antes de que Francisco Pizarro González (Cáceres, 1478-Lima, 1541) conquistador español del Perú, degollara al inca Atahualpa, decimotercer gobernante Inca, le quitó un rescate de “más de 20 mil marcos de plata fina y un millón 326 mil escudos de oro finísimo”.

Olvidan que miles de indígenas que poblaban estas tierras fueron exterminados en los lavaderos de oro, sumergidos en el agua, removiendo constantemente las arenas auríferas y maltratados hasta no más; que los europeos trajeron enfermedades desconocidas entonces en esta región, y que, como dice Eduardo Galeano en un excelente libro Las venas abiertas de América Latina, “España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche”, porque el fruto del saqueo enriqueció también a varias naciones de ese continente, en el denominado “Comercio Triangular”.

No quieren tener presente, al parecer, que entre 1503 y 1660 llegaron al puerto de Sevilla, en la península ibérica, 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata, y que, a fin de cuentas, como afirman los textos: “América fue un negocio europeo”.

Pero ahí está el término: fue, en pasado, no en presente. La América Nuestra, como bien la llamó Martí y tanto defendió Bolívar, ya no es la misma, porque se independizó. Y las órdenes no tienen que llegar de la Metrópolis, porque además de no existir, no son ni serán aceptadas.

La acusación es irrespetuosa. Apenas conocen la calaña de quienes tratan con huelgas de hambre de imponer condiciones. Son, sencillamente, burdos delincuentes comunes, agresores de infelices, presidiarios reclutados por la autodenominada “disidencia interna” para erigirlos como paradigmas en defensa de supuestos derechos humanos.

¿Por qué los parlamentarios europeos no criticaron lo que ocurrió y de algún modo aún sucede en las cárceles de Abu Grahib, Bagram o Guantánamo (léase Base Naval de los Estados Unidos), o los llamados “efectos colaterales” de las invasiones a Afganistán e Iraq, a causa de los cuales han muerto miles de personas inocentes, entre ellas niños y niñas, mujeres y ancianos?

Con Cuba tienen fijación enfermiza, porque no se doblega a las intensiones imperiales. A las voces mal intencionadas de los señores del Parlamento se han unido ahora las de algunos artistas cambia casacas que están, al parecer, del lado de donde sople el viento, pues en ocasiones defienden, y en otros acusan, de acuerdo con el color incorporado a los cristales de sus lentes.

Los cubanos genuinos, los que apoyamos lo justo, criticamos lo criticable y reconocemos lo verdadero, sabemos bien lo que son los derechos humanos, sin hacer comparaciones, mirando hacia adentro del archipiélago.

Es fácil buscar la paja en el ojo ajeno, sin mirar el propio. Europa tiene un desempleo galopante, desigualdades sociales crecientes, sistemas de salud desarticulados, xenofobia, delincuencia, mafias, muertes…

Y ni qué hablar de Estados Unidos, el promotor del mal. Basta sólo con pensar en cientos de juicios amañados y encarcelamientos sin causa justificada, los torturados y vejados, los asesinatos en sus propias calles y centros educacionales, el supuesto e inventado combate contra el terrorismo... El gobierno de esa nación y la ultraderecha mafiosa de Miami no tienen un ápice de moral.

Antes de criticar y acusar, hay que mirar atrás y hacia el interior. La casa europea y la estadounidense están bien sucias, con lo hecho a través de la historia y con lo que hacen hoy.

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