"Nueva" campaña contra Cuba
Luis Toledo Sande (Ilustración: Pedro Méndez)- La Jiribilla.- Satanizar gobiernos, países, pueblos, para luego atacarlos militarmente, viene siendo una táctica cada vez más utilizada por los gobernantes de los EE.UU., discípulos superadores de Goebbels. Como la historia —incluso la más cercana— es algo que algunos y algunas prefieren olvidar para aligerarse de preocupaciones y de cargos de conciencia por sus actos, recordemos unos pocos ejemplos recientes: Panamá, Serbia, Afganistán, Iraq.Las satanizaciones continúan. Para ceñirnos a casos de nuestra América, largamente agredida y saqueada por la potencia imperialista más poderosa que haya habido jamás, mencionemos a Venezuela, Bolivia, Ecuador…, países sobre los cuales se vierten hoy diversos modos de satanización. Su “pecado”, como el de otros, radica en la defensa de su soberanía y de sus recursos, y en la utilización de estos para bien de la salud, la educación y otras necesidades básicas de sus pueblos, y de pueblos hermanos, como Haití.
Para cumplir esos propósitos, los pueblos de nuestra América necesitan vías de integración que los liberen de la arrasadora influencia del imperio vecino, y de los taimados planes reconquistadores de alguna ex metrópoli trasnochada y con bastón, dócil a la voluntad del amo imperialista. Un gobierno puede estar acusado, hasta por la ONU, de cometer asesinatos masivos, pero si ofrece el territorio de su país para bases militares al servicio de la potencia que tanto daño y tanto luto ha causado a los pueblos de nuestra América y de otras partes del mundo, les resultará grato al imperio y a sus aliados subimperiales.
Nada o muy poco se dirá de los muertos (no precisamente por suicidio o muerte natural) en cárceles estadounidenses, y en otras. Se intentará ocultar la complicidad con vuelos secretos en los que se traslade ilegalmente prisioneros a cárceles ubicadas en lugares ignotos. Cuando ya no haya manera de ocultarlas, se hablará de torturas como las programadas y cometidas en Abu Grahib y en la base estadounidense de Guantánamo, territorio cubano ocupado por el mandón del mundo; pero en la práctica se estará presto a compartir con tal mandón la ignominia de esas cárceles, y se aceptará la redistribución, en territorio de naciones “civilizadas” y “democráticas”, de prisioneros que en Guantánamo han sido víctimas de terribles torturas físicas y morales sin que se les haya hecho juicio. De eso se dirá lo menos posible, para no perder la “elegancia” de la “objetividad”, ni la complacencia de estar representado en los “democráticos” reinos de la OTAN.
Un muerto es una cifra demasiado alta para que no produzca estremecimiento, lo ha dicho este articulista a propósito de otros casos. Y lo será en una cárcel o donde sea, en cualquier parte del mundo, incluso en Cuba, donde, a diferencia de otros países —entre ellos algunos que apoyan inmorales campañas anticubanas—, están proscritas las torturas y otras formas de degradación del ser humano: de quien las sufre, y de quien las aplica. Y, además de no practicarse tales crímenes, se trabaja por la salud y la vida de la población, incluidas la del prisionero que, movido por su escala de valores o por sus limitaciones de entendimiento, o por una voluntad que en último caso tenía derecho a mantener, se presta para actos que luego son utilizados contra el país que ha intentado salvarlo, aplicando en ese afán recursos médicos que el mismo bloqueo imperialista le dificulta adquirir.
Pero las sucias maniobras promovidas por las fuerzas más sucias de la historia son capaces de utilizar a un delincuente, y estimularlo a morir en su exigencia de privilegios que en las naciones sede de esas fuerzas no se concede a quienes pagan prisión por defender la decencia y sí, en cambio, a los vinculados a mafias coherentes con el sistema que genera y financia tales maniobras. Luego, con procedimientos que moralmente son nada menos que complicidades homicidas, manipulan la muerte de la víctima de sus rejuegos. Actúan al servicio de la satanización de un país que el imperio ha intentado doblegar por distintos medios, incluyendo actos de terrorismo y de agresión armada que tienen en su haber centenares de muertes y de mutilaciones. ¿Por qué no defienden, aunque no sea con igual pasión, a cinco luchadores antiterroristas injustamente encarcelados en los Estados Unidos?
La obstinación contra Cuba de la gran potencia imperialista y sus sirvientes, se refuerza ante una realidad que los imperialistas no aceptan ni han podido evitar: la Revolución Cubana resiste y vive en su necesario afán de autoperfeccionamiento y, además, tampoco han conseguido aislarla. Por el contrario, nunca había estado mejor acompañada en un continente donde, además de darse los ímpetus emancipadores —bolivarianos y martianos— de Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros pueblos, se avanza, con pasos ya de realidad, en la realización de un proyecto —bolivariano y martiano también— que no se había logrado en más de cien años, y que ahora ha tenido el apoyo entusiasta de gobiernos como el del gigante Brasil: crear una organización unificadora, y libre de la presencia de los Estados Unidos y de otros gobiernos con voluntad o nostalgias metropolitanas.
De ahí viene el actual reforzamiento de la permanente ofensiva contra Cuba, ofensiva que es parte de la que el imperio enfila contra nuestra América en general, con actos criminales como el golpe de Estado en Honduras y la multiplicación de bases militares en el área. Así como ese golpe de Estado anuncia el regreso de las dictaduras proyanquis —de los gorilas (militares o supuestamente civiles)—, la proliferación de dichas bases evidencia que sigue contando con el servicio de gobiernos que obedecen al imperio, como el gobierno-dique electo en Panamá, quién sabe con cuántos rejuegos, en oposición a la herencia del general Omar Torrijos, muerto en circunstancias que aún no se han esclarecido.
La satanización de Cuba ¿será la antesala de una nueva acción armada del imperio? No hay que desearlo, ni descartarlo; pero lo que ocurre en países como Afganistán e Iraq confirma que un pueblo invadido se torna ingobernable, y que los invasores no alcanzan la victoria. En todo caso, pueden cosechar derrotas que recordarían la de Vietnam. En Cuba, “quienes intenten apoderarse de su suelo” deben saber —¿no lo saben ya?— que se las verían con un pueblo particularmente ingobernable para ellos. Podrían arrasarlo, pero no dominarlo. Se ha fraguado en siglo y medio de luchas, y ha ratificado en su vocación de independencia en respuesta a las maniobras y agresiones imperialistas no desde 1959, sino de desde 1898.
Remember Girón, y sépanlo los gobiernos que pudieran sumarse —como otros se sumaron en Afganistán e Iraq, para seguir con los mismos ejemplos— a planes de agresión militar contra Cuba. Sépanlo quienes firmen manifiestos para estar a bien con los poderosos que les aseguran buenos pagos. Sépanlo quienes coqueteen con actos por la paz —musicales o de otra índole—, y luego sirvan de hecho a estratagemas de posibles implicaciones bélicas o, por lo menos, para justificar un bloqueo injustificable. Sépanlo los apátridas que se plieguen al mandato y al financiamiento de las representaciones diplomáticas del imperio. Sépanlo quienes olviden que ayer fuimos semilla y hoy somos otra vida. Pobre del cantor, o no cantor, que no lo sepa.
