Los revolucionarios cubanos no se han permitido un solo minuto de tregua, y han contado con el apoyo de un pueblo unido

Discurso de José Ramón Machado Ventura, miembro del Buró Político, y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto por el Aniversario 50 del II Frente Oriental Frank País

Compañero Raúl;

Fundadores y demás combatientes del Segundo Frente Oriental Frank País García;

Compañeras y compañeros:


Celebramos el aniversario 50 del Segundo Frente Oriental Frank País, al igual que otros muchos hitos de nuestra historia, pese a los cincuenta años de agresiones incesantes en todos los terrenos, de un enemigo sumamente poderoso y carente de moral, que ha hecho cuanto ha estado a su alcance en su afán de derrotarnos.

En esa férrea voluntad y capacidad de resistencia que han sido garantías de cada una de nuestras victorias, dos razones tienen presencia invariable: los revolucionarios cubanos no se han permitido un solo minuto de tregua y han contado siempre con el apoyo decidido y consciente de un pueblo unido, durante estas más de cinco décadas de trabajo y combate permanentes.

Solo ese constante accionar hacia un claro objetivo, bajo la certera conducción de un líder brillante, valiente y decidido, explican que el 11 de marzo de 1958, la Columna No. 6 Frank País, procedente de la Sierra Maestra, arribara a Piloto del Medio para dejar constituido el nuevo frente de combate y cumplir así la primera fase de la misión encomendada por el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde.

Habían transcurrido exactamente 14 meses y 22 días, desde el histórico momento en que ante los primeros 8 guerrilleros con 7 fusiles reunidos tras la derrota de Alegría de Pío, Fidel exclamara seguro: "¡Ahora sí ganamos la guerra!".

Tan contundente afirmación fue recibida con una mezcla de incredulidad y decisión por aquellos hombres famélicos, abrumados por el cansancio físico y el constante peligro, a quienes no pasó siquiera por la mente que apenas los separaban dos años y unos días de la victoria definitiva sobre el ejército de la tiranía, que entonces los acosaba por todas partes.

La imborrable escuela de esfuerzo y sacrificio de la Sierra Maestra, reafirmada tras meses de vencer cotidianamente el hambre, el frío, el cansancio de las largas marchas y las tensiones de numerosos combates, llegó a este lugar del Oriente cubano con aquella tropa a la vez feliz y exhausta.

LA FUERZA NO RADICABA EN EL NÚMERO, TENÍAMOS LA CONVICCIÓN DE QUE LA VICTORIA ERA POSIBLE

Su fuerza no radicaba en el número pues la integrábamos solo 78 hombres, entre los cuales solo 50 estaban armados, pero contábamos con algo decisivo para alcanzar la victoria: la convicción de que esta era posible y la dureza de carácter alcanzada en la forja de rigor y disciplina que constituyó la Columna Madre del Ejército Rebelde.

El jefe del nuevo frente guerrillero, el recién ascendido Comandante Raúl Castro Ruz, era ya, como hasta hoy, un firme convencido de que el revolucionario dirige en primer lugar con el ejemplo y de que la inercia y la inactividad son los peores enemigos de una Revolución verdadera.

El superior desarrollo económico, social y político del nuevo territorio permitió que las ideas acerca de la conducción de la guerra revolucionaria, ya materializadas en las montañas de la Sierra Maestra, encontraran terreno fértil y pudieran llevarse a la práctica con elevada eficacia, gracias a la conducción certera y creadora de su jefe.

El compañero Fidel, en la entrevista que Tomás Borge reseñó en el libro Un grano de maíz, lo resume así:

"El primer comandante que sale a abrir un frente fuera de la Sierra Maestra es Raúl, y demostró notables capacidades de jefe y de organizador, un gran sentido de la responsabilidad, mucha firmeza revolucionaria. Realiza un gran trabajo político dentro de los campesinos, desarrolla una influencia muy positiva en todos los cuadros y todos los jefes", concluyó.

Es una opinión que sé compartimos todos sus compañeros de lucha, aunque ninguno lo diga en público porque sabe que el aludido responderá seguramente con una reprimenda.

Pero contraeríamos una imperdonable deuda con la verdad y deformaríamos además la historia, si al menos no mencionamos, en este aniversario 50 del Segundo Frente Oriental Frank País, el decisivo papel desempeñado por su jefe, el compañero Raúl Castro.

Solo el especial momento que le tocó vivir explica que con 27 años, fuera capaz de asumir con éxito tan compleja tarea sin dar la menor señal de vanidad o encumbramiento, que con frecuencia afectan a los que siendo tan jóvenes asumen altas responsabilidades.

Invariablemente nos trató a todos por igual, ya fuéramos sus contemporáneos o compañeros mayores, demostrando una madurez que generalmente se espera de un jefe de muchos más años.

Supo combinar la exigencia estricta con el afecto y la capacidad de escuchar de un hermano. Todos lo vimos como un apoyo y tuvimos suficiente confianza para plantearle cualquier problema, en lugar, tiempo y forma, como él acostumbra a decir. Desde entonces, quienes hemos tenido el privilegio de trabajar junto a él, nos esforzamos en seguir su ejemplo en nuestro trabajo, aunque no siempre con éxito.

Cuando los integrantes de la Columna 6 llegamos a este lugar hace 50 años, percibimos de inmediato que pisábamos terreno fértil. Quienes habitaban en los 12 000 kilómetros cuadrados que llegó a abarcar posteriormente el territorio del Segundo Frente, habían sufrido en carne propia o conocido de familiares cercanos, la despiadada explotación de los grandes monopolios norteamericanos, propietarios del grueso de las mejores tierras y los recursos mineros, a los que se sumaban con métodos similares los latifundistas del patio. Ello explica la inmediata disposición popular a cooperar con el Ejército Rebelde.

El compañero Raúl, un día como hoy del año 1978, en este mismo sitio, resumió la ayuda de campesinos y trabajadores con estas hermosas palabras:

"Compartieron con nosotros sus pocos alimentos, nos abrigaron bajo el humilde techo de sus bohíos, curaron nuestros heridos, lavaron nuestras ropas; ellos ofrecían voluntariamente su contribución económica al Frente, nos alertaban sobre los movimientos del enemigo, guiaban a las tropas por senderos solo por ellos conocidos; y como ejemplares discípulas de Mariana Grajales, muchas madres nos entregaron a sus hijos y no pocas reclamaron empuñar, ellas, el arma del hijo caído en combate al que acabábamos de sepultar", fin de la cita.

No podía esperarse otra actitud de las mujeres y hombres nacidos en estas montañas, donde cada amanecer parece que el clarín libertador llama nuevamente al combate.

En esta tierra el indio enfrentó a pecho limpio la espada del conquistador y el cimarrón prefirió morir en su cueva antes que volver a ser esclavo.

Estos senderos y montes atesoran las huellas de José Martí, Máximo Gómez, Antonio y José Maceo, Flor Crombet, Guillermón Moncada y tantos otros próceres al frente de sus heroicos mambises.

Este ha sido el escenario de incontables batallas campesinas y obreras por derechos esquilmados durante la república burguesa.

HACE MEDIO SIGLO LOS HUMILDES TRABAJADORES COMPRENDIERON QUE EL EJÉRCITO REBELDE REPRESENTABA LAS VERDADERAS TRANSFORMACIONES

Aquí, hace medio siglo, los humildes trabajadores del campo, las minas y los ingenios azucareros pronto comprendieron que el Ejército Rebelde representaba la firme decisión de llevar adelante verdaderas transformaciones en favor de los humildes, y con pasión patriótica se sumaron a ese empeño.

En el propio transcurso de la guerra comenzaron a transformarse las pésimas condiciones de salud e higiene responsables de la muerte de miles de seres humanos, fundamentalmente niños, en un territorio carente de atención médica y de suficientes escuelas, con uno de los más altos índices de analfabetismo del país.

El incesante batallar del Ejército Rebelde en el terreno militar estuvo acompañado, tan pronto existieron las condiciones mínimas, del ejercicio eficiente del poder popular y revolucionario a través de la Comandancia Central y los mandos de las columnas.

La población disfrutó por primera vez de servicios de salud, educación y jurídicos, entre otros beneficios; en apenas algo más de 9 meses de campaña y bajo los golpes de la aviación enemiga, fueron hechos transitables 274 kilómetros de caminos y se instalaron 88 kilómetros de líneas telefónicas y 13 plantas de radio.

Cuando ante los peligros de la guerra y las medidas adoptadas por el tirano, dejaron de acudir al territorio liberado la inmensa mayoría de los maestros, el Ejército Rebelde los garantizó con combatientes y sobre todo con pobladores seleccionados de la zona, en cifra superior a los 400, que impartieron clases a más de 4 500 alumnos, entre las escuelas que existían y algunas que se crearon. En el frente de la salud, se fundaron 20 hospitales con servicios de laboratorio y algunos con equipos de rayos X.

Los transmisores instalados en el Frente multiplicaron la potencia de Radio Rebelde, el periódico Surco estabilizó su publicación y la Escuela Política de Tumba Siete sobresalió en la labor político-ideológica con la tropa.

Mención especial merecen los Comités de Campesinos Revolucionarios. Estos dieron un decisivo apoyo material y en las tareas de vigilancia, que tuvo como colofón la celebración del Congreso Campesino en Armas en septiembre de 1958.

Poco después, el 8 de diciembre, el territorio liberado fue sede también del Congreso Obrero en Armas.

Y todo ello fue solo el preludio de las transformaciones ocurridas tras el triunfo revolucionario. Si alguien de los que llegamos a este lugar en marzo de 1958 no hubiera regresado hasta hoy, sencillamente no lo hubiera reconocido.

Es imposible siquiera relacionar los logros en los distintos frentes, a partir de la victoria alcanzada el primero de enero de 1959. Mencionaré solo unos pocos ejemplos.

En el territorio que entonces incluyó el Segundo Frente, el índice de mortalidad infantil es hoy de 5,1 fallecidos por cada mil nacidos vivos, uno de los mejores del país y por tanto superior al de los Estados Unidos. Actualmente la esperanza de vida supera los 76 años en este lugar donde hace medio siglo muchos eran viejos, física y psicológicamente, con apenas cuatro décadas de vida.

En los cientos de centros de las enseñanzas primaria, media y universitaria construidos por la Revolución, se han graduado en estos años miles de profesionales y hoy es una realidad la universalización de la enseñanza superior.

Esa gigantesca obra de amor y justicia constituye, como expresara el compañero Raúl en ocasión del vigésimo aniversario del Segundo Frente:

"El más trascendente, perdurable y grandioso monumento que nuestro pueblo erige a los héroes".

Es deber de los revolucionarios de hoy continuar avanzando por el camino que ellos nos trazaron con su sangre y esfuerzo. No sentarse a pedir que otros hagan, sino pegar el hombro junto a quienes aportan cotidianamente sudor e inteligencia, sin reclamar nada a cambio, en el esfuerzo por perfeccionar cuanto hemos hecho hasta el presente, para "cambiar todo lo que debe ser cambiado", como nos enseña Fidel, en aras de fortalecer cada vez más nuestro socialismo.

En sus Reflexiones y en los recientes discursos del Segundo Secretario del Partido, tenemos una precisa guía para la acción.

Se nos llama en cada lugar y con la participación de todos, a crecer en la producción, especialmente de alimentos, y a prestar un mejor servicio; a incrementar nuestras exportaciones y reducir importaciones; a invertir los recursos allí donde más necesarios sean y reporten superiores beneficios al país, que es igual a decir al pueblo; a la búsqueda incesante de la eficiencia con una mayor organización y ahorro; a elevar el orden y la disciplina laboral y social, sin los cuales todo lo anterior es imposible de alcanzar.

Es el único camino realista para continuar elevando paulatinamente el nivel de vida de la población, uno de los objetivos del socialismo, donde los ingresos deben corresponder al aporte a la sociedad que realiza o realizó en su vida laboral el ciudadano, salvo los imposibilitados de hacerlo que serán invariablemente beneficiarios de la solidaridad de sus compatriotas.

Nuestros muertos gloriosos nos reclaman, con todo derecho, no cejar en el empeño de preservar la patria libre

Nuestros muertos gloriosos nos reclaman, con todo derecho, no cejar en el empeño de preservar la patria libre, independiente y digna que hoy tenemos y por conquistar para nuestro pueblo toda la justicia que soñó Martí. Es un ineludible compromiso con los héroes y mártires de ayer y de hoy.

Así nos lo exigen día a día desde estas tumbas, los cientos de hermanos caídos en el campo de batalla en aras de la libertad que hoy disfrutamos y por hacer posible el sueño de construir un mundo mejor.

A ello nos conminan también los inolvidables compañeros y compañeras que tuvieron la suerte de disfrutar el momento sublime de la victoria y luego entregaron a la causa todas sus energías, mientras tuvieron fuerzas y vida para hacerlo, como nuestra inolvidable y querida Vilma Espín, ejemplo de mujer, revolucionaria y patriota.

Frente a cada una de las muchas y complejas tareas del presente, ante cada dificultad material o subjetiva, tengamos presente el ejemplo imborrable de nuestros hermanos caídos, que entregaron lo más preciado, la vida, por el bien de la Patria.

A los veteranos combatientes del Frente que aún hoy, después de 50 años, junto a las nuevas generaciones mantienen en alto las banderas de la Revolución, el abrazo de Raúl, el abrazo de Fidel.

¡Gloria eterna a nuestros héroes y mártires!

¡Viva el aniversario 50 del Segundo Frente Oriental Frank País!

¡Viva Fidel!

¡Viva Raúl!

¡Viva la Revolución!

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