Gloria Analco - Cubainformación.- Ningún líder político en la historia de la humanidad ha enfrentado tantas batallas, de tan alto calibre y por tanto tiempo como Fidel Castro. Y ni más ni menos que contra la nación más poderosa de la Tierra. Finalmente, él ganaría la guerra.



 Si alguien está pensando en términos de poder, ha quedado claro que la genialidad de un hombre, impregnada de los más elevados propósitos -el bien general del pueblo-, puede más que todos los recursos de una superpotencia que goza de aparentes ventajas estratégicas: think tanks, sofisticados sistemas de espionaje, además de enormes recursos económicos y controles sobre un gran entramado internacional, y que ha utilizado todo esto, y más, para separar a los gobiernos de los intereses legítimos de los pueblos.

 

En su epopeya histórica, Fidel llegó al poder pisando fuerte. En sus famosas palabras a los intelectuales, en junio de 1961, él abordó una de las cuestiones más fundamentales sobre el verdadero contenido de la Revolución, cuando dijo que el pueblo es la meta principal. “En el pueblo hay que pensar primero que en nosotros mismos”.


Era la hora de las definiciones, y Fidel fue enfático al decir que “frente a los derechos de todo un pueblo, los derechos de los enemigos de ese pueblo no cuentan”, lo cual fue tomado como una referencia tácita a las oligarquías que se habían ido de Cuba y que luego harían todo lo posible, desde Miami, por regresar y tomar el poder de nuevo, algo que les fue imposible realizar.


Entonces se preguntó: “¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios?”, y para no dejar lugar a dudas, él mismo respondió: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”, y agregó que “la Revolución tiene también sus derechos; el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir”.


Fidel dijo en esa ocasión que la Revolución tenía muchos enemigos y que atravesaba muchos peligros, por lo que tenía por delante muchas batallas que enfrentar para conseguir sobrevivir. Estando los Estados Unidos de por medio, nadie daba un centavo porque esa Revolución sobreviviera a los tiempos.


En su colosal enfrentamiento con la nación más poderosa, Fidel se limitó a aplicar un código ético que nunca trasgredió y que estuvo siempre apegado a los más enaltecedores valores de la humanidad. Como político fue igual de íntegro que brillante. Por eso Estados Unidos nunca pudo tomarle la medida.


Un periodista le preguntó en una ocasión que si era cierto que usaba chaleco antibalas; él le respondió que su único chaleco era su moral. Quienes conocen la historia verdadera, saben de sobra que su honorabilidad ha sido su mejor escudo.


El triunfo definitivo de Fidel Castro sobre el asedio de Estados Unidos, que intentó de todo para sepultar a la Revolución Cubana, menos la invasión armada porque los cubanos nunca le dieron la oportunidad, puede apreciarse en que “¡Cuba está de vuelta!”, como lo describió el estadounidense Immanuel Wallerstein, principal teórico del análisis de sistema-mundo, al comentar la inserción definitiva de Cuba en el contexto latinoamericano, donde 22 países de la región le dieron la bienvenida en un acontecimiento sin precedente, de pie y con sonadas palmas, con excepción de Colombia, Perú y El Salvador, cuyos mandatarios no asistieron al histórico acontecimiento que tuvo lugar en la reunión del Grupo de Río, el 16 de diciembre último, en Brasil, presidida por el mandatario mexicano, Felipe Calderón, quien le dio la bienvenida al “pueblo hermano” de Cuba. Raúl Castro estaba regocijante, al igual que Fidel que en traje deportivo celebraba el acontecimiento desde La Habana.


Wallerstein lo calificó de “importante suceso geopolítico”, algo de lo cual puede atribuirse al propio Fidel Castro, quien  en tiempos previos a su retiro del poder echó a andar una estrategia, hilando muy fino, cuyos resultados ahora están a la vista y en los que quedaron implicados los verdaderos intereses de América Latina, región que ha comenzado a desprenderse del predominio estadounidense, algo que hace 50 años concretizó la isla de Cuba con el movimiento revolucionario liderado por Fidel Castro, quien sorprendentemente aún vive – pese a haberse organizado contra él más de 600 intentos contra su vida- para contar él mismo la historia completa de la epopeya que ha protagonizado, donde la Iliada y la Odisea se quedan cortas, además de que en gran medida son ficticias.


En síntesis, Cuba ha celebrado medio siglo de Revolución con el reconocimiento internacional de su existencia como Estado socialista, sin que nadie pueda imponerle ahora condiciones para querer parecerse a los demás países de Occidente que ven a sus economías desmoronarse, empezando por la de Estados Unidos, sin que de por medio haya existido el acoso, como históricamente lo ha padecido Cuba.


Este gran acontecimiento ha tenido lugar en momentos en que en el mundo entero se esperan cambios trascendentales y un nuevo orden económico, además de cambios de perspectiva política, por lo cual pedir cambios a Cuba es un total contrasentido, cuando su pueblo es el único del Tercer Mundo en el planeta que goza plenamente de los derechos sociales, algo que hasta los del Primer Mundo quisieran ahora tener garantizados.


Está completamente fuera de óptica, pues, referirse a Cuba como un país que tiene que realizar cambios, y más aún si uno toma como referencia los efectos negativos en su economía que promovió la administración Bush, al desplegar una despiadada guerra económica, política y diplomática de considerable alcance en contra de ese país.


Basta citar unos cuantos ejemplos para darse cuenta de hasta dónde fue capaz de llegar el gobierno ultraderechista de George W. Bush, siendo él sólo la punta del izberg del entramado transnacional y militar estadounidense que quiere dominar el mundo y que recibieron un fuerte revés al quedar su máximo representante político totalmente desprestigiado y con el repudio mundial a esos propósitos.


El gobierno de Bush no sólo continúo aplicando sanciones económicas en contra de la isla, al igual que sus antecesores, sino que introdujo otras nuevas. Incrementó, por ejemplo, la persecución a la actividad de las empresas y las transacciones financiera internacionales de Cuba; le robó marcas comerciales y congeló cifras millonarias de los fondos cubanos en Estados Unidos; adoptó represalias contra las empresas que regularmente comercian con la isla; presionó fuertemente a los aliados de Cuba para que respaldaran su iniciativa de “cambio de régimen”, e incrementó notablemente los recursos financieros que destina a la disidencia para que rompiera el orden constitucional cubano, apoyados por los servicios de la inteligencia estadounidense, entre otras muchas cosas.


La política injerencista de la administración Bush se produjo en un contexto en que Cuba ya estaba saliendo de la crisis económica, pues había empezado a recuperar un porcentaje importante de los ingresos que antes obtenía de su relación con el ex campo socialista.


Sin embargo, el recrudecimiento del embargo económico y de las políticas de bloqueo comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, representó, según cifras de la cancillería cubana, un daño económico sin precedente, que acumulado hasta diciembre de 2007 asciende a más de 93 mil millones de dólares, pero tan sólo en ese año, por el daño infligido por Bush, representó una cifra de tres mil 775 millones de dólares.


Ese monto significó 1.6 veces el producto interno bruto de Cuba (valor de todos los bienes y servicios producidos en un año); también representó alrededor de 12 veces la deuda externa cubana en 2006 y alrededor de 23.5 veces el valor de las inversiones realizadas en ese mismo año.


¿Qué país en el mundo puede resistir tal embate a su economía? Al parecer, sólo unos guerrilleros, con la piel bien curtida en la lucha, podían realizar tal hazaña y seguir de pie.


Ahora que Fidel ha vencido en toda la línea, ha empezado a escribirse una nueva historia –con Raúl Castro en el poder-, en un nuevo contexto mundial, en el cual Estados Unidos ha perdido considerable terreno frente a sus diversos competidores, lo que ha significado la pérdida de la preeminencia de ese país en el mundo globalizado, lo cual muchos se niegan a aceptar.


La llegada de Barack Obama al poder no debe tomarse como que “todo está en sus manos”, porque ya no es así. A cada país le corresponde poner su granito de arena para reforzar el multilateralismo en contra del unilateralismo que no ha traído nada bueno a la humanidad.


Corren rumores de que Fidel se encuentra en estado de coma. En lo personal pienso que él está muy concentrado en la tarea de elaborar la estrategia para los nuevos tiempos que se vienen y en los cuales la Revolución ya no se halla comprometida, en peligro o en riesgo. Está más sustentada que nunca antes.


El día que Fidel cumplió 70 años, en una entrevista por la televisión, dijo que la Revolución Cubana “está hecha y no hay quien la deshaga”… ¡Cuánta razón tenía!

Cuba
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