Granma.- (Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en la asamblea de los colonos, el 4 de abril de 1959).

Yo creo sinceramente que Cuba sería muy distinta de lo que es, que los cubanos estarían en una situación muy distinta de la que están hoy, si la república se hubiese gobernado honestamente desde la fundación, desde el principio. 
No quiere decir esto que la culpa la hayan tenido allí las personalidades, que la culpa la tengan los individuos; no quiere decir eso que nosotros, los que estamos aquí ahora, si hubiéramos estado en aquella época, lo hubiésemos hecho mejor que ellos. Eso no se puede afirmar, porque la posibilidad de progreso de un país no depende solo de las personalidades, depende en gran parte del ambiente en que se viva y depende en gran parte también del pueblo, y el pueblo mismo muchas veces lo echa a perder todo, el pueblo muchas veces tiene buena parte de la culpa de las cosas que pasan. A veces somos muy dados a los conflictos, somos muy dados a la impaciencia, somos muy dados a las desorbitaciones, somos muy dados a las exageraciones, sin darnos cuenta de que un momento de ofuscamiento, un mal paso o un instante desafortunado de pasiones agitadas, de ambiciones desmedidas, de extralimitaciones, puede conducir al fracaso de los mejores empeños (APLAUSOS).

No son solo los hombres, del pueblo también depende mucho lo que se haga, y no quiero pensar en aquel ambiente, no hemos tenido la oportunidad de vivirlo para conocerlo a fondo. Muchas veces lo que la historia escribe se aparta tanto de la verdad que resulta difícil comprender a la perfección y con absoluta seguridad las cosas del pasado, porque a veces no sabemos ni lo que está pasando en el presente, ¿cómo vamos a estar perfectamente enterados de lo que pasó en otros tiempos? Ahora mismo ustedes ven cómo se intenta tergiversar en el mundo la verdad de la Revolución Cubana, cuánta gente habrá ignorante fuera de Cuba de lo que está pasando aquí y cuánta gente hay aquí que todavía no sabe lo que está pasando (APLAUSOS).

(DEL PÚBLICO LE DICEN: "¡Encárguese de decirlo en los Estados Unidos!")

Importa, sobre todo, que lo sepamos aquí, y después que lo sepan bien afuera. Por eso decía que resultaría injusto echarles la culpa a los hombres, incluso a aquellos primeros patriotas, a aquellos primeros políticos. ¡Quién sabe con qué ataduras se encontraron, quién sabe con qué insalvables obstáculos, quién sabe con qué ambiente! Hay épocas, veces, en que un idealista se para a hablar en la plaza pública y lo apedrean; hay épocas en que la verdad no puede decirse y hay épocas en que si se dice nadie le hace caso. Hay veces en que una indolencia, un letargo mortal rodea el ambiente, donde las palabras no tienen eco; nadie cree en nadie, nadie le hace caso a nadie, y eso resulta lógico por la cantidad de veces que se paró uno a hablar y después hizo todo lo contrario de lo que dijo. Y por esas cosas hay veces en que el ambiente conspira contra toda obra de progreso.

¿Por qué me preocupo por estas cosas? Porque uno no actúa, como puede parecer, impulsado solo por el entendimiento, y aunque se vive en medio de una vorágine, y sobre todo un funcionario en una etapa revolucionaria tiene que vivir en medio de esa vorágine constantemente, se detiene uno a pensar también en el porqué de todas esas cosas, se dedica a observar y a comparar sobre las ventajas que tenemos hoy y que tal vez no las tengamos mañana.

El ambiente que hay hoy es un ambiente puro, es un ambiente de sacrificio, pero lo que nosotros no sabemos es cuánto dura ese ambiente, lo que no sabemos es cuándo las pasiones empiecen a desorbitarse, cuándo la mezquindad empiece a aflorar, cuándo la mediocridad empiece a apoderarse del ambiente, cuándo los apetitos comiencen a sustituir los ideales. Sabemos lo que tenemos hoy y lo que tenemos que luchar para no permitir que esta atmósfera pura, este entusiasmo en que vive la república se corrompa o muera. Combatir, salirles al paso siempre a todas aquellas tendencias que puedan derivarse en un resurgimiento del pasado, porque en la misma medida en que nosotros mantengamos pura la atmósfera de nuestra patria y puros los ideales de nuestro pueblo, Cuba podrá llegar lejos y Cuba podrá cumplir al fin sus destinos.

Siempre oíamos decir que la nación tiene un destino, que la nación tiene una meta, que la nación cubana tenía que cumplir su destino; siempre oíamos hablar de ese ideal, de lo que nunca hemos oído hablar era de cuándo lo íbamos a cumplir (APLAUSOS).

Nosotros podremos fracasar, yo lo admito teóricamente, no porque lo crea; nosotros honradamente creemos que la Revolución va a dejar un gran rastro y una gran obra en nuestra patria. Yo digo que teóricamente admito que podamos equivocarnos, lo que sí tengo la más completa seguridad, la más completa convicción, no solo sentimental, sino teórica también, de que la obra que la Revolución haga, siempre estará precedida por la honradez, por los mejores deseos de encontrarles verdaderas soluciones a los problemas, por los mejores deseos de mejorar a nuestro pueblo y nuestra patria en todos los órdenes y de hacerla avanzar (APLAUSOS). Cualquier inconveniente podrá ser fruto de un error, nunca de la mala fe.

Tenemos el más firme propósito de cambiar todo lo que esté al alcance de nuestras manos, las que hayan sido hasta hoy malas costumbres en la vida pública. Hemos vivido con alguna indiferencia sobre las cuestiones públicas y resulta que todos dependemos de las cuestiones públicas, todos venimos a depender del gobierno, de la república, de lo bien o mal que se haga y, por lo tanto, nadie puede ser indiferente al asunto político de su país.
Cuba
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